martes, 23 de junio de 2015

LOS DAÑOS DEL PROHIBICIONISMO CONTRA EL MEDIO AMBIENTE


Fernando García Díaz

“Las avionetas para fumigación a menudo se dirigían a nuestra comunidad. La gente se ponía muy triste cuando veían las avionetas de fumigación. Se ve a los aviones venir –cuatro o cinco de ellos- desde lejos. Dejando tras de sí una estela negra. Dicen que están tratando de matar la coca, pero matan todo. Quisiera que las personas que vuelan esas avionetas de fumigación se dieran cuenta de todo el daño que hacen… En una ocasión el producto de la fumigación nos cayó a mi hermanito y a mí. Estábamos afuera y no llegamos a la casa antes que los aviones volaran sobre nosotros. Yo me enfermé y me tuvieron que llevar al hospital. Me dio un sarpullido horrible que me picaba mucho y me quemaba en el sol. El doctor nos dijo que el producto químico era tóxico y muy peligroso. Estuve enfermo por mucho tiempo y mi hermano estuvo enfermo aún por más tiempo. Nos fumigaron un total de cinco veces” (Javier, 11 años)([1])


 (*) El presente trabajo forma parte de uno más extenso, destinado a mostrar de que manera el modelo prohibicionista en materia de psicoactivos, constituye una política profundamente dañina para los seres humanos, en muy diversas áreas.

Aún cuando no hay verdaderos acuerdos sobre los alcances que comprende esta generación de derechos humanos, parece que el derecho a vivir en un medio ambiente sano es uno de los más representativos de ella. Se trata por cierto de un derecho no sólo “solidario” con la vida de todos los actuales habitantes del planeta, sino incluso con las generaciones venideras.


El entorno que permite la vida y su conservación constituye hoy un bien jurídico de inestimable valor, su protección, una obligación legal y ética frente a los seres humanos, a la vida en general y por cierto a las generaciones futuras.


La desforestación, la degradación y la contaminación se encuentran entre las formas más agresivas de afectar el medio ambiente, y por esa vía, significar la extinción de especies, el cambio en las condiciones climáticas, la desertificación y aún el desplazamiento de poblaciones humanas. De todo este tipo de daño, de los que no se ha hecho cargo, es imputable el modelo prohibicionista.

Tratándose de drogas de origen vegetal, como las derivadas de la hoja de coca, de la amapola o del cannabis, se necesitan miles de hectáreas plantadas para proveer la materia prima que el mercado demanda. (Sólo el cultivo ilícito de arbusto de coca en  América Latina habría correspondido a unas 133.700 ha en 2012, lo que por lo demás representaría la cifra más baja desde 1999, según la JIFE)([2]). El carácter ilícito de dichos cultivos obliga a esfuerzos especiales para evadir el control estatal, generando un permanente desplazamiento de los cultivos hacia zonas no identificadas como de cultivos ilícitos, lo que, especialmente en América Latina y el Caribe, suele significar zonas selváticas de gran valor ecológico. El cultivo y la producción de drogas se prefieren en zonas con abundante vegetación, pues ello dificulta la detección de dichos procesos por parte de la autoridad, pero a la vez potencia el daño ya generado. Siguiendo entonces la línea del proceso productiva, el primer modo de atentar contra el medio ambiente se da con los procesos de destrucción de vegetación nativa para los cultivos ilegales. Y como lo ha mostrado la experiencia histórica de los últimos cuarenta años, la destrucción o eliminación de plantaciones en un lugar, y aún en un país determinado, sólo genera el desplazamiento de las plantaciones hacia otro. Cuando Bolivia y Perú vieron disminuir sus hectáreas de plantaciones de coca, explotaron las plantaciones en Colombia, y cuando en 1971, con el apoyo norteamericano, Turquía logra erradicar de golpe las plantaciones de adormideras, se abre la demanda para México y es así como, si antes representaba aproximadamente el 10-15% del mercado de heroína que ingresaba a USA, en 1974 representa el 80%. En verdad, como se ha descrito en múltiples oportunidades, en materia de producción (y también de tráfico) lo que existe efectivamente es el llamado efecto globo, esto es, al presionar por un lado, se infla otro. Los éxitos locales, no sólo no tienen ninguna incidencia en el producto final, sino que aumentan el daño al medio ambiente, al ampliar la superficie destinada a los cultivos clandestinos.

Por otro lado, y al proceso de desforestación que se produce como hemos señalado, debemos agregar que la urgencia de la producción, como el temor a su destrucción, generan procesos productivos que buscan obtener el mayor rendimiento del suelo, en el menor plazo posible, sin que se adopten medidas que promuevan la sostenibilidad de los suelos, generando entonces suelos degradados que agravan el impacto ambiental.

Como consecuencia también de la ilegalidad de los cultivos, los laboratorios productores de la droga deben ubicarse, de manera clandestina, en lugares cercanos a las plantaciones, y de preferencia cercanos también a ríos navegables. Lo primero facilita el acceso a las sustancias vegetales esenciales y lo segundo a las sustancias químicas necesarias para la elaboración de la droga, así como la salida de ésta, una vez terminada su etapa de producción. Una segunda modalidad de atentado contra el medio ambiente lo constituye el desecho, al lado de los centros de producción, a menudo al interior de la selva tropical en el caso de la cocaína, de toneladas de precursores químicos indispensables para la elaboración de la droga. Se trata de cantidades gigantescas de estos productos. Recordemos, a modo ilustrativo que sólo en el año 2012 se incautaron en América Latina unas 92,7 toneladas de permanganato potásico, si bien el principal agente oxidante en la elaboración del clorhidrato de cocaína, ni el único precursor, ni el más dañino para el medio ambiente. Entre estos últimos parecen estar, en el caso de la cocaína, el ácido sulfúrico (útil para la producción del sulfato de cocaína, y el ácido clorhídrico, para el clorhidrato) que por toneladas van a dar al fondo de las quebradas aledañas a las plantaciones.

