“Las avionetas
para fumigación a menudo se dirigían a nuestra comunidad. La gente se ponía muy
triste cuando veían las avionetas de fumigación. Se ve a los aviones venir
–cuatro o cinco de ellos- desde lejos. Dejando tras de sí una estela negra.
Dicen que están tratando de matar la coca, pero matan todo. Quisiera que las
personas que vuelan esas avionetas de fumigación se dieran cuenta de todo el
daño que hacen… En una ocasión el producto de la fumigación nos cayó a mi
hermanito y a mí. Estábamos afuera y no llegamos a la casa antes que los
aviones volaran sobre nosotros. Yo me enfermé y me tuvieron que llevar al
hospital. Me dio un sarpullido horrible que me picaba mucho y me quemaba en el
sol. El doctor nos dijo que el producto químico era tóxico y muy peligroso.
Estuve enfermo por mucho tiempo y mi hermano estuvo enfermo aún por más tiempo.
Nos fumigaron un total de cinco veces” (Javier, 11 años)([1])
Aún cuando no hay verdaderos acuerdos sobre los
alcances que comprende esta generación de derechos humanos, parece que el
derecho a vivir en un medio ambiente sano es uno de los más representativos de
ella. Se trata por cierto de un derecho no sólo “solidario” con la vida de
todos los actuales habitantes del planeta, sino incluso con las generaciones
venideras.
El
entorno que permite la vida y su conservación constituye hoy un bien jurídico
de inestimable valor, su protección, una obligación legal y ética frente a los
seres humanos, a la vida en general y por cierto a las generaciones futuras.
La
desforestación, la degradación y la contaminación se encuentran entre las
formas más agresivas de afectar el medio ambiente, y por esa vía, significar la
extinción de especies, el cambio en las condiciones climáticas, la
desertificación y aún el desplazamiento de poblaciones humanas. De todo este
tipo de daño, de los que no se ha hecho cargo, es imputable el modelo
prohibicionista.
Tratándose de drogas de origen vegetal, como las
derivadas de la hoja de coca, de la amapola o del cannabis, se necesitan miles
de hectáreas plantadas para proveer la materia prima que el mercado demanda.
(Sólo el cultivo ilícito de arbusto de coca en
América Latina habría correspondido a unas 133.700 ha en 2012, lo que por lo demás representaría la cifra más baja
desde 1999, según la JIFE)([2]). El carácter
ilícito de dichos cultivos obliga a esfuerzos especiales para evadir el control
estatal, generando un permanente desplazamiento de los cultivos hacia zonas no
identificadas como de cultivos ilícitos, lo que, especialmente en América
Latina y el Caribe, suele significar zonas selváticas de gran valor ecológico.
El cultivo y la producción de drogas se prefieren en zonas con abundante vegetación,
pues ello dificulta la detección de dichos procesos por parte de la autoridad,
pero a la vez potencia el daño ya generado. Siguiendo entonces la línea del
proceso productiva, el primer modo de atentar contra el medio ambiente se da
con los procesos de destrucción de vegetación nativa para los cultivos
ilegales. Y como lo ha mostrado la experiencia histórica de los últimos
cuarenta años, la destrucción o eliminación de plantaciones en un lugar, y aún
en un país determinado, sólo genera el desplazamiento de las plantaciones hacia
otro. Cuando Bolivia y Perú vieron disminuir sus hectáreas de plantaciones de
coca, explotaron las plantaciones en Colombia, y cuando en 1971, con el apoyo norteamericano, Turquía
logra erradicar de golpe las plantaciones de adormideras, se abre la demanda
para México y es así como, si antes representaba aproximadamente el 10-15% del
mercado de heroína que ingresaba a USA, en 1974 representa el 80%. En verdad,
como se ha descrito en múltiples oportunidades, en materia de producción (y también
de tráfico) lo que existe efectivamente es el llamado efecto globo, esto es, al
presionar por un lado, se infla otro. Los éxitos locales, no sólo no tienen
ninguna incidencia en el producto final, sino que aumentan el daño al medio
ambiente, al ampliar la superficie destinada a los cultivos clandestinos.
Por
otro lado, y al proceso de desforestación que se produce como hemos señalado,
debemos agregar que la urgencia de la producción, como el temor a su
destrucción, generan procesos productivos que buscan obtener el mayor
rendimiento del suelo, en el menor plazo posible, sin que se adopten medidas que
promuevan la sostenibilidad de los suelos, generando entonces suelos degradados
que agravan el impacto ambiental.
