miércoles, 22 de julio de 2015

¿DESPENALIZAR O LEGALIZAR EL ABORTO?




Fernando García Díaz


En torno a la discusión que en nuestro país se da respecto del aborto, se ha planteado, en algunas oportunidades la distinción entre despenalizar o legalizar el aborto, sin precisar cuáles son los alcances de una u otra alternativa. En esta oportunidad nos queremos referir muy brevemente a ello, precisando las consecuencias de una u otra opción.

1.            El recurso penal constituye el mecanismo más severo que tiene el Estado para intervenir en la vida de las personas, por lo que debe ser utilizado sólo ante atentados graves en contra de bienes jurídicos muy relevantes. Puede significar que afecta el patrimonio, -multas de por medio-, la libertad individual, -prisión, presido, reclusión -, hasta hace algunos años incluso la vida –pena de muerte-, y hasta algunas década atrás, la salud y la integridad corporal –pena de azotes-, por lo que se estima que debe ser el último arbitrio (“ultima ratio”), al que  recurra el Estado y sólo cuando no existan otros mecanismos jurídicos para defender el bien, que mediante la amenaza de la pena se busca proteger.

2.            Los delitos son construcciones sociales que implican un doble proceso. Por un lado, seleccionar una determinada acción u omisión humana de un sinnúmero de conductas que socialmente se consideran como reprochables, y por otro, atribuirle una sanción penal a dicha conducta. Así por ejemplo, existen innumerables formas de atentar contra el derecho de propiedad, como el no pago de deudas, de sueldos, el incumplimiento en arriendos, etc. y ninguna de ellas se ha estimado necesario transformarla en delito, en cambio sí los son, el hurto, el robo, la estafa, la apropiación indebida, la usurpación, etc.

3.            Estas construcciones sociales llamadas delitos varían en el tiempo y el espacio, producto de las diferentes valoraciones que la sociedad (o quienes tiene el poder de sancionar esas valoraciones en la ley) le van otorgando a los actos, y a partir de la Ilustración, particularmente a la autonomía individual. Por ejemplo, dado el alto contenido religioso y moralizante de la época, nuestro Código Penal, en su versión original (1874), sancionaba el delito de adulterio([1]), el de mancebía([2]), y al contrario, exculpaba explícitamente al marido que “en el acto de sorprender a su mujer infraganti en delito de adulterio, da muerte, hiere o maltrata a ella i a su cómplice…”([3]). Hoy día ni el adulterio ni la mancebía son delitos, y el asesinar a la cónyuge, aunque se le descubra en flagrante adulterio, es un “femicidio”, que tiene asignada una sanción que va de 15 años y un día a perpetua calificada (mínimo 40 años efectivos).

4.            En relación con la interrupción de un embarazo, y en términos generales, se definieron como delito las siguientes conductas:

 a.  Aborto provocado intencionalmente por un tercero, contra la voluntad de la mujer embarazada.
b.  Aborto provocado por un tercero, sin la intención de producirlo, contra la voluntad de la mujer embarazada.
c.  Aborto autoprovocado por la mujer embarazada, o provocado por un tercero, con la voluntad de la mujer embarazada.

5.            En la actualidad se discute la posibilidad de cambiar la condición jurídica de algunos casos de los contemplados en la letra c), cuando:
a.  La mujer se encuentre en riesgo vital, presente o futuro, de modo que la interrupción del embarazo evite un peligro para su vida.
b.  El embrión o feto padezca una alteración estructural congénita o genética incompatible con la vida extrauterina.
c.  Es resultado de una violación, …

 6.            Aclaremos entonces de partida, que la gran discusión no se da entre quienes son “partidarios” o “contrarios” al aborto, entre quienes son “pro vida” y quienes “pro muerte” como parecen indicarlo algunos, sino entre quienes estiman que dichas conductas deben ser penalizadas y quienes creen que no.


7.            Ahora bien, despenalizada una conducta, esto es, cuando ha dejado de ser considerada delito, ella puede encontrarse jurídicamente en algunas de las siguientes situaciones:

a.  Seguir siendo ilícita pero ya no delito. Hay múltiples conductas que son ilícitas y que nunca han sido delito, o lo fueron en alguna oportunidad pero hoy no lo son. Por ejemplo, nunca fue delito el no respetar un disco “Pare”, conducir a exceso de velocidad, no pagar oportunamente el sueldo de un trabajador, etc. Por otro lado, alguna vez fue delito y hoy no lo es, pero sigue siendo una conducta ilícita el adulterio (atenta contra el deber de fidelidad que se genera a partir del matrimonio, y autoriza para pedir el divorcio).
b.  Es lícita, y su ejecución es un derecho que queda a la libre voluntad de las personas, como las relaciones homosexuales consentidas entre varones mayores de 18 años, o a la voluntad de las personas y la tenencia de recursos económicos para su ejecución, como puede ser el contratar por cable un canal con programas pornográficos.
c.  Es lícita y su ejecución se transforma en un derecho, que puede ser exigido al Estado, para que éste provea los recursos necesarios para garantizar su ejercicio, como ocurre con algunas prestaciones en materia de educación o salud.


 8.            En síntesis, la despenalización implica dos alternativas, que la conducta siga siendo ilícita o que sea lícita, y la legalización, que la conducta siendo siempre lícita, se transforme en un espacio de libertad al que concurro con mi voluntad y mis recursos, o sólo con mi voluntad, porque el estado, con sus propios recursos me garantiza esa posibilidad.



