En
las últimas semanas han arreciado las críticas contra Bárbara Figueroa. Tanto
en los medios de comunicación como en las redes sociales, hemos visto
comentarios que claramente buscan enlodar su imagen.
Bárbara
es dirigente sindical, militante política y claramente una figura pública, que
razonablemente puede, y debe ser observada y criticada sin temor. Más aún, no
sólo es legítimo hacerlo, sino para muchos que tienen responsabilidades de
diferente naturaleza, como los periodistas, por ejemplo, una verdadera
obligación. Pero ese no es el problema. Las críticas a Bárbara han sido
mayoritariamente en los últimos tiempos desde la ignorancia sobre lo que
verdaderamente ha hecho la CUT, desde la mala fe y en muchos casos desde la más
absoluta irracionalidad (como aquellos que olvidan de quien son los medios de
comunicación que nada dicen sobre lo que hace la CUT).
En
principio esto no debiera extrañar a nadie. Bárbara reúne todas las condiciones
para desatar contra ella los peores calificativos, es una alta dirigente
sindical, habla bien y sabe de lo que habla, es mujer; pero por sobre todo, es
comunista.
Quizás
la único que podría llamar la atención es que muchas críticas vienen de gente
que se autodefine como de izquierda, o al menos progresista, pero tampoco debe extrañarnos.
El anticomunismo, elemento esencial de las críticas, se ha dado, y se da, en
nuestro país, en todo el espectro político. En verdad nada hay más “barato”
políticamente que ser anticomunista, a veces podría decirse que no tiene costo.
Y se puede ser anticomunista desde la extrema derecha, hasta la extrema izquierda,
… y casi con los mismos argumentos. Por lo demás así ha sido desde que se
inventó en nuestro país “la amenaza roja”, hace más de 100 años.
Y
si las críticas no hacen mella en el extranjero, y la premian por abrir el
camino a las mujeres en el movimiento sindical, por ser la primera mujer que ha
ocupado la presidencia de la CUT en toda su historia, por el coraje que ha
demostrado no obstante ser perseguida y vigilada por el servicio de
inteligencia del país, por haber organizado, junto con otras organizaciones,
jornadas de protesta el otoño pasado, … se equivocaron los que la premiaron. Los
encargados de conferir el Premio Internacional Arthur Stevensson de Derechos
Sindicales son tan ignorantes, tan ingenuos, tan básicos, que se han engañado
solos o se han dejado engañar. En verdad los pobres no saben cuál ha sido el
“verdadero” papel de Bárbara, que evidentemente no es para premiarla.
Por
su puesto que uno podría señalar al mundo progresista que el enemigo es otro, que
hoy más que nunca resulta imprescindible fortalecer al movimiento sindical, no
debilitarlo, reunir fuerzas y golpear todos juntos a un gobierno cruel,
ineficiente, provocador, que miente de forma patológica sobre la realidad de
nuestro sistema de salud, que no duda en arriesgar a nuestros niños, a los
trabajadores, a los ancianos y al pueblo en general, para no perjudicar a los
empresarios, pero la verdad es que para algunos entender eso resulta muy
difícil.
Estimada
compañera, (y conste que no la conozco, más allá de haberla visto a lo lejos en
alguna manifestación), no es fácil ser Presidente de la CUT, no es fácil ser
mujer, no es fácil ser comunista,… pero eso tú lo sabías. La lucha por un mundo
que otorgue igualdad a las mujeres, que termine con la explotación de los
trabajadores, que otorgue pensiones justas a nuestros ancianos, educación
gratuita y de calidad a nuestros niños, en definitiva, un mundo donde la
dignidad sea costumbre, requiere personas como tú. Estamos contigo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario