Fernando García Díaz
“Vuelvo a
advertir que no quiero convencer a nadie de nada,
sino dar
elementos para pensar en el asunto,
si es que se
quiere pensar en esto
y no sólo
andar vociferando consignas”
The work starts describing how the subject of abortion was, for decades, not a matter of interest to the catholic church. Then analyzes the main three sources of the catholic faith related to abortion: Holy Scripture, Apostolic Tradition and Magisterium, concluding that in Holy Scripture, there is no conviction towards consent abortion, and in the following two, no agreement on a position since the beginnings of Catholic Church.
PRIMERA PARTE: LA
HISTORIA NO OFICIAL
Introducción
1.
En términos generales, como ya lo hemos
señalado en este mismo blog(..) en relación con la interrupción de un embarazo,
en nuestra legislación penal se definieron como delito las siguientes
conductas:
a.
Aborto provocado intencionalmente por un tercero, contra la voluntad de la
mujer embarazada.
b.
Aborto provocado por un tercero, sin la intención de producirlo, pero actuando
sin el debido cuidado, contra la voluntad de la mujer embarazada.
c.
Aborto autoprovocado por la mujer embarazada, o provocado por un tercero, con
la voluntad de la mujer embarazada.
2.
Nadie
discute la importancia de penalizar las dos primeras situaciones; pero desde
hace ya varios años, en nuestro país se debate la necesidad de modificar el
estatuto jurídico de la última situación descrita en el número anterior. Como
se sabe, nos mantiene como uno de los muy pocos países en el mundo en donde
cualquier tipo de interrupción del embarazo es ilegal, y debiera sancionarse
como delito.
3.
Como
se sabe también, la realidad supera esa ficción. Por un lado, una serie de
situaciones médicas, que en estricto rigor y de conformidad con la legislación
existente debieran calificarse como abortivas (incluyendo los casos de embarazo
ectópico)(),
no son así consideradas y se esconden bajo subterfugios legalistas. Por otro,
cada año se ejecutan decenas de miles de conductas abortivas que sin ninguna
duda debieran ser penalizadas como delitos, y poco o nada se hace por
sancionarlas.
4.
En
estricto rigor, sabemos que la disposición es simplemente simbólica, y que sólo
busca satisfacer la conciencia de aquellos antiabortistas que quieren dormir
tranquilos, sabiendo que en nuestro país se condena todo tipo de aborto, pues
no sólo no se aplica, sino que su aplicación real es imposible. ¿O alguien cree
seriamente que tendríamos policías, cárceles, tribunales, guardias, y en
definitiva sociedad para encarcelar cada año a decenas de miles de mujeres? ¿Y
para dejar cientos de miles de niños huérfanos de madres?
5.
Pero
en su simbolismo, esa realidad es dramáticamente clasista y antidemocrática,
pues las conductas abortivas se dan en todos los estratos sociales, sólo que en
los estratos sociales más bajos a veces se castigan, y a veces doblemente. Primero,
pues las maniobras abortivas se realizan por personal no profesional y sin
condiciones de higiene y seguridad y segundo, pues para que el simbolismo
efectivamente funcione, cada cierto tiempo, una ruleta invisible determina que alguna mujer pobre debe irse presa por el
delito de aborto.
El presente
6.
Hoy,
en nuestro país, mientras más del 70% aproximadamente de la población aprueba
la legalización de al menos algún tipo de aborto, nadie pone en duda, que es
gracias a la acción de la jerarquía eclesiástica, en forma directa, o a través
de sus centros de influencia, que se mantiene esa prohibición total y absoluta
que caracteriza la situación.
7.
A
este escenario de conflicto ideológico existente en nuestro país, se ha llegado
muy especialmente por la labor permanente, sistemática y dedicada de obispos,
sacerdotes y laicos en los últimos cuarenta años, que han hecho de este su
principal bandera de lucha. Para ser sinceros, en nuestro país, como en otros,
algunos han perdido todo tipo de pudor, y ha intentado los mecanismos más
groseros de presión y chantaje().
