lunes, 6 de septiembre de 2021

ATENTADO CONTRA PINOCHET. A 35 años de una gesta heroica.

 


 “…que la tumba serás de los libres

o el asilo contra la opresión…”

Canción Nacional de Chile

 

 

El domingo 7 de septiembre de 1986, hace exactamente 35 años, tres unidades del Frente Patriótico Manuel Rodriguez (FPMR), llevaron a cabo un ataque armado contra el dictador Augusto Pinochet Ugarte. Mientras regresaba de un fin de semana de descanso en su residencia en El Melocotón, un grupo de combatientes atacaron, con armas de grueso calibre, la comitiva del Dictador. Como es sabido, los combatientes no lograron su objetivo, murieron 5 escoltas, pero el Dictador salió ileso. Ninguno de los atacantes quedó herido, ni fue detenido, todos pasaron sin dificultades los controles policiales y retornaron íntegramente a sus casas de seguridad.

EL ataque a la comitiva de Pinochet fue sin duda la acción más relevante de la política de “rebelión popular de masas” definida por el Partido Comunista años antes y hecha pública el 3 de septiembre de 1980, pocos días antes que se concretara el fraude que significó el plebiscito que aprobaría la constitución de la dictadura.

La política de la rebelión popular de masas, que fuera poco a poco haciéndose carne en miles de chilenos surge de la conjugación de tres elementos.

En primer lugar, de la convicción que el fascismo instalado en el país buscaba eternizarse, siendo la constitución que en esos días se intentaba legitimar, una de las herramientas más claras para ello, con todo el horror que eso significaba

Desde el mismo 11 de septiembre de 1973 no sólo se habían suspendido todos los derechos políticos, disuelto los partidos, el Congreso, las organizaciones sindicales, estudiantiles, eliminado la libertad de prensa, sino que desde el primer momento se había asesinado, torturado, secuestrado, encarcelado, relegado a miles y miles de chilenos. A septiembre de 1980 los hornos de Lonquén, que daban cuenta de las torturas y homicidios de 15 campesinos ya habían confirmado la realidad de los “detenidos desaparecidos”. Lo mismo había hecho el cadáver de Marta Ugarte, mostrando la suerte seguida por más de 500 chilenos, cuyos cuerpos fueron lanzados al mar, como se supo más tarde. El Partido Comunista había sufrido el secuestro y asesinato de dos directivas clandestinas completas y la tortura de miles de sus militantes y simpatizantes, y Chile entero era una verdadera cárcel. A ello se debía agregar que la cesantía y el hambre azotaban a millones de chilenos. El Plan del Empleo Mínimo, (PEM), implementado a partir de 1974 con un sueldo percibido cercano a un tercio del salario mínimo y sin imposiciones, seguía siendo el único ingreso de miles de familias.

El segundo elemento fue la convicción que, desde la perspectiva que se asumiera, no sólo resultaba ética y jurídicamente legítimo que el pueblo se defendiera contra la criminal agresión de que era permanentemente víctima, e intentara el derrocamiento de ese régimen, mediante el ejercicio del legítimo derecho de rebelión contra la opresión, sino que ello correspondía a la experiencia y tradición chilena, tanto si se remontaba al pueblo mapuche como al conquistador español.

Como ha ocurrido con todos los derechos que han ido ampliando las libertades humanas, el de rebelión es también fruto de la larga lucha de los hombres oprimidos en busca de su liberación. Al igual que todos, surge primero en la realidad, en el enfrentamiento material contra el tirano, luego es recogido por algunos pensadores, para sólo más tarde materializarse en textos de contenido jurídico.

En la historia de la humanidad las manifestaciones concretas contra el gobierno dictatorial o tiránico son infinitas, y de ello tenemos constancias desde las rebeliones esclavas en adelante, hasta nuestros días.

En cuanto a la idea, ella es prácticamente universal. Se encuentra desde muy temprano en las más variadas culturas. Así por ejemplo, en Grecia, ya Platón, tratando de la tiranía, expone el derecho del pueblo a luchar contra el tirano y a defenderse de la injusticia. En Roma, Cicerón propone expulsar a los seres que con figura de hombres encubren la crueldad de las bestias, y asegura que la más bella de las acciones es matar a un tirano. En China, tratan el tema Confucio y con mayor claridad su discípulo Mencio, quien, junto con declarar el carácter corruptible del poder, muestran la justicia de una rebelión que precisamente ayude a deponer al rey despótico y a reemplazarlo por un príncipe virtuoso. En el pensamiento cristiano numerosos autores han desarrollado el tema, destacando San Isidoro de Sevilla y Tomás de Aquino en la escolástica medieval. Este último es uno de los que con más detención estructura el ejercicio de este derecho, y dada su importancia en el pensamiento católico, su influencia, también en esta materia, aparece como decisiva en muchos momentos. (Si no resultara patético, recordaríamos como anecdótico que la Junta de Gobierno justificó el golpe de estado contra el gobierno legítimo de Allende precisamente en el derecho de rebelión, en los términos exigidos por Tomás de Aquino (bandos 1, y sobre todo 5).

La lista es larguísima. Sólo por referirnos a los más cercanos, recordemos que en el pensamiento español encontramos una extensa tradición en defensa del derecho de rebelión, que no sólo se refleja en pensadores como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Juan de Mariana, Luis de Molina, Pedro de Rivadeneira, Juan Márquez, Diego de Landa; sino incluso en obras del teatro clásico, como Fuenteovejuna, en la que el pueblo mata al comendador

Entre los primeros textos jurídicos que de una u otra manera consagran el derecho de rebelión, está la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, (4 de julio de 1776), que en su párrafo más famoso, aquel en que se señala como verdades evidentes que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables, más adelante agrega

 “Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno…”

Más universal aún resulta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789. En el artículo 2° de este documento se lee:

“La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescindibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”.

Así como éstas, hay numerosos documentos que, de una u otra manera, reconocen ese derecho de rebelión de los pueblos. Probablemente uno de los más importantes hasta el día de hoy lo constituye la Declaración de los Derechos Humanos suscrita por Naciones Unidas en 1948, en cuyo preámbulo se lee:

“Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremos recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”

Como ya lo señalamos, en nuestro país el ejemplo más claro en materia de ejercicio real contra la opresión la constituyen los siglos de lucha que logra el pueblo mapuche, enfrentándose primero al invasor europeo y luego al nacional.

En términos de discurso político. Ya en la primera constitución que tuvo nuestra naciente república se puede leer explícitamente que dicha constitución está “…poniendo a la vista de los hombres libres sus derechos, para que formen el justo concepto de su grandeza, y resistan toda opresión y tiranía”.

La Canción Nacional por su parte, en todas las versiones que ha tenido ha mantenido la legitimidad de la lucha contra la tiranía y la opresión. Así, enel primer texto de nuestro himno patrio, con letra de Bernardo Vera y Pintado se lee

El cadalso o la antigua cadena

Os presenta el soberbio español

Arrancad el puñal al tirano

Quebrantad ese cuello feroz.

Por su parte, el segundo texto, se dice:

Libertad, invocando tu nombre,

la chilena y altiva nación,

jura libre vivir de tiranos

y de extraña, humillante opresión.

El texto actual insiste precisamente en la lucha contra el opresor. En parte de ella se lee

Que tus libres tranquilos coronen

a las artes, la industria y la paz,

y de triunfos cantares entonen

que amedrenten al déspota audaz.

 

Un año después que se diera a conocer la política de la rebelión popular de masas, en septiembre de 1981, representantes de todos los partidos de la Unidad Popular declaran públicamente que el derecho del pueblo a rebelarse está legitimado ante el implacable empeño de la Dictadura por afianzarse mediante el terror.

El tercer elemento que define la política de rebelión popular de masas es quizás el más simple, pero a la vez el que mayor valor relejaba, la consecuencia política. Si era legítima la rebelión contra el tirano, lo consecuente era rebelarse. Y así se hizo.

Hoy, cuando nuestro pueblo una vez más se ha levantado en actos de rebeldía, esta vez contra un modelo político que lo condena a la miseria, la explotación y la opresión, y con ello ha logrado abrir nuevos caminos hacia una sociedad más justa, parece necesario recordar que ayer hubo muchos que arriesgaron su vida por la libertad y la democracia.

Honor y gloria a los combatientes que hace 35 años intentaron liberar a nuestra patria del peor criminal que ha conocido nuestra historia.


7 de septiembre de 2021

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1. Durante la Dictadura, desde el FPMR, me pidieron una pequeña colaboración para la revista que regularmente publicaban, El Rodriguista, sobre el derecho de rebelión. El trabajo, con algunas variaciones, y obviamente sin mi nombre, se publicó en dicha revista. Pero el tema había dado origen a una investigación bastante exhaustiva, para la época, y a un texto muchísimo más extenso que las dos o tres páginas que la revista permitía. El reencuentro con dichas notas, y el 35 aniversario del atentado al dictador motivaron este breve trabajo.

2. Como millones de chilenos, participé en algunas actividades dirigidas a derrocar la tiranía. Como todos, tuve miedo muchas veces. Pero más allá de las convicciones políticas, existía también un acicate para participar, la convicción que si no derrotábamos nosotros a la dictadura, serían nuestras hijas quienes estarían en las calles intentándolo. Y si había algo que verdaderamente me aterrorizaba más que caer en las garras de la tiranía, era que lo hicieran mis hijas. Estas líneas también nacieron dedicadas a ellas. Hoy siguen para Andrea, Natalia y Javiera, que desde distintas trincheras luchan por un mundo mejor. Pero además para Gaspar y Sara, mis adorables nietos, que como todos los niños del mundo, merecen un mundo mejor.



 


 

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