domingo, 20 de diciembre de 2020

DEMOCRACIA, LIBERTAD Y VIOLENCIA

 

DEMOCRACIA, LIBERTAD Y VIOLENCIA

(A modo de respuesta a “Ira y Democracia” de Carlos Peña)

En un reciente artículo publicado en El Mercurio, (A2, 18.12.2020) bajo el título “Ira y Democracia”, Carlos Peña se manifiesta en contra del indulto a los presos con motivo del estallido social. Y lo hace desde su particular concepción de la democracia, la libertad y la violencia.

En lo esencial su argumentación se fundamenta en que “…la democracia admite la prosecución de todos los fines, pero excluye el empleo de un medio para alcanzarlos: la violencia”. Y reforzando la idea agrega más adelante “…en Chile hay democracia y entonces no es posible esgrimir la injusticia para excusar la violencia”. El autor también parece valorar profundamente la razón, como fundamento de la libertad, y por ello señala ”El paso del estado de naturaleza al estado civil se produjo cuando entre la mera pulsión y la conducta se introdujo un momento reflexivo. Fue entonces que nació la libertad”.

Compartimos con Carlos Peña cuando pone el centro del debate en lo político y no en los aspectos jurídico penales, que también los hay pero claramente son secundarios, como lo ha intentado hacer el gobierno, el Ministerio Público y políticos del más amplio espectro. La liberación de un grupo masivo de personas, cuya elemento común es un acto político, en este caso, la protesta contra un sistema social, económico y político que los tiene marginados por décadas, es un problema esencialmente político.

Pero si en eso estamos de acuerdo, discrepamos en casi todo lo demás y, particularmente, en su visión de la democracia, la libertad y la violencia.

Para situarnos en el contexto general, digamos de partida que en esta oportunidad, como en muchas otras, Peña, como los conservadores de todos los tiempos, pone la paz social al comienzo de la historia (N. Bobbio) y no como quienes creemos en el progreso mediante la lucha, que la ponemos al final y como consecuencia de la justicia alcanzada. Por supuesto tiene todo el derecho del mundo a hacerlo, sólo queremos destacar la perspectiva desde la que se ubica, “conservador”, en una sociedad como la nuestra en este momento, en que la inmensa mayoría exige cambios.

Y agreguemos de inmediato que no es efectivo que la democracia deba aceptar la prosecución de todos los fines, salvo que él estime que no se puede prohibir la prosecución del racismo, el nazismo, el exterminio de los judíos, los comunistas, la supremacía blanca, etc.

También parece claramente insuficiente su reflexión sobre el “momento reflexivo” y libertad. En verdad cualquiera sea el concepto de “momento reflexivo” que se tenga, y cualquiera sea el de “libertad”, ponerlos como causa y efecto más parece el deseo de un idealismo de orden hegeliano, -razón- que una reflexión basada en la historia o la realidad. Sabido es que el “momento reflexivo” se manifiesta como fundamental en la “primera explosión del saber” (Ch. Van Doren) con los filósofos de la antigua Grecia, en el siglo V A.C. y la esclavitud se mantiene no sólo allí, sino en la sociedad que de ella deriva por 2.400 años más. Sólo ese dato echaría por tierra su apreciación. Por lo demás la “segunda explosión del saber”, iniciada en el Renacimiento, tampoco llevó a la libertad. Lo que sí lo hizo, fue la lucha antiesclavista, violenta y a menudo con las armas en la mano, en la que compartieron esclavos y hombres libres, y que duró varios siglos.

Por otro lado, referirse a secas a “la libertad”, para aludir, probablemente, a un reducido espacio de libertad política, nos parece a estas alturas del siglo XXI como extraordinariamente limitado. Recordemos que es en los años sesenta y setenta del siglo pasado, “Segunda Ilustración” sobre la pobreza (A. Cortina), es decir hace más de cincuenta años, cuando se generaliza la convicción que la pobreza es coacción. Y tiene todo el sentido del mundo, entendida la libertad como posibilidad real de elegir, y no mera ficción, la pobreza constituye la más absoluta falta de libertad, cualquiera sea el “momento reflexivo” que se tenga.


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Y en cuanto a la violencia, lo primero es recordar que la democracia, que Peña tanto valora, es fruto de la lucha y la violencia. La historia en esto es universal, ni la revolución francesa, ni la independencia de Estados Unidos, ni nuestra propia independencia, por poner ejemplos emblemáticos para nosotros, son frutos de la generosidad de reyes y monarcas. Por el contrario, todos esos procesos, que van a desembocar en sistemas democráticos, son frutos precisamente de la lucha y la violencia. Por supuesto que esto no es un llamado a la guerra ni a la revolución, sino simplemente poner en el contexto histórico el sistema político que hoy tenemos.

Agreguemos a continuación que la democracia es siempre un proyecto político inacabado, que va evolucionando con el tiempo, y que sus actuales manifestaciones varían significativamente con lo que existía con anterioridad. En nuestra historia nacional por ejemplo, todos coincidirán, incluyendo a C. Peña, que los gobiernos de Aguirre Cerda y Juan A. Ríos, en la década de los años 40 del siglo XIX, fueron gobiernos democráticos. Y sin embargo, en esa época ni las mujeres ni los analfabetos tenían derecho a voto, es decir, más de la mitad de la población de los que actualmente tienen derecho a participar de los procesos electorales. Y este derecho al sufragio, como todos los derechos, se ganó en la “lucha por el derecho”, (R. von Ihering), en este caso, en la lucha social y política de las mujeres “sufragistas”, de los obreros del campo y la ciudad, en las luchas sociales, en las manifestaciones en las calles, en las protestas contra quienes lo negaban.

La violencia social no es una entidad abstracta, ajena a las razones de la historia, a menudo es respuesta a décadas de violencia institucional y sostenida, a falta de educación, de salud, de vivienda, a abandono, marginalización, desprecio, en definitiva a violación sistemática de la dignidad humana a millones de personas.


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La libertad de los presos políticos detenidos con motivo del estallido social, debe ser consecuencia de un país que entiende su historia, que valora los logros que producto de ese estallido se alcanzaron, y que tiene conciencia que mantenerlos privados de libertad sin un juicio hasta ahora, (presos sin condena, en el lenguaje de los derechos humanos), sin pruebas, por ello no se les ha juzgado aún, con pruebas falsas

o aportadas por una institución no creíble que se ha especializado en montajes, y ante un sistema judicial que a algunos los priva de libertad y a otros los manda a clases de ética, es simplemente una venganza.

 

Santiago, 20 de diciembre de 2020

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

DIEGO ARMANDO MARADONA, UN "PELUSA" EXCEPCIONAL

 


Hoy el “planeta fútbol”, Argentina entera y millones de personas más repartidas en todos los continentes, lloramos la muerte de Diego A. Maradona, reconocido por varios especialistas como el “mejor futbolista de la historia”, catalogado como el “mejor jugador en la historia de la Copa del Mundo” por El Times (2010), descrito como el “mejor futbolista popular del siglo XX”, entre otros de sus mucho títulos. Futbolista, entrenador, conductor de televisión en Argentina y en Italia, cantante, protagonista en documentales y películas de ficción, inspirador de canciones, Maradona fue todo eso y mucho más.

Su muerte me hizo recordar una conversación sostenida con Javiera, mi hija menor hace un par de meses. Le comentaba yo que desde hacía probablemente un siglo ya, la música, el arte, las ciencias, en general la cultura, eran en nuestro país, territorio del mundo progresista y en particular de la izquierda. Juntos hacíamos una larga enumeración de destacados hombre del mundo de la cultura, cuyo compromiso con el prójimo había sido una de las características relevantes de su vida. Javiera, fanática colo colina (el gato de la casa se llama Barti Paredes) me hacía la salvedad que eso no pasaba en el mundo del deporte. Aquí, me decía ella, la regla general es una buena dosis de analfabetismo político, así como un número menor, pero destacado, de deportistas claramente de derecha. Desde luego, en algunos casos como en del Chino Ríos, provenientes de familias muy adineradas, eso no llama la atención; pero hay otros, como el de Érika Olivera, de origen muy humilde, y hoy diputada por la derecha, en uno de los partidos que acompañó y defendió al dictador que asesinó a miles de personas (la mayoría humildes), que llevó a la miseria a millones, que destrozó la salud, la educación y las pensiones para los sectores populares, Renovación Nacional. 