8.
Y
cuando decimos cuarenta años, estamos destacando que con anterioridad el tema
no tenía, ni con mucho, la importancia que hoy quiere darle la jerarquía
eclesiástica. O dicho en otros términos, que sólo en tiempos recientes la Iglesia
Católica ha esgrimido la posición del rechazo absoluto al aborto, como una
cuestión intransable, esencial de sus principios.
9.
Y
la mejor prueba de que la preocupación es reciente nos la entrega el pasado
cercano. Si bien el aborto fue sancionado como delito en el Código Penal
(1874), el Código Sanitario (1931), consagró una excepción, esto es, un tipo de
aborto que no sólo era legal, sino que se efectuaba a diario en el sistema
público, que se mantuvo vigente por más de 55 años –hasta 1989-, y que resulta
del todo contraria a los planteamientos de la Iglesia.
10.
Pues
bien, durante esos 55 años de vigencia no hubo ninguna manifestación relevante
contraria al aborto, que viniera desde el mundo católico. Más aún, se debe
recordar que la influencia de la Iglesia Católica, a nivel ideológico, social y
político, durante gran parte de ese período era por cierto muy superior a la
que ejerce en la actualidad y sin embargo se mantuvo vigente, sin
cuestionamientos serios, una disposición que autorizaba un tipo de aborto hoy
claramente condenado por la I. Católica. Ni desde la Iglesia Católica, ni desde
el mundo político que representaba dichas posiciones hubo interés en derogar
esa disposición. Así, ni el Partido Conservador, ni la Falange Nacional, ni el
Partido Demócrata Cristiano, que siempre sostuvieron posiciones muy cercanas a
la Iglesia Católica, presentaron moción alguna contra el aborto que permitía el
Código Sanitario. Podemos recordar incluso que luego de la elección
parlamentaria de 1965, en que la Democracia Cristiana obtuvo 98 diputados, de
147, este partido por si solo podría haber derogado el artículo 119 del Código
Sanitario, y no sólo no lo hizo, sino que no manifestó interés alguno en
hacerlo.
11.
La
propia dictadura, que a ratos hacía esfuerzos por congraciarse con la Iglesia,
sólo al final de ella decidió derogar la norma del Código Sanitario que
autorizaba el llamado aborto terapéutico, simplemente porque nadie se lo había
pedido antes. Si hubiera detectado un interés especial en la Iglesia por ese
tema, sin ninguna duda habría derogado la norma antes, como una manera simple,
y sin costos para ellos, de aparecer congraciándose.
12.
¿Qué
pasó entonces? Probablemente dos o tres cosas relevantes. Más países empezaron
a despenalizar el aborto, la Iglesia Católica se hizo más conservadora, y
además perdió definitivamente algunas de sus principales banderas ideológicas,
como el rechazo a los anticonceptivos (rechazo a la píldora), o el matrimonio
indisoluble, que constituían claros elementos de publicidad y cohesión. ¿Somos
acaso los partidarios de la despenalización o la legalización del aborto, verdaderos
“enemigos útiles”? No lo sé, pero no lo descarto, sólo lo menciono como una
simple hipótesis.
13.
Pero
la Iglesia católica no sólo ha logrado mantener una legislación condenatoria,
sino además una actitud militante en cientos de fieles, que confían defender valores
históricos y doctrinarios invariables y unívocos, enseñados por Dios desde el
principio de los tiempos bíblicos y por la Iglesia desde su fundación. La
verdad sin embargo es que no sólo no ha sido así, sino que la historia y la
realidad muestran una situación absolutamente diferente. De esa situación
queremos dar cuenta aquí.
El pasado lejano
14.
De
acuerdo a los planteamientos de la Iglesia Católica, los católicos sustentan su
fe en tres grandes depositarios, la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y el Magisterio Eclesiástico. Nos referiremos a
cada uno de ellos, buscando los fundamentos de la posición que frente al aborto
sustenta hoy la Iglesia.
La “Sagrada Escritura”
15.