9.            El proyecto que se discute, entre otras materias, parte despenalizando el aborto bajo tres circunstancias, autoriza a un médico para realizarlo y establece obligaciones para el establecimiento de salud al que se solicita la prestación, no dejando dudas sobre la licitud de la conducta, y la naturaleza de derecho, exigible en los servicios de salud, es decir, legaliza el aborto bajo las tres causales que se indican


 10.            En verdad no podría ser de otra manera, de lo contrario estaríamos consagrando un privilegio más, para quienes tienen el dinero suficiente para pagarlo.


Santiago julio de 2015



Correo del autor: f_garciadiaz@yahoo.es

Sobre el “aborto” en este mismo blog:

 






[1] Código Penal Chileno, versión original, artículos 375 y siguientes
[2] Código Penal Chileno, versión original, artículos 381
[3] Código Penal Chileno, versión original, artículo 10 N°11.

martes, 14 de julio de 2015

EL ROBO DE MUSEOS EN CHILE CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES


Fernando García Díaz



“El gran ladrón de museos”
(Interesante juego de estrategia)
El objetivo es evitar que  te detecten los avanzados sistemas de vigilancia del museo,  ni los guardias.
 Debes evadirlos a ambos para lograr tus perversos objetivos.

Publicidad Internet

 

“Mi intensa virtud
no puede permitir que ocurran tales cosas en un país cristiano”

Thomas de Quincey

 

 
Extracto del libro (en preparación), "MuseoRobado. El robo de museos en Chile considerado como una de las bellas artes".
 

 

Nada hace pensar, en el robo de las mariposas, de Hirst, en un acto verdaderamente artístico. Más bien parece ser un acto desde el vandalismo, desde aquella barbarie que logra comprender que allí adentro hay algo valioso, pero que es incapaz de disfrutarlo, de apreciarlo, de valorarlo. Por ello, si bien no se trata de una situación excepcional en cuanto al robo, sí es destacable la magnitud de lo robado por esta situación.

Fue en el casino de la universidad en donde por primera vez comenté la categoría de robo de museos considerado como una de las bellas artes. Era viernes, al anochecer, con el cansancio de toda la semana acumulado y nadie al parecer había leído a Thomas de Quincey. Hoy quiero suponer que todo ello influyó en las respuestas,  unos sonrieron con sorna, otros se escandalizaron, y yo, como un idiota, me enfrasqué en una desagradable discusión, sin ningún destino, como era obvio desde el comienzo. Todo absurdo. La discusión y las respuestas de mis oyentes.

De partida se trata de un planteamiento serio, digno de ser considerado por las más altas autoridades del pensamiento. Es, lejos, la hipótesis más desequilibrante de la criminología chilena de los últimos 140 años. ¡Y que me perdone Doris y su continuo subcultural! En verdad en criminología sólo Lombroso es más grande que nosotros; pero él estaba equivocado.

Nada más irracional que escandalizarse. Estoy y estaré siempre a favor de la ley, la moral y las buenas costumbres, cualquiera que ellas sean, y puedo afirmar que el robo de museos es una manera incorrecta de comportarse, y, probablemente, muy incorrecta. Jamás le diría al ladrón cómo debe hacerlo para entrar, o el lugar en que se encuentra la obra más valiosa, como por lo demás es el deber de toda persona honesta y bien intencionada, mi caso; pero ejecutado el delito, producido el robo, asaltado el museo, ha llegado la hora del buen gusto y de las Bellas Artes. Tratemos el caso moralmente antes de producirse, pero ya ocurrido, no es el tiempo de llorar sobre la leche derramada, es el tiempo del estudio, del análisis estético, o del antiestético, como han propuesto algunos para el arte moderno. Originalidad, elegancia, armonía, distinción, forma, simplicidad, riesgo, pureza, color, resultado, simetría, son todos ellos conceptos que debemos tener presentes al momento de analizar el robo. ¿O es que sólo el asesinato puede considerarse como una de las Bellas Artes?

Es cierto que no hay ciencia, sino crítica del arte, y algunos podrían, honestamente, cuestionar nuestra afirmación, sosteniendo además que no hay manera de probarla, en términos que sea convincente para todos. Pero ello sólo es posible desde la superficialidad y la ignorancia, por eso, hoy, con más reflexión, no nos sorprende la descalificación y el escándalo. Es propio de los burgueses de Moliere, de quienes, como el perro de Pavlov, han aprendido a salivar al toque de la campana, sin esperar si viene o no la carne, de pequeños intelectuales, de aquellos que opinan y exponen sobre todo, incluyendo aquello de lo que ni siquiera han oído hablar y a menudo cuando además nadie les ha preguntado; en fin, también de moralistas principiantes, de esos capaces de afirmar que están “contra la violencia, venga de donde venga”, como si se fuera lo mismo la violencia de la víctima que la del victimario y la legítima defensa, consagrada en todos los códigos penales del mundo, una invención ilegítima e indeseable, o de quienes pueden repetir hasta el infinito que el fin no justifica los medios, cómo si los medios pudieran justificarse por si mismos o por otra cosa que no fueran los fines, es decir, de gente que no piensa, que como ovejas, se deja guiar por frases ampulosas, llamativas, “políticamente correctas”, pero carentes del más elemental contenido lógico, y aún así, pretenden dictar cátedra desde la sabiduría.

Pero esa conducta no puede torcer nuestras firmes convicciones, esas que sólo poseemos los iniciados en el conocimiento profundo de la conducta humana, ese que sólo se logra con años de estudios de la mente y el cuerpo, como la ciencia lo exige, con años de meditación, como la metafísica cuántica lo requiere. Esos, nosotros, los grandes iniciados, los que siguiendo a Golbrich nos preguntamos qué? por qué? y cómo?, sabemos que el robo siempre ha sido una conducta admirada, aún valorada estéticamente cuando corresponde.

