Fernando García Díaz
Como se ha señalado, "es aparentemente en la América indígena donde
se concentra el mayor número de sustancias psicoactivas utilizadas en el mundo,
bajo la forma de una diversidad de plantas (e incluso ciertas secreciones
animales) que se inhalan, comen, beben o se aplican en enemas"([1]).
La práctica del consumo de este tipo de drogas alcanza tales niveles de
difusión, que ha motivado particulares preguntas antropológicas. Entre ellas,
destaca la llamada “interrogante estadística”, que se planteara hace ya algunas
décadas el etnobotánico Richard E. Schults, y que Peter T. Furst describe en
los siguientes términos “¿Cómo va uno a explicarse la notable anomalía entre el
gran número de plantas psicoactivas conocidas por los primeros americanos, que
habían descubierto y utilizado de ochenta a cien especies diferentes y el
número mucho menor -no más de ocho o diez- que como es sabido fueron empleadas
en el Viejo Mundo?”([2]).
La principal respuesta a esta inquietud fue entregada, hacia 1970, por La Barre,
-erudito en antropología y religión- quien sostuvo que, considerando que la
humanidad en el Viejo Mundo ha vivido cientos de miles de años, y no sólo
algunos miles como en América, que la flora era al menos tan rica y variada y
potencialmente poseedora de la misma cantidad de plantas alucinógenas, la
respuesta no podía ser botánica, sino cultural. La tesis de este autor, es que
“el interés de los indígenas americanos por las plantas alucinógenas está
ligado directamente a la supervivencia en el Nuevo Mundo de un chamanismo
esencialmente paleo mesolítico, eurasiático que los antiguos cazadores de
grandes animales llevaron consigo del Asia nororiental, y que resultó ser la
base religiosa de los indios americanos”([3]).
El chamanismo, como fenómeno socio cultural encuentra su cuna en
Siberia, desarrollándose en Asia Central y septentrional, extendiéndose a Corea
y Japón y alcanzando los pueblos fronterizos de Tíbet, China e India, y
llegando a Indochina y América([4]).
En lo esencial se caracteriza por constituir un marco cultural "...donde
ciertas percepciones básicas de la realidad se construyen en base a estados
modificados de conciencia..."( [5]),
cuyos conocimientos suelen "encarnarse en algún individuo que actúa el
papel de Chamán"([6]).
Este personaje, central en las culturas aborígenes americanas ha sido
conceptualizado como "...el individuo visionario, inspirado y entrenado en
decodificar su imaginería mental que, en nombre de la colectividad a la que
sirve y con la ayuda de lo que concibe como sus espíritus aliados, entra en
estados de catarsis profunda sin perder la consciencia despierta de lo que está
percibiendo"([7]).
Esta orientación chamánica, común a Europa y Asia en los comienzos, se
pierde durante el Neolítico, produciéndose diferencias substanciales entre las
viejas religiones euroasiáticas y las prácticas del Nuevo Mundo, que permanecen
fieles a las tradiciones del Chamán. Hoy sin embargo resulta interesante
destacar que dentro del amplísimo mercado de espiritualidad que se ofrece en
occidente, y dentro del cual América emerge como continente de origen y
destino, algunas encuentran su sustrato práctico y conceptual en "...los
intrincados sistemas de creencias, símbolos y prácticas chamánicas
supervivientes de los pueblos indígenas americanos"([8]).
Es decir, si hemos de dar crédito a esta teoría, y considerando que las
primeras migraciones hacia el Nuevo Mundo por el “puente de tierra” que
conectaba Siberia y Alaska pudieran datar de unos 20 a 40 mil años y las más
recientes de unos 12 mil, los orígenes del consumo de sustancias psicoactivas
en este continente se remontan a más de 10 mil años. Comparten esta hipótesis
algunos antropólogos chilenos expertos en el tema, que han señalado que el uso
de alucinógenos en nuestro continente "está en la base misma de la
tradición indígena americana, la que tendría sus antecedentes en pueblos del
occidente asiático"([9]), desde donde habría llegado.