Sin
duda la más importante de las tres debiera ser la “Sagrada Escritura”, esto es
“La Biblia”, que contiene textos sagrados para judíos, católicos y evangélicos.
Se trata de un conjunto de libros canónicos, esto es conforme a los cánones
del judaísmo y el cristianismo. La conformidad con lo cánones,
de cada libro, varía dependiendo de la tradición histórica adoptada por cada
iglesia. La Biblia católica, que es la que utilizamos aquí, considera 46 libros
para el Antiguo Testamento() y 27 para el Nuevo Testamento,
lo que incluye los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, diversas epístolas
y el Apocalipsis.
16.
En
el decir de la Iglesia Católica, a través del Catecismo, “Dios es el autor
de la Sagrada Escritura. «Las verdades reveladas por Dios, que se contienen
y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del
Espíritu Santo» y agrega «La santa madre Iglesia, según la fe de los Apóstoles,
reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus
partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la
Iglesia« (DV 11)"().
17.
La
primera gran sorpresa que suelen experimentar los católicos cuando empiezan a
indagar sobre su posición, es al enterarse que ni en el pentateuco, ni en los
libros de los profetas, ni en los cuatro Evangelios, ni en Los Hechos de los
Apóstoles, ni en ninguna de las 19 epístolas, es decir, ni en el Antiguo
Testamento(),
ni en el Nuevo Testamento()(),
hay un solo versículo que sostenga la posición antiabortista que ellos
sustentan. Es decir, no existe una sola condena al aborto consentido en ninguno
de todos los textos a los que judíos o cristianos atribuyen origen divino.
18.
Centrados
en el análisis de Nuevo Testamento, es interesante destacar que Jesús nada dice
sobre el tema, y tampoco lo hace Pablo, sin duda el gran constructor de la
Iglesia como institución.
19.
El
único texto explícito, que encontramos en toda la Biblia referido al aborto,
está en el Éxodo y merece que lo citemos extensamente. Allí, en el N° 21, se
lee textualmente:
“21 »Éstas
son las leyes que tú les expondrás.
……..
12
»El que hiera a otro y lo mate será condenado a muerte.
13 »Si
el homicidio no fue intencional, pues ya estaba de Dios que ocurriera, el
asesino podrá huir al lugar que yo designaré.
14 »Si
el homicidio es premeditado, el asesino será condenado a muerte aun cuando
busque refugio en mi altar.
15 »El
que mate a su padre o a su madre será condenado a muerte.
16 »El
que secuestre a otro y lo venda, o al ser descubierto lo tenga aún en su poder,
será condenado a muerte.
17 »El
que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte.
18 »Si
en una riña alguien golpea a otro con una piedra, o con el puño, y el herido no
muere pero se ve obligado a guardar cama, 19
el agresor deberá indemnizar al herido por daños y perjuicios. Sin
embargo, quedará libre de culpa si el herido se levanta y puede caminar por sí
mismo o con la ayuda de un bastón.
20 »Si
alguien golpea con un palo a su esclavo o a su esclava, y como resultado del
golpe él o ella muere, su crimen será castigado.
21 Pero si después de uno o dos días el esclavo se
recupera, el agresor no será castigado porque el esclavo era de su propiedad.
22
»Si en una riña los contendientes
golpean a una mujer encinta, y la hacen abortar pero sin poner en peligro su
vida, se les impondrá la multa que el marido de la mujer exija y que en
justicia le corresponda.
23
»Si se pone en peligro la vida de la
mujer, ésta será la indemnización: vida por vida,
24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano,
pie por pie, 25 quemadura por quemadura,
golpe por golpe, herida por herida”()
20.
Se
trata, como se puede apreciar, de un aborto provocado contra la voluntad de la
madre, es decir, de una materia absolutamente distinta a la planteada en la
discusión actual, y que por lo demás, como única sanción merece la multa que el
marido exija, pues probablemente se estima que se atentó contra su derecho a
tener descendencia.
21.