Estimado público. Yo se que aún algunos de Uds. pueden tener dudas sobre estas afirmaciones, pero tengo la certeza que una vez les exponga las múltiples evidencias que acreditan la seriedad de mis planteamientos, sólo podrán asentir, y valorar adecuadamente la genialidad de ellos, (y por supuesto de este modesto expositor).

Hace ya muchos años yo también tuve sentimientos encontrados frente a un robo como el descrito al inicio. Chile, como cualquier país del mundo es una construcción – destrucción social, a la que han contribuido de manera decisiva los hombres que nacieron y vivieron en este territorio; pero también los que llegaron de lejanas tierras. De lo que hemos ido considerando como bienes que poseen un valor excepcional desde el punto de vista de las ciencias, la historia y las artes, constituyen ellos información relevante para la reconstrucción de un proceso que no ha sido fácil, y que a ratos ha logrado ocultar la brutalidad con que se fue desarrollando. El robo de estos bienes culturales, cualquiera que ellos sean, contribuye al proceso de fragmentación de la memoria en que Chile y América Latina se han visto involucrados desde hace ya más de 500 años.

Por un lado, tenía plena conciencia que el patrimonio cultural es en el presente muchas cosas, y todas ellas importantes para nuestros pueblos, que constituye la huella de nuestro pasado y el cimiento desde el cual enfrentar nuestro futuro, que nos permite conocer nuestra historia, identificarnos y reconocernos, que es parte esencial de nuestra memoria, que nos da identidad y pertenencia. Más grave aún, estaba (y estoy) convencido que si desaparece, se va también con él nuestra condición de  grupo histórico, identificado con una tradición y unos valores, y nuestro futuro como pueblo específico. Pero por otro lado, después de un robo, sobre todo si la pieza me gusta, Mr Hyde triunfaba una vez más, y terminaba por agradecer el favor que me habían hecho. Y así, con el sabor del placer culpable aún en la boca, leía completamente la noticia, recorría ávidamente las páginas de la web, me informaba sobre el autor y su obra, si aún no los conocía, seleccionaba la mejor imagen de la pieza robada y rápidamente la incluía en mi “MUSEO ROBADO”.

Hoy no tengo “esos” problemas morales, he entendido que específicamente el robo de museos se encumbra como una obra de arte en si, como el arte de robar el arte, y alcanza las alturas más sublimes del arte como acto comunicativo.

Pero sí tengo otros. Así es, tengo que confesar que aún persisten algunas dudas morales. Y, cuando surgen, mi angustia no es menor. Es que como dijo el viejo Sócrates, con los problemas morales no se trata de una insignificancia, sino de cómo debemos vivir. ¿Deberé efectivamente poner determinada pieza en mi Museo? O dicho de otro modo ¿Habrá sido efectivamente robada? Conozco pintores que han denunciado falsificaciones de su obra simplemente para que se hable de ellos, “para salir en la tele”, para que se les considere dignos de ser falsificados, (y por tanto puedan vender sus obras a mayor precio). ¿No puede un museo denunciar un robo por iguales o similares consideraciones, y en definitiva para que se le considere digno de ser robado? Es una inquietud que he mantenido por años, que crece o disminuye según las circunstancias, y que todavía no he podido dilucidar.

Hoy he aprendido a seguir al maestro al pié de la letra. Y no lo hago, desde el simple principio de autoridad. No. Seguirlo es consecuencia de la más profunda y convincente reflexión filosófica. Hay tres grandes líneas argumentales, indesmentibles e irrefutables, que me permiten concluir como lo he hecho,  la histórica, la ética y la lúdica.

La histórica, que aprendimos de la sabiduría popular, nos recuerda que el robo ha sido mirado y admirado desde hace varios siglos. Esta sabiduría popular, interpretada de manera magistral por la sabiduría comercial, esa que escudriña como obtener hasta el último peso del posible comprador, se manifiesta de múltiples maneras.

Extendida la alfabetización hacia amplios sectores populares como resultado de las revoluciones burguesas, un nuevo y permanente público lector empieza a emerger en el mundo cultural, un círculo extraordinariamente amplio para esos años, que compra y lee. El medio cultural que más amplía el público lector es el periódico, el gran invento cultural de la época. Y es en ese medio, donde, abandonando el terror gótico, la literatura incursiona desde el romanticismo hacia el folletín, el género popular por antonomasia, que más tarde se va a desarrollar como la esencia misma de la cultura popular, en sus diferentes facetas, en la radio, la televisión, o las historietas.

En el folletín, en esa literatura por entregas que inmortalizara a Dumas, Balzac o Stendhal, se producirá la primera verdadera democratización de la literatura. Por primera vez allí el público se encontrará en una nivelación casi absoluta. Se trata de textos y novelas cuyos personajes ya no están en las iglesias o las cortes, sino en el quehacer cotidiano. Por primera vez los escritores podrán vivir directamente de sus obras y no de prebendas o pensiones de filántropos i nteresados.

Es en esa literatura democrática, popular, en donde surge la figura seductora de Rocambole, personaje literario, creado en el siglo XIX por Pierre Alexis Ponson du Terrail, y quien va a dar origen a la tradición literaria de aventureros y ladrones que mejor dan cuenta de la valoración del robo. Arsenio Lupin, personaje en las obras de Maurice Leblanc, Fantomás, protagonista de novelas policíacas escritas por Marcel Allain y Pierre Souvestre y Simon Templar, El Santo, creado por Leslie Charteris, no sólo son dignos sucesores del hoy olvidado Rocambole, sino sus más legítimos herederos. Y todos ellos, personajes de leyenda en la cultura popular, aparecieron en películas, teatro, televisión y comics. Fue en su versión de historieta mexicana en que Fantomas, “la amenaza elegante”, y a quien René Magritte ya había inmortalizado, que millones de lectores lo hicimos nuestro héroe. (Después del robo de “Olympia” en enero de 2012, Magritte debiera estar con gloria y majestad en el MuseoRobado de Bélgica). Y si bien en nuestro país la figura de “Santomas” alcanzó sólo ediciones muy limitadas en la historieta, refleja bastante bien el ladrón como figura heroica.

