A mediados de 1847, en su primer Congreso, la Liga de los Justicieros,
separada hacía ya más de una década de la Liga de los Proscritos, cambió de
nombre, transformándose en la Liga de los Comunistas, a propuesta de sus nuevos
integrantes, dos jóvenes de origen alemán, Carlos Marx (1818), y Federico
Engels (1820). Organización política, internacional, clandestina, integrada
esencialmente por trabajadores, en noviembre del mismo año, en el Congreso
celebrado en Londres, encargaba a sus recientemente incorporados nuevos integrantes,
la redacción de un programa detallado, que diera cuenta de los aspectos
teóricos y prácticos, y que tenía como destino, su publicación en varios
idiomas.
Ese es, en resumida síntesis, el origen directo del panfleto político
más importante que se haya escrito en la humanidad, el Manifiesto del Partido
Comunista.
Sesenta y cuatro años después, esto es, hoy hace 108 años, en un lejano
y aislado país del continente americano, el 4 de junio de 1912, un grupo de
poco más de 25 trabajadores del salitre, fundaba en Iquique el Partido Obrero
Socialista (POS), que algunos años más tarde, el 2 de enero de 1922, pasaría a
llamarse Partido Comunista de Chile (PCCH), y a asumir el nombre y las ideas
que se habían proclamado ese febrero de 1848 bajo el título de “Manifiesto del
Partido Comunista”.
El Partido Comunista de Chile, como muchos Partidos Comunistas del mundo
“libre”, ha experimentado la persecución, la represión, la tortura y el
asesinato de miles de sus miembros. La dictadura de Ibañez, la represión del
traidor González Videla y por supuesto la del peor criminal de la historia de
Chile, Pinochet. Tal ha sido la persecución, que de los 108 años que cumple, al
menos 30 los ha pasado en la ilegalidad. Como pocos, ha debido soportar un
anticomunismo enfermizo, incluso desde antes que se constituyera en Chile, liderado
en el siglo XIX por la Iglesia y los conservadores, agregándose en el siglo XX sectores
liberales y de la Democracia Cristiana, cuya “campaña del terror”, financiada y
dirigida desde Estados Unidos, en 1964, tuvo características internacionales, y
aún hoy es motivo de estudio.
Como pocos partidos de ideología marxista, ha debido leer su epitafio
muchas veces, pues en múltiples ocasiones se le ha declarado muerto. En algunos
casos ligado al “entierro” del marxismo a nivel internacional, como en la década
del 50 con las denuncias contra Stalin, o más tarde con la “muerte de las
ideologías”, el “fin de la historia” y otras perlas de la ideología
capitalista. En otros casos su epitafio lo han creído escribir en nuestro
propio país, ya sea cuando han dictado leyes pretendido “defender
permanentemente la democracia” o “extirpar el cáncer marxista”.
Con 108 años de vida, tiene una larga y apasionante historia, marcada
por avances, retrocesos, aciertos, desaciertos, alegrías y tragedias. Durante
este tiempo, el Partido Comunista de Chile ha sido parte indisoluble y
significativa de la historia de Chile. Y decimos indisoluble y significativa,
porque no es parte como un apéndice, un agregado, sino que se integra de tal manera
en la historia del país, que dicha historia resulta absolutamente
incomprensible si se deja de lado su presencia. Allí están, por recordar sólo
algunos hechos, su lucha exitosa por constituir el Frente Popular, y el triunfo
posterior con Aguirre Cerda, el período de la Ley Maldita, la estructuración de
la Central Única de Trabajadores, el camino hacia la unidad de la izquierda y
la victoria del pueblo, el glorioso triunfo de la Unidad Popular, su heroica
lucha contra la dictadura, entre otras. Y ni que hablar de su rol en la
cultura. Comunistas han sido, entre otros, Pablo Neruda, Francisco Coloanne, Víctor
Jara, Rolando Alarcón, Patricio Mans, Ángel Parra, Hernán Ramírez Necochea,
Fernando Ortiz, Patricio Bunster, Joan
Jara, Alejandro Lipchus, José Balmes, Gracia Barros, Valentín Trujillo, Manuel
Riesco, Isidora Aguirre, Sergio Buschman, Roberto Matta, Volodia Teitelboin, Nicanor
Parra, Raúl Zurita, Richard Rojas, Roberto Parada, María Maluenda, Miguel Lawner, Alejandro “Mono” González, Alfonso Ruiz “Pajarito”,
Hugo Fazzio Rigazzi, Iván Ljuvetic Vargas y decenas más.