Pero
más aún, el texto deja muy en claro que la vida de la madre vale mucho más que
la del que está por nacer, toda vez que basta que la pongan en peligro, para
que se aplique la ley del talión, vida por vida, ojo por ojo,
diente por diente, ..
22.
Recordemos
que el aborto es una práctica frecuente en la antigüedad, y particularmente en
el mundo romano, en donde fue materia de referencia legal().
Es decir, durante todo el tiempo que cubre el Antiguo y el Nuevo Testamento, el
aborto es una conducta ampliamente difundida entre la población, una práctica acostumbrada, podemos decir incluso que usual,
y aún más, que, junto al infanticidio, constituyen los dos métodos de control
de la población que se emplean. La segunda reflexión, que si el aborto hubiera
tenido las valoraciones que le atribuye hoy la Iglesia Católica, “homicidio”,
“crimen nefando”, etc., no resulta razonable pensar que simplemente “se les
olvidó referirse a él”. Y menos aún si se trata de textos inspirados
directamente por Dios.
23.
La segunda fuente de inspiración de la fe católica es la
Tradición Apostólica. Precisar qué es y hasta donde comprende, es muchísimo más
difícil que en el caso anterior. Según enseña el Catecismo de la Iglesia
Católica, la transmisión del Evangelio se hizo de dos maneras, en forma
escrita, las “Sagradas Escrituras” y en forma oral la “Tradición Apostólica”,
ya que "los
apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron
de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que
el Espíritu Santo les enseñó"(). De este modo “La Tradición de que hablamos aquí es
la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las
enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo”().
24.
Sin
competencias para profundizar en estas materias, lo primero que podemos
destacar es que si “La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente
unidas y compenetradas, porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en
cierto modo y tienden a un mismo fin"(), como dice el Catecismo,
lo lógico sería que sobre un tema de tamaña envergadura hubiera una cierta
unidad, y toda vez que una no dice nada y la otra si, de partida no la hay.
25.
Si queremos consultar dicha tradición, debemos recurrir a
los textos de los llamados “Padres de la Iglesia”, es decir, de aquellos
teólogos que reuniendo al menos las
condiciones de, antigüedad, santidad de la vida y doctrina ortodoxa, recibieron
aprobación eclesiástica(). La lista de estos
autores es larga, y la de sus textos más aún. La búsqueda de referencias
explícitas al tema del aborto en los Padres de la Iglesia es mucho más
fructífera que la referida a la Biblia, pero sus respuestas, lejos de ser
uniformes o únicas o siquiera congruentes, son a la inversa, es decir
absolutamente discrepantes.
26.
Pero antes de seguir, es necesario una aclaración previa.
El tema del estatuto jurídico del aborto refiere en lo esencial, a dos
situaciones, cuándo comienza el individuo humano, y si esto se determina que
ocurre antes de nacer, cuáles son los derechos que se le atribuyen.
27.
Desde la tradición católica incuestionada, y siguiendo
ideas griegas sobre la materia, el hombre se ha definido como la unión de
cuerpo y alma. Es el alma inmortal la sustancia espiritual que constituye la
esencia del ser humano, y es el momento en que el alma informa al cuerpo,
llamado animación, lo que da origen al ser humano. El instante en que se
produce la animación ha sido uno de los temas teológicos más recurrentes en la
historia del pensamiento cristiano.
28.
Aún cuando hay algunos que hoy quisieran cambiar su
naturaleza, la discusión sobre cuando ocurre la animación, es claramente un
tema teológico, independiente del nivel de los conocimientos científicos que
sobre el desarrollo embrionario se posean, pues por un lado cualquiera que
ellos sean, todos saben que al interior del vientre materno hay un notorio
cambio en la forma y volumen del producto de la concepción, y por otro,
obviamente la ciencia no nos puede señalar cuando Dios infunde el alma.
29.
Aclarado lo anterior, señalemos entonces que las
referencias al tema del aborto en el mundo cristiano pueden plantearse tanto en
lo que dice relación con el hecho mismo del aborto, y por tanto con una
valoración explícita de dicha conducta, como con el momento en que se inicia el
individuo humano, caso en que la valoración del aborto se deduce, pues antes de
que exista ser humano, obviamente no hay destrucción de éste.
30.
Entre los Padres de la Iglesia ocupa un lugar
destacadísimo la figura de Agustín de
Hipona, San Agustín. En el decir de Paul Johnson, “Agustín fue el genio sombrío
del cristianismo imperial, el ideólogo de la alianza entre la Iglesia y el
estado, y el creador de la mentalidad medieval. Después de Pablo, que
suministró la teología básica, hizo más que ningún otro ser humano por plasmar
el cristianismo”(). Pues bien, aquel hombre
que “hizo más que ningún otro ser humano por plasmar el cristianismo”,
estimaba que no debía considerarse
homicidio el aborto de un feto aún no formado, y señalaba que la animación
(la infusión del alma al cuerpo) ocurría en el feto en el día 45 después de la
concepción. En el lenguaje de la época, como lo señala el teólogo DANIEL C MAGUIRE, Agustín de Hipona, “Reflexionando
sobre la creencia pía en la resurrección de todos los muertos al final del
mundo,… se pregunta si los fetos tempranos como resultado de abortos naturales
también se levantarían. Dijo que no” ().
31.
Pero
no solo Agustín de Hipona tiene una visión en ese sentido. “San Buenaventura
afirma también que el alma no puede existir en el embrión antes que este se
encuentre debidamente organizado, en Sententias II, 31,1 Opera III, p. 354, y
San Alberto Magno sostiene que el alma es infundida al varón a los 40 días de
gestación, a la mujer a los 90 días en su Summa de Creaturis II, 17, 3; y De
Anima 3, 5, 4”().
32.
Si de la tradición teológica se trata, y aún cuando su
existencia es varios siglos posteriores a los de Agustín, sin duda una figura
descollante es Tomás de Aquino, que no sólo ha sido declarado santo, sino
además investido de apodos como Doctor Angélico o Doctor de la Humanidad, por
la propia Iglesia católica. Se trata sin duda del principal representante de la
escolástica, y una
de las mayores figuras de la teología y la metafísica. Tomás
de Aquino no sólo cree en la animación tardía, sino es uno de sus principales
exponentes.
33.
Esta posición se ha seguido sosteniendo en la historia
del pensamiento eclesiástico. Así por ejemplo, Tomás Sánchez de Ávila, teólogo
español que vivió entre los años 1550 y 1610, y una de las mayores autoridades
en teología moral, autor entre otros textos de uno con el ilustrativo título de
“De sancto matrimonii sacramento”, elogiado por el Papa Clemente VIII, consideraba legítimo el aborto de
diversas circunstancias.
34.
Por cierto, a lo largo de la historia de la Iglesia
Católica hay también autores y textos que han condenado el aborto, pero ello no
permite ocultar la otra realidad, esa que dice que hay otros que no lo han
hecho y que de los tres hombres que más han aportado al surgimiento y
desarrollo de la Iglesia, tanto en lo relacionado con los aspectos
institucionales como ideológicos, Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, y Tomás de
Aquino, ninguno de ellos condena el aborto consentido en todo momento y lugar,
como lo hace hoy el Magisterio Eclesiástico.
El Magisterio de la Iglesia
35.
El
Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 85 señala que "El oficio de
interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido
encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en
nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el
sucesor de Pedro, el obispo de Roma”().
Es decir, Magisterio de la Iglesia
o Magisterium Ecclesiae, en latín como también a veces se usa, es la
expresión con que la propia Iglesia Católica
se refiere a la función y autoridad de enseñar que tienen el Papa y los obispos que están en comunión con él.
36.
Entendido
así, la obediencia que el Magisterio de la Iglesia genera en materia de aborto,
es una de las cuestiones más incomprensibles para el pensamiento laico. Desde
luego este magisterio formalmente no es infalible, por supuesto en la medida en
que los propios católicos creen que el Papa puede ser infalible. Pero más aún,
el Magisterio de la Iglesia ha estado, históricamente, plagado de errores.
