viernes, 1 de septiembre de 2023

ESTA VEZ, YO NO ESTARÉ ALLÍ. A 50 años del golpe de Estado

 

Desde hace más de una década, los días 11 de septiembre de cada año, mi compañera, mis hijas, y mis nietos en los últimos años, concurrimos al Estadio Nacional. En una práctica que hoy ya parece una especia de ritual, ponemos velas en su entrada, visitamos la escotilla que aún mantiene las condiciones que tenía todo el estadio en 1973, y luego miramos y fotografiamos como corren los nietos libremente por los distintos espacios de ese recinto deportivo. Es una de nuestras maneras de rememorar a quienes pasaron por allí, o por otros recintos aún peores, víctimas de una dictadura criminal.

Pero este año no lo haré, no estaré allí. Mis hijas me pidieron que los días cercanos al 11 estuviera fuera, y yo accedí.

Fui detenido el 11 de septiembre del 73, recién cumplidos 19 años. Durante más de 4 meses pasé por el Blindado N°2, el Estadio Chile, el Estadio Nacional, las bodegas del barco Andalien, el campo de concentración de Chacabuco, y luego nuevamente en el Estadio Chile, desde donde salí en “libertad”. Fui detenido producto de una denuncia de una vecina de la casa en donde me detuvieron. Más tarde sería denunciado por un ex compañero de colegio ante los esbirros de la Dina y Colonia Dignidad, (mi ficha hoy es parte de ese archivo). Como muchos, no me fui del país. Pasé el resto de la dictadura aquí en Chile, sin poder opinar libremente, desconfiando de todo aquel a quien no conocía. Y 5 brutales años en una universidad, la Católica, (de la Chile me habían echado), en donde no sólo me enseñaron que “el error no tiene derecho”, y por cierto yo estaba en el error y ellos en la verdad, sino que además los “upelientos” éramos frecuentemente denostados, calumniados y ofendidos gratuitamente, por supuesto sin el más mínimo derecho a responder. (De “mal nacidos” nos trató en una oportunidad Sergio Gaete, el decano de la Escuela, que más tarde fue Ministro de Educación de Pinochet). Y cuando en una oportunidad observé a mi profesor de Derecho del Trabajo que lo que decía de Marx era exactamente lo contrario de lo que el autor sostenía, me pasé semanas sintiendo que ello me podía haber delatado y significar la detención, la tortura, la desaparición o la muerte. Después de todo hubo al menos 28 asesinados o desaparecidos entre alumnos y docentes de la U Católica.

Y así fueron 17 años, entre la obligación del silencio, el miedo a ser detenido nuevamente por la dictadura y la convicción profunda de tener que luchar contra ella, y la motivación, también profunda, que si no la derrotábamos nosotros, serían nuestras hijas las que estarían en la calle luchando por la libertad.

Durante más de 20 años creí sinceramente que todo el horror que me tocó vivir, y claramente no fui el prisionero más torturado, ni el que pasó mayor tiempo preso, ni el que vivió esos años en las peores condiciones, no había dejado mayores huellas en mí. Casi como curiosidad, contaba que producto de todo lo pasado, sólo no podía “comer garbanzos”. Si, “comer garbanzos”, y me duró más de 20 años. Y es que en el Estadio Nacional, en un momento en que el hambre era brutal, y mientras una comisión de la Cruz Roja Internacional nos visitaba, y La prensa nos filmaba, nos dieron a comer garbanzos “con carne”…, sólo que la carne estaba podrida. Y yo intenté comerlos…

Y luego vino la realidad. El horror siempre deja huellas, al menos en mí.

Noches de desvelo, y pensamientos recurrentes sobre los golpes, la tortura y la muerte, que aún aparecen, no eran sólo eso. Recordar a Luis Alberto Corvalán o a Ociel Nuñez, volver de los interrogatorios en una frazada sujeta por cuatro compañeros, pues luego de las torturas no podían siquiera caminar, no eran sólo recuerdos. Haber visto el signo de la Unidad Popular hecho en la espalda de un prisionero con un yatagán, tampoco. ¿Y qué decir del encapuchado del Estadio, entregando compañeros a la tortura y la muerte? ¿O que de los militantes de mi base (célula) de las Juventudes Comunistas de Sociología, 2 fueron asesinados, 4 al exilio? ¿Cómo olvidar 40 horas en el suelo, "de guata", con las manos en la nuca, mientras los valientes soldados caminaban sobre nosotros, y luego nos obligaban a levantar los brazos para robarnos anillos y relojes? ¿O la conversación con Littré Quiroga poco antes de que lo asesinaran, y sabiendo él que eso le iba a suceder?

Más allá de eso, o tal vez por eso mismo, he tenido episodios de somatización severos, diagnosticados como “estrés post traumático”. Primero fue una colitis ulcerosa, que me tuvo más de una década en tratamiento farmacológico diario, (y con exámenes regulares para detectar un eventual cáncer de Cólon), y varios meses con tratamiento psiquiátrico, con una especialista en violaciones a los derechos humanos. Luego han venido diferentes episodios.

Hace 10 años, a propósito de los 40 años del golpe, concurrí al campo de concentración de Chacabuco junto a mi familia y decenas de expresos políticos. Pretendía reencontrarme con ex compañeros de prisión y de alguna manera “cerrar un ciclo”. Una semana después ingresé de urgencia a la clínica, por un presunto derrame cerebral. No lo era. Era, “sólo” una amnesia temporal, que me tuvo más de 10 horas sin reconocer a mi familia, sin saber dónde estaba, y hablando incoherencias.

Lo último, un problema cardíaco que me tuvo 4 días hospitalizado, con exámenes invasivos en el pabellón de cirugía, para que el diagnóstico se repitiera, esta vez, nada al corazón, “solo” somatización por estrés post traumático.

En este último caso, y al momento de darme el alta, el médico, que conoció mi ficha, me señaló: “Todas estas somatizaciones son avisos. No hay ninguna seguridad que la próxima también lo sea”.

El próximo 11 de septiembre irán mis hijas y mis nietos al Estadio Nacional.

Pero esta vez, yo no estaré allí.

 

 

Fernando García Díaz

 

Santiago, septiembre de 2023.

lunes, 26 de junio de 2023

ALLENDE, MUCHÍSIMO MÁS QUE UN MITO En el 115 aniversario de su nacimiento

 

 

A casi 50 años del golpe cívico-militar, la derecha ha intensificado sus esfuerzos por derribar, o al menos disminuir, la imagen mundialmente gigante de Salvador Allende. En verdad se trata de un esfuerzo sostenido de más de 60 años, que se incrementa o disminuye, según los tiempos políticos de nuestro país, pero que durante más de 6 décadas nunca ha desaparecido. Y sólo por recordar algunos momentos álgidos de esta empresa, mencionemos la escandalosa campaña del terror del 64, financiada por la CIA como se ha comprobado después, que, en plena guerra fría, lo solía presentar como un títere soviético, o un comunista disfrazado, o la llevada a cabo durante todo el gobierno de la Unidad Popular, especialmente por varios pasquines de esa época cuyo nombre no vale la pena siquiera recordar, en las que se le solía representar como un ebrio permanente, o la llevada a cabo inmediatamente después del golpe por la dictadura criminal que se instauraba, en la que se le intentaba presentar como un vividor.

Hoy hay miles de páginas, escritas por autores de todo el espectro político, que nos hablan de su biografía, su pensamiento político, sus características psicológicas, sus relaciones con su partido, con la masonería, con las diferentes fuerzas políticas que lo apoyaron, sus discursos en el parlamento, incluso sobre las miles de caricaturas que sobre él se hicieron. Y su figura, lejos de perder fuerza, sigue creciendo. Calles, hospitales, monumentos, colegios, bibliotecas, escuelas de medicina, y hasta terminales de buses llevan su nombre, inmortalizando su figura en los 5 continentes.