En el fútbol pasa algo parecido, con altísimos porcentajes de jugadores de extracciones muy humildes, aquellos con sensibilidad social, capaces de ponerse al lado de su clase social, apoyar sus reivindicaciones, jugarse por ellas, son poquísimos, y Diego Armando Maradona en América, como Cristiano Lucarelli en Italia, fue uno de ellos.

Maradona fue en todo momento un rebelde, pero un rebelde con causa.

Maradona nació en un humilde barrio al sur del Gran Buenos Aires, en el seno de una familia muy modesta, y no sólo nunca olvidó ese origen, sino que tuvo la capacidad de universalizar el problema de la pobreza, y entender que su solución no es individual, sino colectiva, que para lograrlo es necesario la unidad de los trabajadores, y la lucha. A diferencia de muchos de sus compañeros del fútbol, Maradona no se quedó en la caridad hacia los vecinos de su antiguo barrio o hacia sus compañeros de su antiguo club, como suelen hacerlo muchos jugadores que al hacerse famosos destinan a ellos unos pocos miles de pesos. Él entendió que la lucha era política y siempre estuvo al lado de los pobres, de los débiles, de los trabajadores, de los que luchan por la libertad y por la paz, y lo hizo saber a quién quisiera escuchárselo. Sus opciones políticas, que manifestó de muy variadas maneras, fueron claras, trasparentes, siempre al lado de la izquierda y contra el imperialismo, y no sólo sin ambigüedades, sino radicales. Maradona lucía con orgullo una imagen del Che en un brazo y una de Fidel en una pierna.

En el mundo del fútbol, como pocos, trascendió claramente lo deportivo, y sin tener necesidad alguna, luchó por la construcción de sindicatos de futbolistas, que permitieran a otros futbolistas conseguir un mayor respeto por sus derechos. Fundó incluso la Asociación Internacional de Futbolistas profesionales. Y como si esto fuera poco, Maradona también se enfrentó a la FIFA, organismo al que denunció por la corrupción que en ella había, lo que terminó comprobándose y con el encarcelamiento de varios de sus dirigentes, incluido nuestro conocido Sergio Jadue.

En su Argentina natal, destacó por manifestar siempre una opinión política, estar siempre al lado de la izquierda.

Como pocos futbolistas, Maradona se jugó también políticamente en el campo internacional, criticando fuertemente el bloqueo a Cuba y apoyando en todos sus aspectos al gobierno de Fidel, de quien por lo demás fue gran amigo. Apoyó también a Lula en Brasil, a Correa en Ecuador, y a Maduro en Venezuela, aún en tiempos en que hacerlo era lo más “incorrecto políticamente”.  En Colombia, jugando un partido amistoso organizado por “Bogotá Humana” sentenció ““Basta de violencia en Colombia, queremos La Paz y yo la quiero con todo mi corazón”.

En definitiva, Maradona, el Pelusa, como le decían en su tierra natal, fue siempre excepcional, ya como jugador dentro de la cancha, ya como un hombre comprometido con los destinos de su pueblo y el de toda América Latina. Un jugador excepcional, pero también un luchador excepcional contra el modelo, un rebelde contra el sistema del libre mercado, un hombre que usó todo su poder mediático para luchar contra las injusticias, contra la discriminación.

Maradona fue, por todo esto y más, un verdadero D10s, pero no un dios del panteón abrahámico, único, perfecto, omnipotente. Maradona fue más bien un dios del panteón griego, con poderes enormes en algunas áreas, pero no en todas, y en otros aspectos, con todos los vicios y problemas de un mortal común y corriente.

 

 

25 de noviembre de 2020

 

lunes, 23 de noviembre de 2020

EL BUS DE LA LIBERTAD Y EL DISCURSO DEL ODIO

 


 

Carla González Aranda es una muchacha transexual, lo que la identifica de inmediato como parte de una de las poblaciones más vulnerables en nuestro país. Aquella en la que, según un estudio reciente, el 93% ha sido discriminada en razón de su identidad de género, el 74% ha recibido violencia verbal y psicológica, violencia física un 34,9% y sexual un 25,6. Una población en la que el 51,1% de ella se dañó a sí misma como consecuencia de la discriminación sufrida, el 39% intentó suicidarse y el 43,6% se ha visto afectada por el consumo de drogas. Pero para Carla González Aranda su situación es aún peor, pues su madre biológica, Marcela Aranda, no sólo niega su identidad de género, la rechaza y humilla, sino que además es una de las activistas más visibles del discurso homofóbico y transfóbico.

Marcela Aranda, la madre de Carla, se hizo públicamente famosa el año 2017 como vocera del llamado “bus de la libertad”, que ese año recorrió las calles de Valparaíso y Santiago con mensajes contrarios a la diversidad sexual. Expresiones como “Si naces hombre eres hombre”, “Los niños tienen pene”. “Las niñas tienen vulva”, “Que no te engañen”, son algunas de las frases que se podían leer en dicho bus. Probablemente la frase más destacada sin embargo, y a la que su vocera recurre frecuentemente es “Con mis hijos no se metan”. Así por lo demás lo destaca en Facebook precisamente la página de Marcela, en la que más abajo se lee “el verdadero garante del bien superior de un niño son sus padres y su familia” (sic). Y sin embargo Carla González no sólo no la tuvo a ella, su madre biológica como garante, sino que al contrario, Marcela fue una de las personas que más daño le hizo. Tanto, que el 2017, con sólo 19 años, hacía ya tres años que no se comunicaba con ella. Marcela había discriminado y abandonado a su hija desde el momento mismo que supo de su transexualidad, y hoy nuevamente vuelve a difundir un discurso de odio, a través del bus mal llamado de la libertad.

¿Qué puede hacer que madres o padres rechacen y abandonen a sus hijos, por su condición sexual? ¿Qué puede hacer que desconocidos torturen y asesinen a alguien por su condición sexual, como ocurrió con Daniel Zamudio y muchos otros? En definitiva, ¿Qué hace que la condición de LGBT sea tan terrible de vivirse, que quienes la posean tengan una mayor probabilidad de abandonar los estudios, tengan una mayor tasa de suicidios, de problemas mentales o que hayan sido agredidos físicamente mucho más que el resto? ¿En definitiva qué hace que el horror sea la cotidianeidad de una persona transexual?

Para cada caso en particular puede haber múltiples variables, pero como fenómeno social hay uno sólo, la existencia de un “discurso del odio”, esto es, básicamente una argumentación que aparentando racionalidad va construyendo realidad colectiva a partir de la acumulación de información (verdadera o falsa) que se va integrando de forma más o menos coherente en la conciencia social, a través de diferentes procesos, que terminan por legitimarla. Un discurso que directa o indirectamente puede repetirse en la enseñanza familiar, escolar, religiosa, universitaria incluso, pero no sólo en ellas, también en los medios de comunicación masivos, en la prensa, en las revistas, en la conversación cotidiana, en el chiste escuchado a un cercano o a un profesional de hacer reír en la radio o la televisión. Un discurso que manifiesta hostilidad, repugnancia, desprecio hacia un determinado colectivo, a cuyos integrantes no les reconoce igual condición humana, igual dignidad, y frente a los cuales se siente claramente superior. Un discurso que para muchos puede transformarse en verdad no cuestionada, en realidad indiscutible, y llevarlos a ser protagonistas del horror.

Wolf Lepenies, probablemente uno de los sociólogos que más ha estudiado el influjo de la cultura en la vida política y en la vida cotidiana, da cuenta con claridad meridiana de un aspecto muy poco destacado, el rol fundamental de un sustrato ideológico que justifica las peores atrocidades contra el “otro”, cualquiera que éste sea. Como dice este autor, “Antes de que haya habido muertos en las batallas y torturados en los campos de prisioneros, se había destruido al enemigo en libros, panfletos, y numerosas reuniones en las universidades y academias”.


El discurso del odio estigmatiza y denigra. Sus víctimas no lo son por ser determinadas personas, sino simplemente por pertenecer a un colectivo determinado (transexuales, homosexuales, inmigrantes, judíos, comunistas, etc….). En ese discurso la víctima es absolutamente intercambiable, basta que pertenezca al colectivo agredido.