Pero lo que hoy más llama la atención, especialmente a sus múltiples enterradores,
es su asombrosa vitalidad. Prácticamente
único en el mundo occidental, no sólo porque mantiene su nombre, sus símbolos,
su historia, y se siente orgulloso de ello, sino que además porque tiene una
presencia significativa en el mundo político y social del país. Más aún, en los
últimos años ha experimentado un crecimiento en su representación parlamentaria,
posee el mayor número de militantes que ningún otro partido, mantiene la
presidencia de la principal central de trabajadores del país, la CUT, una
presencia significativa en la asociación nacional de empleados públicos, ANEF, en
colegios profesionales y en innumerables centros de alumnos de universidades,
centros de formación técnica y liceos. Y hoy, cuando nuestro país sufre los embates
de una pandemia, y de un gobierno inepto, indolente y mentiroso, los comunistas
están en las primeras líneas en las poblaciones organizando ollas comunes,
promoviendo una campaña en que el pueblo ayuda al pueblo, o en el parlamento exigiendo
se bajen los sueldos los parlamentarios, nuevos impuestos a los super ricos, en
definitiva, siempre junto al pueblo.
En Defensa de Bárbara Figueroa
En Defensa de Bárbara Figueroa
Esta vitalidad para algunos es tan excepcional y de tal importancia, que
su historia reciente y lejana ha sido motivo de estudio e investigación en las
últimas décadas, como no ha ocurrido con ningún otro partido político nacional,
no sólo desde dentro de nuestro país, sino también desde el extranjero. Decenas
de artículos y libros se han escrito en las últimas décadas sobre el Partido
Comunista de Chile. Y desde muy diversas perspectivas políticas. (No deja de
ser significativo por ejemplo que el libro “El Partido Comunista de Chile. Una
historia presente”, en el que escriben unos 15 autores, y que lleva ya dos
ediciones, haya contado con el apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO-Chile), el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad
de Santiago de Chile y que ambas ediciones hayan contado también con el apoyo
de la Fundación Ford).
¿Y cuáles son las razones de esta vitalidad casi juvenil, en un país
además en donde la política y los partidos políticos tienen los peores índices
de aceptación? Probablemente muchas, pero sin duda hoy vale la pena recordar
tres:
1. una ideología vigente. En verdad todas las
muertes anunciadas del marxismo han sido inútiles. Éste se sigue estudiando en
el mundo, sus textos se siguen publicando, los más lúcidos intelectuales del
capitalismo siguen buscando en él explicaciones de sus sucesivas crisis, y en
muchos países, incluido el nuestro, millones de personas se inspiran en él para
construir un a sociedad más humana.
2. una línea política de masas, consecuente,
responsable y flexible, siempre al lado de los trabajadores, caracterizada por la
búsqueda permanente de una amplia alianza de clases, una lucha incesante contra
el imperialismo, el liberalismo y los grandes monopolios, que ha sido capaz de
adaptarse a las diferentes circunstancias vividas por el país.
3. Y hoy, más importante que nunca, cuando
recordamos que no hay un solo dirigente comunista que haya sido siquiera imputado
por corrupción, una honestidad como no la tiene otro partido en la historia chilena
reciente.
a
Villa Alegre, 4 de junio de 2020
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