Como consecuencia también de la ilegalidad de los cultivos, los
laboratorios productores de la droga deben ubicarse, de manera clandestina, en
lugares cercanos a las plantaciones, y de preferencia cercanos también a ríos
navegables. Lo primero facilita el acceso a las sustancias vegetales esenciales
y lo segundo a las sustancias químicas necesarias para la elaboración de la
droga, así como la salida de ésta, una vez terminada su etapa de producción. Una
segunda modalidad de atentado contra el medio ambiente lo constituye el
desecho, al lado de los centros de producción, a menudo al interior de la selva
tropical en el caso de la cocaína, de toneladas de precursores químicos
indispensables para la elaboración de la droga. Se trata de cantidades
gigantescas de estos productos. Recordemos, a modo ilustrativo que sólo en el
año 2012 se incautaron en América Latina unas 92,7 toneladas de permanganato
potásico, si bien el principal agente oxidante en la elaboración del clorhidrato
de cocaína, ni el único precursor, ni el más dañino para el medio ambiente. Entre
estos últimos parecen estar, en el caso de la cocaína, el ácido sulfúrico (útil
para la producción del sulfato de cocaína, y el ácido clorhídrico, para el
clorhidrato) que por toneladas van a dar al fondo de las quebradas aledañas a
las plantaciones.
Pero no se
crea que este modo de atentar contra el medio ambiente es exclusivo de la
producción de cocaína. En la fabricación de metanfetaminas, el estimulante
sintético de mayor consumo, “Según la Administración de Control de Drogas (DEA)
de Estados Unidos, se utilizan aproximadamente 12 productos químicos peligrosos
en la fabricación de esta droga, estos incluyen el ácido sulfúrico, éter,
tolueno, acetona y amoníaco anhidro. Como resultado, la producción de un kilo
de metanfetamina puede producir cinco o seis kilos de residuos tóxicos…”([3]),
que por cierto, sin ningún proceso de reciclaje o protección, habitualmente son
vertidos directamente a la tierra, canales o acequias, o al alcantarillado
cuando el proceso se desarrolla en lugares urbanos, contaminando aguas de
consumo humano o sistemas de riego, según señala el mismo informe de la OEA([4]).
Y sabemos que sólo en México, gran productor de esta droga, entre los años 2011
y 2012 se incautaron más de 64 toneladas de metanfetaminas([5]).
Como la misma
OEA lo reconoce “adicionalmente debe considerarse que cuando las fuerzas
policiales encuentran “fábricas” clandestinas, aplican el método de destrucción
más accesible para ellos, lo que normalmente significa que vierten barriles de
insumos líquidos y arrojan envases plásticos al suelo o a los arroyos o les
prenden fuego” ([6])
El párrafo que
introduce este apartado nos recuerda una de las peores formas de atentar contra
el medio ambiente, la masiva erradicación de cultivos ilícitos por parte de los
gobiernos locales, empleando fumigaciones aéreas con herbicidas, especialmente
con glifosato. En el año 2012 se erradicaron sólo en Colombia manualmente unas
30.486 ha. y se fumigaron aéreamente unas 100.549 ha., de acuerdo a la
información entregada por la JIFE([7]).
El programa de aspersión de cultivos ilícitos, parte del llamado Plan Colombia,
ha significado que entre 1999 y 2013 se hayan fumigado más de 1,6 millones de
hectáreas en toda Colombia.
Al menos un
párrafo especial sobre el daño producto de estas fumigaciones debemos dedicar
al producto utilizado para fumigar: glifosato. Descubierto por Monsanto fue el
principio activo de su herbicida estrella por muchos años, el “Roundup”. “El
primer herbicida biodegradable” “Respeta el medio ambiente”, “100% biodegradable”,
“No deja residuos en el suelo”, son algunas de las frases que la empresa ocupó
para su publicidad. Monsanto sin embargo
no sólo ha sido condenado por publicidad engañosa respecto del glifosato en
Estados Unidos (Nueva York 2007) y en Francia (Lyon, 2007), sino que respecto
de las investigaciones para probar la seguridad del producto ya se había
condenado a dos laboratorios por falsificación de los datos. En el primer caso
se sancionó a Industry Biotest Laboratories, uno de los principales
laboratorios norteamericanos encargados de realizar pruebas sobre pesticidas,
uno de cuyos Directores resultó ser… un toxicólogo de Monsanto([8]).