Hoy mientras escribimos esto, y si tienes un hijo, un nieto o un sobrino pequeño, te recomendamos regalarle un “Lego”, (de "leg godt", en danés "juega bien"), un juguete de la más famosas fábrica de juguetes armables del planeta. ¿Y qué mejor que “Asalto al museo” (563 piezas, colección Lego city, Nº 60008)? Ahora, si el regalo es para adolescentes o mayorcitos, puedes pedir por internet “El gran ladrón de museos”, juego cuyo objetivo es, según sus propios vendedores  “…evitar que  te detecten los avanzados sistemas de vigilancia del museo,  ni los guardias. Debes evadirlos a ambos para lograr tus perversos objetivos”. Y si tu pasión son los juegos on line, nada mejor que el Robo al Gran Museo, (http://game-game.es/135633/) en el que puedes participar, como siempre en estos casos, mediante el adecuado uso de un teclado, para moverte por el interior del Museo, como un ladrón astuto e inteligente, según la promoción que del juego se hace.

Otra prueba de todo lo que afirmamos lo da esa maravilla de la sutileza, la finura y el simbolismo sublimado, que es el cine norteamericano, donde se impone el Ars Gratia Artis, como dice la MGM. Allí, donde la evaluación estética del séptimo arte depende de los millones de dólares recaudados, cada cierto tiempo nos invita a disfrutar de las aventuras que nos brinda el héroe popular Indiana Jones, saqueador arqueológico inspirado en Hiram Bingham, saqueador real que gracias a las indicaciones de Agustín Lizárraga, llegó a Machu Picchu en 1911, de donde se llevó al menos 46.332  piezas a la Universidad de Yale, entre las que hay momias, restos humanos, ceramios, utensilios y objetos de arte. Si queremos ser más específicos, el Museo de Historia Natural de Nueva York es la víctima del robo, en “Robo al Museo”, dirigida por Marvin Chomsky y protagonizada por Robert Conrad y Donna Mills. Y si de seriales  de televisión se trata, siempre profunda, sutil, perpicaz, sagaz, aguda, (después de todo es de origen norteamericana), nos ilumina la incisiva y penetrante serial “White Collar”, en la que su protagonista Neal Caffrey, viene precisamente del mundo de falsificadores y ladrones de piezas culturales.

Adultos y buenos lectores, podemos estar dispuestos a disfrutar de las más de 600 páginas que comprende la biografía de René Alphonse van den Berghe, más conocido como Erik el Belga, audaz megalómano y uno de los más prolíficos ladrones de arte de Europa en el siglo XX, (hoy tranquilo y devoto miembro de la Obra de Dios), o con las "Confesiones de un ladrón de arte"), (en francés 2006, en alemán 2007) en las que Stéphane Breitwieser da cuenta de cómo robó 239 obras de arte, valoradas en más de mil millones de euros, en  172 museos europeos.  Y ni que hablar de las idealizadas aventuras de piratas, que no son sino ladrones de mar.

Desde lo más profundo de la estética (y para nosotros todo esto es profundo), lo primero que nos planteamos es saber si a casi 200 años de las pinturas negras de Goya y casi 100 de “La Fuente”, de M. Duchamp, aún hay quien crea que la obra de arte para ser tal debe imitar a la naturaleza, ser bella, o al menos agradable? ¿O estar colgada o expuesta? Si es así, claramente está equivocado. Incluso un objeto cotidiano, sacado de contexto o alterado en sus dimensiones, y exhibido de forma provocativa puede constituirse en una pieza relevante. La obra es tal si es fuente de conocimiento y de placer estético, si constituye una propuesta de reflexión y nos entrega una idea, si potencia nuestra sensibilidad y logra emocionarnos, si ayuda a lograr nociones más exactas de la vida y la muerte. La obra de arte es obra de la imaginación del artista, es expresión de una sensibilidad que surge a partir de su particular visión de la realidad. La obra de arte es, en fin, obra maestra, si perdura en el tiempo y cada vez que se analiza está abierta a nuevas interpretaciones.

Y que el robo de un museo es una obra de arte, no nos cabe duda. Implica un proceso reflexivo, elaborado, selectivo, e imaginativo, que se manifiesta como testimonio de una realidad, que expresa la libertad del genio, a través de un acto comunicativo, que busca la comprensión del otro, ya sea el destinatario que encargó el trabajo, el intermediario que la revenderá o el juez, que juzga una acción definida como típica, antijurídica y culpable. Desde la pieza como obra, el robo multiplica la temporalidad de ella, le da nueva vigencia, nueva vida, la pone y la propone como objeto de nueva perspectiva. Incluso para quienes transitan por esos “estados alterados de la cultura”, que denuncia Le Monde Diplomatique, el robo puede ser un claro valor, pues la experiencia demuestra que la obra de arte robada aumenta su valor en el mercado, luego cuando es recuperada.