Hoy, precisamente hoy, el día de su natalicio, en la Sala A1 del Centro Cultural Gabriela Mistral, edificio diseñado en récord y construido en sólo 275 días durante su gobierno, para celebrar allí la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas en Comercio y Desarrollo (conocida por su sigla en inglés UNCTAD III), se llevará a cabo el lanzamiento del libro “Chicho”, en donde más de 150 artistas plásticos y gráficos, de Chile y el mundo, rinden homenaje a la figura de Allende. Recientemente, este 22 de junio, la Asamblea General de la OEA aprobó una resolución que junto con “Tomar consciencia de los 50 años del golpe de Estado en Chile como una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con los valores democráticos, incluyendo la democracia representativa, la justicia social, los derechos humanos y las libertades personales”, pedía “Considerar favorablemente la solicitud del Gobierno de Chile para un apropiado reconocimiento al ex Presidente de Chile, Salvador Allende Gossens, en los mismos términos que se han aplicado a las figuras históricas del hemisferio que son honradas en la sede de la Organización”. Y en esa sede se honran figuras como Simón Bolivar y Eloy Alfaro, entre otras.

Pero nada de eso hace mella en nuestra derecha, y acentuado esto por el dolor de no tener a nadie cuya imagen se acerque siquiera a los talones de la del presidente mártir, los esfuerzos por desdibujar su imagen, se acentúan. Entre todos esos, en los últimos tiempos destaca uno en el que han insistido. La actual imagen de Allende sería sólo un “mito”, una especie de falsificación histórica, que únicamente surge por las condiciones de su muerte trágica en La Moneda. Y como lógica consecuencia de ello, agregan, es necesaria dar una mirada “objetiva” a dicha figura, para conocer verdaderamente quién era Salvador Allende (y claro está, la imagen “objetiva” es la que presentan ellos).

Por supuesto que la figura de Allende se acrecentó con su ejemplo de valor y entrega por su pueblo el 11 de septiembre en La Moneda, pero ella ya venía gigante. Para descartar la idea que la figura de Allende surge potente e inmortal sólo con su muerte, bastaría recordar que cuando en 1972 entró a la sala de la Asamblea de las Naciones Unidas para dar su discurso, se produjo un aplauso espontáneo y los delegados de todo el mundo se pusieron de pie para continuar aplaudiéndolo, cosa completamente excepcional. Y cuando terminó su memorable exposición, fue nuevamente largamente ovacionado, también de pié. (Algo similar sólo se produjo años más tarde cuando intervino Nelson Mandela, luego de su liberación).

Y si, efectivamente Allende es hoy una figura mítica, pero esta vez en cuanto la palabra mito se refiere a “Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima”, una de las alternativas que al respecto entrega el diccionario de la lengua de la RAE. Y ello es la justa consecuencia de una vida entera entregada a las luchas de su pueblo.

Recordemos para empezar que Allende era parte de una familia de clase acomodada, con una inteligencia brillante, y un título de médico cirujano que le habría permitido ser un triunfador probablemente en el ámbito que se lo propusiera. Y en esas condiciones, eligió dedicarse, desde la política, a la lucha por mejorar las condiciones de vida y la dignidad de millones de trabajadores en nuestro país, a la búsqueda de una sociedad socialista. Fue dirigente estudiantil en la Universidad, de Chile, fundador del Partido Socialista, diputado y ministro de salud cuando bordeaba los 30 años, y analizó los determinantes sociales de la salud cuando el término ni siquiera existía.  Luego senador, candidato a presidente 4 veces y el presidente de Chile más conocido y querido en el mundo. Fue también perseguido, estuvo preso y fue golpeado en mitines populares.

Su imagen es resultado de no sólo de una vida entera, sin claudicaciones, dedicada a las luchas sociales por su pueblo, sino a la visión preclara, del estadista que desde muy temprano se empezó a forjar

La universalidad de su lucha, tanto en lo que se refiere a bregar por mejores condiciones de vida y la dignidad de los hombres, como a su solidaridad con los distintos pueblos y movimientos que así lo hacían, es también un factor importante para hacer su figura universal. La solidaridad de Allende estuvo presente con el heroico pueblo de Viet Nam, con la Cuba también agredida por el imperialismo norteamericano, y con todos los movimientos sociales y revolucionarios que luchaban por un mundo mejor.

Su oratoria brillante es todavía proverbial. Su discurso al conocerse los resultados de la elección presidencial de 1970, o el ya referido de las N.U., el de la U. de México a los estudiantes, sus últimas palabras el 11 de septiembre, son piezas de oratoria como no hemos conocido otras en la historia política de nuestro país.

Hoy, cuando el país se estremece con la corrupción que azota diversas instituciones públicas, y son miles de millones de pesos los perdidos, que podrían estar ayudando a dar una vida más digna a miles de ciudadanos y el individualismo arrecia en todas las esferas, la figura de Allende, no sólo honesto, sino incuestionablemente honesto y solidario, se agiganta aún más.

Entrega, esfuerzo, consecuencia, honestidad, son valores que la figura de Salvador Allende sigue irradiando a Chile y el mundo.

HONOR Y GLORIA ETERNA AL PRESIDENTE MARTIR

Santiago 26 de junio de 2023

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lunes, 12 de junio de 2023

¿APROBAR O RECHAZAR? ¿QUÉ HACER FRENTE A LA “NUEVA CONSTITUCIÓN”?

 


 

Hace tan sólo unos días se instaló el Consejo Constitucional, organismo que deberá dar la redacción final al proyecto de constitución que, sometido a un plebiscito popular, deberemos aprobar o rechazar. Por supuesto que no tenemos el texto definitivo que será sometido a la consulta popular, pero, aun así, hay personas que ya manifiestan una decisión. Una reciente encuesta Cadem incluso nos dice que el 51% tiene una intención de voto de “Rechazo” (10.06.2023). En lo esencial, nos parece que hay varios elementos que ya han llevado a algunos a definir su postura.

El primero fue sin duda el masivo rechazo al proyecto anterior, elaborado por Comisión Constituyente y sometido a plebiscito el 4 de septiembre del año pasado. Conocidos los resultados, surgieron los primeros llamados a rechazar lo que viniera.

El segundo elemento que empieza a marcar nuevamente una opción lo constituye el “Acuerdo por Chile”, adoptado el 2 de diciembre de 2022, repudiado desde un comienzo por algunos por la forma (sería un ejemplo de la “cocina” política) y luego por el texto acordado. Allí se establecieron12 Bases Constitucionales que debería contener, al menos, el proyecto de reforma constitucional, y tres órganos que intervendrían, el Consejo Constitucional, cuya función  primordial sería únicamente discutir y aprobar una propuesta de texto de nueva Constitución, elaborada ésta como anteproyecto, por una Comisión Experta, y por último, un Comité Técnico de Admisibilidad, cuya tarea será la revisión de las normas aprobadas en las distintas instancias que se presenten en la Comisión Experta y/o el Consejo Constitucional, a fin de determinar una eventual inadmisibilidad de éstas cuando sean contrarias a las bases institucionales establecidas. Algunos encontraron aquí la garantía de que lo que viniera estaría “bien hecho”, que los expertos asegurarían seriedad y seguridad, y otros, unos límites inadmisibles al ejercicio de la soberanía popular.

El tercer elemento lo constituyó el resultado desastroso para las fuerzas progresistas y de izquierda en el proceso de elección de los constituyentes y un éxito abismante del Partido Republicano, de extrema derecha, cuyos miembros se habían manifestado partidarios de mantener la constitución del dictador y por lo mismo contrarios a cualquier cambio.

El último elemento hasta aquí que debiera incidir en una decisión, lo constituye el texto elaborado por la Comisión de Expertos y entregado recientemente al Consejo Constitucional para su revisión y modificación. Sus contenidos en todo caso, son esencialmente desconocido para la gran mayoría de los chilenos.

En lo que a nosotros se refiere, estamos en ese 38% que votó por aprobar el proyecto de constitución anterior, no nos gustó el Acuerdo por Chile, ni en su forma ni en sus contenidos, no nos gustó la idea de establecer previamente límites al ejercicio de la soberanía popular, tampoco nos gustó la existencia de una “Comisión de Expertos” encargada de proponer un texto sobre el que trabajar, lloramos de pena por los resultados de la elección del Consejo Constituyente que dio el abrumador triunfo a la ultraderecha, y el nuevo texto no nos satisface plenamente.

Atendido todos esto, tenemos claro que el proceso constituyente en marcha, iniciado a raíz del estallido social, y que esperábamos concluyera con profundos cambios al modelo neoliberal imperante, ha quedado clausurado. Por esta vía, y en estos tiempos, ya no podremos tener aquella constitución transformadora con que soñamos.

¿Quiere decir esto que vamos a votar rechazo en el próximo plebiscito? NO. ¿Quiere decir entonces que debemos votar apruebo, sea lo que sea lo que diga el texto propuesto? NO, claramente no.

Quiere decir que necesitamos conocer cómo se va dando el trabajo del Consejo Constitucional, y según ello el texto que se vaya definiendo. Sabemos que no será el ideal, que no será el que queríamos y que tendrá materias insuficientemente tratadas en algunos casos y en otros, disposiciones claramente cuestionables. Por ello, llegado el minuto será imprescindible analizar, si en relación con la constitución de la dictadura actualmente vigente, y desde una perspectiva política amplia, cambia significativamente la naturaleza del Estado, consagra o no de mejor manera derechos sociales, permite una mayor participación popular, asegura mejor la transparencia y probidad en el aparato del estado, la protección del medio ambiente, etc. y sólo ahí decir.

Hace sólo unas semanas, cuando llamábamos a no votar nulo, decíamos en este mismo espacio que hay al menos tres elementos que en ese momento se veían como positivos. Hoy siguen viéndose de igual manera, a pesar de todo. Así por ejemplo, derogar la constitución de la dictadura cívico militar, y más cuando conmemoramos 50 años del golpe de estado, constituye un triunfo político significativo en la lucha popular, sustituir del rol del Estado, desde el Estado “subsidiario”, que consagró la constitución del 80, a uno “social y democrático de derecho”, de la actual propuesta, aún con los límites que le impusieron, implica un enorme espacio de diferencia. También vemos algunos derechos sociales mejor consagrados. ¡No es casualidad que Rojo Edwards y otros personeros republicanos ya hayan anunciado que la intención de ellos es desmantelarla!

Mientras tanto, mientras vemos cómo se va desarrollando el proceso, no nos podemos quedar tranquilos. Por el contrario, debemos bregar intensamente por consolidar los aspectos valorables de ese nuevo texto, hacer todo lo que esté a nuestro alcance no sólo porque no experimente retrocesos, sino en lo posible por avanzar al menos en algunas materias. No tenemos que olvidar en ningún momento que este proceso, en el que sigue en marcha la decisión de cambiar esta constitución, no fue una dádiva de la derecha, ni siquiera de los partidos que dicen ubicarse en el centro, fue un triunfo del pueblo que salió a las calles, que cuestionó 30 años, y que expuso su vida y sus ojos, poniendo en jaque a los gobernantes de ese minuto y de antes. No podemos olvidar incluso que los contenidos ya alcanzados son resultado en parte importante de la presión social que ha existido sobre los diferentes temas.

Hoy, como ayer, sigue siendo tiempo de lucha, y por sobre todo, de unidad. En primer lugar, es imprescindible que todos los miembros del Consejo Constituyente que no estén al lado de la derecha actúen unitariamente, que frente a los temas centrales manifiesten una sola posición y logren aislar a la derecha. Sólo así dichas propuestas tendrán peso, y aun cuando numéricamente no puedan impedir que aprueben ciertos textos, si lo hacen sólo con los votos de su sector, deberán pagar los costos ´políticos de esas decisiones. 

El resto, quienes no estamos en el Consejo, y mientras no exista una decisión definitiva,  debemos tener la capacidad de apoyar a nuestros constituyentes, de salir a las calles, de rodear el Consejo con movilizaciones de masas, de denunciar el rol que va a jugar la derecha al interior de éste, y por sobre todo, de ir construyendo una correlación de fuerzas en todos los espacios sociales, que sea capaz de detener el avance de la extrema derecha y que en definitiva nos abra nuevamente el camino para, el 2025, ganar la elecciones presidenciales y dar continuidad al proceso de transformaciones que hemos recién empezado.

Santiago, junio de 2023

 

 

viernes, 19 de mayo de 2023

EN EL PAÍS DEL MIEDO, AHORA LAS ISAPRES

 


Oscurecido por un debate ideológico a veces racional, o al menos con esa apariencia, a menudo olvidamos que el verdadero argumento de la derecha, aquel que ha permanecido inalterable por más de un siglo, que se ha esgrimido de manera permanente, pero que ha alcanzado niveles de fuerza incontenible cuando los riesgos de pérdida de privilegios son más acuciantes, ha sido el miedo.

El miedo es, por una parte, esa emoción poderosa que la evolución fue estableciendo en los animales como mecanismo adaptativo; una manera de ponerlos en alerta, potenciar sus capacidades y permitirles responder con rapidez y eficacia, ante la percepción de un peligro, real o supuesto. El miedo, al instante, hace aumenta la presión arterial, el ritmo cardíaco, potencia los sentidos, aumenta la fuerza muscular, y aún cambia la apariencia de ciertos animales, de modo que simulan ser más grandes o más poderosos.

Pero el miedo también puede paralizar el organismo, y en los humanos, impedir o dificultar la capacidad para resolver problemas, extraer conclusiones o aprender de manera consciente. El miedo dificulta o impide todo tipo de razonamientos y especialmente el razonamiento lógico o causal, y nos puede hacer actuar de manera irracional, con tal de escapar o evitar las situaciones de riesgo, real o supuestas, que provocaron el miedo.

Y ese miedo, el que impide el razonamiento, ha sido el factor político más presente en la derecha chilena desde hace más de 100 años, ya como motivador de sus propias decisiones, ya como efecto a infundir en los contrarios. El miedo a la modernidad fue la principal motivación de la derecha conservador en los siglos XIX y principios del XX, contra la derecha liberal. Trasmitido especialmente desde una Iglesia que era capaz de condenar la libertad de pensamiento, de culto, de imprenta y de consciencia, entre otras, (Sylabus de por medio) el miedo sigue siendo por ejemplo, casi el único argumento de quienes hoy inventaron una supuesta “ideología de género”, y esconden su oscurantismo moral bajo la supuesta defensa de la vida, los auto erigidos como grupos “provida”. El miedo al infierno para unos o el miedo a terminar con el modo de vida y la civilización occidental para otros. La familia se acababa si se igualaba la condición de los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, luego si se legalizaba el divorcio, y más tarde si se aprobaba el matrimonio homosexual.

El empleo político y la difusión publicitaria del miedo llegó a límites hoy inimaginables durante la “campaña del terror”, para las elecciones presidenciales del año 1964. El Mercurio, con el debido, y hoy acreditado apoyo de la CIA, lideró una campaña publicitaria en la que se anunciaba que si ganaba Allende, habría deportaciones masivas de niños a la URSS, soldados rusos en Chile, quema de iglesias, violaciones de las monjas, etc.

El miedo tiene una doble perspectiva, actúa hacia partidarios y contrarios, aunque siempre busca impedir que razonen. A los contrarios busca paralizarlos, impedir que descubran la verdad y actúen conforme a ella, a los partidarios, justificar lo injustificable, y si es necesario, transformarlos en verdaderas máquinas de la tortura y el crimen, como ha ocurrido cada vez que se ha promovido el “exterminio del cáncer marxista”. En eses sentido, la CIA fue eficientísima en su campaña en el Chile de la Unidad Popular. Muchos se creyeron la existencia de una Plan Z, y aún hay algunos que todavía sostienen que en esa época había en Chile 10.000 cubanos armados.

El miedo, primero al estallido social, “… estamos en guerra”, “un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie” y luego a una nueva constitución que en verdad terminaba para siempre con muchos de sus privilegios, fue parte fundamental de la campaña que concluyó posibilitando el rechazo a la propuesta constitucional del 2022 y recientemente el triunfo brutal de la ultraderecha. (Y con el Partido Republicano alcanzando un triunfo destacado, no hay ninguna duda de que el miedo seguirá constituyendo el arma política predilecta de la derecha. Después de todo no es más que seguir el legado de sus antepasados. Pero también el de sus ídolos. “El verdadero poder es -ni tan siquiera quiero utilizar la palabra- el miedo”, decía Donald Trump en una entrevista el 31 de marzo de 2016, cuando aún era candidato a presidente).

Aun cuando hay varios escenarios de miedo, sin duda uno de los miedos más infundidos desde la derecha, y, el más significativo de todos, … es el “miedo al comunismo”. Y así ha sido desde hace ya más de un siglo. Empezado a difundirse de manera masiva con la difusión de la encíclica Rerun Novarum, en 1891, se acrecienta con el triunfo de la revolución bolchevique en 1917, y se aplica, ya de manera sistemática en contra de Arturo Alessandri Palma en la campaña de 1920, a quien se acusa de “tendencias comunistas”, de tener “simpatía por la revolución rusa”, promover la revolución social y la lucha de clase, llegando incluso a llamarlo el “Lenin Chileno”. Desde 1922 se dirige hacia la izquierda en su conjunto, pero ahora preferentemente a través del Partido Comunista, alcanzando dimensiones especiales durante la dictadura de Ibáñez, (1927-1931), la campaña presidencial del 48, luego el período de vigencia de la Ley Maldita (1948 – 1958), la campaña presidencial de 1964 (en donde la campaña del terror financiada por la CIA alcanzó magnitudes demenciales). Durante la dictadura, el anticomunismo es el único elemento ideológico común a perspectivas tan variadas como el conservadurismo eclesiástico, el nacionalismo trasnochado y el liberalismo económico desenfrenado y a la vez el principal mecanismo de deshumanización del enemigo, requisito esencial para masificar la función de torturador. ¿Se acuerdan de la campaña del “Si”? Caos, colas, demagogia, estatismo, marxismo, inflación, desempleo, era lo que nos esperaba si triunfaba el NO.

En los últimos meses la propagación de dos tipos de miedo ha alcanzado dimensiones siderales. El miedo a la delincuencia primero, que cuando falta otro mejor sigue ocupando de manera preferente los lugares de los matinales en la televisión, y las portadas de El Mercurio o La Tercera y más recientemente el miedo a “quedarnos sin Isapres”.

En verdad pocas situaciones políticas han mostrado de manera más palpable la inmoralidad, la sinvergüenzura, el cinismo de la derecha que esta nueva campaña del terror.

Como es sabido, las Isapres llevan años esquilmando a los usuarios, robándoles su plata con planes abusivos e ilegales. Y cuando la Corte Suprema, cansada de fallar decenas de miles de casos cada año dicta un fallo con alcances generales, describiendo el sistema como discriminatorio e inconstitucional y obligándolas a devolver los dineros que ilegalmente han cobrado por años, sus dueños corren llorando y pidiendo que el estado las ayude, que las salve, porque de lo contrario el sistema puede quebrar y todos quedarnos sin Isapres. Y por otro lado, parlamentarios serviles a sus amos corren para proponer un proyecto de reforma constitucional que en la práctica significa que se deja el fallo sin efecto, dichas instituciones no deben pagar nada, y pueden seguir esquilmando a sus usuarios sin problemas.

Esta nueva campaña del terror, dirigida especialmente a quienes son usuarios del sistema (en verdad “beneficiarios” no lo son, pues los únicos verdaderamente beneficiados son los dueños) seguirá intensificándose, amenazando con el caos, la falta de libertad (¿Cómo si el 85% de los chilenos pudiera efectivamente elegir el sistema de salud que quisiera?), la ineficacia estatal y un sin número de otros fantasmas. Y por si fuera poco, “exigiendo” al gobierno que les solucione el problema.

La larga historia del uso del miedo como instrumento político nos demuestra que la derecha no vacila en mentir, mentir y seguir mintiendo para crear miedo, para provocar terror en las personas y de ese modo llevarlas a actuar de determinada manera, ya sea en las votaciones, en el quehacer diario o en diferentes circunstancias. Y esta no es la excepción. Debemos estar alertas, denunciar en todas las instancias el “carerajismo” que esto significa. Y si es necesario, salir a la calle y mostrar la fuerza de un pueblo cansado de tanta sinvergüenzura. Hacerlo, es también luchar por nuestra dignidad.

miércoles, 3 de mayo de 2023

¡POR QUE NO VOTAR NULO!

 

El 7 de mayo, esto es, en pocos días más, Chile votará por las nuevas personas que redactarán el texto constitucional que, aprobado en plebiscito, debiera reemplazar la constitución del dictador, que cincuenta años después del golpe de estado, aún nos rige.

No nos gustan las limitaciones que se impusieron en el acuerdo suscrito hace unos meses y que dio origen a este nuevo proceso, ni en materia de procedimiento ni en materia de contenido. Hubiéramos preferido una asamblea constituyente plenamente representativa, paritaria, con representación de los pueblos originarios, en definitiva, más democrática, con una hoja en blanco sobre la cual el pueblo manifestara libremente, sin trabas, su plena voluntad soberana. Pero no fue posible. Nos faltó poder político para imponer más democracia.

Y si no nos gusta el procedimiento que se está llevando a cabo, ni algunas de las ideas que con seguridad se consagrarán allí, muchos se preguntan ¿Por qué votar? O ¿por qué no mejor hacerlo en blanco? Por supuesto las dudas son legítimas. Son muchos los que se hacen esas preguntas. Y algunos incluso, están derechamente llamando a no votar, a votar en blanco o preferentemente a votar nulo.

Frente a estas interrogantes lo primero que nos parece relevante aclarar es que en política las cosas no dependen sólo de la voluntad. Para que una constitución, o incluso una ley salgan de manera adecuada y efectivamente contribuyan a mejorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de las personas, se necesitan al menos tres elementos, buenas ideas, voluntad de llevarlas a cabo, y poder para hacerlo. Faltando cualquiera de esos elementos no logramos alcanzar lo que esperábamos. Y eso fue lo que nos pasó con el proyecto anterior. Si bien los constituyentes progresistas desarrollaron un excelente texto, y tuvieron la voluntad de hacerlo ley presentándolo para el plebiscito, lo cierto es que quienes creímos en ellos, quienes anhelábamos un texto como ese o similar, no tuvimos el poder, la capacidad política para aprobarlo. Perdimos, y por mucho.

Pero si en el proceso anterior no logramos avanzar todo lo que queríamos, también es cierto que ahora, aún con todas las limitaciones que esta nueva alternativa presenta, existen argumentos más que suficientes para llamar a votar y por supuesto a votar por la izquierda, por una izquierda sin apellidos.

En primer lugar, lo primero y más obvio es que se trata de eliminar la constitución del dictador. Y ello, como sea, constituye un importante triunfo político y simbólico de la mayor significación, especialmente este año, cuando se conmemoran 50 desde el criminal golpe de estado, y cuando las banderas del fascismo se levantan como nunca había ocurrido desde el retorno a la democracia.

Pero hay más que eso.  Existe la posibilidad real de lograr avances significativos. Avances que desde luego dependerán en medida importante de la fuerza que logremos tener para elegir constituyentes a la nueva convención, pero también para estar en la calle exigiendo el cumplimiento de las demandas ciudadana.

Hay dos grandes áreas en las que es claro que este nuevo texto debiera significar avances relevantes sobre el de la dictadura.

En primer lugar y probablemente el más importante sea la sustitución del rol del Estado. La constitución del dictador consagró en nuestro país un “estado subsidiario”. En términos simples esto quiere decir que el Estado puede intervenir sólo en aquellas actividades que el sector privado o el mercado no pueden realizar.  De este modo, el Estado subsidiario no asegura ni garantiza derechos, ni la protección social de las necesidades básicas de la población, alimentación, empleo, educación, jubilaciones, etc., sólo se puede limitar a “suplir” a los privados. Es precisamente esta concepción del Estado la que entregó a los particulares la salud, las pensiones, la educación, la vivienda, etc. y le impide hoy al Estado intervenir en múltiples aspectos. (Y cuando alguien insiste, el Tribunal Constitucional se en carga de recordar ese rol subsidiario).

La nueva constitución cuyos redactores se eligen el 7 de mayo sanciona, desde ya, una situación diferente. Entre las “bases” ya consagradas se lee, en el número cinco “Chile es un Estado social y Democrático de Derecho, cuya finalidad es promover el bien común; que reconoce derechos y libertades fundamentales; y que promueve el desarrollo progresivo de los derechos sociales, con sujeción al principio de responsabilidad fiscal; y a través de instituciones estatales y privadas.”

No es, por supuesto, todo lo que quisiéramos, no es todo lo que teníamos en el proyecto rechazado, pero es infinitamente más de lo que actualmente nos rige. Al sancionar al Estado como “social”, estamos precisamente entregándole a éste la principal función en materia de aseguramiento de derechos sociales, es decir, dando los primeros pasos para seguir avanzando.

El segundo elemento en que podemos progresar de manera significativa, precisamente vinculado a lo anterior, se refiere a la consagración de verdaderos “derechos sociales”. La constitución del dictador, más que consagrar “derechos” y por tanto entregar facultades a los particulares para hacerlos exigibles, lo que hacía era consagrar supuestas “libertades”. Y así como en la historia de Bertolt Brecht el derecho sancionaba al rico como al pobre por pedir limosna o dormir bajo los puentes, nuestra constitución permitía al rico como al pobre “elegir” el plan de la Isapre que quería, el colegio privado que mejor le pareciera, comprarse la casa en el barrio que estimara o irse de vacaciones a Cancún cuando tuviera ganas.

En esta nueva constitución deberán consagrarse definitivamente “derechos sociales”, esto es, derechos que permitan asegurar a las personas condiciones de vida digna, precisamente el principal requerimiento demandado en aquellos días del estallido social.

Por supuesto que ambos avances no serán resultado de la generosidad de la derecha, ni de un alma de viejo pascuero que nunca ha tenido. Como todos los derechos que nuestro pueblo ha conquistado, incluyendo por cierto el de la jornada de 40 horas, serán resultado de la “lucha por el derecho”, como nos decía Von Ihering en el siglo XIX. Y no podemos olvidar que si parte de esa lucha ya se ha ido dando, y la propia derecha sabe que ya no es posible mantener las mismas condiciones que antes, nos queda todavía mucho por luchar, muchos espacios por ganar, mucho poder por conquistar. Y por cierto en estos momentos la lucha política más importantes está en la batalla por la nueva constitución

Y el último elemento a considerar, y que por sí sólo sería suficiente para llamar a votar por la izquierda, es que no votar, o votar nulo, cualquier cosa que se diga, es entregarle más poder a la derecha. Es no solo dejarles el triunfo en sus manos, con todo lo que eso representa desde el punto de vista político y simbólico, sino además entregarle más poder, mayores facultades para que el nuevo texto constitucional tenga menos derechos sociales, menos respeto por el medio ambiente, menos respeto por los pueblos originarios, …

Y eso, a una derecha no sólo obstruccionista, que trata de impedir cualquier avance del nuevo gobierno, aquella que rechazó incluso la idea de legislar sobre nuevos impuestos a los más ricos, sino a una que cada vez presenta con más fuerzas las nuevas caras del fascismo.

 

Santiago 3 de mayo de 2023

 

 

lunes, 13 de marzo de 2023

50 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO, LA ESTRATEGIA DE LA DERECHA

 


A 6 meses de que se cumplan 50 años del golpe cívico militar, que instaló la dictadura más sangrienta que ha conocido nuestro país y una de las peores en el mundo, post II Guerra, la derecha chilena, hija legítima de los criminales de esa época, sigue buscando, de manera cada vez más desesperada, como eludir sus responsabilidades. Hace sólo unos días, el 7 de marzo, Sergio Muñoz R, se preguntaba en El Mercurio ¿Qué pretende el gobierno sobre los 50 años? Y cinco días después Joaquín García-Huidobro, en el mismo periódico decía ¿Cómo vamos a enfrentar el 11 de septiembre?

Ante la imposibilidad de evitar que el país y el mundo entero vuelvan a recordar la tragedia que esa dictadura significó, con el costo político que para ellos puede significar, desde el año pasado se viene elaborando y exponiendo una estrategia propagandística que permita eludir -en la medida de lo posible dirán- la responsabilidad que sobre los crímenes aún mantienen.

La estrategia desarrollada posee 4 ideas fuerza, que buscan imponer:

La primera es señalar que la conmemoración del 11 de septiembre “no debe estar centrada en el pasado, que nos divide, sino en el futuro, que nos convoca”. Es evidente que una conmemoración de esta naturaleza debe mirar el futuro, pero es imposible olvidar precisamente lo que estamos conmemorando, el pasado. Más aún, en una “conmemoración”, la mirada de futuro sólo puede ser a través del recuerdo del acontecimiento histórico de que se trata. Y en este sentido, eso significa al golpe llamarle golpe, a la tortura, tortura, a los crímenes, crímenes, y a los criminales, …criminales. Y sólo a partir de eso, es decir de la verdad, mirar el futuro buscando toda la verdad, pues aún falta mucha, toda la justicia que ya sea posible, pues ya no es posible toda la justicia,  toda la reparación que sea necesaria, y sobre todo, el compromiso de no repetición. Por supuesto, para nada de esto está disponible la derecha.

La segunda idea que buscan imponer, es hacer creer que el golpe de estado cívico militar –“pronunciamiento” lo llamaban hasta hace poco- tuvo fundamentos legítimos. Nada nuevo, pues desde el día mismo en que se produce el golpe, los bandos uno, pero sobre todo el cinco de la Junta de Gobierno, desarrollaron la doctrina de Tomás de Aquino referida al derecho de rebelión, para “justificar” lo claramente injustificable. Algo así como ver a los nazis tratando de justificar el Holocausto. Hoy, como ayer, suelen aducir a la violencia, la escasez, la supuesta incapacidad, …, durante el gobierno de Allende. Olvidando, primero, que la caída de Allende se decidió en Estados Unidos, a pocas horas de haber salido electo, es decir, antes siquiera de asumir su mandato, con Kissinger a la cabeza (“No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”), segundo, que la escasez fue resultado esencialmente de las huelgas de los sectores de derecha, camioneros por ejemplo (por lo demás financiada por los norteamericanos), y el acaparamiento de quienes tenían recursos y voluntad para comprar y acaparar, es decir, la misma derecha. Imposible resulta olvidar que ya el día 13 de septiembre – el 12 hubo toque de queda- había desaparecido la escasez y los estantes de los locales comerciales volvían a tener todos los productos esenciales. Y en cuanto a la violencia, patético es que los responsables políticos, y algunos directamente penales, de miles de asesinatos y decenas de miles de torturas hablen de violencia. Pero eso no es todo, ¿Cómo olvidar que ellos la introdujeron aun antes que asumiera Allende con el asesinato del General René Schneider, el 22 de octubre de 1970, con la creación de la organización criminal Patria y Libertad, que entre otras cosas asesinó al edecán de Allende, Arturo Araya Peters, del Comando Rolando Matus, etc.

Un tercer argumento, aún más rebuscado que los anteriores, es que las violaciones a los derechos humanos no se vinculan con el golpe, son posteriores, y se deben a los excesos cometido por “algunos”. Para quienes fuimos detenidos el mismo 11 de septiembre (Regimiento Blindado N°2, Estadio Chile, Estadio Nacional, barco Andalien, Salitrera Chacabuco, Estadio Chile), nos parece increíble sostener un argumento de esta envergadura, pues sabemos que las torturas empezaron desde el momento mismo de la detención. Pero así se hace. Recordemos, especialmente a quienes no vivieron esos tiempos, que luego de torturas espantosas, a Víctor Jara y Litré Quiroga los asesinaron en los primeros días del golpe. El 30 de septiembre despegó el helicóptero en el que se inició la Caravana de la Muerte, ordenada directamente por Pinochet, que terminó con el asesinato y desaparición de 97 presos políticos, que las torturas realizadas a dichos prisioneros, arrancarle los ojos, destrozarle los genitales, quebrarles las mandíbulas, etc. fueron de tal envergadura que el General Joaquín Lagos O., quien era el Jefe de Zona en estado de sitio en Antofagasta declaraba años más tarde que no había entregado los cuerpos a sus familiares porque le había dado vergüenza el estado en que los habían dejado los valientes soldados. Y por lo demás, que las torturas y asesinatos fueron hasta el último momento de la dictadura.

Por último, que ellos, los políticos de derecha, no supieron de estos “excesos” sino hasta llegada la democracia. Curioso, por decir lo menos, es que antes que ellos lo supiera el mundo entero. Desde luego recordar que en el ámbito interno, ya el Comité Pro Paz, creado el 6 de octubre de 1973, antes de un mes desde el golpe, empezó a denunciar las violaciones a los derechos humanos, y precisamente por eso hubo hostigamiento de la dictadura hacia sus miembros, incluso directamente de Pinochet hacia el Cardenal Silva Henríquez, y tuvo disolverse el 31 de diciembre de 1975, creándose, a partir del día siguiente, la Vicaría de la Solidaridad, cuya denuncia, desde el primer momento a los tribunales de (in)justicia fue permanente, sistemática y encomiable. Su archivo, de más de 43 mil fichas resultó  indispensable para la reconstitución de parte de la verdad de lo ocurrido. En el ámbito internacional la situación no fue diferente. La Asamblea General de Naciones Unidas y la Comisión de Derechos Humanos condenaron a la dictadura chilena todos los años, desde 1974 hasta 1989. En 1975 se nombró incluso un Grupo de Trabajo Ad-Hoc para Chile, y luego de tres años se nombró un Relator especial que se mantuvo hasta 1990. A ello debemos agregar que el 12 de septiembre de 1976 apareció en la playa La Ballena, Los Molles, el cuerpo torturado y asesinado de Marta Ugarte, detenida el 9 de agosto del mismo año, que la masacre de Lonquen, en donde días después del golpe se secuestra, tortura y asesina a 15 campesinos entre 17 y 51 años, fue develada en 1978, entre otros hechos. Esos hechos hacen imposible suponer que no supieran lo que estaba pasando.

Como hemos señalado, dentro de seis meses conmemoramos el once de septiembre. Es tiempo de organizarnos para ello, rescatar lo que pasó en nuestro pueblo, en nuestra villa, en nuestra población. Debemos recurrir a exposiciones, entrevistas, publicaciones, videos, a todo lo que sea posible para recordar los crímenes y a sus responsables. Solo si tenemos memoria podremos unirnos para enfrentar un neofascismo cuya presencia en nuestro país se muestra peligrosamente presente.

11 de marzo de 2023

 

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lunes, 13 de febrero de 2023

"MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA", A 175 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN

 


A mediados de 1847, en su primer Congreso, la Liga de los Justicieros, separada hacía ya más de una década de la Liga de los Proscritos, acogió los planteamientos de sus nuevos integrantes, dos jóvenes de origen alemán, Calor Marx (1818), y Federico Engels (1820) y cambió de nombre, transformándose en la Liga de los Comunistas. Organización internacional de trabajadores, clandestina, en noviembre del mismo año, en el Congreso celebrado en Londres, encargaba a sus recientemente incorporados nuevos militantes, la redacción de un programa detallado, que diera cuenta de los aspectos teóricos y prácticos y que tenía como destino, su publicación en varios idiomas. Hacia fines de enero de 1848, tres obreros alemanes, en ese momento exiliados en Londres y dirigentes de la Liga enviaban a Marx una carta dando un plazo perentorio para que remita el documento encargado y señalando que, si no lo hace, el Comité Central de la Liga “…exige la inmediata devolución de los documentos que le fueron cedidos por el Congreso” (de la Liga).

Ese es, en resumida síntesis, el origen directo del panfleto político más importante que se haya escrito en la humanidad.

El 21 de febrero de 1948, esto es, hace 175 años, salía publicado en Londres, aunque en idioma alemán, de manera clandestina, y sin nombre de autor, ese pequeño documento político, de solo 23 páginas, que prácticamente como ninguno otro, marcaría definitivamente la historia de la humanidad y que décadas después se convertiría en uno de los textos fundadores del mundo moderno, y un verdadero clásico del pensamiento y las ideas políticas

Dado el poco tiempo que tuvo para su redacción, probablemente ésta corresponde íntegramente a C. Marx, aunque claramente representa la opinión de ambos. En todo caso, para su elaboración, Marx tuvo presente, de Engels los “Principios de Comunismo”, breve texto estructurado en base a 25 preguntas y sus respectivas respuestas, que presentan las ideas centrales del marxismo.

La expresión “comunismo”, que se utilizara para designar a la Liga y luego a las ideas del Manifiesto, identifican, en esa época, a un ”…sector obrero que convencido de la insuficiencia y superficialidad de las revoluciones políticas, exigía una radical transformación de la sociedad…”([1]).

La primera edición, si bien no se publicó en los idiomas que se indicaban al comienzo, en los meses siguientes a su aparición se reimprimió tres veces en idioma alemán, pero los acontecimientos ocurridos en Europa durante ese mismo año, y particularmente las derrotas sufridas por los movimientos obreros europeos durante el año 1848, y que obligaron a Marx a refugiarse definitivamente en Londres, ayudaron a que el texto fuera prácticamente olvidado en los años siguientes.

Más tarde, el destacado papel de Marx en la Asociación Internacional de Trabajadores, (I Internacional) pero sobre todo la persuasiva defensa que éste hiciera de la “Comuna de París”, (1871) texto conocido como “La guerra civil en Francia”, le dieron extraordinaria popularidad, en Europa y Norteamérica, como peligroso líder subversivo. R. Landor, periodista del The New York Word, y quien probablemente sea el único que entrevistó alguna vez a Marx, describe así su encuentro: “Ha entrado, me ha saludado cordialmente y estamos centrados frente a frente. Si, estoy tête-à- tête con la encarnación de la revolución, con el auténtico fundador y guía espiritual de la Asociación Internacional, con el autor de un discurso que le dice al capital que si le declara la guerra a los trabajadores no puede menos que esperar que la casa arda hasta los cimientes”([2]).

Esta popularidad multiplicó el interés por su pensamiento y particularmente por el Manifiesto, al extremo que incluso ese texto fue leído íntegramente en el proceso contra los líderes de la Comuna, como prueba de la perversidad de las ideas que sustentaban, lo que de paso significó la posibilidad de editarlo de manera legal por la socialdemocracia de la época. A partir de estos hechos, la popularidad del Manifiesto se fue haciendo cada vez mayor, sobrepasando incluso en vida de sus autores, todas las expectativas. “Durante los siguientes cuarenta años el Manifiesto conquistó el mundo”, diría en 1998, el historiador inglés Eric Hobsbawn, en una introducción a una edición del Manifiesto, con motivo de los ciento cincuenta años. Así es como, ya antes de 1917, fecha de la revolución rusa y proceso que altera significativamente la influencia y divulgación del Manifiesto, se habían publicado varios cientos de ediciones en por lo menos unas 30 lenguas. A esa fecha ya había tres ediciones en japonés y una en chino.

Pero el Manifiesto en verdad no es sólo un documento político, es como dice Umberto Eco, un texto con una “extraordinaria estructura retórico-argumentativa”, y añade “…se trata de un texto formidable, que alterna tonos apocalípticos e ironía, lemas eficaces y explicaciones claras, y (si realmente la sociedad capitalista quiere vengarse de las molestias que estas páginas no muy numerosas le han causado) tendría hoy que analizarse religiosamente en las escuelas publicitarias”.

El Manifiesto comienza con ese poderoso llamado de atención que nos recuerda al discurso griego, una verdadera clarinada, “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, para luego seguir con una clara exposición de la historia de las luchas sociales, desde la sociedad esclavista, pasando por el mundo feudal, para llegar a la sociedad capitalista desarrollada por la burguesía. Aquí hace primero una verdadera apología del rol de la burguesía en la historia, producto de un profundo análisis de lo que ya empieza a ser la dinámica irresistible del desarrollo económico capitalista, logrando una descripción casi perfecta, no de la sociedad burguesa de esa época, sino del actual proceso de globalización.

En un estilo dramático, luego de ese verdadero elogio del capitalismo, el Manifiesto hace un giro, y anuncia que esta burguesía, como en el poema de J.W. Goethe, “El aprendiz de brujo” “…se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros…”, y que en definitiva ha creado a la clase que ha de darle muerte, el proletariado.

En las siguientes páginas, el Manifiesto desarrolla la parte más doctrinaria, la relación entre el proletariado y los comunistas, y el programa propiamente tal de los comunistas. Los capítulos tercero, “Literatura socialista y comunista” y cuarto, “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de oposición”, si bien han perdido vigencia en sus aspectos más puntuales, no dejan de recordarnos, por un lado, que son múltiples las doctrinas que enunciadas como  “socialismos”, en verdad pueden enmascarar intereses muy diferentes a los de los trabajadores y por otro, que si bien las ideas comunistas representan el porvenir del movimiento obrero, los comunistas no deben de dejar de luchar por los objetivos inmediatos y cotidianos de dicho movimiento, aliándose incluso con la burguesía (como lo indica para la Alemania de la época) cuando sea necesario.

El Manifiesto es polémico, provocativo, pero a la vez absolutamente racional, y casi siempre claro y comprensible, lo que lo hace altamente informativo y poderosamente movilizador. La potencia de muchas de sus frases, y particularmente de aquellas con las que termina el texto son de una fuerza política y profética como pocas veces se ha conocido “Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ellas, más que sus cadenas. Tienen en cambio un mundo que ganar. ¡Proletarios de toso los países, uníos!

Por supuesto que el Manifiesto Comunista no es el único texto de Marx y Engels, y ni siquiera el más completo en cuanto al desarrollo de sus ideas, pero sin duda es el más difundido, el que ha estado desde hace 175 años al alcance de más personas, el que ha ayudado a forjar más militantes en las filas del marxismo y el comunismo y lo sigue haciendo

En la actualidad y sólo en castellano, existen cientos de ediciones, sólo en nuestro país hay más de 30, y con variadas características. Hay algunas que se limitan a contener el texto completo, casi siempre con los prefacios redactados por sus autores. Otras en cambio poseen además completas notas y complejos estudios que buscan precisar lo que se dijo y determinar la vigencia de ello. Hay textos que sólo traen el Manifiesto, y otros en los que éste viene acompañado por otras obras de los mismos autores.

Mostrando la alta popularidad y la vigencia que aún posee, en las últimas décadas han aparecido algunas ediciones con ilustraciones en diferentes páginas. Más aún, existen también varias ediciones tipo historieta, por cierto con mayor o menor fidelidad a los textos, pero todas ellas entregando las ideas centrales y con el título del original. Entre las más antiguas destaca la de Eduardo Humberto del Río García, (1934-2017) caricaturista e historietista mexicano, autor de más de 100 libros, conocido por su pseudónimo de Rius, editada varias veces por Akal. En los últimos años vale la pena mencionar la edición adaptada e ilustrada por Martin Rowson, (2018) y editada con tapa dura y edición de lujo por Penguin Random House Groupe, así como la edición original “El Manifiesto Comunista. El manga.”, una historieta con todas las características de tal, publicada en español por ed. “La otra h”, y dirigida a ese público juvenil que ha ido asumiendo importantes elementos de la cultura japonesa.

Hoy, a los 175 años de la primera edición de este documento histórico, destinado a cambiar el mundo, el Manifiesto del Partido Comunista, conmemoramos ese hecho en momentos en que precisamente cada vez resulta más apremiante la necesidad de un cambio global. Cuando los conflictos en el mundo capitalistas se buscan resolver mediante la guerra imperialista, amenazando incluso con la guerra atómica, cuando nuestro planeta vive momentos de preocupación acuciante por los efectos del cambio climático, la globalización se impone sobre los pueblos y los avances de la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la nanotecnología y otras disciplinas requieren urgentes acuerdos que permitan estructurar una bioética verdaderamente democrática, se hace más imperioso que nunca la necesidad de aunar esfuerzos, para entregar respuestas a los desafíos del presente, que marcarán definitivamente las rutas del futuro, respuestas que contribuyan a abrir caminos a las luchas populares a fin de tener un mundo en paz y en libertad.

Conmemoramos estos 175 años en momentos en que en nuestro país se acentúan la crisis económica, social y política que han venido marcando la agenda desde hace ya varios años, y cuando nuestro pueblo se prepara para iniciar un nuevo proceso de cambio constitucional.

En la más conocida de sus XI tesis sobre Feuerbach, Marx nos dice que “los filósofos no han hecho más que comprender el mundo, y de lo que se trata es de cambiarlo”. El Manifiesto Comunista, una obra teórica que es también guía para la acción nos ayuda a entender este mundo, y a luchar por cambiarlo.

 

 Santiago, febrero de 2023.

A 175 años de la primera edición del

Manifiesto del Partido Comunista

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[1] Engels, F., “Prólogo a la edición alemana de 1892).

[2] Landor R. “Entrevista a Karl Marx”, publicada en el The New Yor Word, el 18 de julio de 1871. En Grandes Entrevistas de la Historia, tomo I, Kontenut, Edición original 2015. Impreso en Donnelley, Chile, pág. 33

sábado, 6 de agosto de 2022

LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA

 


 

Hace 150 años, en 1872, un filósofo del derecho, Rudolf von Ihering, publicaba "La lucha por el Derecho”, no sólo su obra más conocida, sino hasta el día de hoy una de las obras jurídicas más célebres y difundidas de la historia. En ella, parte afirmando:

“Todo derecho en el mundo ha sido logrado por la lucha, todo precepto jurídico importante ha tenido primero que ser arrancado a aquéllos que le resisten, y todo derecho, tanto el derecho de un pueblo como el de un individuo, presupone la disposición constante para su afirmación”.

En sociedades complejas como la nuestra, la democracia, como sistema político basado en la soberanía popular, la igualdad política de sus ciudadanos, el voto igualitario y universal, la participación ciudadana de manera representativa, pero también de manera directa, el respeto a los derechos humanos, etc., sólo puede estructurarse de manera clara y estable mediante leyes. Dicho de otro modo, si bien la democracia es más que eso, no puede ser menos. Normas de derecho definen las instituciones políticas de un Estado, las organizan y las limitan, también señalan como participan los ciudadanos, cómo se protegen los derechos fundamentales, etc.

Así las cosas, la historia de nuestro país parece haberse escrito para ratificar, en todas sus partes y desde todas las perspectivas, la aseveración de Von Ihering. Todo nuestro sistema jurídico, incluyendo nuestro sistema democrático, parcial, imperfecto, defectuoso y todo, no ha sido una dádiva de quienes han ostentado el poder. La lucha por la democracia, por un efectivo gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, ha sido un constante y permanente esfuerzo por irla conquistando, mantenerla, y por supuesto ampliarla. Una lucha que se ha dado en todos los frentes posibles, electoral, político, económico, sindical, ideológico. En algunos casos la lucha ha sido pacífica, en su mayoría no. Huelgas, tomas, manifestaciones callejeras, han sido las más de las veces las últimas herramientas de la lucha a las que ha recurrido el pueblo cuando ve que sus demandas no son escuchadas. La oligarquía nacional por su parte, aquella elite económica que pierde privilegios cada vez que el pueblo logra más conquistas, no sólo ha usado la mentira, el cohecho, el fraude, el miedo, sino que no ha trepidado en llenar nuestra historia de masacres y así son varios miles de personas asesinadas en estas luchas.

