lunes, 27 de septiembre de 2021

PENALIZACIÓN DEL ABORTO, MENTIRAS, HIPOCRESÍA Y DISCRIMINACIÓN

 

Texto actualizado al 08.06.2023

La redacción de un nuevo texto constitucional y particularmente la presencia de una mayoría republicana entre los miembros del Consejo Constitucional, han replanteado una serie de temas, respecto de los cuales probablemente la discusión va a ser intensa. Con seguridad derechos sociales como salud, educación, pensiones, van a estar nuevamente en el debate público. Muy probablemente el tema del aborto adquiera también una significativa importancia, entre otras razones, porque existe un abismo de diferencia entre quienes sostienen una y otra opinión, entre quienes son partidarios de su legalización como parte sustancial de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, y aquellos “pro-vida”, que creen que debe penalizarse como un delito grave contra la vida humana.

En nuestra opinión, buena parte de los argumentos que se dan por quienes se autodefinen como "pro-vida" carecen de la más elemental realidad. 

Criminalizado en la legislación penal española aplicable en nuestro país hasta la entrada en vigencia del Código Penal chileno en 1874, el aborto continuó considerándose delito en todas circunstancias en ese nuevo cuerpo legal. En 1931, y sin que ocasionara conflicto político o religioso alguno, mediante una disposición del Código Sanitario, se despenalizó el aborto con fines terapéuticos, exigiéndose si la opinión documentada de 3 facultativos para llevarlo adelante. En 1968, durante el gobierno del democratacristiano Eduardo Frei Montalva, se dicta un nuevo Código Sanitario, que mantiene la posibilidad del aborto terapéutico y reduce los requisitos exigidos en el anterior para ello.

Al no existir una definición legal del concepto “terapéutico”, la interpretación de este término variaba de un lugar a otro, permitiendo, durante el gobierno de Salvado Allende, que en el Hospital Barros Luco se realizaran abortos cuyas razones terapéuticas consideraban, además de los clásicos elementos biológicos, determinantes sociales relacionadas directamente con la salud y la vida de la mujer, lo que posibilitó que se ampliara el espectro de razones que justificaban dichos abortos. 

Pero llegó la noche, y cuando la dictadura estaba por acabarse, 16 años después del golpe de estado, en 1989, se modificó nuevamente la ley, eliminándose la causal terapéutica y estableciéndose que “No podrá ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea provocar un aborto", volviéndose a la situación previa a 1931, esto es sancionándose el aborto bajo cualquier circunstancia. Así se continuó hasta el 2017, cuando la ley 21.030 legitimó el aborto bajo tres circunstancias, lo que si bien abrió una puerta que hasta ese momento estaba totalmente cerrada, no soluciona el problema de las decenas de miles de mujeres chilenas (entre 60 y 300 mil dice el M. de Salud para el 2016), que deben recurrir clandestinamente a esa práctica.

A partir de 1989, liderados por los sectores más conservadores de la política, con la UDI como su brazo armado y los más retrógrados de la Iglesia Católica, como el Opus Dei encabezando el tema, se ha mantenido una masiva propaganda ideológica en contra del aborto, entre cuyas afirmaciones se sostiene que quienes son partidarios de mantener su penalización son verdaderos defensores de la vida bajo todas circunstancias, (pro-vida), lo que los intenta colocar en una especie de superioridad moral frente a los partidarios de la legalización, que vendríamos a ser algo así como “pro muerte” y que esa ha sido la posición de la Iglesia católica desde siempre.

Pero la verdad es que no sólo son falsas ambas afirmaciones, sino que ellas encubren una situación de mentiras, hipocresía y discriminación como pocas veces se ve en nuestra legislación.