El robo como obra, se perfila también como una estructura independiente, una entidad significante que puede ser coherente, autosuficiente, completa y perfecta en sí misma, una  nueva realidad sustituyente, capaz de constituir un nuevo cosmos que busca respuestas a las interrogantes eternas de la humanidad. El robo como obra desata el intenso deseo de identificación, de protagonismo y la obra más personal plantea la interpretación más personal como desafío. Un buen robo exige algo más que un objeto exhibido y un museo sin protección. La pieza robada, el lugar, el día, la hora, la presencia o no de guardias, de público, en fin, todo ello permiten vibrar con un hermoso robo.  Su simbolismo puede llegar a ser intenso, tal vez misteriosamente oculto tras una simplicidad aparente. Y si la obra es significada como grandiosa, si ya escapó de su autor, como el robo de La Gioconda desde El Louvre, o el del Retrato del Duque de Wellington, desde la National Galery de Londres, o el de El Huaso y la Lavandera, desde nuestro modesto Museo Nacional de Bellas Artes, pasa a constituir algo que permanece, que lejos de circunscribir el horizonte de sentidos que la pieza robada representa, se proyecta hacia una comprensión del devenir cultural. El arte contemporáneo se pone al servicio de la reflexión social y por ello, la función del artista, como ha dicho nuestro San Francisco “Papas Fritas” Tapia “…es influir en la realidad y hacernos cargos de las problemáticas sociales”. ¡Y todo eso y mucho más nos lo da el robo de museos!

No olvidemos además que es obligación del Estado, tanto por disposición constitucional, como por la suscripción de tratados internacionales, el promover la cultura y el arte, y en este caso, ¡qué duda cabe!, frecuentemente se hacen ingentes esfuerzos por cumplir dichos compromisos.

 (Aunque si he de ser sincero, -y que mi familia no escuche estas últimas líneas- todas estas reflexiones surgieron después que estaba ya instalado mi Museo. Porque como dice Wagensberg “El saber no ocupará espacio, pero lo que es tiempo…”

¡Y por dios que he perdido el tiempo en todo esto!).

 Gracias por su atención y buenas tardes.

 

lunes, 13 de julio de 2015

LOS BIENES CULTURALES COMO OBJETOS ECONÓMICOS. Una tragedia para el patrimonio cultural



Fernando García Díaz

“La condición de objetos de inversión que ha adquirido el arte, y especialmente la pintura en las últimas décadas, constituye en primer lugar una realidad indesmentible, de la que da cuenta una infinidad de hechos y de testimonios, y en segundo, un conjunto de determinantes de todo lo que es y lo que representa el mundo del arte en la actualidad”.  


Paris, Mayo de 1952. Galería Charpantier, remate de la colección de Gabriel Cognacq. Desde un comienzo la subasta despertó gran interés. Múltiples razones parecían explicarlo. Desde luego se trataba de una valiosa colección de piezas artísticas, especialmente de pinturas; pero también otras situaciones hacían destacar la ocasión. El dueño de las piezas, conocido mecenas francés, había sido acusado de colaboracionista con el régimen nazi. Después de todo, durante el gobierno colaboracionista de Petain había sido Presidente del Consejo Superior de Museos de Francia, y en 1944 condecorado por el fascismo español con la “Orden de Isabel la Católica”, en grado de Gran Cruz. Él sin embargo rechazaba esas imputaciones, señalando que su única preocupación había sido velar por los tesoros artísticos de su patria. Expulsado de su cargo, Gabriel Cognac, aduciendo dolor y amargura por ello, modificó su antiguo testamento, desheredando al Estado francés y entregando todas sus valiosas colecciones a una entidad filantrópica.

El día del remate más de 5.000 personas se congregaron, según la prensa de la época([1]), incluyendo a los directores de los museos de Bruselas y Hamburgo, a representanteS del Museo Británico, a los coleccionistas y “marchans” de arte más famosos, y a celebridades como Greta Garbo.

La subasta comenzó con pintura antigua, que empezó con precios prudentes, que fueron rápidamente subiendo. La locura se produjo con la pintura moderna. Por un obra al pastel de Degas se pagaron 5.700.000 francos, por un Van Gogh, “Les Chardons”, 16.500.000 francos, por un Renoir, “Les deux seurs”,  19.000.000, y la locura misma, por un Cezanne “Les pommes y les biscuits”, 33.000.000.

Todos parecen coincidir en que en este momento se produce “el nacimiento de un mercado”([2]), el moderno mercado del arte. Y es que desde ese momento, el mercado del arte nunca más volvió a ser el mismo. En años posteriores se incorporaran los bienes arqueológicos y las antigüedades a este nuevo mundo.

Abandonado ya en lo esencial el valor simbólico asociado a la construcción de la nacionalidad, y perdido el rol del Estado como principal sustentador y responsable del patrimonio cultural nacional, los bienes materiales empiezan a adquirir un valor comercial como seguramente no habían alcanzado nunca, con la excepción de los artísticos, que ya en otros períodos se habían destacado por ello. De este modo, se genera una demanda especial, que hace subir el precio de algunos de ellos a cifras hasta ese momento inimaginables y el de la mayoría, a valores dignos de resultar atractivos para comercializar con ellos.

En los años siguientes se inicia una escalada de precios que permite que entre 1952 y 1956 al menos 12 cuadros consiguieran sobrepasar la frontera de las 10.000 libras, pero que explota nuevamente en 1957, cuando sólo en una subasta, que duró 93 minutos según da cuenta la prensa de la época, Sotheby’s de Londres remata la colección Weinberg, de Nueva York, y 9 cuadros de artistas impresionistas y post impresionistas superan esa cifra con holgura([3])([4]). Destacaron también los precios alcanzados más tarde en las subastas de la colección de Goldshidt en Londres y de Lurcy en Nueva York; pero va a ser la subasta en la casa de remates Parke- Bernet, en 1961, del cuadro “Aristóteles contemplando el busto de Homero”, de Rembrandt, rematado en 2,3 millones de dólares, lo que hará explotar los titulares de la prensa, y marcará la tendencia al alza creciente que hasta hoy, con leves caídas, caracterizarán al mercado del arte. El Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, (Met) adquirente del cuadro, dará también mucho que hablar cuando en 1972 adquiere, por un millón de dólares, una crátera de Eufronio, que más tarde deberá devolver a Italia, pues la obra era producto de un saqueo, y el Met no tenía como no saberlo.