Los diversos discursos del odio tienen su origen en situaciones variadas, sin embargo hay un sustrato común a todos ellos, que ayuda a entender la conducta de quienes han dado lugar al horror, la desvalorización, el desprecio, en definitiva, la deshumanización del otro. (En este sentido el discurso de la dictadura es ejemplar, se proponía exterminar al “cáncer marxista”, y un alcohólico almirante hablaba de los “humanoides”, logrando la absoluta deshumanización de los opositores).

El discurso homofóbico y transfóbico que la campaña publicitaria de la cual forma parte el llamado “bus de la libertad”, lleno de falsedades, verdades a medias, prejuicios y alejado de los más básicos conocimientos actuales referidos a la sexualidad humana, que un sector del mundo evangélico ha traído, (después de todo Marcela Aranda es simplemente un peón de intereses superiores), no sólo desconoce la diversidad sexual, sino que estigmatiza y humilla a quienes forman parte de ella. Sin perjuicio que muchos de sus divulgadores verdaderamente crean el conjunto de falsedades que trasmiten y crean en ese modelo moral que promueven, el verdadero objetivo de las jerarquías parece ser otro, la defensa del poder que desde la Iglesia evangélica se maneja, el que se mantiene en la medida en que se logra el control de las conciencias, y se pone en riesgo cuando la hegemonía intelectual empieza a decaer. En una sociedad en las iglesias han perdido de manera silenciosa, pero total y absolutamente su batalla para que las mujeres no utilicen la píldora anticonceptiva, por seguir discriminando a los hijos según si nacían dentro o fuera del matrimonio (hijos legítimos o ilegítimos) y también la referida a la indisolubilidad del matrimonio, un cierto sector evangélico ve imprescindible mantener espacios de control de conciencias que le permitan conservar o incluso aumentar el poder político que ya ostenta. Hoy le queda muy poco espacio ideológico dentro del cual hacerse notar con alternativas de victoria (al menos en el corto plazo), y ese es, el rechazo a una diversidad sexual que cuestiona su poder. La ideología anti diversidad sexual es simplemente uno de los últimos esfuerzos de una ideología religiosa, que desde el poder lucha por seguir controlando las conciencias, y mantener un poder político y social que de lo contrario se le puede esfumar a pasos agigantados.

Como en todo discurso del odio, esta campaña publicitaria, que por lo demás precisamente lo que hace es combatir la libertad que significa el respeto a la diversidad sexual, no es sólo una afrenta, un insulto a todos quienes forman parte de la diversidad sexual, sino a todos los seres humanos en general, que compartimos igual dignidad. Pero aún más que un insulto, es el prejuicio, es el bullying, es la discriminación que han vivido y siguen viviendo miles de personas de la diversidad sexual.  Denunciar su postura criminal, promover su retiro de las calles, generar acciones que impidan su circulación, son verdaderos actos de defensa de la dignidad humana que es preciso promover.

 

 

 

lunes, 9 de noviembre de 2020

ESTADOS UNIDOS, NI EJEMPLO DE LIBERTAD NI EJEMPLO DE DEMOCRACIA

 


 

En las últimas décadas y especialmente terminada la Segunda Guerra Mundial, con Estados Unidos convertido en superpotencia, e iniciada la llamada “Guerra Fría”, los políticos norteamericanos de uno u otro partido, han presentado a su país como el guardián  de la democracia y de la libertad. Desde esa posición, la de ejemplos para el resto del mundo, no sólo se han permitido criticar otros gobiernos, sino además invadir países, iniciar guerras y promover golpes de estado para, según ellos, llevar precisamente libertad y democracia. Cualquiera que analice con un mínimo de objetividad la historia de las últimas décadas (Viet Nam, Chile, Afganistán, Irán, Irak, Libia, y por supuesto toda América latina), tiene claro que más que la libertad o la democracia lo que importaba era el petróleo, el cobre, el estaño o simplemente el impedir que se desarrollara un régimen político contrario a sus propios intereses. Pero si fuera de su propio territorio impusieron dictaduras sangrientas, (y los chilenos conocemos por experiencia esa realidad), masacraron a millones de personas, quemaron con Napalm a decenas de miles de personas, para muchos puede haber quedado la imagen que al menos desde el interior de su propio territorio efectivamente si podían ser ejemplo de libertad y democracia. Los últimos años, y particularmente la última elección, han echado por tierra esta mirada ingenua y nos permiten ver, con total claridad, algo absolutamente diferente.

Como lo hemos reiterado desde esta tribuna, la libertad es entendida hoy y con justa razón, no sólo como la ausencia de prohibiciones, sino por sobre todo, como la efectiva posibilidad de elegir un determinado curso de acción, en materias e interés personal o colectivo.

En Estados Unidos, y nos lo han mostrado las noticias en los últimos tiempos con inusitada frecuencia, la libertad siquiera de circular por la calle sin ser asesinado por la policía no existe para los negros; los inmigrantes, (y particularmente los mexicanos), pueden ser expulsados mediante medidas meramente administrativas, aun cuando lleven décadas viviendo allí, y sus hijos y sus nietos, aunque hayan nacido en territorio de USA, también. Más de de 2 millones cien mil personas encarceladas, (la mayor población encarcelada en el mundo) y más de 4,5 millones sometidas al control del sistema penal, libertad vigilada (probation) o libertad condicional (parole), (la mayor población sometida al control del sistema penal en el mundo), muestran otra de las caras de la ausencia real de libertad para millones de personas. Pero sin duda, como lo hemos dicho, la pobreza, que es muchísimo más que la mera falta de recursos económicos, y que en definitiva es la manifestación más brutal de la falta de libertad, pues es la imposibilidad absoluta de elegir sobre los aspectos más básicos de la vida cotidiana (comida, alojamiento, vestuario, educación, salud,…), en Estados Unidos se ha enseñoreado con decenas de millones de habitantes. Más de 6.300 personas muertas por desnutrición en 2018, según la OMS, un índice de personas sin hogar que aumenta cada año, superando el medio millón, más de 40 millones de  personas que viven bajo la línea de la pobreza, lo que en definitiva significa que carecen de la libertad más básica, 97 millones de personas sin seguro de salud o infra asegurados, etc.

Es cierto que la pobreza no es exclusividad de los Estados Unidos, sino que existe en decenas de países del mundo, pero por un lado desde los otros países no andan dictando cátedra sobre la libertad, y por otro, aquí existen los recursos suficientes para ponerle término de manera muy rápida, cosa que no ocurre en otras latitudes.

Por supuesto no todos quieren ver esto y uno de ellos es nuestro propio presidente, cuyas luces políticas también en el ámbito internacional han sido desastrosas. No olvidemos que para sus pretensiones de líder internacional, que naufragaron el 18 de octubre del año pasado y murieron definitivamente cuando no pudo ser anfitrión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico APEC, ni de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, buscó apoyo en personajes como Trump, Bolsonaro, Duque, Guaidó, Fernández, todos hoy verdaderos cadáveres políticos. Piñera, que hasta ayer era perro fiel de Trump, que llegó incluso a mostrarle la bandera chilena dentro de la bandera de Estados Unidos, ahora envía un mensaje de saludo a Biden señalándole que “Chile y Estados Unidos compartimos valores como la libertad, la defensa de los derechos humanos y desafíos como la paz y la protección del medio ambiente".

Si de democracia se trata, y hay dos elementos esenciales que la definen, el respeto a los derechos humanos, y la elección regular de sus autoridades políticas en procesos informados y trasparentes, tampoco tenemos buenos ejemplos en Estados Unidos. Y ya parece innecesario recordar las violaciones a los derechos humanos por parte de la policía, al interior de las cárceles, etc. Y es que, en los últimos días hemos podido apreciar el espectáculo más grotesco posible, un verdadero circo en torno a uno de los actos más importantes del sistema democrático, la elección de un presidente de la república. Un sistema en el que no importa quien obtiene más votos, esto es, qué deciden las mayorías, sino quien obtiene más delegados, (de hecho Trump el 2016 obtuvo menos votos que Hillary Clinton), como si los ciudadanos norteamericanos estuvieran en una especie de interdicción y necesitaran que otros votaran por ellos. Un sistema en que el duopolio político reinante por décadas tiene asegurada el millonario aporte político de las empresas y en definitiva la elección, un recuento de votos peor que el de la aldea más alejada en nuestro país, en el que transcurrido una semana desde que finalizó, aún no se entrega un resultado definitivo, un presidente, que como payaso de circo se niega a salir del escenario y debe ser retirado a la rastra por terceros, que no sólo no reconoce su derrota, sino que denuncia fraude en todos los estados donde hubiera querido ganar, y no lo logró, sin aportar prueba alguna.