Desde luego y lo más obvio, es que quienes formaron parte de un gobierno criminal, que torturó, violó y asesinó a miles de personas no pueden levantarse hoy como defensores permanentes de la vida y menos aun cuando defendieron hasta el final la aplicación de la pena de muerte. Pero tampoco se puede estimar que realmente sean defensores de la vida en todas circunstancias quienes jamás se han pronunciado contra las masacres en Palestina, Afganistán, Irán, y decenas de otros lugares, ni contra el hambre y la miseria a que lleva el capitalismo. En verdad ni siquiera están realmente en contra del aborto, toda vez que no sólo no combaten la principal causa de éstos, los embarazos no deseados, sino que rechazan los mecanismos que existen para disminuirlos. (La experiencia y la investigación internacional demuestran, sin ninguna duda, que entre los factores que más ayudan a disminuir los embarazos no deseados (principal causa de los abortos consentidos) se encuentran la educación sexual, la planificación familiar, los servicios anticonceptivos al alcance de quienes todos los que tienen una vida sexual activa, el aumento del poder de las mujeres en la capacidad para tomar decisiones sobre aspectos sexuales y reproductivos, etc. Como es sabido, a todas estas medidas los movimientos pro-vida, se oponen).

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En estricto rigor, su defensa del delito de aborto como mecanismo para luchar contra esa práctica no parece creíble, y por el contrario parece presentarse como una simple pantalla que más bien encubre otros objetivos. Y esto, entre otras razones, porque el delito de aborto no busca, ni ha buscado nunca efectivamente sancionar a quienes realizan esa conducta.  El delito de aborto ha sido, y es, en términos reales, una figura penal meramente simbólica. Y ello, simplemente porque no es real ni posible sancionarlo. Y no por un problema de su clandestinidad, elemento por lo demás común a casi todos los delitos, sino simplemente porque no se puede encarcelar a las entre 60 y 300 mil mujeres que se estiman abortan cada año en nuestro país. Cualquiera que sea la cifra real, lo único cierto es que resulta imposible perseguir esa cantidad de conductas y consecuentemente sancionarlas. Incluso si la cifra real fuera la menor que hemos señalado. ¿O alguien cree seriamente que nuestro país soportaría encerrar anualmente a 60 mil mujeres? ¡Y qué decir de tratar de encerrar anualmente a 300 mil! No sólo no hay presupuesto, policías, jueces, gendarmes, ni cárceles para ello, sino que tampoco podríamos generar anualmente ese número de hogares sin madres, sin hijas, sin hermanas. El costo social de un desatino de esa naturaleza sería de tal envergadura, que muy pronto generaría una reacción social absolutamente inmanejable.

En verdad la disposición penal no tiene ninguna posibilidad real de hacerse efectiva. Sólo sirve para penalizar, a lo lejos, a una mujer pobre que casi pierde la vida en un aborto clandestino realizado bajo las peores condiciones de higiene y seguridad, y llega en esas condiciones a un centro de salud. Las otras decenas de miles de casos quedan en la impunidad (afortunadamente), y a nadie le importa. Y así lo sabe todo el mundo que medianamente se inicia en el estudio del tema. Y también lo saben quiénes se dicen “pro-vida” y luchan porque se mantenga el aborto como delito en el Código Penal. Si estuvieran realmente convencidos de la naturaleza delictiva del aborto, y de la necesidad imperiosa de sancionarlo penalmente, como dicen estarlo ¿no debieran luchar porque efectivamente se persiga el delito, se sancione a quienes lo cometen y se les encarcele por ello? ¿Y han visto a alguno de esos grupos proponiendo la generación de brigadas especiales de la policía para perseguir este delito? ¿O siquiera pidiendo más recursos para enfrentarlo? Nada de eso se hace. Y ello, porque como hemos señalado, los defensores de la penalización del aborto –al menos en sus eslabones pensantes- no buscan la supuesta protección de la vida del que está por nacer, sino mantener un factor aglutinante (un verdadero enemigo útil), como uno de los últimos reductos de una moral conservadora que se niega a morir.

Pero tampoco es efectivo que la Iglesia Católica haya condenado siempre el aborto. Desde luego a cualquiera le podría llamar la atención que entre 1931 y 1989, no haya habido una sola manifestación importante de la Iglesia chilena condenando la disposición que lo permitía del Código Sanitario. ¡Y vaya que tenía influencia la Iglesia en esos tiempos!

Más aún, debemos recordar aquí que, si bien existe una tradición oficial que condena el aborto en todo momento, que se impone desde el Vaticano, ello es sólo a partir de la encíclica Apostolica Sedis, de Pio IX, en 1869 y que luego se refuerza con la Encíclica “Casti Connubi”, del Papa Pío XI, el año 1939. Antes, el aborto se condenó por la iglesia de manera más o menos permanente sólo cuando era “manifestación de un pecado sexual”, -mujer soltera, viuda, casada con marido ausente por mucho tiempo, etc.- lo que por cierto guarda absoluta concordancia con la verdadera obsesión sexual que ha manifestado la Iglesia desde los tiempos de Agustín de Hipona.  (La Iglesia Católica hasta hoy castiga a sus miembros que practican la masturbación, fornicación, adulterio, pornografía, prostitución, actos homosexuales y usan métodos anticonceptivos). ".