Ayer ocupamos todas las formas de lucha, incluidas las armas, contra una tiranía que violaba, asesinaba y torturaba, en defensa de la libertad y la democracia. Hoy estamos ante un momento histórico en la lucha por más y mejor democracia. Tenemos la posibilidad real de poner fin a uno de los peores engendros de esa dictadura, una Constitución antidemocrática, que teme al pueblo, escrita para perpetuar la explotación y el apoderamiento de las riquezas en beneficio de unos pocos, cuyo principal objetivo parece que hubiera sido transformar los derechos de las personas (educación, salud, previsión, …) en mercancías, para el mayor enriquecimiento de quienes podía negociar con ellos. Y como ya lo adelantara von Ihering, una vez más será necesario “arrancar” derechos a quienes se resisten el cambio, y para ello no vacilan en mentir, amenazar, intimidar, y utilizar la más amplia gama de medios de comunicación para lograr engañar.

Frente a l constitución del dictador se levanta una constitución no sólo originada con el más profundo proceso democrático que jamás haya existido en nuestro país, sino que además mejora y aumenta, como tampoco habíamos conocido nunca, el ejercicio de la propia democracia.

Desde luego nunca debemos dejar de valorar el proceso por el que llegamos a esta posibilidad. En primer lugar una sublevación popular como no había habido en décadas, en la que millones de persona expresaron en las calles su descontento con un sistema que los explotaba, los oprimía, los vejaba en su dignidad, se burlaba de ellos. Un procedimiento “arrancado” a la fuerza a quienes hasta hace poco se habían negado precisamente a ello, con paridad de género y presencia de los pueblos originarios. Por si fuera insuficiente, con un texto cuyo articulado fue aprobado, uno a uno, por más de los dos tercios de los convencionales elegidos democráticamente para redactarla.

Por primera vez en nuestra historia se nos propone una Constitución que consagra una democracia inclusiva y paritaria, que se ejerce en forma directa, representativa, comunitaria, con iniciativa popular de ley, con una organización territorial con altos índices de autonomía, que presenta serios resguardos y sanciones contra la corrupción política, que reconoce el trabajo doméstico, que protege el medio ambiente y obliga al Estado a adoptar acciones de prevención, adaptación y mitigación de los efectos provocados por la crisis climática y ecológica, que define como bienes comunes naturales el mar territorial y su fondo marino, las playas, las aguas, los glaciares y los humedales, el aire y la atmósfera, la alta montaña, los bosques nativos. Y todo esto, acompañado, además de los derechos tradicionalmente garantizados en este tipo de textos, por nuevos derechos individuales y sociales, como a una vivienda digna, una educación laica y gratuita, un sistema de seguridad social efectivamente social, …

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Hoy la lucha por la democracia continúa,… y nuestro mayor esfuerzo debe estar centrada en lograrun triunfo abrumador del APRUEBO.

Santiago 7 de agosto de 2022.

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martes, 21 de junio de 2022

ALGUNAS RAZONES PARA EL APRUEBO DE SALIDA

 

 

La Comisión Constituyente aún no ha terminado su trabajo, pero claramente ya es posible pronunciarse sobre éste, por cuanto los aspectos principales ya están resueltos. Atendido esto, y aun cuando hay innumerables motivos para votar Apruebo, en mi opinión hay tres tipos de razones que vale la pena destacar.

1.    Nuevo texto

En primer lugar, el contenido logrado por el nuevo texto. Desde luego no hay posibilidades de exponer todo lo que este contiene, y aún cuando hay cosas que no comparto plenamente, en lo central, se trata de un texto que logra plasmar los principales anhelos de la ciudadanía.

El primer tema a destacar es que desaparece el Estado subsidiario y se reemplaza por un Estado solidario. La consagración constitucional de un estado subsidiario, que estableció la Constitución del Dictador, significa que entrega a la iniciativa privada la satisfacción de las necesidades básicas. El Estado sólo puede intervenir en aquellas áreas donde no pueden o no quieren hacerlo los particulares. Ello significa que áreas como vivienda, salud, educación, pensiones, quedan entregadas al libre flujo de la oferta y la demanda, con mínimas posibilidades de intervención estatal, especialmente referidas al control.

En segundo lugar, en este nuevo texto se establecen verdaderos derechos para las personas. O dicho de otro modo, la Constitución de la dictadura, bajo el acápite de derechos constitucionales, lo que en verdad estableció fueron una serie de privilegios para quienes dependiendo de su patrimonio personal o familiar tenían el poder para dárselos. El derecho a la educación se convirtió en el derecho a la libertad de educación, es decir, de los empresarios para crear jardines, colegios o universidades y el de los apoderados para “elegir”, si tienen plata para optar a uno u otro. Con el derecho a la salud pasa algo similar. Quien tiene recursos elije una Isapre, quien no los tiene, debe conformarse con esa opción “subsidiaria” que es FONASA. Con el derecho a la seguridad social la situación es aún peor. Primero porque no es “social”, sino capitalización individual en la cual cada uno se defiende con sus propios recursos. Y segundo, porque aquí ni siquiera hay una posibilidad de elegir la opción subsidiaria, un sistema estatal. Aquí la única alternativa es elegir quien te asalta, si una AFP u otra.

A ello podemos agregar que por primera vez vamos a tener un estado multinacional, intercultural, ecológico, descentralizado, con democracia paritaria, y la protección y garantía de los derechos humanos individuales y colectivos como sus fundamentos. 

En definitiva, el texto de la Nueva Constitución consagra una serie de normas que va a hacer muy bien a nuestro pueblo.

2.    Un proceso ejemplarmente democrático

La segunda razón es que esta Nueva Constitución es resultado de un proceso tan profundamente democrático como no ha habido ninguno en la historia de nuestro país, y probablemente pocos en el mundo. Como es sabido, su origen se remonta al estallido social, en donde el pueblo, en las calles, exigió la elaboración de una nueva constitución. ¡Y vaya que costó caro!

Como una alternativa para detener la revuelta social hubo un acuerdo sobre la manera esencial de llevar a cabo el proceso por un grupo de partidos y personas. Dicho acuerdo debió ser democratizado más, incorporándose paridad entre los elegidos y reservando asientos especiales para representantes de los pueblos indígenas. Más tarde una abrumadora mayoría aprobó la necesidad de una Nueva Constitución y que ésta fuera redactada por constituyentes elegidos especial ente para ello.

Mas adelante, y de la manera más democrática conocida en nuestro país, se eligió a las personas que el pueblo considerá idóneas para redactar un nuevo texto.

Durante el proceso de redacción se recibieron miles de propuestas de la ciudadanía, de instituciones, como de especialistas, en las diversas materias, las que fueron consideradas por las diferentes comisiones

Por último, todas las normas aprobadas lo fueron con dos tercios o más de los votos de los constituyentes.

Atendido lo anterior, y si sólo debiéramos reconocer ese ejercicio democrático, deberíamos votar Apruebo.

 

3.    La “alternativa”

Y la tercera razón para aprobar este nuevo texto, es que si se rechaza, lo que queda vigente es la constitución del Dictador. No hay otra alternativa.

La misma derecha que no quería cambiarla, que enterró el proceso empezado en el último gobierno de Bachelet, que votó rechazo para no cambiarla, que puso un altísimo quorum a los constitucionalistas para aprobar cada norma, hoy nos quieren hacer comulgar con ruedas de carreta, para lo cual nos mienten doblemente: “rechazar para mejorar”.

En primer lugar, nos mienten porque esta última opción no existe. Sólo hay dos alternativas. La norma constitucional es clarísima sobre el plebiscito de salida, o esta Nueva Constitución, o la del dictador. Por lo demás, si de reformas se trata, la Nueva Constitución también establece un mecanismo que permite modificarla

Y en segundo, nos mienten porque no existe tampoco un acuerdo sobre lo que puede significar “mejorar” una constitución. ¿Quién define lo que significa “mejorar”? ¿Los parlamentarios que el pueblo despreció mayoritariamente en el plebiscito de entrada para que cumplieran esa función? ¿Una “comisión de expertos”? ¿Acaso no intervino ya una gran cantidad de expertos en la redacción del nuevo texto?

En verdad esa inexistente alternativa es sólo un esfuerzo más de quienes no desean perder sus privilegios, …y de quienes están dispuestos a servir para ello.

Como millones de chilenos, el próximo 4 de septiembre voy a votar APRUEBO.

 

Santiago 21 de junio de 2022