Un aspecto importante en el desarrollo de este mercado del arte dice relación también con la agresiva actitud desarrollada por las casas de subasta, dentro de las cuales Sotheby’s lleva la delantera.

El arte latinoamericano contemporáneo irrumpe, a nivel internacional en la década de los años 80. Su visibilización se manifiesta de diferentes maneras, especialmente con exposiciones internacionales, creciente participación en el mercado internacional del arte, así como en numerosas publicaciones y estudios sobre la materia. Probablemente desde un multiculturalismo de raíces modernas, la imagen de lo latinoamericano sigue ubicándose como parte del “otro”. Frente a una Europa y un  Estados Unidos que representan lo cristiano, lo europeo, lo civilizado, lo masculino, en definitiva lo humano, esta América del sur del Río Bravo sigue simbolizando lo pagano, lo indio, lo salvaje, lo femenino, lo animal, y de este modo, privilegiándose una pintura que de algún modo refleje principalmente “lo otro”, más que “lo universal”.

De este modo, a principios de los años 90 encontramos las primeras obras de autores latinoamericanos cuyo precio supera la simbólica barrera del millón de dólares. Y si bien resulta difícil confeccionar una lista que proporcione información segura sobre precios de ventas privadas, por la falta de información, pero sobre todo por lo contradictoria, errónea e interesada que puede ser la que circula a través de los medios de prensa, si es posible hacerlo a partir de los datos alcanzados en remates públicos. Gonzalo Fontanés, sobre la base de cuadros latinoamericanos vendidos en subastas en Nueva York, ha confeccionado una lista de las 61 pinturas más caras, considerando sólo a las que han alcanzado o superado el millón de dólares([5]). Siguiendo a Gonzalo Fontanés en su publicación, podemos señalar que el primer cuadro que da inicio cronológico a esta lista de “más de un millón de dólares” es “Diego y yo”, de Frida Kahlo, por la que en un  remate en Sotheby’s, el 2 de mayo de 1990, se pagó 1,3 millones de dólares. En materia de precios, la década de los noventa es prácticamente entera de los mexicanos. Fuera de un Botero vendido el año 1992 y un Matta, vendido en 1999, todas las demás pinturas que superan el millón de dólares pertenecen a mexicanos, 6 obras de Tamayo, 5 obras de Diego Rivera, 3 de Frida Kahlo y 1 de Velazco, forman las 15, de las 17 que entre 1990 y 1999 superan la cifra señalada. Más tarde se incorporarán a este selecto grupo de pintores de más de un millón de dólares los chilenos Claudio Bravo y Mario Carreño (nacido en Cuba), el mexicano Alfredo Ramos Martínez, el uruguayo Joaquín Torres García, el argentino Lucio Fontana, el mexicano José María Velasco, el cubano Wilfredo Lam y la mexicana Remedio Varo (nacida en España).

Hasta agosto del 2011, fecha en que está actualizada la lista a que hemos hecho referencia la pintura mejor pagada de un autor latinoamericano sigue siendo “Trovador” (1945), de Rufino Tamayo, por la que, en una subasta el 12 de mayo de 2008, en la Casa Christie, de Nueva York, se pagaron 7.209.000 dólares. En todo caso, como destaca Gonzalo Fontanés, lejos de constituir todo esto una prueba de sobrevaloración del arte latinoamericano,  sirve “Como dato, para ver lo menospreciado de los artistas latinoamericanos dentro de este mundo de subastas internacionales, la suma total de ventas de estas 61 obras es de: $ 122.231.947  millones de dólares. Este dinero “sólo” alcanza para comprar un Picasso como “Nude, Green Leaves and Bust”, 1932, subastado el 4 de mayo de 2010 por Christie´s”([6]).

El despertar del mundo artístico latinoamericano ha significado también el surgimiento de nuevos espacios de comercialización, siendo quizás el último más relevante, la feria de arte Pinta, nacida en Nueva York el año 2007 y abierta en Londres por primera vez el año 2010 y por segunda en junio del año 2011. La feria de Londres logró consolidarse, recibiendo el apoyo de importantes instituciones europeas, la Tate Modern de Londres, la colección de Arte Latinoamericano de la Universidad de Essex de Inglaterra, el Centro Georges Pompidou de París y el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), de España.

El mercado del arte sigue creciendo hasta nuestros días, preocupando cada vez más al mundo de las finanzas. Quizás el fenómeno más relevante de los últimos años ha sido la irrupción de China en él, lo que por lo demás ocurre de manera coherente con los cambios de la economía mundial. Durante el año 2011, China, con un 30% de cuota, desplazó por primera vez a Estados Unidos, con un 29%. Durante el año 2010 China había desplazado del segundo lugar al Reino Unido, que de este modo, queda ahora en un tercer lugar, con el 22%. Las ventas de arte y antigüedades habían experimentado en China un crecimiento extraordinario el año 2010, con un  177%. El año 2011 lo hicieron en un 64% respecto del año anterior, acaparando, los sectores moderno y contemporáneo el 70% del mercado. "La dominación del mercado chino se explica por el enriquecimiento individual, por una oferta interna vigorosa y una dinámica de inversión de parte de los compradores de arte chinos", explicó Clare McAndrew, economista cultural especializada en el mercado de las bellas artes y las decoraciones”([7]).

