miércoles, 28 de abril de 2021

DANIEL JADUE Y EL FANTASMA QUE RECORRE CHILE

 


 

Fernando García Díaz

 

 

“Un fantasma recorre Europa.

El fantasma del comunismo”

K. Marx.

Manifiesto del Partido Comunista, 1848.

 

En las últimas semanas el Partido Comunista, el marxismo leninismo, su filosofía central ratificada recientemente, así como su política, sus líderes y particularmente Daniel Jadue, han sido tema de conversación, de comentarios o de análisis, y por cierto de crítica, como hacía años que no ocurría.

En verdad el Partido Comunista, el marxismo y el leninismo, como toda obra humana, están sujetas al análisis y la crítica de sus ideas o sus prácticas. Como frente a cualquier idea o hecho social, la crítica despiadada de la historia puede poner en evidencia sus debilidades, sus contradicciones, sus errores. Disciplinas como la sociología, la antropología y aún la psicología social pueden entregar opiniones muy severas sobre ideas o hechos. Por lo demás, como hija legítima del siglo de las luces, el marxismo no sólo reconoce esta realidad, sino que incluso la promueve, en la medida que lucha por la libertad de opinión y la tolerancia. (Hoy hay consenso que uno de los períodos históricos de mayor libertad de opinión en Chile se dio durante el gobierno de Allende).

Las principales perspectivas ideológicas desde las que se suele enfrentar el marxismo, provenientes desde la derecha, corresponden al pensamiento conservador religioso y político, el liberalismo económico, el nacionalismo, la doctrina social de la iglesia y el más peligroso de todos, el fascismo. También hay algunas críticas que pudieran ubicarse en la izquierda, especialmente desde el anarquismo (lo que sea que eso signifique hoy en política), y de aquel “izquierdismo” que ya Lenin denunciara en su conocida obra “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.

Pero aquí no nos queremos referir al análisis serio y fundado que legítimamente manifiesta opiniones diferentes, y que encontramos en algunos de las publicaciones de las últimas semanas. Aquí queremos referirnos a otra cosa, a una reacción, con altos grados de irracionalidad, a menudos en contra de cualquier proyecto histórico que desde sus primeras manifestaciones se proponga cambiar radicalmente las condiciones sociales de explotación, a ese discurso, que más que una crítica política es en verdad el “discurso del odio” que más males ha causado en la historia reciente de nuestro país. Después de todo, el marxismo ha sido víctima no sólo de la hostilidad, de la intolerancia, sino de ataques despiadados, mentiras grotescas, discriminaciones irracionales, y la persecución, encarcelamiento, tortura y asesinato de miles de sus militantes. A esa posición, intolerante, mentirosa, discriminadora y a menudo fuente intelectual de persecuciones, torturas o muerte, como ocurrió durante la dictadura, es a lo que llamamos propiamente anticomunismo, y que en las últimas semanas ha tomado todo tipo de formas y manifestaciones.

Dependiendo del momento político, el anticomunismo ha buscado diferentes fines, aunque todos obviamente encaminados a desprestigiarlo y hacerlo perder peso político. En algunos casos, como en la campaña del terror la idea central era desprestigiarlo, en la época de la dictadura, exterminarlo. Al igual que a fines de la dictadura, hoy la campaña central busca básicamente aislar al PC y particularmente a su candidato presidencial..

El anticomunismo de todas las épocas, y hay que recordar que incluso es anterior al marxismo, no por nada el Manifiesto Comunista empieza denunciándolo en su primer párrafo “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, presenta varias características que resultan significativas, entre ellas, la irracionalidad, la mentira, al apelar a los sentimientos, especialmente el miedo (y no a la razón).

A menudo el anticomunismo carece de fundamentos racionales, ya porque simplemente no los tiene, o lo que es lo mismo, pero con otra vestimenta, porque en un momento parece sustentarse en una idea, y al momento siguiente en otra y a veces incluso la contrario, y por el mismo autor. Así por ejemplo, no es infrecuente oír que el marxismo está muerto, (afirmación formulada innumerables veces, desde los tiempos en que Marx aún estaba vivo), que ya no tiene vigencia en ninguna parte y al minuto siguiente que es el gran responsable de ideas o hechos, de tal envergadura, que sólo son posibles porque cientos de miles de personas comparten esas ideas, o participan de esos hechos. Un buen ejemplo de ello lo han dado en nuestro país quienes, junto con enterrar el comunismo en el baúl de su historia, lo culpan del estallido social, cuando millones de personas salieron a manifestarse. Otra vertiente de esta misma situación se da en una corriente del conservadurismo cristiano más trasnochado acusa al marxismo de ser el fantasma que está detrás de lo que ellos llaman la “ideología de género”. ¡Y ni que decir de la irracionalidad que significa acusar al marxismo de ideología foránea, o anticuada, por los mismos que defienden el capitalismo, que históricamente también surge en Europa, sólo que varios siglos antes!