Por otro lado, confluyen como argumentos que refuerzan esta idea, el
conocimiento que se tiene de las plantas con poder psicoactivo, de los
mecanismos para extraer mejor dichas sustancias, la cantidad necesaria para el
consumo, así como los diversos métodos de incorporación al organismo humano,
pues todo ello requiere de largos procesos de aprendizaje y experimentación.
Sea cual sea la antigüedad del consumo de drogas a la llegada de Colón,
se encuentra difundido en prácticamente todos los pueblos y culturas de la
América precolombina. En aquella época, las sustancias psicoactivas tuvieron un
origen esencialmente vegetal y sólo muy esporádicamente animal. En este último
caso, se trata casi siempre de las secreciones venenosas de algún sapo o rana,
siendo el más conocido el caso del Bufo marinus, un sapo del que se extraía un
poderoso veneno en las regiones de Centroamérica y El Caribe ([10]).
En la América precolombina las sustancias psicoactivas provenían
esencialmente de hongos, cactus, semillas, flores y en menor medida de árboles
y arbustos. Sus efectos corresponden mayoritariamente a lo que hoy podemos
llamar alucinógenos, (también conocidos como “enteógenos” ([11]))
aun cuando también se utilizan estimulantes, como la coca, la nicotina o el
cacao, y depresores como el alcohol.
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En América Central, el Caribe y Sudamérica se encuentra extendido el uso
de polvos psicoactivos, que Ott llama “rapé enteogénico” y que ubica en
yacimientos arqueológicos descubiertos en “Argentina, Brasil, Chile, Colombia,
Costa Rica, la República Dominicana, Haití, Perú y Puerto Rico”([12]).
En las tierras amazónicas, el psicoactivo más difundido proviene de las
ramas de la Banisteriopsis sp, una enredadera de la selva. El producto obtenido
mediante diferentes procesos, es conocido en un extenso territorio con una gran
variedad de nombres, "como yajé, caapi, ayahuasca, natema o pinde"([13]). También se utiliza en esta zona polvos obtenidas de la molienda de la
semilla del árbol llamado Vilca (Anadenanthera peregrina)([14]),
cuya presencia se extiende hasta pueblos de nuestro territorio.
En la llamada actualmente cultura San Pedro, correspondiente a un pueblo
que vivió en los oasis del desierto de Atacama entre el 200 y el 900 de nuestra
era, es posible encontrar un conjunto de pequeños artefactos, algunos de gran
riqueza artística, que eran utilizados en el consumo de sustancias
psicoactivas. En más del 10 % de las 5.000 tumbas excavadas, se han encontrado
restos de estos implementos, así como bolsitas de cuero con polvo de Vilca,
rico en diversos alcaloides “todos de rápido efecto y que provocan una modificación
radical de los estados de conciencia y de los patrones cognitivos y
perceptuales”([15]). Los
estudios arqueológicos efectuados, que constatan la presencia de gran cantidad
de estos objetos, “más el hecho que la mayor parte de ellos parecen haber sido
muy usados antes de ser depositados en las tumbas, permiten concluir que la
ingestión de estas sustancias fue habitual entre los miembros de la cultura San
Pedro”([16]).
Otra sustancia conocida en Chile es aquella "que los indios la
llaman Miaya y los españoles chamico"([17]).
De sus efectos ya da cuenta el jesuita Diego de Rosales en su "Historia
General del Reino de Chile, Flandes Indiano", escrita aproximadamente
entre 1652 y 1673. Allí, junto a la geografía, fauna, vida y costumbres
indígenas, se describe también las bondades medicinales de una extensa gama de
plantas, entre las que destaca el
chamico. "Dadas a beber en bino, o en agua, entorpecen de tal suerte los
sentidos que los delinquentes, si las beben, antes de darles los tormentos, no
sienten dolor alguno, por mas que les aprieten los cordeles. Si aumentan la
cantidad, quedan dormidos por un dia natural con los ojos aviertos, y para
despertarlos, les ponen vinagre en las narices, o ceniza caliente en la frente.
Si es mucha la bebida, se quedan dormidos, y riendo, y se mueren sin agonia
ninguna"([18]).
