En
las últimas semanas hemos visto esfuerzos denodados de los cómplices civiles de
la dictadura, por otorgar mayores espacios de impunidad, a aquellos de sus antiguos
socios, que luego de décadas de falta de castigo, hoy cumplen alguna pena en Punta
Peuco.
En
verdad existen diversos argumentos para que, quienes cometieron crímenes
imprescriptibles, en el lenguaje de Naciones Unidas, no vean en la práctica
precisamente “prescrita” su sanción y salgan a gozar de unas condiciones que no
merecen.
Recordemos
de partida que ya son unos privilegiados, que están en un recinto penal como no
hay otro en el país, tanto desde el punto de vista de las comodidades
ordinarias, como de las posibilidades de enfrentar mejor los riesgos de
contagio. Pero no es eso lo relevante. Y es que a veces, al hablar de estos
delincuentes, olvidamos la naturaleza de los crímenes que cometieron.
“Crímenes
de lesa humanidad”, (CLH), llama la doctrina y el derecho penal internacional,
a los peores delitos que es posible imaginar. Y ello porque se reúnen en ese
tipo de delitos diversos elementos que los hacen especialmente despreciables.
Entre otros, los siguientes:
En
primer lugar, la bestialidad propia de las diferentes conductas realizadas. Las
torturas, las violaciones masivas, los homicidios, las desapariciones forzadas,
manifestaron tal nivel de maldad, provocaron tal nivel de sufrimiento, como no
se había conocido nunca en nuestro país, que hoy resulta incluso difícil
recordar para quienes tuvimos alguna aproximación directa a ellas. No hay, en la historia de nuestro país, ni siquiera en la historia criminal de Chile algo parecido a lo que realizaron esos delincuentes. Ni el peor delincuente de nuestra historia, se acerca a lo que estos criminales realizaron.
En
segundo lugar, y si esos delitos pueden estimarse igualmente repulsivos si los
cometieran delincuentes comunes, aquí se agravan aún más, porque se cometen por
agentes del Estado, (o actores en condiciones de actuar como Estado también, en
doctrina). Es decir, empleados del Estado que utilizaron precisamente todo el
poder de éste para cometerlos, cuando su función era precisamente la contraria,
proteger a los ciudadanos. (No deja de ser una patética ironía que la constitución
del dictador responsable de estos crímenes, en su artículo primero señale “El
Estado está al servicio de la persona humana…).
Un
tercer elemento, es que estos delitos se dan en un contexto general de
impunidad, que en nuestro país tuvo incluso el amparo de la Corte Suprema, y
que en la práctica significó, prácticamente para todos los delincuentes que hoy
piden piedad, que antes de ser detenidos, pasaran décadas en libertad, que las
penas a las que fueran condenados fueran muchísimo menores que las que
efectivamente les correspondía, y que así y todo muchos ni siquiera las puedan
cumplir.
Atendido
estos antecedentes, en general comunes a los CLH, no es casualidad que se
estime que ellos agravian no sólo a las víctimas directas, a las comunidades a
las que pertenecen, sino a todos los seres humanos. Se trata, como su nombre lo
indica, delitos de lesa humanidad, en donde la expresión “lesa”, que viene
del latín, se puede traducir como “daño”, y éste es, precisamente, una daño a toda la humanidad.
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A
esta situación podemos agregar, en nuestro país, la falta absoluta de
arrepentimiento que han mostrado, así como el silencio que han guardado para
esclarecer precisamente los crímenes que cometieron o el lugar en que están los
cuerpos de los detenidos desaparecidos. Es decir, han carecido de la más
elemental humanidad.
La
impunidad de estos delitos, cualquiera sea el mecanismo con que se quiera
presentar, ha sido definida como una clara desvalorización de los Derechos
Humanos y condenada reiteradamente por documentos y organismos como el Estatuto
de Roma, la Convención contra la Tortura, o la Corte Interamericana de
Justicia.
Luchar
por que no haya impunidad para los Crímenes de Lesa Humanidad, cometidos por los
delincuentes que hoy están en Punta Peuco, es luchar por los derechos humanos, por la justicia, y una responsabilidad que tenemos
con nosotros mismos, con la historia, y con toda la humanidad.
NO
A LA IMPUNIDAD
Fernando
García Díaz,
Villa Alegre, 8 de abril de 2020
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