La mentira es probablemente uno de los recursos más frecuentes y ha sido usada en todas sus manifestaciones, incluso en algunas hoy verdaderamente no creíbles. Los más viejos por ejemplo aún recordamos como en la campaña del terror de 1964 se decía que si ganaba Allende se quemarían las iglesias, se violaría a las monjas y los niños serían quitados a sus padres y enviados a Cuba para ser adoctrinados en el marxismo. No olvidemos que la actual caricatura de “comunistas come guaguas” tiene su origen en discursos reales del anticomunismo, en que se sostenía esa afirmación como verdadera.

Una manera un poco más rebuscada de la mentira es atribuirle al comunismo una afirmación determinada o un planteamiento teórico que jamás ha sustentado, y luego destruirlo intelectualmente. Por ejemplo, circulan en las redes sociales diferentes videos en que en una clase se “demuestra” lo nefasto que éste es, poniendo a todos los alumnos la misma nota, el promedio del curso, al margen del rendimiento individual. ¡Cómo si los teóricos del socialismo hubieran escrito miles de páginas, entre ellas textos de economía complejos y profundos como El Capital, para concluir que la solución es dividir el producto interno de un país por el número de habitantes!

Como hemos señalado, el recurso al miedo es una de las mayores constantes del anticomunismo. Y la verdad tratándose de uno de uno de los sentimientos más básicos y primarios del ser humano, y por lo tanto de los menos racionales, puede resultar en más de una ocasión determinante. De hecho el miedo fue el elemento determinante en la “campaña del terror” de 1964, pero también es el elemento que está tras la idea del Chilezuela.


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Por supuesto que el anticomunismo no suele darse a propósito de nada, y si bien de manera normal siempre hay algún nivel de manifestación anticomunista en el ambiente político chileno, -basta leer los comentarios de Gonzalo Rojas (el malo) en El Mercurio, cualquier día y año- lo normal es que éste se desata cuando en el contexto político se vislumbra el surgimiento o desarrollo de una fuerza social que pone en peligro los privilegios de las oligarquías. Así por ejemplo, el anticomunismo tuvo dimensiones gigantescas para las elecciones presidenciales de 1964, cuando Allende estuvo cerca de ganar. En aquella época, y en lo que se llamó la “campaña del terror”, las oligarquías nacionales, junto a la Democracia Cristiana, unidas al gobierno norteamericano de la época, que financió y dirigió gran parte de esas campañas, hicieron todo lo imaginable y más, para evitar el triunfo de Allende. Durante el gobierno de Allende el anticomunismo, una vez más se manifestó en sus más variadas expresiones, solo que ahora fue además acompañado de acciones de sabotaje, ocultamiento de mercaderías, financiamiento de huelgas, asesinatos. etc. En la época de la dictadura cívico militar el anticomunismo se transformó en la única ideología que todas las doctrinas que apoyaban el golpe compartían, el conservadurismo religioso más arcaico, con personajes como Guzmán o Hazbún, los nacionalistas más grotescos, como Pablo Rodríguez, los liberales más furibundos, como José Piñera, o los neofascistas más declarados, como Contreras, Arellano Stark, Iturriaga Neuman, o Marcelo Moren Brito, todos coincidían en su posición anticomunista.

Hoy, el anticomunismo desatado que vemos en numerosos medios de comunicación, y en las redes sociales es reflejo de la importancia y el peso político que el Partido Comunista ha ido adquiriendo, especialmente desde el estallido social, y sobre todo, desde que la figura de su presidenciable Daniel Jadue ha empezado a ocupar los primeros lugares de la intención de voto. Todo esto nos permite concluir que el anticomunismo que hoy estamos viendo se irá intensificando a medida que se acercan las elecciones presidenciales, y siempre que la figura de Daniel Jadue se perfile como posible ganador.

 

28 de abril de 2021

 

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viernes, 2 de abril de 2021

¿INEPTOS? ¿CRIMINALES? ¿O AMBOS?

 


 

Nuevamente millones de habitantes de nuestra patria debemos encerrarnos en nuestras casas, sin poder realizar las básicas actividades de la vida diaria, trabajar, ir al colegio, ir de compras, o ir a ver a los hijos, padres, abuelos, nietos, amigos.  Nuevamente cientos de miles de grupos humanos deberán vivir hacinados, compartir las 24 horas del día en espacios de pocas decenas de metros y nuevamente millones de personas verán reducidos o simplemente desaparecidos sus ingresos básicos, aquellos que les permiten sobrevivir. Y como si fuera poco, hemos debido postergar el ejercicio democrático más importante de los últimos 30 años.

 

Y la medida del encierro tiene todo el sentido del mundo. Desde hace ya siglos, mucho antes que se conociera la existencia de los virus, o las bacterias, se sabía que había enfermedades que se contagiaban por el contacto con personas infectadas y que, en consecuencia, la reducción de la movilidad constituía una de las principales medidas para evitar la difusión del contagio.

 

Lo que si carece de sentido es que hayamos llegado a este dramático escenario como consecuencia del fracaso total y absoluto del gobierno en el control de la pandemia. Con un número de contagiados creciente, que en algunas oportunidades ha superado los 8.000 diarios, un centenar de muertos cada día, falta de camas críticas en todo el país (“se hospitaliza donde se puede y no donde se debe”, explicaba recientemente un especialista), incluso el colapso de algunas morgues,… y si a todo ello agregamos un personal de salud agotado, la situación difícilmente puede ser peor.

 

Y todo lo anterior, secuela de una falta de liderazgo total y absoluta por parte del gobierno, una comunicación de riesgo confusa y contradictoria, que “creó una falsa situación de confianza” como dijo un experto de Harvard, una trazabilidad y un aislamiento absolutamente insuficiente, unas cuarentenas irreales, un cierre de fronteras tardío, (cuando ya las nuevas cepas del Covid 19 estaban en nuestro país).

 

Y es aquí donde surgen las preguntas ¿Hemos llegado a esta situación producto de un grupo de ineptos que toman decisiones sin saber lo que hacen? ¿o más grave aún, de un grupo de criminales a quienes la vida de las personas les importa poco?

Y ninguna de las dos preguntas es meramente retórica, por el contrario, la situación es demasiado grave como para quitarle seriedad y por ello ambas preguntas merecen plantearse, y al menos intentar unas respuestas.

Para efectos de precisar cuándo estamos frente a un grupo de “ineptos”, resulta suficiente con lo señalado por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.. Allí se nos dice que inepto es “No apto ni a propósito para algo”, en su primera acepción, y “Necio o incapaz” en la segunda. Ambas acepciones parecen poder aplicarse a varias de aquellas autoridades que hoy a nivel nacional toman las decisiones sobre la manera de enfrentar la pandemia.

Pero no basta con esos calificativos, cuando una conducta causa daños a la vida o la salud de las personas, y en este caso a miles de habitantes de nuestro territorio, es legítimo y necesario preguntarse si esta situación no constituye además un verdadero delito. Después de todo precisamente entre los delitos más graves tenemos el “matar a otro”.

El Derecho Penal desde hace siglos ha considerado que las conductas delictivas pueden ser resultado de una voluntad dirigida al resultado delictivo (delitos dolosos) o dirigida hacia un objetivo no relevante, pero con una conducta ejecutada con tal falta del debido cuidado (imprudencia, negligencia, ignorancia) que se produce un desvío del curso causal perseguido, produciéndose un resultado dañino, especialmente sobre la vida o la salud de las personas, ((“cuasidelitos”, en un lenguaje tradicional, “delitos culposos”, en un lenguaje más actualizado)..

Hoy el razonamiento general es que en una sociedad compleja, como la nuestra, existen innumerables conductas que generan riesgo. (Basta pensar en realizar una instalación eléctrica, conducir un vehículo motorizado, efectuar una cirugía, pilotar un barco, o un avión, o simplemente construir un edificio, dar un paseo en bote, o simplemente cambiar una ampolleta). Ahora bien, las conductas riesgosas jurídicamente se justifican en la medida que los beneficios que ellas reportan son mayores que los riesgos que provocan. Así por ejemplo, aun sabiendo que cada año hay cientos de muertos y heridos en accidentes de tránsito, a nadie se le ha ocurrido prohibir el uso de los vehículos motorizados. Pero el que dichas conductas se acepten jurídicamente no significa que se pueden ejecutar de cualquier forma. Por el contrario, ellas requieren para su legitimidad jurídica, ser realizadas con el “cuidado debido”.

Pues bien, el Derecho Penal chileno sanciona como delito conductas que se realizan, “sin el debido cuidad”, y atentan “contra las personas” (vida y salud). En este sentido es ejemplificador el artículo 490 del Código Penal que señala textualmente “El que por imprudencia temeraria ejecutare un hecho que, si mediara malicia, constituiría un crimen o un simple delito contra las personas, será penado…”, y por si quedara dudas, el artículo 492 dice “El médico, cirujano,… que causare mal a las personas por negligencia culpable en el desempeño de su profesión, incurrirá respectivamente en las penas del artículo anterior”.

Aclarado lo anterior, la pregunta precisa es saber si las conductas realizadas por nuestras autoridades en relación con el control de la pandemia han sido ejecutadas con el debido cuidado, o por el contrario, lo han sido con “imprudencia temeraria”. Para evaluar esto podemos considerar dos elementos. Por una lado la realidad que vivimos, la peor que hemos tenido durante toda la pandemia, por otro, la información que se tenía y debían conocer y aplicar las autoridades. Y aquí basta recordar que la experiencia internacional, los especialistas nacionales más reconocidos, así como el Colegio Médico y las sociedades científicas, indicaron desde siempre un camino distinto. Pero la soberbia por un lado y el privilegiar la economía y especialmente el modelo neoliberal por otro, han permitido que nuestras autoridades nos hayan llevado al horror que hoy padecemos. Y el horror ha sido demasiado y debe tener su costo. No es posible que los responsables de miles de contagios y de muertes, del sufrimiento de millones de personas, que se pudieron haber evitado, o al menos sobrellevado de manera más digna, queden en la impunidad. Paris debe asumir sus responsabilidades, pero el responsable mayor es Piñera y ambos deben pagar política y penalmente por ello.

Santiago 2 de abril de 2021

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