Es en las zonas al sur del Río Bravo en donde más se ha estudiado el
tema del consumo de sustancias psicoactivas. Allí, en lo que hoy es México,
vivieron una gran cantidad de tribus -Kiowa, Comanche, Shawnee, Kickapoo, Osage,
Quapaw, Seminola, Sheyene, Ponca y muchas más, y por cierto otras más conocidas
como las olmecas, toltecas, mayas o aztecas- y se desarrollaron decenas de
culturas. En general, en todas ellas se utilizaron productos vegetales capaces
de producir algún estado de alteración de la conciencia.
De aquellas sustancias, las más difundidas en la actualidad corresponden
a dos estimulantes que en algún momento tuvieron un carácter sagrado; pero que
hoy se han tornado profanas y circulan como simples mercancías.
El chocolate, originario de México central es una de estas sustancias. A
la llegada de los españoles, según cuentan cronistas de la época, lo traían de
las tierras bajas de Veracruz, y con él se preparaba una espumosa bebida, que
incluía miel y especies aromáticas y que sólo los nobles podían consumir. “Se
le conocía como "corazón sangre" y era un alimento asociado a la
felicidad. Su bebida embriagaba a los señores, a los protegidos por Quetzalcóatl
y Xiuhtecuhtli, a los destinados a gobernar. Su poder era visionario...”([19]).
El tabaco, hoy de difusión universal y también de origen americano es la
segunda sustancia. “Desde el valle del Mississippi hasta Tierra del Fuego toda
América bebía, comía o fumaba esta hierba, la más sagrada del continente”([20]).
En la actualidad se ha acentuado su condición de droga perniciosa, luego de
siglos de ser mayoritariamente
considerado un inofensivo elemento de placer, de uso preferentemente
masculino y símbolo de elegancia cuando se consumía bajo ciertas condiciones
(boquillas, pipas, cachimbas, etc.).
Entre los múltiples productos psicoactivos consumidos en esa zona, a
veces resulta difícil distinguir cuál es uno y cuál el otro. Favorecen esta
situación los problemas de idiomas, los nombres diferentes que para un mismo
producto se utilizan según las zonas y las condiciones de secreto con que luego
de la conquista española se solían preparar e ingerir esas sustancias. Ejemplo
claro de esto es el uso de la palabra mezcal, que está lleno de confusiones. En
la antigua literatura se utiliza frecuentemente para denominar al peyote; en la
actualidad es la denominación de una bebida alcohólica, pero "el verdadero
mezcal es el Agave spp"([21]), sin perjuicio que por sus propiedades embriagantes, se describa a
otras dos plantas como "frijol de mezcal" (Sophora secundiflora) y
"botón de mezcal" (Lophophora williamsii) ([22]).
Numerosas tribus mexicanas consumieron -y consumen-, diversos hongos
alucinógenos, siendo el producto llamado "teonanacatl" o "carne
de los dioses", el más conocido en la cultura occidental([23]).
Descrito el uso de estas plantas desde la llegada de Cortés por algunos
cronistas de la época, el teonanacatl fue desapareciendo de la práctica y de la
literatura, quizás por los efectos represivos que su consumo -asociado
directamente a ritos religiosos paganos- suscitaba. W.E. Safford, conocido
etnobotánico norteamericano, planteó incluso la idea de que los hongos
alucinógenos jamás habían existido. En 1915 postuló que por problemas de
idiomas, los españoles habían confundido estos hongos con el peyote o que
simplemente los indios los habían engañado ([24]).
En 1938, R. E. Schultes, acompañado de P. Reko en la fase preliminar,
recolecta los primeros hongos que él mismo logra identificar ([25]). Con posterioridad, Albert Hofmann, famoso químico suizo que ya había
elaborado dietilamida de ácido lisérgico (L.S.D.25), aisló, identificó y
sintetizó los constituyentes psicoactivos -alcaloides psilocibina y psilocina-
en ejemplares cultivados de Psilocybe mexicana.
En 1957 R. Gordon Wasson, en la revista Life, da a conocer al mundo
profano la existencia de estos hongos mágicos.
En la actualidad se encuentra plenamente confirmado que en México se
emplearon y se emplean varias decenas de hongos con características
alucinógenas. A la luz de estos descubrimientos, hoy resultan más fáciles de
explicar diversos dibujos indígenas que muestran a alguno de ellos en posición
contemplativa frente a un hongo.
Más conocido aún que los hongos es el caso del peyote. Con dificultades
en un principio para su identificación, hoy no cabe duda que se trata de la
Lophophora williamsi, un cactus sumamente particular, pequeño, sin espinas y
con forma de zanahoria, que crece desde el valle del Río Grande al sur.
Este cactus es generoso en la presencia de alcaloides y en su estado
adulto contiene al menos nueve([26]). Estos pueden ser clasificados en dos grandes clases, según el tipo de
acción fisiológica que poseen, aquellos que acrecientan la irritabilidad
refleja, al estilo de la estricnina y los que poseen una acción
sedante-somnífera, de tipo morfina([27]).
En América del Sur es conocida la tradición de consumo de hojas de coca
en una amplia zona de la cordillera de Los Andes. A la llegada de los
españoles, esta tradición de cultivo y uso de la coca tendría ya unos 6.500
años, si hemos de creer lo que señala el Gobierno Peruano ([28]).
Como se ha dicho, las sustancias psicoactivas han sido usadas en nuestro
continente por las más variadas culturas, así las encontramos consumidas por
pequeñas tribus de la cuenca del Amazonas en América del Sur, por pueblos
cazadores del oeste norteamericano, por habitantes de los imperios Maya, Azteca
o Inca, por chamanes mapuches, en definitiva, por todos o casi todos los
pueblos originarios de estas tierras. En
torno a esta situación es necesario sí un par de reflexiones.
En primer lugar, el consumo aparece como resultado de un largo y
cuidadoso proceso de observación y experimentación, que ha permitido a los
antiguos habitantes reconocer aquellas plantas capaces de producir los efectos
deseados y precisar los procedimientos más adecuados relativos tanto a la
obtención de las sustancias psicoactivas, como al modo de introducirlas al
organismo.
En segundo lugar, la existencia de miles de objetos y dibujos relativos
al consumo, en cientos de sitios arqueológicos diferentes, dan cuenta de que la
ingestión de este tipo de sustancias no constituyó un hecho aislado ni
esporádico, sino más bien una práctica relativamente frecuente.
Aquí es necesario destacar que la visión occidental que tenemos del
consumo de productos alucinógenos poco o nada expresa acerca de lo que los
aborígenes veían en esta actividad. Para ellos, su consumo proporcionaba
“sentido a los sentidos, fuerza a los sentimientos y sabiduría al intelecto”([29]).
En síntesis, como dice Fericgla, si "el consumo de enteógenos es
una práctica cuasi universal del ser humano, en especial entre los pueblos
ágrafos"([30]), el
consumo de drogas en un sentido aún más amplio, incluyendo estimulantes y
depresores, es definitivamente universal, geográfica y cronológicamente. Más
aún, en los pueblos habitantes de nuestra América precolombina, el consumo de
drogas constituiría un elemento central al momento de comprender los métodos de
subsistencia, las relaciones ayuda y curación, la memoria colectiva y los
sistemas de toma de decisiones, rol que con alguna variación se mantendría
hasta la actualidad en la población indígena y mestiza americana([31]).
Y no obstante lo anterior, es decir la antigüedad del consumo y la
diversidad cultural en donde se daba, no existía el "problema" de la
droga. ¿Qué hace hoy que el fenómeno sea diferente?
El advenimiento de un nuevo orden económico y político vino a cambiar
radicalmente la situación. En los sistemas económicos no capitalistas, la droga
se utiliza asociada siempre a ceremonias o rituales, con funciones medicinales,
religiosas, mágicas, afrodisíacas, aún orgiásticas o bélicas. Pero siempre se
trata de una sustancia mágica, que otorga conocimiento, fuerza, valor,
espiritualidad y que nunca es considerada como producto transable con miras al
enriquecimiento. Con posterioridad, la situación varía, transformándose la
droga en una mercadería que se utiliza para facilitar la explotación del
trabajo, pero sobre todo, para reportar ingentes utilidades, finalidad esta
última que constituye el leiv motif
del actual tráfico de drogas.