La emergencia China tiene un significado no sólo desde el punto de vista de los dineros que en arte se invierten. También lo tiene desde la perspectiva de los objetos y artistas con mayor presencia en el mercado. Así, durante el año 2011 no fue Picasso el artista con mayor ventas acumuladas en remates durante el año, como había ocurrido  durante 13 años anteriores, sino Zhanh Daquian, artista chino. Y el segundo, Qi Baishi. Más aún, dentro de los 10 más vendidos, cinco fueron artistas chinos. (Sólo en esta línea, de ingentes demandas del patrimonio cultural chino, se puede entender cómo logro Cristhie’s rematar en julio del año 2011, cuando la economía mundial ya había empezado a recibir el “efecto Grecia”, arrastrando a las bolsas del mundo, un set de 4 porcelanas chinas de unos 130 centímetros, en casi 13 millones de dólares).

La presencia China en el mercado del arte ha sido incluso más explosiva que en la economía mundial. El año 2006 representaba sólo el 5% del mercado (y E.U. el 46%). En sólo 5 años China subió al 30% y E.U: bajó al 29%.

En lo que al ámbito cultural se refiere, el elemento determinante parece ser la total y definitiva transformación de los bienes culturales en bienes económicos, valorados en consecuencia por su valor de cambio, con frecuencia transformados en bienes de inversión; y en definitiva, mantenidos o destruidos según lo que se esté dispuesto a pagar por ellos.

La condición de objetos de inversión que ha adquirido el arte, y especialmente la pintura en las últimas décadas constituye en primer lugar una realidad indesmentible, de la que da cuenta una infinidad de hechos y de testimonios, y en segundo lugar, un conjunto de determinantes de todo lo que es y lo que representa el mundo del arte en la actualidad.

Entre los múltiples testimonios que dan cuenta de esta realidad, uno que vale la pena destacar, por el peso de quien viene, es el de Peggy Guggenheim, famosísima coleccionista de arte,  tercera esposa del pintor surrealista Max Ernst y descubridora del genio de Jackson Pollock. Describiendo sus deshaciertos como coleccionista, a los cuales se refería como sus “siete tragedias en mi vida de coleccionista”  señala “Pero el peor error fue regalar dieciocho Pollock, aunque me consuelo pensando en la gran suerte que tuve de poder juntar mi magnífica colección en una época en que los precios eran todavía normales, antes de que el mundo del arte se convirtiera en un mercado de inversiones”. Y si recordamos que en el año 2006 la pintura de Pollock “Number 5”, del año 1948, fue vendida por David Geffen en 139 millones de dólares, transformándose en el cuadro más caro de la historia, resulta más fácil comprender la apreciación de Peggy.

La transformación de los bienes culturales en bienes de inversión económica ha traído cambios sustanciales al mundo del arte y la cultura. Desde luego ha permitido que algunos artistas, aquellos a quienes el mercado ha transformado en modernos reyes Midas, ganen grandes cantidades de dinero. Aunque en estricto rigor quienes verdaderamente han ganado mucho, mucho, mucho dinero, han sido los comerciantes de arte, y dentro de ellos, en primer lugar Sothesby’s en primer lugar y Christie en segundo.

Pero el mercado fragmenta la realidad, en beneficio de la obtención de las mayores utilidades, y la transforma en meros mecanismos de negocios, que si se limitaran sólo a los efectos descritos no merecerían mayor comentario en un texto como este; pero el problema es mucho mayor. Hay al menos otros 3 efectos negativos que merecen comentarios aparte.

En primer lugar está el obvio efecto de terminar siendo los compradores de más recursos quienes deciden hacia donde marcha el arte. Es cierto que este efecto ha estado presente desde siempre. No es casualidad que desde Constantino hacia adelánte los artistas más destacados hayan estado al servicio de la Iglesia, y más tarde de ésta y de las Monarquías. El que esto ocurra en la actualidad sin embargo, tiene otras connotaciones sociales. Y es que en un período de auge político de la democracia, de proclamación de la igualdad de los hombres, como del derecho  universal a gozar del patrimonio cultural, violenta las conciencias, por un lado el que sigan siendo los grandes amos del dinero quienes imponen que debe y que no debe valorarse en el arte, y por otro, que dicha valoración se reduzca a lo que el propio mercado está dispuesto a pagar por él.

El segundo gran efecto que detectamos, es que al insertarse el mundo del arte y la cultura en el mundo de la economía, se terminan aplicando los patrones morales imperantes en él, que claramente se encuentran muy alejados de aquellos que, según UNESCO, deben guiar el desarrollo de la cultura y el arte.

El sitio web “Arte y Mercado (A&M), una de las páginas españolas más destacas sobre la materia, es un buen lugar para conocer como se da ese maridaje, necesariamente mal avenido, que es considerar el  arte como negocio.

Y decimos mal avenido, porque si bien para el mundo de los negocios (y en gran medida de la simple especulación) se puede tratar de una nueva fuente de dinero, para la cultura y las artes significa una verdadera tragedia, entre otras cosas, porque termina imponiéndose las reglas de la economía liberal imperante, que poco tiene que ver con el mundo de la cultura.

Esta situación se refleja desde una contradicción claramente insalvable que las páginas que comentamos dejan ver. Así por ejemplo, mientras se encabeza una página con una cita de David Hockney, sin duda uno de los artistas más influyentes del siglo XX, diciendo “Creo firmemente que la pintura puede cambiar al mundo… Creo que parte de mi trabajo como artista consiste en demostrar que el arte puede mitigar la desesperación” y más abajo se cita a Chagall diciendo “El arte es sobre todo un estado del alma” en las líneas siguientes se dirige la búsqueda a temas como valoración del arte, tasaciones, subastas, etc. Y si hemos dicho que en este maridaje se impone el mundo de los negocios, frío, impersonal y a menudo carente de los valores morales más básicos, ello queda perfectamente de manifiesto en  las “Reglas a seguir para una acertada inversión”, de Jennifer Hill, que el sitio transcribe. En la pagina, y poco después de copiar la frase de Leonardo da Vinci  "La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega." En ellas se señala, entre otras cosas, que “Se recomienda tener cuidado con las obras producto de saqueos de guerra” o “Se recomienda tener cuidado con el arte exportado ilegalmente. Tales obras podrían resultar ser difíciles de revender y otros países podrían tratar de recuperarlas. Usted podría encontrarse al final de una demanda judicial” o “No se recomienda invertir en ejemplares robados”([8])([9]). Como se puede apreciar de su simple lectura, ninguna de esas recomendaciones es capaz de aprobar las mínimas exigencias que sobre la materia ha ido elaborando la UNESCO.