Pero más aún, hay también un problema serio con la población norteamericana, a quien parece importarle poco o nada su propio sistema democrático. Así, en una de las elecciones más importantes de las últimas décadas, donde en lo interno está en juego el control de la pandemia del Covid 19, el modo de desarrollo de la economía, la manera de enfrentar los problemas de seguridad y la evolución del conflicto racial, y en el ámbito externo la política a seguir sobre el cambio climático en el planeta, el tipo de relaciones con los tradicionales aliados, especialmente europeos, el  modo de abordar la creciente influencia China, casi la mitad de los estadounidenses que aún votan lo hacen por un presidente racista, misógino, ignorante, que en lo internacional ha generado una tensión con sus aliados europeos de la Otan, iniciado una guerra comercial con China, y que, en el ámbito nacional, bajo su mandato, en pocos meses, han muerto más de 230 mil personas, más de cuatro veces los muertos en los 13 años de la intervención norteamericana en la guerra de Viet Nam, víctimas de una enfermedad, que el mismo presidente había calificado como una farsa.

En verdad hace muchos años que Estados Unidos ya no es ejemplo de libertad ni de democracia (si es que alguna vez lo fue), lo actualmente novedoso parece ser que esa realidad hoy resulta imposible de esconder.

 

viernes, 30 de octubre de 2020

LA LUCHA POR EL DERECHO

 


Hace casi 150 años, Rudolf von Ihering, uno de los filósofos del derecho más importantes del siglo XIX, publicaba un ensayo que rápidamente se haría famoso, (al menos 23 ediciones antes de la muerte de su autor) y cuyo título, “La Lucha por el Derecho”, (1872), da cuenta de un fenómeno que con frecuencia se quiere negar. En él, nada más comenzar, expone lo que es la idea principal de todo el ensayo, “Todo derecho en el mundo debió ser adquirido por la lucha”.

Y nuestro pueblo y su historia, dan cuenta de la veracidad de esa afirmación. Ni la jornada de 8 horas, ni el derecho a vacaciones, ni la protección contra la enfermedad, ni el derecho a sindicalizarse, ni el derecho a voto femenino, ni nada, ha sido regalo desde la oligarquía dominante. Todos esos derechos y múltiples más, son resultado de la heroica lucha del pueblo, a menudo en las calles, y decenas de veces con muertos, por conseguir una vida más digna. Y hoy la situación no es distinta. Como es sabido, el plebiscito fue la consecuencia directa de la lucha iniciada por los estudiantes secundarios en octubre del 2019, a las que se unieron rápidamente millones de personas de todas las edades y condiciones. Como todos los logros de nuestro pueblo, este no ha sido ni fácil ni gratuito. Decenas de muertos, cientos de mutilados, miles de torturados (solo el Instituto Nacional de Derechos Humanos ha presentado más de 2.520 querellas por violaciones de los derechos humanos, referidas a 3.203 víctimas) son algunas de las cifras que esas jornadas nos han dejado.

Chile está en deuda con todos ellos, con las familias de los asesinados, con quienes perdieron la vista, con los cientos que sufrieron mutilaciones, con quienes sufrieron vejaciones, golpes y torturas. A ellos les debemos gran parte de lo que hemos avanzado en este último año, desde el retiro del 10% de las AFP, hasta el proceso de elaboración de una nueva constitución, desde el límite a la reelección de los políticos, hasta la reducción de su suelto.  La historia les reconocerá el lugar destacado que se merecen. Pero no basta con ello. Es preciso que hoy, no mañana, las sistemáticas violaciones a los DDHH realizadas por la policía se investiguen y sancionen, que las víctimas de la violencia estatal conozcan la verdad, se haga justicia y el Estado las repare por dichas violaciones. Pero aún no basta con ello, es preciso que a la brevedad se ponga término a ese encarcelamiento injusto en que hoy se mantiene a quienes fueron encerrados por luchar.

En verdad existen múltiples razones para pedir, en verdad exigir esa libertad. Y sin duda no es la menor el saber que gracias a la acción valiente y decidida de muchos de ellos hemos ido cambiando nuestra realidad y abriendo el camino a un Chile más digno. Hoy cuatro de cada cinco chilenos han dado fe que queremos y necesitamos una nueva constitución. Pero ésta posibilidad de exigir esa nueva carta magna sólo fue posible gracias a las movilizaciones sociales.

¿Qué los encarcelados actuaron con violencia en algún caso? Puede ser. Desde luego algunos son dignos representantes de la “primera línea”, esa heterogénea multitud de jóvenes, adultos, estudiantes, trabajadores, profesionales, cesantes, que unidos por el único afán de contener la represión, y permitir a otros que se manifestaran libremente, en el más ejemplar ejercicio del derecho a la legítima defensa de terceros, se enfrentaron directamente con los esbirros del sistema que querían impedirla. Pero ni siquiera eso es seguro. Con una policía para la cual la mentira y el montaje están en su ADN, como nos lo recuerdan los casos de Rodrigo Avilés, Camilo Catrillanca, Operación Huracán, por mencionar algunos pasados, el reciente caso del muchacho arrojado al río Mapocho, en que en cuestión de horas Carabineros dio tres versiones diferentes (Hasta El Mercurio hacía hincapié en ello, y el domingo 04.10.2020, en la primera página del cuerpo C, publicaba un recuadro bajo el título “Las Versiones de la Policía”), o simplemente la ridícula cifra de 25 mil personas que dio la institución para la concentración del 25 de octubre celebrando el triunfo del Apruebo), no podemos asegurar que las personas hoy presas por luchar efectivamente hubieren cometido algún acto de violencia. Si a ello le agregamos un Poder Judicial que envía a la cárcel a quien rompe un torniquete del Metro, y libera a quien totalmente borracho atropella a una persona por ser hijo de un senador, o manda a clases de ética a quienes se coluden para robaron cientos de millones de dólares a toda la población, con una jueza que en opinión de otro juez “… fundamentó su resolución “…en prejuicios, estereotipos, odio, sesgo (u) … otra consideración espuria…”, y no en los hechos de la causa que se le acababan de exponer, tampoco podemos confiar en ellos.

Hay también otra razón para exigir su libertad. Desde una perspectiva doctrinaria, debemos recordar que el derecho penal es la última ratio, es decir el último recurso a utilizar por el Estado, cuando no puede, por otros medios, conseguir sus legítimos objetivos. Pero aquí los objetivos perseguidos, impedir las manifestaciones populares, negar el poder constituyente a la ciudadanía, seguir lucrando con la educación, la salud o las pensiones, mantener los altísimos niveles de explotación a los trabajadores, etc., lejos de ser legítimos, son espurios. Pero además, teóricamente, si efectivamente hubiera actuado con las otras ramas del derecho, accediendo a las legítimas peticiones del pueblo, no habría sido necesario el recurso penal, (aunque sabemos, y von Ihering lo ratifica, que los derechos se consiguen luchando).

(Por otro lado, si alguien cree que con simples movilizaciones “pacíficas” se habrían obtenido estos resultados, debemos recordarles que esas movilizaciones multitudinarias y pacíficas ya se habían realizado (marchas por el derecho a la educación, por No más AFP, por los derechos de la mujer, …) y nada, absolutamente nada se había logrado).


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No podemos olvidar tampoco que las personas privadas de libertad han sido sometidas a violaciones sistemáticas de sus derechos humanos. Desde luego han sido privadas de libertad sin que exista razón jurídica alguna, pues todas las investigaciones se podrían haber realizado sin necesidad de mantenerlos encarcelados. Pero además, en algunos casos, especialmente en quienes fueron detenidos durante las manifestaciones, porque el mismo hecho de la detención fue violento, y en todos, porque las condiciones de vida en todas las cárceles del país (a excepción de Punta Peuco, a donde por cierto no enviaron a nadie detenido en las manifestaciones), constituyen una permanente violación a los más básicos derechos humanos, como por lo demás lo señalan cada años los informes del propio Poder Judicial.