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Como hemos señalado, a la llegada de los españoles a América del Sur,
los efectos del consumo de hoja de coca eran conocidos entre la población
indígena desde hacía miles de años. No existe acuerdo en los autores respecto
de su difusión. Para unos, contrario a lo que se cree, era limitada y
estrictamente controlada por el soberano, utilizándose en fiestas religiosas y
en algunos trabajos pesados. El derecho a mascarla sería concedido por el Inca
a quienes desarrollaban ciertas actividades, entre las que es posible reconocer
sacerdotes, doctores, guerreros, mensajeros y quienes mantenían las cuentas del
imperio.
Para otros, en cambio, ello no concuerda con los datos históricos ni con
la información arqueológica, que mostraría una más que milenaria popularidad.
“En orden de importancia por la cantidad de consumidores declarados, la segunda
gran droga descubierta en América es la hoja de coca”([32])
dice Escohotado. Y concordante con esto Bustos
indica que “Hoy resulta indudable que a la llegada de los españoles a
América, el consumo de la hoja de coca estaba extendido por toda la ruta
andina, llegando hasta Centro América y aún extendiéndose al Caribe([33]).
Cualquiera sea la realidad, lo
cierto es que el consumo de coca se insertaba armónicamente en la cosmovisión
del indígena, sin constituir problema alguno para su sistema social.
Los españoles por su parte, mediante prohibición eclesial, que estuvo
vigente entre 1551 y 1567, intentaron eliminar su consumo, logrando reducirlo,
pero muy pronto alzaron dicha prohibición. "Los motivos eran meramente
colonialistas, pues sólo lo hicieron tan pronto comprobaron que los nativos no
podían ser sometidos a largas jornadas de trabajo en las minas, como sí sucedía
cuando mascaban la coca"([34]). Asumido esto, el siguiente paso es entregar aún mayores utilidades al
sistema. “De este modo, si en 1569 un Real Decreto de Felipe II atribuía sus
efectos “a la voluntad del maligno”, en 1573 una Ordenanza del virrey Francisco
de Toledo legaliza oficialmente el cultivo y determina que el 10 por 100 del
valor de las compraventas con esta sustancia corresponderá al clero; a partir
de entonces este diezmo constituirá la fuente singular de ingreso más
importante para los obispos y canónigos de Lima y Cuzco”([35]).
Sobre el particular, Galeano escribe "Los españoles estimularon
agudamente el consumo de coca. Era un espléndido negocio. En el siglo XVI se
gastaba tanto en Potosí en ropa europea para los opresores como en coca para
los oprimidos. Cuatrocientos mercaderes españoles vivían, en el Cuzco, del
tráfico de coca; en las minas de plata de Potosí entraban anualmente cien mil cestos
con un millón de kilos de hojas de coca. La iglesia extraía impuestos a la
droga. El Inca Garcilaso de la Vega nos dice en sus “comentarios reales” que la
mayor parte de la renta del obispo y de los canónigos y demás ministros de la
iglesia del Cuzco provenía de los diezmos sobre la coca y que el transporte y
la venta de este producto enriquecían a muchos españoles. Con las escasas
monedas que obtenían a cambio de su trabajo, los indios compraban hojas de coca
en lugar de comida; masticándolas podían soportar mejor, al precio de abreviar
la propia vida, las mortales tareas impuestas"([36]).
Epilogo
Del trabajo expuesto es posible establecer algunas conclusiones muy
básicas:
ü El consumo de
drogas en el mundo y particularmente en nuestra América es varias veces
milenarios.
ü El "problema
de la droga" es un fenómeno históricamente muy reciente.
ü La represión
masiva, a cuya formación parece haber contribuido de manera decisiva una
errónea política de guerra, que en nuestro país se sigue aplicando, no ha
resultado efectiva.