Por último, y respecto de este efecto no parece haber dos opiniones, las artificiales cifras que la especulación financiera termina pagando por el los bienes culturales, como ninguna otra causa, han estimulado, de manera exponencial, el robo de museos, iglesias, galerías o colecciones, el saqueo de sitios arqueológicos y paleontológicos, las falsificaciones de todo tipo de bienes culturales y el tráfico ilícito hacia países donde se obtienen mayores precios por dichos objetos. Karl Meyer, en su ya clásica obra sobre “El saqueo del pasado”, señalaba en 1973 “Más que cualquier otro elemento único, el incremento de los precios del arte ha sido responsable por el robo, mutilación y destrucción totales de obras de arte en todas partes del mundo…”([10]). Fernando Baez, 36 años después señalaba “El saqueo de bienes culturales también es fomentado, ante todo, por razones estrictamente económicas, que movilizan bandas dedicadas a la expoliación sistemática de yacimientos arqueológicos, paleontológicos, subacuáticos y pintura rupestre en cuevas protegidas”([11]). Ratificando lo anterior, y mostrando una de sus aristas más dramáticas, la prensa mundial informaba, a mediados del mes de junio del 2012, que,  la crisis económica que afecta a Grecia causaba estragos en materia de patrimonio cultural, no sólo porque las exploraciones arqueológicas y las investigaciones se abandonaban por falta de recursos, sino porque habían aumentado los saqueos a sitios arqueológicos([12]) y los museos habían visto aumentar los asaltos([13]). La sistemática realización del evento automovilístico “Dakar”, en América Latina, no obstante la conciencia que se tiene que cada vez que ocurre se destruyen decenas de sitios arqueológicos, es una prueba más de todo ello([14]). Y la destrucción de los centros históricos en las ciudades americanos, para dar paso al “progreso” del cemento, otra.

Incluso en Chile, en donde el mercado del arte no tiene, hasta el día de hoy una gran presencia desde la perspectiva económica, esta realidad se hacía notar hace ya dos décadas. “Para los entendidos en la Bolsa, que se desesperan al ver el IPSA y/o el IGPA con signo negativo, y luego para los partidarios de los fondos mutuos, de los pagarés, de comprar propiedades y luego revenderlas; en fin, para todo quien tiene dinero y duda donde invertir, existe una alternativa diferente”([15]), señalaba en 1992 la revista Economía y Negocios” del diario El Mercurio, en un artículo cuyo título “Arte, otra buena alternativa”, no dejaba lugar a dudas.


Santiago, septiembre de 2014




[1] Véase “Una sensacional subasta de pinturas”, en “La Vanguardia Española”, domingo 18 de mayo de 1952, pág. 11, disponible en http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1952/05/18/pagina-11/32804177/pdf.html
[2] JIMÉNEZ, PABLO, “El nacimiento de un mercado”, ABC, Madrid 23-12-1990, pág. 60.
[3] LA VANGUARDIA ESPAÑOLA”, “Un Van Gogh alcanza las 31.000. Una importante subasta de arte en Londres. En 93 minutos se liquida la colección en 326.520 libras”  jueves 11 de julio de 1957, pág. 10,
[4] ABC,”Subasta de Obras de Arte en Londres. Esculturas, bronces y pinturas de impresionistas franceses, vendidas en 326.520 libras esterlinas.,  jueves 11 de julio de 1957. Edición de la mañana, pág. 37, disponible en http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1957/07/11/037.html
[5] FONTANÉS, GONZALO “Las pinturas latinoamericanas más caras”, en http://arteyartistas.org/las-pinturas-latinoamericanas-mas-caras/   Disponible 17 de julio de 2012.
[6] FONTANÉS, GONZALO idem 
[8] HILL, JENNIFER, “Reglas a seguir para una acertada inversión” en Arte y Mercado,  http://www.arteymercado.com/decalogo.html
[9] En todo caso tenemos que reconocer que dichas reglas no fueron elaboradas por el sitio en cuestión sino difundidas por la agencia Reuters, al parecer en junio del 2008
[10] MEYER, KARL E.  “El saqueo del pasado. Historia del tráfico ilegal de obras de arte”, F.C.E., México, agosto de 1990, pág. 23
[11] BAEZ, FERNANDO “El saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la globalización. Editorial debate. Primera edición en la Argentina bajo este sello, julio 2009, pág. 238.
[12] Así por ejemplo en El Correo del Orinoco, Caracas, Venezuela,  disponible en http://www.correodelorinoco.gob.ve/multipolaridad/aumentan-saqueos-a-sitios-arqueologicos-griegos-por-crisis-economica/# (17.07.2012)
[14] Así por ejemplo en “Dakar 2015: La competencia "criminal" que denuncian arqueólogos y pueblos originarios” en http://www.elmostrador.cl/cultura/2014/06/02/dakar-2015-la-competencia-criminal-que-denuncian-arqueologos-y-pueblos-originarios/  
[15]  Revista Economía y Negocios, “Arte, otra buena alternativa”, Diario El Mmercurio, 2 de septiembre de 1992, pág.4