Von Ihering, de quien por supuesto nadie puede sospechar que era marxista, violentista o cualquier otro apelativo de los que se suelen utilizar para deslegitimar las manifestaciones populares, nos ilustró, hace casi 150 años, que luchar por el derecho no puede ser ilegal, sino más aún, que a menudo es en verdad un imperativo ético.  Plantea este autor, en el texto referido, que las personas tienen una especie de obligación moral de luchar contra la injusticia. De este modo, se parte luchando por una norma moral y se termina consagrándola como norma jurídica. Los actuales presos políticos han luchado contra la injusticia, nos corresponderá ir avanzando en transformarlas en normas jurídicas. Pero mientras tanto, debemos de luchar por la libertad de ellos.

En nuestro sistema existen mecanismos jurídicos que permiten, sin que nadie pueda cuestionar su legalidad, dejar en libertad a quienes millones de chilenos les deben parte de su tranquilidad económica en los últimos meses y sus esperanzas políticas. Instituciones como el indulto y la amnistía precisamente están para situaciones como éstas, pero por cierto ni el gobierno, ni la derecha jamás las utilizarán para liberar a quienes han ayudado a poner en riesgo sus múltiples privilegios. Tampoco podemos confiar en todos los políticos de oposición, aunque muchos de ellos se hayan subido al carro de la victoria iniciada con las movilizaciones, y pretendan profitar de ellas, cuando precisamente estuvieron por paralizarlas con ese acuerdo espurio que firmaron, pero que en definitiva, y por la presión del pueblo ha ido dando frutos.

El mantener encarcelados, a más de un año de las movilizaciones, a cientos de personas que participaron en ellas, es por sobre todo, un acto de venganza de un sistema político y económico que se resiste a dar paso a uno nuevo, en donde verdaderamente podamos tener una vida más digna. Luchar por la liberación de los presos por luchar no es sólo un acto de agradecimiento, es por sobre todo un acto de justicia.

 

Octubre de 2020

 

lunes, 26 de octubre de 2020

PINTARSE LA CARA, COLOR ESPERANZA...

 


Probablemente todos quienes tenían alguna relación con la realidad nacional sabían que el triunfo de la opción Apruebo era seguro. Probablemente nadie sin embargo dimensionó la magnitud de este triunfo. Prácticamente 8 de cada 10 personas se manifestaron partidarias de derogar la constitución del dictador, y esas mismas 8 personas nos dijeron que no querían que quienes redactaran el nuevo texto, fueran, ni siquiera en parte, actuales miembros del parlamento, votando en definitiva por la opción “Comisión Constitucional”.

La primera consecuencia de esta votación, fue la presencia de cientos de miles de chilenos y extranjeros en las calles de decenas de ciudades de este país, celebrando el triunfo del Apruebo. La fiesta democrática se manifestó de Arica a Punta Arenas, en grandes ciudades, en pequeños villorrios, en millones de casas y departamentos, y en todas las redes sociales, manifestándose una alegría que hacía muchos años no se veía en nuestra patria. Alegría cruzada, en toda su extensión, por una franca y sincera esperanza. Este 25 de octubre, así como hace 32 años, cuando ganó el NO, Chile se pintó “color esperanza”. Y hay motivos para ello. Desde luego, el más obvio, es que se trata del más duro golpe, en 30 años, propinado al modelo neoliberal impuesto por la dictadura, ese modelo que anuló el papel del Estado al asignarle un carácter subsidiario, y que sólo lo concibió como un organismo represor de las demandas populares. Pero hay más, ésta derrota es producto de una movilización popular, que con brutal represión y aún pandemia de por medio, se ha sobrepuesto a esas condiciones adversas, ha seguido en pie, aprendido de las experiencias, no tiene visos de terminar y en la que además, han jugado un papel determinante los jóvenes.

Pero nuestra esperanza debe tener historia. Y así, debemos recordar que luego del triunfo del NO, si bien desapareció la tiranía, la democracia volvió con severas limitaciones, y una Concertación que desmovilizó al pueblo y terminó administrando un sistema político y económico que había prometido cambiar, y contra el que la ciudadanía se había venido manifestando desde hacía años.

Así las cosas, la primera cuestión que los votantes del Apruebo debemos considerar, es que si bien se ha abierto un ciclo político que puede generar profundas transformaciones,  no podemos dejar pasar la esperanza y permitir que los mismos y desprestigiados políticos se apropien de este triunfo y terminen, como en El Gatopardo, cambiándolo todo para no cambiar nada. Se nos vienen enormes desafíos, la elección de los constituyentes con escaños reservados para los pueblos originarios, la elaboración de una nueva constitución que consagre una real democracia, amplíe los derechos sociales, etc.

Pero lo primero es, y sigue siendo, hacer crecer la conciencia social y mantener la movilización popular, esa que ayer impuso la discusión de una nueva constitución, hoy llevó al masivo triunfo del Apruebo y mañana, transformada en un movimiento social organizado, protagónico y deliberante, es la única que nos puede asegurar un país más justo y solidario.

 

Santiago 25 de octubre de 2020

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lunes, 19 de octubre de 2020

COMUNA PEQUEÑA, ALEJADA DE SANTIAGO, POBRE Y AGRÍCOLA, POR QUÉ VOTAR APRUEBO

 

 

En una semana más, nuestro país vivirá un día histórico. Por primera vez en la historia de nuestro país, el pueblo podrá decidir si desea seguir con la vieja constitución elaborada durante la dictadura, o darse una nueva. Y si ese resultado gana, decidir cómo se conformará el grupo de personas que elaborará la nueva carta magna. Se trata, sin lugar a dudas, de un acontecimiento que puede resultar el más relevante para el futuro social y político de nuestro país en las próximas décadas. Como sabemos, las alternativas son dicotómicas, o te manifiestas por el Apruebo el cambio, o te manifiestas por el Rechazo el cambio. Frente a esta situación, no hay más alternativas.

Con toda la importancia que tiene este hecho histórico, hemos visto a algunos autodesignados candidatos a alcaldes de nuestro pueblo, negarse a responder si son partidarios de una u otra opción. Y lo que es peor, han dado como argumento, el que lo que se decida no es importante para los villalegrinos, que se trata más bien de un tema que tiene implicancias sólo para Santiago o para los “políticos”. Una respuesta de esta naturaleza, nos parece, sólo puede ser resultado de un oportunismo político de la peor envergadura, o más grave aún, de una ignorancia supina respecto de lo que se está decidiendo. Oportunismo hay en aquellos que siendo partidarios del Rechazo, y teniendo la convicción que su opción perderá, se niegan a reconocerlo precisamente para no partir su campaña como perdedores. Ignorancia, en quienes creen, de verdad, que optando a un cargo político como el de Alcalde, ellos no lo son.

Lo cierto es que, lejos de carecer de importancia, el Plebiscito del 25 de octubre adquiere una relevancia especial para los villalegrinos, en cuanto no sólo son habitantes de nuestro país, sino además, de una comuna alejada de la capital, pobre y agrícola.

De partida, la decisión de si se mantiene la constitución de la dictadura o se redacta una nueva afecta a todos los villalegrinos en su condición de habitantes de nuestro país. Los villalegrinos, al igual que la inmensa mayoría de los chilenos, queremos una constitución de derechos, con marcado énfasis en los derechos sociales, que garantice pensiones dignas, salarios justos, salud para todos, educación gratuita y de calidad, derecho a la vivienda, medio ambiente libre no contaminado, y un laaaargo etc., que la actual constitución no garantiza.

Pero además, vivimos en una pequeña comuna alejada de la capital, con una constitución centralista a toda prueba. Una nueva Constitución debe tener una mirada descentralizada de nuestro país, permitiendo que municipios y gobiernos regionales efectivamente gobiernen y no se limiten a la mera administración de lo que otros resuelvern. Los alcaldes deben tener facultades para que, con la participación directa de la comunidad, puedan decidir en materias locales relevantes para sus propias comunas.