Han pasado casi
500 años desde que en nuestra América, al menos "una" droga se
transformara en mercadería y alterara definitivamente las relaciones entre el
hombre y esas sustancias. Hoy día nuestros pueblos, consumidos por el abuso del
alcohol, la pasta base o alguna otra droga, perseguidos y estigmatizados por su
participación en el circuito internacional de estas sustancias, son víctimas
una y otra y vez de un modelo económico y social excluyente, que parece no
otorgarles salida. Cuando la experiencia y las ciencias sociales retoman el
valor de la historia no sólo para interpretar el presente, sino también para
modificarlo parece más aplicable que nunca la sugerencia del profesor de
antropología de la Hawaii Pacific University, cuando señala "hay que
conceder mayor prioridad al reconocimiento de los recursos de cada cultura para
abordar los cambios... "([1]).
El retorno a
nuestras raíces, a nuestra historia larga, a aquella varias veces milenaria,
puede ayudarnos a comprender mejor nuestra actual realidad, y a buscar
instancias imaginativas, creadoras y conforme a nuestros propios intereses. En
el ámbito de las relaciones hombre-droga, la tarea aún está pendiente.
Santiago, octubre de 2001.
Publicado en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, Universidad de Granada
año 2002,
Disponible http://criminet.ugr.es/recpc/recpc_04-r3.pdf
[1] CORNEJO, LUIS; GALLARDO, FRANCISCO;
MEGE, PEDRO "La carne de los dioses:
Psicoactivos en América", en Revista Universitaria N. 33, segunda entrega,
1991, pág. 33.
[2] FURST, PETER T. “Alucinógenos y cultura”, Fondo
de Cultura Económica, 2° reimpresión 1994, pág. 15.
[3] FURST, PETER T., op. cit. pág. 15 y 16.
[4] FERICGLA, JOSEP M. "El
Chamanismo como sistema adaptante, http://www.imaginaria.org/chaman.htm ,
15.03.2001,
[5] FERICGLA, JOSEP M. op. cit
[6] FERICGLA, JOSEP M. op. cit
[7] FERICGLA, JOSEP M. "El peso
central de los enteógenos en la dinámica cultural", en http://www.colciencias.gov.co/seiaal/congreso/Ponen1/FERICGLA.htm
[8] FERICGLA, JOSEP M. "El
peyote y la ayahuasca en las nuevas
religiones mistéricas americanas", en http://home.abaconet.com.ar/abraxas/fericgla2.htm
[9] CORNEJO, LUIS; GALLARDO, FRANCISCO;
MEGE, PEDRO "La carne de los dioses:
Psicoactivos en América", en Revista Universitaria N. 33, segunda entrega,
1991, pág. 34.
[10] (Un orígen sólo aparentemente animal se encuentra en
ciertas prácticas descritas de pueblos siberianos y de Kamtchaka. De esta
última zona, Lotina Benguria narra el relato hecho por un miembro de su
expedición, que recuerda una experiencia vivida en 1900. Para celebrar la
realización de un formidable negocio entre un pescador y un cazador de renos se
consumió Amanita muscaria, un conocido hongo psicoactivo. Y añade "Pero
como la toxina productora de todas aquellas alucinaciones se elimina por la
orina y, por otra parte, la Amanita muscaria se da tan poco por aquellas
latitudes que únicamente se usa en las grandes ocasiones, el pastor y el
pescador para poder continuar sin más gastos aquella formidable orgía, bebían
su propia orina en vasos especialmente preparados para aquel uso, prolongando
así la sucesión de bailes y alucinaciones hasta la tarde del día
siguiente". (LOTINA BENGURIA, R.,
"Les Champignos dans la nature", en "Hongos Alucinógenos de
Europa y América del Norte", OTT,
JONATHAN; BIGWOOD, JEREMY Y BELMONTE, DOLORES, en "Tenanácatl.
Extractos de la Segunda Conferencia Internacional sobre Hongos Alucinógenos
celebrada cerca de Port Towsend, Washington. 27 -30 de octubre de 1977",
editorial Swan, Madrid, 1985, pág. 92)
[11] Al
respecto, Jonathan Ott señala: “El término “enteógeno” fue propuesto por los
filósofos Carl A.P. Ruck y Danny Staples, por el pionero en el estudio de los
enteógenos, R. Gordon Wasson, por el etnobotánico Jeremy Bigwood y por mí
mismo. El neologismo deriva de una antigua palabra griega que significa “dios
generado dentro”, término que usaron para describir estados de inspiración
poética o profética y para describir un estado enteogénico inducido por plantas
sagradas”, OTT, JONATHAN
“Pharmacotheon. Drogas enteógenas, sus fuentes vegetales y su historia”, ed.