Por último, recordemos que las tres fuentes de la doctrina católica, las llamadas sagradas escrituras, la tradición apostólica y el magisterio de la Iglesia, presentan posiciones absolutamente variadas sobre el tema.

De partida, las más importante de esas fuentes, la Biblia, no contiene ni un solo sílaba de condena al aborto consentido. Es decir, en los más de 35.500 versículos que contiene la Biblia Católica, no hay una sola palabra que condene expresamente el aborto.

Contrario además a lo que sostiene la propia Iglesia, la mayoría de los teólogos tradicionales reconocen la legitimidad del aborto bajo ciertas circunstancias y especialmente durante las primeras semanas del embarazo. Autores como San Agustín, San  Buenaventura, San Alberto Magno, Santo Tomás y muchos más, al definir al ser humano como la conjunción de cuerpo y alma (definición que hasta hoy mantiene la Iglesia) afirman que el alma no puede existir en el embrión antes que éste se encuentre debidamente organizado (teoría del hilemorfismo), y ponen diferentes plazos para que ello ocurra, que suelen ir entre los 40 y los 90 días. Es decir, antes de esa fecha no existe persona, no existe ser humano, y por tanto no hay posibilidad de cometer el delito de aborto.

Debemos agregar además que en la actualidad un número creciente de católicos, entre los que hay respetables teólogos, (sacerdotes y monjas) sacerdotes y laicos, acepta la posibilidad de que el aborto sea legítimo en determinadas circunstancias, con argumentaciones que giran en torno esencialmente a tres categorías argumentales.

Una primera, a la mantención del hilemorfismo como doctrina para definir a la persona humana.

Una segunda línea argumental manifiesta su rechazo a la afirmación que describe a la fecundación como inicio del individuo, toda vez que la posible evolución del producto de la concepción no parece siempre compatible con la idea de “individuo humano”. La mayoría de las veces se pierde de manera natural (alrededor del 70% de los embarazos), puede evolucionar hasta transformarse en una mola hidatiforme o un cáncer denominado coriocarcinoma, el cigoto se puede dividir y dar origen a dos gemelos, o fusionarse con otro y dar origen a una "quimera".

Por último, hay una corriente muy relevante que revaloriza la autonomía moral y entiende que si la persona decidió en conciencia una determinada conducta, no es posible condenarla, al menos de manera a priori.

En verdad la actual insistencia en la mantención de la penalización del aborto, parece más bien la mantención de la violencia estatal contra la mujer pobre, basada en la mentira y la hipocresía.  

Actualizado 08 de junio de 2023.

 

lunes, 6 de septiembre de 2021

ATENTADO CONTRA PINOCHET. A 35 años de una gesta heroica.

 


 “…que la tumba serás de los libres

o el asilo contra la opresión…”

Canción Nacional de Chile

 

 

El domingo 7 de septiembre de 1986, hace exactamente 35 años, tres unidades del Frente Patriótico Manuel Rodriguez (FPMR), llevaron a cabo un ataque armado contra el dictador Augusto Pinochet Ugarte. Mientras regresaba de un fin de semana de descanso en su residencia en El Melocotón, un grupo de combatientes atacaron, con armas de grueso calibre, la comitiva del Dictador. Como es sabido, los combatientes no lograron su objetivo, murieron 5 escoltas, pero el Dictador salió ileso. Ninguno de los atacantes quedó herido, ni fue detenido, todos pasaron sin dificultades los controles policiales y retornaron íntegramente a sus casas de seguridad.

EL ataque a la comitiva de Pinochet fue sin duda la acción más relevante de la política de “rebelión popular de masas” definida por el Partido Comunista años antes y hecha pública el 3 de septiembre de 1980, pocos días antes que se concretara el fraude que significó el plebiscito que aprobaría la constitución de la dictadura.