Las falsificaciones eran tan rutinarias, que se hizo famoso el estudio que
indicaba que se habían hecho exámenes histológicos en úteros extraídos de…
conejos machos. El segundo caso de falsificación de resultados involucró al laboratorio
Craven. Su dueño y tres empleados fueron acusados de 20 cargos. El
propietario fue condenado a 5 años de prisión y una multa de
50 000 dólares, el laboratorio fue multado con 15,5 millones de
dólares y se le ordenó pagar 3,7 millones en restitución.
En la actualidad el Roundup está clasificado por la
Unión Europea, como «peligroso para el medio ambiente» y «tóxico para los
organismos acuáticos». En USA los bidones vendidos señalan “El Roundup matará
casi todas las plantas verdes que están en fase de crecimiento. No se deberá
aplicar el Roundup a reservas de agua, como mares, lagos o ríos, porque el
Roundup puede ser tóxico para los organismos acuáticos. Las personas y animales
domésticos (perros y gatos) deben permanecer fuera de la zona en la que se ha
aplicado el Roundup mientras no esté completamente seco. Recomendamos que
durante dos semanas no se permita pastar al Ganado, como caballos, vacas,
ovejas, cabras, conejos, tortugas. Si se utiliza el Roundup para controlar
plantas indeseables situadas cerca de los árboles frutales o de frutos secos,
así como de las viñas, aconsejamos no comer sus frutos antes de veintiún días”([9]). !
Demás está decir que estas preocupaciones carecen de sentido cuando se trata de
fumigar plantaciones de coca! No sólo no se avisa previamente de la fumigación,
para alejar a la población, sino que a menudo ésta se hace precisamente de
improviso, como una manera de otorgar mayor éxito a la operación y seguridad a
los pilotos. Este mismo argumento en materia de seguridad es esgrimido para
tampoco respetar las recomendaciones referidas al modo de esparcir el producto.
Según las recomendaciones técnicas, no se aconseja hacerlo a más de tres metros
de altura, por encima de las copas de las plantas más altas, pues eso hace que
el herbicida se expanda mucho más. Según la policía colombiana, que por cierto
es parte interesada en el asunto, los aviones fumigadores vuelan entre 10 y 15
metros, sobre las copas más altas([10]).
“Sólo en el departamento de Putumayo, donde viven varias comunidades indias, se
han intoxicado 300.000 personas”([11]).
Los efectos de las intoxicaciones por este tipo de fumigaciones van desde los
inmediatos problemas gastrointestinales, fiebre, dolores de cabeza, náuseas,
resfríos, vómitos, hasta el cáncer y las malformaciones congénitas de la descendencia.
En
algunos lugares de Colombia, precisamente con el objetivo de evitar las
acciones de fumigación y destrucción, se han realizado plantaciones ilegales
dentro de parques, es decir áreas protegidas en cuyo espacio está prohibido el
uso de herbicidas, lo que si bien evita su empleo, implica la destrucción de la
vegetación natural en dichos parques, al ser reemplazada por plantaciones de
arbustos de la coca.
La expansión de
los daños causados por las fumigaciones aéreas, si bien conocidas desde un
comienzo y por lo demás deducibles desde una lógica básica, recién está
empezando a reconocerse por el propio estado colombiano. El año 2013, la Corte
Suprema de Colombia, condenó al Ministerio de Defensa y a la Policía Nacional,
por los daños ocasionados a plantaciones lícitas, contiguas a territorios
fumigados.
Las acciones
de fumigación no son por supuesto, una exclusividad de Colombia, si bien allí
probablemente es donde más han perdurado. La primera operación importante
realizada en suelo extranjero con la pública aparición de soldados
norteamericanos (170 efectivos) tuvo lugar en Bolivia, en 1986, principalmente
en los departamentos de Beni, Pando y Santa Cruz, bajo el nombre de Blast
Furnace, que incorporó fuerzas militares norteamericanos, y la Operación Cóndor,
en el norte del Perú, realizada por las fuerzas armadas de ese país, en
conjunto con la DEA. De acuerdo a publicaciones de prensa, los efectos de este
tipo de fumigaciones también se han registrado en Ecuador y Venezuela.
Otra modalidad de atentar contra el medio ambiente, también atribuible
al modelo prohibicionista, lo constituye la forma de destrucción de las drogas
y sustancias químicas necesarias para su elaboración, encontradas en los
laboratorios descubiertos en medio de la selva. Cuando esto ocurre, y según lo
muestran innumerables videos grabados y expuestos por los propios organismos
represores, decenas de ellos disponibles en Google para su observación, la
droga y las construcciones se queman por medio del fuego y los tambores con los
productos químicos aún sin uso, son también quemados si ello es posible, o
vaciados, en los mismos lugares en donde fueron encontrados.