37.
En
verdad no sólo ha estado plagado de errores, sino también de horrores.
Podríamos exponer largamente sobre ellos y citar decenas de situaciones
históricas. Pero hoy no es necesario, si recordamos que la propia Iglesia ha
pedido perdón por algunos de ellos. Por primera vez lo hizo en el Vaticano II(),
pero sin duda lo más relevante al respecto es el documento “Memoria y reconciliación. La iglesia y las culpas
del pasado”(),
de la Comisión Teológica Internacional, emitido con motivo del Jubileo del año 2000.
38.
Y
es que, a diferencia de múltiples formas de poder, cuya voluntad se plasma
exclusivamente en el ejercicio de la fuerza, las actuaciones a nombre de la
Iglesia, han estado siempre justificadas ideológicamente. O dicho de otro modo,
el Magisterio de la Iglesia ha justificado, en algún momento al menos, y a
menudo durante siglos o incluso casi dos mileniso, la esclavitud, el exterminio
de creyentes diferentes, el sometimiento de los aborígenes americanos, la
persecución a los judíos como asesinos de Cristo, las persecuciones del Santo
Oficio de la Inquisición, etc.
39.
Sólo
a modo de resumen de los “pecados” cometidos por la propia, según se ha dicho:
“Los
pecados cometidos al servicio de la verdad, la intolerancia y la violencia en
contra de los disidentes, guerras de religión, violencias y abusos en las
Cruzadas, y métodos coactivos en la Inquisición.
Las faltas que han afectado la
unidad del Cuerpo de Cristo: excomuniones, persecuciones, divisiones.
Los pecados cometidos en el
ámbito de las relaciones con "el pueblo de la primera Alianza",
Israel: desprecio, actos de hostilidad, silencios.
Pecados en contra del amor, la
paz, los derechos de los pueblos, el respeto de las culturas y de otras
religiones, en concomitancia con la evangelización.
Faltas en contra de la dignidad
humana y la unidad del género humano: hacia las mujeres, las razas, las etnias.
Pecados en el campo de los
derechos fundamentales de las personas y en contra de la justicia social: los
últimos, los pobres, los que están por nacer, injusticias económicas y
sociales, marginación.
40.
Conclusiones.
Si bien existe una tradición oficial
que se impone desde el Vaticano, primero a partir de la encíclica Apostolica
Sedis, de Pio IX, en 1869 y luego de la Encíclica “Casti Connubi”, del Papa Pío
XI, el año 1939, la verdad es que, la “Sagrada Palabra” no contiene ni un solo
sílaba de condena al aborto consentido, la Tradición Apostólica presenta una
diversidad de opiniones, y sus máximos exponentes, justifican el aborto hasta
determinados momentos, y por último, el propio Magisterio ha mantenido una
actitud fluctuante en su actuar, -como lo acredita la historia chilena del
período de vigencia del aborto- y una opinión variable en los textos, según los
tiempos.
En la actualidad, un número creciente
de católicos, entre los que hay respetables teólogos, (sacerdotes y monjas)
sacerdotes y laicos, acepta la posibilidad de que el aborto sea legítimo en
determinadas circunstancias. En nuestra opinión, esos planteamientos
discrepantes pueden agruparse en torno a tres grande lineamientos
intelectuales:
·
Aprobación
del hilemoformismo
·
Rechazo
a la fecundación como inicio del individuo
·
Revalorización
de la autonomía
Sobre estas tres visiones, en este mismo blog en "Aborto e Iglesia Católica: Corrientes discrepantes".
Mail del autor: f_garciadiaz@yahoo.es
[
Código Sanitario,
“Art. 119. No podrá ejecutarse ninguna
acción cuyo fin sea provocar un aborto” (la negrita es nuestra).
De que hallé este blog... no he parado de leer. Me parece excelente.
ResponderBorrarAgradecido.
BorrarMe alegro que te guste, y que como ex alumno sigas estando en contacto con temas que nos unen
Un abrazo.
FGD