Los libros de la liebre de marzo, 1ª edición, Barcelona, abril de 1996, pág. 19.
[12] Idem,
pág. 161.
[14] Sobre
la composición “química de los rapés de
la Anadenanthera” y en particular el clorhidrato de N,
N-dimetiltriptamina (DMT), véase el
capítulo tercero de OTT, JONATHAN “Pharmacotheon. Drogas
enteógenas, sus fuentes vegetales y su historia”, ya citado, págs. 159 y
siguientes.
[15] CORNEJO B. LUIS E. “San Pedro de
Atacama. Demasiado Mundo Terrenal (DMT)”, en “Mundo Precolombino. Revista del
Museo Chileno de Arte Precolombino Nº 1, año 1994”, pág. 19. Nótese la expresa
referencia en el título al clorhidrato de N, N-dimetiltriptamina (DMT), presente en la Anadenanthera peregrina.
[16] Idem,
pág. 20
[17] DE ROSALES, DIEGO "Historia
General del Reino de Chile, Flandes Indiano", pág. 222
[18] DE ROSALES, DIEGO, op. cit pág.
222
[19] VILCHES, FLORA, “Chocolate corazón”, en “Mundo
Precolombino. Revista del Museo Chileno de Arte Precolombino Nº 1, año 1994”,
pág. 27.
[20] ESCOHOTADO, ANTONIO, “Historia de
las Drogas”, Alianza Editorial, séptima edición, Madrid 1998, tomo Y, pág. 349.
[22] Idem, pág. 95
[24] OTT, JONATHAN, "Exordium. Breve historia de los hongos
alucinógenos", en "Tenanácatl. Extractos de la Segunda Conferencia
Internacional sobre Hongos Alucinógenos celebrada cerca de Port Towsend,
Washington. 27 -30 de octubre de 1977", editorial Swan, Madrid, 1985, pág.
22
[25] OTT, JONATHAN, "Exordium. Breve historia de los hongos
alucinógenos", en "Tenanácatl. Extractos de la Segunda Conferencia
Internacional sobre Hongos Alucinógenos celebrada cerca de Port Towsend,
Washington. 27 -30 de octubre de 1977", editorial Swan, Madrid, 1985, pág.
48.
[28] GOBERNO PERUANO. "Plan Nacional de Prevención y Control de
Drogas 1994-2000", separata El Peruano, Lima, lunes 3 de octubre de 1994,
pág. 119.407.
[29] CORNEJO et at., pág. 35.
[30] FERICGLA, JOSEP M. "El peso
central de los enteógenos en la dinámica cultural", en http://www.colciencias.gov.co/seiaal/congreso/Ponen1/FERICGLA.htm
[31] FERICGLA, JOSEP M. "El peso
central de los enteógenos en la dinámica cultural" ya citado.
[32] ESCOHOTADO, ANTONIO, op. cit. pág.
351.
[33] BUSTOS RAMIREZ, “Coca, cocaína.
Política criminal de la droga”, Editorial Jurídica Cono Sur Ltda. Santiago,
1995, págs. 11 y 12.
[34] CASTILLO, FABIO "La Coca Nostra", Editorial Documentos Periodísticos,
1ª edición, Bogotá, enero de 1991 pág. 33
[35] ESCOHOTADO, ANTONIO, op. cit. pág.
352.
[36] GALEANO, EDUARDO "La
Venas Abiertas de América Latina", siglo XXI editores, cuadragésima
edición, Madrid, enero de 1985 (6ª. de España), pág. 72 y 73.
[37] BOROFSKY, ROBERT "Omnipresencia de la cultura", artículo del Primer Informe Mundial sobre la Cultura, elaborado por UNESCO en http://www.crim.unam.mx/cultura/informe/defaut.htm 16.08.2001.
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