La política de la rebelión popular de masas, que fuera poco a poco haciéndose carne en miles de chilenos surge de la conjugación de tres elementos.

En primer lugar, de la convicción que el fascismo instalado en el país buscaba eternizarse, siendo la constitución que en esos días se intentaba legitimar, una de las herramientas más claras para ello, con todo el horror que eso significaba

Desde el mismo 11 de septiembre de 1973 no sólo se habían suspendido todos los derechos políticos, disuelto los partidos, el Congreso, las organizaciones sindicales, estudiantiles, eliminado la libertad de prensa, sino que desde el primer momento se había asesinado, torturado, secuestrado, encarcelado, relegado a miles y miles de chilenos. A septiembre de 1980 los hornos de Lonquén, que daban cuenta de las torturas y homicidios de 15 campesinos ya habían confirmado la realidad de los “detenidos desaparecidos”. Lo mismo había hecho el cadáver de Marta Ugarte, mostrando la suerte seguida por más de 500 chilenos, cuyos cuerpos fueron lanzados al mar, como se supo más tarde. El Partido Comunista había sufrido el secuestro y asesinato de dos directivas clandestinas completas y la tortura de miles de sus militantes y simpatizantes, y Chile entero era una verdadera cárcel. A ello se debía agregar que la cesantía y el hambre azotaban a millones de chilenos. El Plan del Empleo Mínimo, (PEM), implementado a partir de 1974 con un sueldo percibido cercano a un tercio del salario mínimo y sin imposiciones, seguía siendo el único ingreso de miles de familias.

El segundo elemento fue la convicción que, desde la perspectiva que se asumiera, no sólo resultaba ética y jurídicamente legítimo que el pueblo se defendiera contra la criminal agresión de que era permanentemente víctima, e intentara el derrocamiento de ese régimen, mediante el ejercicio del legítimo derecho de rebelión contra la opresión, sino que ello correspondía a la experiencia y tradición chilena, tanto si se remontaba al pueblo mapuche como al conquistador español.

Como ha ocurrido con todos los derechos que han ido ampliando las libertades humanas, el de rebelión es también fruto de la larga lucha de los hombres oprimidos en busca de su liberación. Al igual que todos, surge primero en la realidad, en el enfrentamiento material contra el tirano, luego es recogido por algunos pensadores, para sólo más tarde materializarse en textos de contenido jurídico.

En la historia de la humanidad las manifestaciones concretas contra el gobierno dictatorial o tiránico son infinitas, y de ello tenemos constancias desde las rebeliones esclavas en adelante, hasta nuestros días.

En cuanto a la idea, ella es prácticamente universal. Se encuentra desde muy temprano en las más variadas culturas. Así por ejemplo, en Grecia, ya Platón, tratando de la tiranía, expone el derecho del pueblo a luchar contra el tirano y a defenderse de la injusticia. En Roma, Cicerón propone expulsar a los seres que con figura de hombres encubren la crueldad de las bestias, y asegura que la más bella de las acciones es matar a un tirano. En China, tratan el tema Confucio y con mayor claridad su discípulo Mencio, quien, junto con declarar el carácter corruptible del poder, muestran la justicia de una rebelión que precisamente ayude a deponer al rey despótico y a reemplazarlo por un príncipe virtuoso. En el pensamiento cristiano numerosos autores han desarrollado el tema, destacando San Isidoro de Sevilla y Tomás de Aquino en la escolástica medieval. Este último es uno de los que con más detención estructura el ejercicio de este derecho, y dada su importancia en el pensamiento católico, su influencia, también en esta materia, aparece como decisiva en muchos momentos. (Si no resultara patético, recordaríamos como anecdótico que la Junta de Gobierno justificó el golpe de estado contra el gobierno legítimo de Allende precisamente en el derecho de rebelión, en los términos exigidos por Tomás de Aquino (bandos 1, y sobre todo 5).

La lista es larguísima. Sólo por referirnos a los más cercanos, recordemos que en el pensamiento español encontramos una extensa tradición en defensa del derecho de rebelión, que no sólo se refleja en pensadores como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Juan de Mariana, Luis de Molina, Pedro de Rivadeneira, Juan Márquez, Diego de Landa; sino incluso en obras del teatro clásico, como Fuenteovejuna, en la que el pueblo mata al comendador

Entre los primeros textos jurídicos que de una u otra manera consagran el derecho de rebelión, está la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, (4 de julio de 1776), que en su párrafo más famoso, aquel en que se señala como verdades evidentes que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables, más adelante agrega

 “Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno…”

Más universal aún resulta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789. En el artículo 2° de este documento se lee:

“La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescindibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”.