Si bien los principales daños al medio ambiente se dan en las zonas de
cultivo y producción de las drogas, los lugares de tránsito no siempre están
exentos de ello. Probablemente uno de los casos más significativos al respecto
es el que describe el Informe Problemas de Droga en América, elaborado por la
OEA y dado a conocer en 2013. Allí se describe el caso de la Reserva de Biosfera Maya, el espacio protegido más grande de
Guatemala, destinado a proteger la mayor superficie de bosque tropical que aún
existe en Centroamérica, y en donde traficantes mexicanos o salvadoreños construyen decenas de
pistas de aterrizaje, ya que la zona tiene una ubicación ideal para que los
aviones que transportan drogas desde América del Sur recarguen combustible y
hagan transferencia de narcóticos a camiones que son conducidos fácilmente
hasta México. Entre las pistas detectadas estaba una apodada el “aeropuerto
internacional”, que contaba con tres pistas y más de una docena de aviones
abandonados. El resultado fue una pérdida de 40.000 hectáreas de bosque nativo([12]).
Una preocupación especial sobre el daño ecológico
ocasionado por el modelo prohibicionista gira en torno al uso de mico
herbicidas, (llamados también “hongos asesinos” por su potencial destructivo)
contra las plantaciones de cultivos ilegales.
El tema adquiere relevancia a finales de la década de
los años noventa, cuando se detecta un brote de Fusarium oxyporun en
plantaciones de coca y otras cosechas en Perú, y Estados Unidos lo propone como
un agente a utilizar como parte del plan Colombia. La reacción a lo que fue
definido como “arma biológica”, hizo que la administración de Clinton
renunciara a su uso.
El año 2005, los congresistas republicanos de Indiana
Dan Burton y Mark Souder, intentaron revivir el proyecto.
No obstante que nunca se ha utilizado formalmente, su
presencia en plantas de coca en Colombia ha sugerido su empleo ilegal. La toxicidad que pueden presentar es tan grave,
para los seres humanos([13]) y
para el mundo vegetal, que varios organismos internacionales han realizado
investigaciones de seguimiento para controlar que no se utilice. La
preocupación por el empleo de mico herbicidas continúa hasta el día de hoy,
considerándose además la posibilidad de mico herbicidas creados especialmente en
laboratorios para su empleo en relación con la coca([14]).
[1] Citado por Count the Costs,
N°3, pág. 12
[2] JIFE, Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefacientes, Informe año 2013, Nº 438.
[3] OEA
Informe “El Problema de las Drogas en las Américas”, pág. 42.
[4] OEA
Informe “El Problema de las Drogas en las Américas”, pág. 42.
[5] JIFE,
Informe 2013, Nº 396
[6] OEA
Informe “El Problema de las Drogas en las Américas”, pág. 43.
[7] JIFE,
Informe 2013, Nº 440.
[8] En verdad probablemente no hay una empresa transnacional
con peor fama que MONSANTO. Una búsqueda hecha en Google el 26 de enero de 2015
nos entregó los siguientes resultados. Si a la palabra Monsanto se le sumaba contaminación aparecían 497.000 resultados, si se
le sumaba corrupción, aparecían 654.000 resultados, y si se le agregaba
“criminal”, palabra a la vez inglesa y española, la cifra ascendía a 952.000 resultados.
[9] ROBIN,
MARIE-MONIQUE ”El Mundo según Monsanto. De la Dioxina a los OGM. Una multinacional que
les desea lo mejor”, traducción de Beatriz Morales. Ediciones Península,
Barcelona 2008, 139.
[10] COMISIÓN LATINOAMERICANA SOBRE DROGASY DEMOCRACIA, “Drogas
y Democracia: Hacia un cambio de paradigma”.
[11] ROBIN,
MARIE-MONIQUE pág. 139.
[12] OEA, “Problemas de
Droga en América”, Informe entregado 2013.
[13] Luego de
detectarse una mortalidad de alrededor del 60% de intoxicados con Fusarium, durante las décadas de los años 30 y 40,
surgieron los primeros estudios en torno a esos microorganismo, por Estados
Unidos y la Unión Soviética, como posibles armas para la guerra
biológica.
[14] Así por
ejemplo COUNT THE COST, N°1, año 2012, pág.8
Me lo estaba perdiendo. Qué bueno encontrar su página profe. Saludos.
ResponderBorrarMiguel.
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