Por otro lado, la nueva constitución debe garantizar que los ingresos municipales se repartan de manera equitativa entre las distintas comunas, considerando especialmente el número de habitantes que cada una de ellas posee, y no según la riqueza o pobreza de esos habitantes. No es posible que mientras el presupuesto por habitante de Vitacura es de $1.143.000.-, el de Villa Alegre en el mismo período sea de $117.000[i], es decir, casi una décima parte. Como tampoco es posible que mientras en Las Condes la mortalidad infantil es de 5,1 por mil, en nuestra comuna sea de 7,3. Algo similar ocurre con la seguridad. No es razonable que mientras más dinero tengan los habitantes de una comuna, más policías tengan para que los cuiden.

Por otro lado, Villa Alegre es una comuna agrícola, y la agricultura está sufriendo un enorme impacto con el cambio climático, pero nuestro país poco o nada nada se hace al respecto. Una nueva constitución debe promover una agricultura sustentable, motor del desarrollo local en comunas como la nuestra, debe impulsar la soberanía alimentaria, para lo cual necesita dar un fuerte impulso a la agricultura familiar. Una nueva constitución debiera también promover una salud preventiva, -no sólo reactiva como en la actualidad, (que es la que permite las mayores utilidades a los dueños de las Isapres)- lo que implica, entre otras cosas, la promoción de una alimentación saludable, política que también debiera incidir en nuestra comuna.

En fin, tenemos una constitución que no sólo es de origen ilegítimo, producto de una dictadura, sino que fue diseñada para defender a sangre y fuego un modelo de desarrollo neoliberal, en donde el más grande se come al más chico, … y nosotros somos chicos entre los chicos.

Los Villalegrinos tenemos éstos, y mil argumentos más para participar el 25 el plebiscito, y sin titubear, marcar primer APRUEBO, y luego CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL.

Villa Alegre, 19, 10. 2020.

lunes, 12 de octubre de 2020

DERECHA CHILENA ¿DE QUÉ LIBERTAD ME HABLAN?

 


Desde que la Revolución Francesa levantara entre sus banderas a la “Libertad”, éste concepto se ha transformado en uno de los más recurridos en la lucha política e ideológica. Y nuestro país, no es una excepción. Desde hace ya varias décadas la derecha política ha ido intentando apropiarse de dicho concepto, (no así de los de Igualdad y Fraternidad) y mostrándose, en el discurso, como la gran defensora de la Libertad. Hoy lo hace a través de la franja política y de toda la campaña del Rechazo, acusando a la gente del Apruebo, precisamente de querer atentar contra esa libertad.

Y sin embargo no sólo no hay nada hay más falso que asociar la Libertad a la Derecha, sino que ésta tiene un verdadero prontuario en ése ámbito (y por supuesto también en otros). He aquí cinco ideas sobre el tema.

Recordemos en primer lugar que en sus orígenes, los conceptos de derecha política e izquierda política surgen de una manera absolutamente empírica al calor de la Revolución Francesa, ese alzamiento espontáneo contra el despotismo, la pobreza, la crueldad y la injusticia, a la que los reyes y la aristocracia francesa tenían sometidos a los campesinos y pobres de la ciudad. En septiembre de 1879, y cuando se iba a votar las facultades de la monarquía, a la derecha del Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, se instalan los partidarios del rey y de la aristocracia y a la izquierda, los partidarios de la soberanía popular, manteniendo dicha ubicación en elecciones posteriores. Son precisamente esos últimos, los que forman la izquierda, quienes enarbolan las banderas de la Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Recordemos también que en nuestro país el gobierno más sanguinario, aquel que privó al pueblo de todas sus libertades, prohibió los partidos políticos, y las organizaciones sindicales, persiguió a sus dirigentes, estableció la censura previa, quemó libros, destruyó obras de arte, y encarceló y torturó a miles de personas fue precisamente el de aquella derecha que hoy pretende dictar cátedra sobre libertad.

En tercer lugar señalemos que si la libertad es la posibilidad real de elegir, como hoy se estima (y no sólo la ausencia de prohibiciones), nuestro país, hoy víctima de un liberalismo brutal impuesto por la derecha, es un buen ejemplo de ausencia de libertad real para la inmensa mayoría de las personas. En términos legales, no hay coacción externa, no hay impedimento alguno para que una persona pueda elegir para sus hijos un colegio privado, el mejor plan de salud en una Isapre, o darse unas buenas vacaciones en el Caribe. Pero la realidad es otra. La inmensa mayoría de los chilenos vive una situación absolutamente diferente. El 90% de los chilenos carecen de libertad para elegir dónde vivir, la casa que quieren, el sistema de salud que desean, dónde mandar a estudiar sus hijos, y que decir de vacaciones en el Caribe. En verdad para la inmensa mayoría de los chilenos, esa libertad que hoy la derecha dice defender, no es más que una cruel ironía, que carece de la más elemental realidad, pues en definitiva la libertad hoy se mide en función del dinero que tienes.

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Señalemos en cuarto lugar que esta derecha supuestamente amante de la libertad, niega libertades básicas a los trabajadores, pues prohíbe la huelga de los trabajadores públicos, los sindicatos interempresas, impide formar federaciones y confederaciones y negociar por ramas de la producción, niega la libertad a los dirigentes sindicales para presentarse a elecciones de cargos políticos, impide la libertad de ingreso al país a los inmigrantes pobres  -a los ricos, los llama turistas, o inversionistas y los recibe con las manos abiertas-  y hecha de sus medios a los periodistas que trabajan que entregan una opinión discrepante a la línea política de los dueños.

Por último, agreguemos que, como la propia derecha lo promueve, ellos se dicen especialmente defensores de la libertad económica, del libre mercado. La “mano invisible” de Adan Smith o el “laissez faire”, de Gournay, son precisamente las metáforas más conocidas de esas ideas, en el ámbito económico. Pero tampoco es efectivo que defiendan esta libertad. Así por ejemplo contrarios a la libertad de mercado son los monopolios y las colusiones. Y la derecha empresarial chilena es responsable de ambas cosas, en niveles nunca vistos aquí y pocas veces en el mundo. La concentración del poder económico en nuestro país es brutal y múltiples monopolios como los relativos al uso de los medios de pagos, Transbank, servicios esenciales, energía eléctrica, agua potable, carreteras concesionadas, etc. son de los mejores negocios que hoy maneja la derecha.

Y cuando el monopolio no se logra, se coluden para fijar precios, o limitar la competencia. A partir del año 2008, y por diversas razones, todas ellas vinculadas a colusiones para fijar precios, repartirse el mercado, o impedir el ingreso de nuevos competidores, se ha sancionado a Falabella y París, la Asociación Gremial de Buses Interbus, las farmacias Ahumada, Cruz Verde y Salcobrand, las radioemisoras Valparaíso, Biobio y Corporación, la empresa internacional Whirpool, las empresas de buses interurbanos Pullman Bus, Atevil Mecánica, Alejandro Cabello, las empresas proveedoras de asfalto ACh, QLa, Dynal Industrial S.A. (Enex no fue sancionada por acogerse a la figura de delación compensada), Agrosuper, APA, Ariztía y Don Pollo, a tres de buses de la ruta Copiapó-Caldera, la CMPC y Kimberly Clark, SCA (Chile), los laboratorios Fresenius Kabi Chile y Sanderson (A Biosano no se le aplicó multa ya que se acogió a la delación compensada), Cencosud, SMU y Walmart . Y hay denuncias contra Faasa Chile Servicios Aéreos y Martínez Ridao Chile, contra 11 empresas de transporte público en Temuco y Padre Las Casas.

En verdad la única libertad que la derecha conoce y es capaz de respetar, es aquella que le permita esquilmar al pueblo, explotarlo hasta las últimas consecuencias, es decir, esa libertad que hasta el día de hoy mantiene la constitución del dictador. Y un cambio de constitución, podría empezar a cambiar las cosas… Por eso, y por mucho más, YO APRUEBO.

Santiago 12 de octubre de 2020.



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domingo, 27 de septiembre de 2020

 

EL NEGACIONISMO COMO DELITO

“Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo” (*)

 

Recientemente, la Cámara de Diputados despachó al Senado, un proyecto de ley que modifica el Código Penal y establece sanciones para conductas como la incitación a la violencia física y al odio y además, a aquellas que configuran el llamado delito de “negacionismo”.