Así como éstas, hay numerosos documentos que, de una u otra manera, reconocen ese derecho de rebelión de los pueblos. Probablemente uno de los más importantes hasta el día de hoy lo constituye la Declaración de los Derechos Humanos suscrita por Naciones Unidas en 1948, en cuyo preámbulo se lee:

“Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremos recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”

Como ya lo señalamos, en nuestro país el ejemplo más claro en materia de ejercicio real contra la opresión la constituyen los siglos de lucha que logra el pueblo mapuche, enfrentándose primero al invasor europeo y luego al nacional.

En términos de discurso político. Ya en la primera constitución que tuvo nuestra naciente república se puede leer explícitamente que dicha constitución está “…poniendo a la vista de los hombres libres sus derechos, para que formen el justo concepto de su grandeza, y resistan toda opresión y tiranía”.

La Canción Nacional por su parte, en todas las versiones que ha tenido ha mantenido la legitimidad de la lucha contra la tiranía y la opresión. Así, enel primer texto de nuestro himno patrio, con letra de Bernardo Vera y Pintado se lee

El cadalso o la antigua cadena

Os presenta el soberbio español

Arrancad el puñal al tirano

Quebrantad ese cuello feroz.

Por su parte, el segundo texto, se dice:

Libertad, invocando tu nombre,

la chilena y altiva nación,

jura libre vivir de tiranos

y de extraña, humillante opresión.

El texto actual insiste precisamente en la lucha contra el opresor. En parte de ella se lee

Que tus libres tranquilos coronen

a las artes, la industria y la paz,

y de triunfos cantares entonen

que amedrenten al déspota audaz.

 

Un año después que se diera a conocer la política de la rebelión popular de masas, en septiembre de 1981, representantes de todos los partidos de la Unidad Popular declaran públicamente que el derecho del pueblo a rebelarse está legitimado ante el implacable empeño de la Dictadura por afianzarse mediante el terror.

El tercer elemento que define la política de rebelión popular de masas es quizás el más simple, pero a la vez el que mayor valor relejaba, la consecuencia política. Si era legítima la rebelión contra el tirano, lo consecuente era rebelarse. Y así se hizo.

Hoy, cuando nuestro pueblo una vez más se ha levantado en actos de rebeldía, esta vez contra un modelo político que lo condena a la miseria, la explotación y la opresión, y con ello ha logrado abrir nuevos caminos hacia una sociedad más justa, parece necesario recordar que ayer hubo muchos que arriesgaron su vida por la libertad y la democracia.

Honor y gloria a los combatientes que hace 35 años intentaron liberar a nuestra patria del peor criminal que ha conocido nuestra historia.


7 de septiembre de 2021

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1. Durante la Dictadura, desde el FPMR, me pidieron una pequeña colaboración para la revista que regularmente publicaban, El Rodriguista, sobre el derecho de rebelión. El trabajo, con algunas variaciones, y obviamente sin mi nombre, se publicó en dicha revista. Pero el tema había dado origen a una investigación bastante exhaustiva, para la época, y a un texto muchísimo más extenso que las dos o tres páginas que la revista permitía. El reencuentro con dichas notas, y el 35 aniversario del atentado al dictador motivaron este breve trabajo.

2. Como millones de chilenos, participé en algunas actividades dirigidas a derrocar la tiranía. Como todos, tuve miedo muchas veces. Pero más allá de las convicciones políticas, existía también un acicate para participar, la convicción que si no derrotábamos nosotros a la dictadura, serían nuestras hijas quienes estarían en las calles intentándolo. Y si había algo que verdaderamente me aterrorizaba más que caer en las garras de la tiranía, era que lo hicieran mis hijas. Estas líneas también nacieron dedicadas a ellas. Hoy siguen para Andrea, Natalia y Javiera, que desde distintas trincheras luchan por un mundo mejor. Pero además para Gaspar y Sara, mis adorables nietos, que como todos los niños del mundo, merecen un mundo mejor.