viernes, 20 de marzo de 2020

GOBIERNO INEFICIENTE, INDOLENTE Y PROVOCADOR



“No es que yo crea que el pueblo me erigió esta estatua
porque yo sé mejor que vosotros que la ordené yo mismo.
Ni tampoco que pretenda pasar con ella a la posteridad
porque yo sé que el pueblo la derribará un día.
Ni que haya querido erigirme a mí mismo en vida
el monumento que muerto no me erigiréis vosotros:
sino que erigí esta estatua porque sé que la odiáis”.

Ernesto Cardenal,
(Refiriéndose a la estatua de Somoza, en el estadio Somoza”


Cada día que pasa vemos a un gobierno más lento en reaccionar, vacilante, con nulo liderazgo de sus autoridades, sobrepasado por otras instituciones como municipios, hospitales, universidades y servicios. Un gobierno con la lógica empresarial que lo ha caracterizado, protegiendo hasta el último momento a los grandes capitales, preocupado más de los grandes negocios que de la salud de las personas, que ha sido incapaz de adoptar las medidas de salud, económicas y administrativas que las circunstancias requieren.

Masificación de los exámenes para detectar tempranamente a los contagiados y luego aislarlos efectivamente, son medidas que han mostrado ser eficaces en otros países. En el nuestro, los exámenes son caros, tardíos, (solo cuando ya hay síntomas) aún no tienen “código Fonasa”, las Isapres no aportan un peso para ello, y el gobierno sigue sin pronunciarse sobre el tema. Mientras otros países, incluso con menos contagiados que nosotros, fijan los precios de bienes esenciales, como las mascarillas o el alcohol gel, éste permite la especulación, mientras otros estados, como España y Francia ponen todos los servicios de salud privada a disposición del Estado, en Chile, éste contrata grandes y caros salones de eventos, como Espacio Riesco, para utilizarlos como centros de salud; en definitiva, mientras otros ponen como primera prioridad la vida y la salud de la población, este gobierno se preocupa de la economía de las grandes empresas.

Pero no es sólo eso. Este gobierno ya había sabido enardecer a la población mandándola comprar flores, cuando el alza del costo de la vida subía y subía, diciéndole a los viejos que iban a hacer vida social al consultorio o sugiriéndole a los trabajadores levantarse aún más temprano para ahorrar unos pesos en el Metro. Y la respuesta ya había sido dada durante el estallido social. Pero no hay aprendizaje, o peor, simplemente parece no haber límites con este gobierno.

Cuando el país entero está preocupado de la emergencia sanitaria producida por el coronavirus, y el país se encuentra en estado de catástrofe nacional, el gobierno, con una empresa privada y al amparo de la noche, como verdaderos delincuentes, no sólo “limpia” el monumento a Baquedano, sino que lo enreja. Es, sin duda, como lo ha dicho un grupo destacado de antropólogos, una acción con “fuerte violencia simbólica y política”.

Se trata por cierto de un intento burdo, provocador y sin ningún destino final, de borrar el estallido social, de hacer desaparecer de la ciudad las manifestaciones de los millones de personas que solicitaron nueva constitución, salarios justos, salud como derecho, educación gratuita, laica y de calidad, pensiones dignas, y un sinfín más de peticiones. Pero no se puede tapar el sol con un dedo. Como es obvio, nada hay que sugiera que esa “limpieza” y esa reja vayan a durar siquiera hasta el término del período de catástrofe. Pareciera que, como un patético remedo del monumento a Somoza del poema de E. Cardenal, sólo tiene por objetivo producir más indignación, enojar más a esa masa humana que ya dijo, y de manera definitiva, que esa plaza, como muchas otras a lo largo del país, era del pueblo, y se llama Plaza de la Dignidad.