Carlos Peña, en su columna de este domingo 27 de septiembre en el diario El Mercurio,(pág D 5), se manifiesta contrario a la creación del “negacionismo” como delito. Para ello, argumenta que esta figura atentaría en contra de la libertad de expresión. Así, señala textualmente:

“El derecho a la libertad de expresión deriva de la igual capacidad de discernimiento que los miembros adultos de una sociedad democrática se reconocen recíprocamente. De esa igual capacidad se sigue que ninguno de ellos posee el derecho de controlar lo que cualquiera pueda querer decir o escuchar”.

Y poco más adelante agrega:

“El control de la expresión equivale entonces a negar una misma condición de igualdad a los miembros adultos, hombres y mujeres, de una sociedad democrática”.

La libertad de expresión entonces, en la argumentación de Peña, resulta de tal envergadura que cualquier intento de control constituye un atentado inaceptable contra ella, y de paso contra el principio de igualdad de los seres humanos.

La verdad es que lo primero que llama la atención en este artículo es la profunda contradicción que existe entre los textos citados y lo que el mismo autor señala párrafos más adelante, cuando sin ninguna explicación razonable ahora nos indica que:

“La incitación al odio, en cambio es ilícita porque supone la intención y la idoneidad de los medios empleados para promover la hostilidad o la agresión violenta hacia un cierto grupo.”

A menos que no entendamos bien, Carlos Peña estima que si yo sanciono a quien niega cierta realidad histórica comprobada y comprobable, es atentar contra la libertad de expresión y negarle la condición de igualdad a quien lo hace y por tanto es inaceptable; pero si sanciono a quien se expresa incitando al odio, no atento contra la libertad de expresión ni le niego la condición de igualdad y por tanto si lo puedo hacer. Ello es, a nuestro entender, claramente incomprensible.

Es interesante por otro lado recordarle a Carlos Peña que la libertad de expresión ha estado en nuestro país limitada desde tiempos inmemoriales. Y no me refiero a las limitaciones que medios de comunicación como El Mercurio mantienen regularmente respecto de quienes no comparten sus ideas, sino a algo tan elemental como los delitos de injurias y calumnias, contemplados en nuestro Código Penal desde su origen, (arts. 416 al 431 C.P.), y en la legislación española desde mucho antes. Como es sabido, dichas figuras penales precisamente lo que hacen es sancionar penalmente expresiones, verbales o escritas la mayoría de las veces, pero también mediante actos.

En resumen, la idea que se debe rechazar la figura del delito del negacionismo porque no es posible establecer límites a la libertad de expresión, pues ello constituye una negación de la condición de igualdad de los miembros de la sociedad, parece simplemente carecer de sentido, o al menos de realidad.

Pero por otro lado tiene razón Carlos Peña cuando plantea que se puede discutir la legitimidad de esa figura penal, sólo que su argumentación fue por mal camino. Y eso, porque si bien la libertad de expresión puede limitarse, como lo prueban las figuras existentes y las que él acepta como legítimas, dichos límites si necesitan fundamentos sólidos, respecto de los cuales se puede debatir. Y en el ámbito de la filosofía se ha debatido y se sigue debatiendo. Y no obstante las dificultades y las opiniones discrepantes, los autores está de acuerdo en que es necesario establecer una correspondencia entre los fundamentos teóricos de la tolerancia y la acción política.

En términos genéricos, el negacionismo dice relación con el rechazo a aceptar una realidad comprobada y comprobable empíricamente, ya sea científica, como la evolución, el VIH, el Covid 19, el calentamiento global, o una realidad histórica, como el holocausto nazi. Se trata de una postura carente de racionalidad, cuyo fundamentos se encuentran más bien en posiciones religiosas, políticas o ideológicas. El delito conocido como “negacionismo” se refiere a la negación de realidades históricas específicas, de genocidio, de crímenes de guerra, de crímenes de lesa humanidad.

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En relación con el derecho comparado es necesario señalar que esta figura existe en numerosas democracias que vivieron períodos de horror. El propio Peña señala que la figura existe en países como en Francia y Alemania, referido al holocausto, atribuyéndolo él “a la culpa que han sentido” dichos países, lo que al menos respecto de Francia resulta curioso.

Desde el punto de vista valórico, o si se prefiere desde la perspectiva de los bienes jurídicos protegidos, es interesante recordar que nuestro Código Penal, en su artículo 416 dice que “Es injuria toda expresión proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona”, y a esa conducta le atribuye una pena.

Es decir, una expresión proferida o una acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona, en nuestro ordenamiento jurídico merece una sanción penal. ¿Y qué es negar las violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado durante la dictadura cívico militar ocurrida en Chile entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990, si no una expresión proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de las decenas de miles de chilenos que fueron víctimas de delitos de lesa humanidad, secuestros, torturas, ejecuciones o desapariciones?

Celebrar crímenes de lesa humanidad no es una legítima manifestación de libertad de expresión, es no sólo un insulto, un agravio a la memoria de las víctimas, de sus familiares, es un abuso contra toda la sociedad, y como el mismo Carlos Peña lo señala, es además una enseñanza inaceptable:

“Despues de todo, tolerar que se nieguen, justifiquen o aprueben los crímenes es una manera grave de decir que bajo determinadas circunstancias sería correcto que se  repitieran. Si usted dice que la desaparición de rivales políticos se justificó por tal circunstancia, entonces usted está afirmando que cuando esa circunstancia ocurra de nuevo será admisible que la desaparición se reitere”

Fernando García Díaz

Profesor de Derecho Penal

* Título del Prólogo del “Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura”,



jueves, 10 de septiembre de 2020

LA LUCHA POR LA LIBERTAD



VILLALEGRINOS DE AYER, PARA EL CHILE DE HOY


(Sobre villalegrinos que ya no están con nosotros, pero cuyo ejemplo puede servirnos hoy, no sólo para comprender mejor el mundo en que vivimos, sino por sobre todo, para luchar por cambiarlo)


Septiembre, para los chilenos, es un mes cargado de simbolismos, entre los cuales destaca, por sobre todo, la celebración de nuestra independencia nacional, que conmemoramos el 18 de septiembre. En esa fecha se celebra un aniversario más de la constitución de la Primera Junta Nacional de Gobierno que inició el proceso emancipatorio, que nos liberó del imperio español. Más allá de discusiones sobre los verdaderos alcances de esa Junta, lo cierto es que todo el proceso estuvo marcado por la idea de libertad. Un buen ejemplo de ello lo dan las sucesivas letras que ha tenido nuestro Himno patrio.

Así por ejemplo, entre otros textos, ya en el Coro, que escribió Bernardo Vera y Pintado en 1819 se lee:
“…que o la tumba serás de los libres
o el asilo contra la opresión…”

Y en el primer coro escrito años después por Eusebio Lillo se dice

“Libertad invocando tu nombre,
La chilena y altiva nación,…”

Pero septiembre no es sólo el mes de la independencia, es también el mes de la tragedia, de la noche negra de la dictadura, por ello y porque por la libertad se debe seguir luchando día a día, este mes también traemos a la memoria a otros hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad.

Como ocurre con la gran mayoría de las palabras con complejos contenidos, lo que ha de entenderse por “libertad” ha ido variando con la historia.

Durante prácticamente toda la Edad Media, con la hegemonía indiscutible de la ideología cristiana, hablar de la libertad humana era hablar del “libre albedrío”, entendida éste como un “don de Dios”, en virtud del cual se consideraba al hombre, cualquiera fueran las circunstancias de la realidad, pues éstas en la práctica no tenían ninguna relevancia, capaz de elegir entre el bien y el mal. Era en definitiva esa condición la que le permitía elegir el pecado, y ser responsable de ello.

Con el pensamiento ilustrado el concepto de libertad empezó a tener un significado distinto, ligado en parte a las condiciones vitales del ser humano, y caracterizada ésta en lo esencial por la ausencia de coacciones externas. Se entiende que el individuo es libre en cuanto nada ni nadie restringe su posibilidad de actuar, tenga o no la intención y sobre todo, el poder de hacerlo. Y la lucha por la libertad está dirigida precisamente a eliminar restricciones o prohibiciones. Es esa libertad que en muchas imágenes se ilustra rompiendo cadenas, y que, con su gorro frigio, heredero de la revolución de 1789, guía al pueblo en la inmortal imagen de Delacroix, referida a los sucesos de Francia en 1830. Es esta la libertad que reclaman los burgueses a fines del feudalismo. En este caso se trata de cesar las obligaciones para con el señor feudal, y a las que estaban adscritos por el sólo hecho de nacer en sus territorios. Y esta la libertad por la que se lucha en nuestra independencia, se trata de cesar la ataduras al imperio español. A esta libertad se le suele llamar “libertad negativa”, y se inserta en la más clásica tradición de liberalismo político, económico y filosófico. La “mano invisible” de Adan Smith o el “laissez faire”, de Gournay, son precisamente las metáforas más conocidas de esas ideas, en el ámbito económico. Y es esta la concepción que la derecha chilena levanta como la única libertad concebible, identificando al Estado que interviene en la vida económica como el principal elemento capaz de atentar contra la libertad,

Desde esta perspectiva de libertad negativa, es la “tiranía”, el gobierno de quien no respeta las más elementales libertades humanas, el que más atenta contra la libertad de las personas.

En la tradición socialista del siglo XIX se empieza a identificar una nueva perspectiva, la llamada “libertad positiva” y que en lo esencial significa que efectivamente hay libertad sólo cuando la persona “puede” concretar su elección. Es decir, para ser libre, para poder efectivamente elegir, no basta con la ausencia exterior de coacciones, es necesario además que la persona tenga las posibilidades reales de conocer diferentes alternativas, y las condiciones materiales para poder materializar la alternativa elegida.

Nuestro país, ejemplo hoy de liberalismo brutal, es también un buen ejemplo de libertad negativa y ausencia de libertad positiva. Así, por ejemplo, en términos legales, no hay coacción externa, no hay impedimento alguno para que una persona pueda elegir para sus hijos un colegio privado, el mejor plan de salud en una Isapre, o darse unas buenas vacaciones en el Caribe. La realidad de la inmensa mayoría de los chilenos nos muestra una situación absolutamente diferente. El 80% de los chilenos carecen de libertad para elegir su sistema de salud y se ven obligado a incorporarse a Fonasa; tampoco pueden elegir donde mandar a sus hijos y se ven obligados a enviarlos a un colegio público. El 95% de los chilenos no puede soñar siquiera con unas vacaciones en el Caribe. Para la inmensa mayoría de los chilenos, la libertad que nuestra constitución proclama no es más que un conjunto de mitos que carecen de la más elemental realidad.

Esta concepción de libertad, que podemos rastrear hasta el siglo XIX, a fines del siglo XX, y por sobre todo ahora, en el siglo XXI, identifica a la pobreza como la falta más radical de libertad. Y es que la pobreza no es solo la falta o escasez de recursos, la pobreza es en verdad la más radical imposibilidad de elegir. La pobreza significa imposibilidad de elegir en los aspectos más elementales de la vida, como en la alimentación, en la educación propia o de los hijos, en materia de salud también propia o de la familia, de trabajo y seguridad social, de vivienda, entorno, etc. Quien es pobre, carece de la más mínima posibilidad de elegir en prácticamente todas las áreas de su vida. 
Así entendido, las principales fuentes de privación de libertad para los seres humanos son la pobreza y la tiranía.

Y Modesta Carolina Wiff Sepúlveda, villalegrina de nacimiento, (1941), luchó decidida y esforzadamente, primero contra la pobreza y luego contra la tiranía.

Carolina, tal vez sin tener toda la claridad para ello, al salir del liceo ya tenía decidido luchar por la libertad. Y es así como ingresó a la universidad a estudiar Servicio Social, esto es, una carrera que por definición trabaja con personas pertenecientes a sectores carenciados y que busca fomentar cambios sociales que deriven en mayores niveles de bienestar y libertad para dichas personas. El trabajador social interactúa directa y especialmente con familias, mujeres, niños, cesantes, en definitiva con personas carentes de posibilidades reales de elegir, buscando actuar sobre ciertos factores que permitan que sus interacciones con el medio y con otras personas tengan los mayores niveles posibles de autonomía, para que efectivamente puedan satisfacer de la mejor manera sus necesidades. En condiciones de pobreza, el trabajo del trabajador social es particularmente importante, pues para vivir la libertad real no basta siquiera mejorar los ingresos, es fundamental el empoderamiento que te permite llevar adelante los planes de vida que previamente definiste.

Primero se matriculó en la Universidad de Concepción, carrera que dejó en 1964 por la necesidad de trabajar. Algún tiempo después reinició sus estudios de Servicio Social en Santiago, en donde llegó a ser Presidenta del Centro de Alumnos. Su profundo compromiso con los más pobres, que ya se había manifestado en la elección de su carrera, la llevó a hacer su práctica en un programa piloto de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, en la comuna de Quinta Normal.

Pero pronto Carolina entendió que más allá de su labor profesional, las únicas posibilidades reales de contribuir a superar las condiciones en que se encontraban millones de chilenos, -analfabetismo, hacinamiento, alcoholismo, miseria-, y que en definitiva limitaban de forma absoluta sus reales posibilidades de elegir, era cambiando la estructura política y social que daba sustento a esas situaciones de miseria. Su experiencia, y la influencia de sus compañeros de trabajo, la llevaron a ingresar a las filas del Partido Socialista, en donde rápidamente destacó por su trabajo y compromiso. Durante el gobierno de la Unidad Popular se desempeñó en la Junta de Jardines Infantiles, a cargo del Programa para Poblaciones Marginales de esa institución. Más tarde fue Jefa del Programa de Capacitación para Mujeres Proletarias, cargo que desempeñó hasta el día del golpe de estado.

Pero las condiciones políticas y sociales del país cambiaron drásticamente con el golpe militar. Los partidos políticos fueron disueltos, lo mismo las asociaciones sindicales, y hombres, mujeres y niños que ayer circulaban libres por las calles empezaron a ser perseguidos, perdieron no sólo las más elementales libertades, de opinión, de reunión, de circulación, sino que además empezaron a ser secuestrados, torturados, masacrados. Era el fascismo en su versión más grotesca.


En noviembre del 73 Carolina se integró a trabajar en la rearticulación del Partido Socialista, en actividades cercanas al Comité Central. Desde allí, en diferentes tareas, varias de altísima responsabilidad partidista, día a día arriesgó su vida, luchando por un Chile democrático, solidario, humano y con libertad.

Tenía 34 años cuando el 25 de junio de 1975 fue detenida por la DINA y sus esbirros. Fue vista por última vez en “Villa Grimaldi” y hoy es una de las mujeres “detenidas desaparecidas”. Cuesta releer, por dolor y repugnancia, los métodos de tortura utilizados allí. A los “clásicos”, la parrilla eléctrica, el submarino, colgamiento, se sumaban, entre otras, cual más cruel, las violaciones masivas delante de esposos, padres, hijos o compañeros, las violaciones con perros amaestrados, el uso de un camarote metálico de dos pisos, amarrando al primero a un prisionero, mientras en el segundo se torturaba a su padre, hermano, amigo o compañero. Y así, … para que seguir.


No sabemos en concreto qué de todo esto sufrió Carolina, pero sí que una detenida allí la reconoció más tarde y dijo que estaba en malas condiciones, pero además, sabemos que ninguno de los sobrevivientes de Villa Grimaldi declara no haber sido torturado. Y ella ni siquiera sobrevivió. Tampoco sabemos con certeza el nombre de sus torturadores. Sí sabemos el de algunos de los que allí estuvieron, Marcelo Moren Brito, Osvaldo Romo, Miguel Krasnoff, Cristián Labbe (si, el ex alcalde de Providencia), Ingrid Olderock, (la que adiestraba perros para violar mujeres), y así un lista de los peores criminales de nuestra historia.

Este año, a 45 de su secuestro y desaparición, cuando nuestro país pasa por la peor crisis sanitaria que jamás hayamos tenido, dejando al descubierto ante el mundo entero una realidad de miseria y hacinamiento que por décadas se había intentado ocultar y para millones de chilenos, el hambre se transforma en la peor cadena, aquella que transforma cualquier idea de “libertad” en una palabra absolutamente vacía, el recuerdo y el ejemplo de nuestra coterránea, Carolina Wiff Sepúlveda, se agiganta, y nos obliga a seguir luchando por la libertad.

Por eso, y por más, yo APRUEBO.

Villa Alegre, 11 de septiembre de 2020

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