Pero no se crea que este modo de atentar contra el medio ambiente es exclusivo de la producción de cocaína. En la fabricación de metanfetaminas, el estimulante sintético de mayor consumo, “Según la Administración de Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos, se utilizan aproximadamente 12 productos químicos peligrosos en la fabricación de esta droga, estos incluyen el ácido sulfúrico, éter, tolueno, acetona y amoníaco anhidro. Como resultado, la producción de un kilo de metanfetamina puede producir cinco o seis kilos de residuos tóxicos…”([3]), que por cierto, sin ningún proceso de reciclaje o protección, habitualmente son vertidos directamente a la tierra, canales o acequias, o al alcantarillado cuando el proceso se desarrolla en lugares urbanos, contaminando aguas de consumo humano o sistemas de riego, según señala el mismo informe de la OEA([4]). Y sabemos que sólo en México, gran productor de esta droga, entre los años 2011 y 2012 se incautaron más de 64 toneladas de metanfetaminas([5]).


Como la misma OEA lo reconoce “adicionalmente debe considerarse que cuando las fuerzas policiales encuentran “fábricas” clandestinas, aplican el método de destrucción más accesible para ellos, lo que normalmente significa que vierten barriles de insumos líquidos y arrojan envases plásticos al suelo o a los arroyos o les prenden fuego” ([6])


El párrafo que introduce este apartado nos recuerda una de las peores formas de atentar contra el medio ambiente, la masiva erradicación de cultivos ilícitos por parte de los gobiernos locales, empleando fumigaciones aéreas con herbicidas, especialmente con glifosato. En el año 2012 se erradicaron sólo en Colombia manualmente unas 30.486 ha. y se fumigaron aéreamente unas 100.549 ha., de acuerdo a la información entregada por la JIFE([7]). El programa de aspersión de cultivos ilícitos, parte del llamado Plan Colombia, ha significado que entre 1999 y 2013 se hayan fumigado más de 1,6 millones de hectáreas en toda Colombia.


Al menos un párrafo especial sobre el daño producto de estas fumigaciones debemos dedicar al producto utilizado para fumigar: glifosato. Descubierto por Monsanto fue el principio activo de su herbicida estrella por muchos años, el “Roundup”. “El primer herbicida biodegradable” “Respeta el medio ambiente”, “100% biodegradable”, “No deja residuos en el suelo”, son algunas de las frases que la empresa ocupó para su publicidad.  Monsanto sin embargo no sólo ha sido condenado por publicidad engañosa respecto del glifosato en Estados Unidos (Nueva York 2007) y en Francia (Lyon, 2007), sino que respecto de las investigaciones para probar la seguridad del producto ya se había condenado a dos laboratorios por falsificación de los datos. En el primer caso se sancionó a Industry Biotest Laboratories, uno de los principales laboratorios norteamericanos encargados de realizar pruebas sobre pesticidas, uno de cuyos Directores resultó ser… un toxicólogo de Monsanto([8]). Las falsificaciones eran tan rutinarias, que se hizo famoso el estudio que indicaba que se habían hecho exámenes histológicos en úteros extraídos de… conejos machos. El segundo caso de falsificación de resultados involucró al laboratorio Craven. Su dueño y tres empleados fueron acusados de 20 cargos. El propietario fue condenado a 5 años de prisión y una multa de 50 000 dólares, el laboratorio fue multado con 15,5 millones de dólares y se le ordenó pagar 3,7 millones en restitución.


En la actualidad el Roundup está clasificado por la Unión Europea, como «peligroso para el medio ambiente» y «tóxico para los organismos acuáticos». En USA los bidones vendidos señalan “El Roundup matará casi todas las plantas verdes que están en fase de crecimiento. No se deberá aplicar el Roundup a reservas de agua, como mares, lagos o ríos, porque el Roundup puede ser tóxico para los organismos acuáticos. Las personas y animales domésticos (perros y gatos) deben permanecer fuera de la zona en la que se ha aplicado el Roundup mientras no esté completamente seco. Recomendamos que durante dos semanas no se permita pastar al Ganado, como caballos, vacas, ovejas, cabras, conejos, tortugas. Si se utiliza el Roundup para controlar plantas indeseables situadas cerca de los árboles frutales o de frutos secos, así como de las viñas, aconsejamos no comer sus frutos antes de veintiún días”([9]). ! Demás está decir que estas preocupaciones carecen de sentido cuando se trata de fumigar plantaciones de coca! No sólo no se avisa previamente de la fumigación, para alejar a la población, sino que a menudo ésta se hace precisamente de improviso, como una manera de otorgar mayor éxito a la operación y seguridad a los pilotos. Este mismo argumento en materia de seguridad es esgrimido para tampoco respetar las recomendaciones referidas al modo de esparcir el producto. Según las recomendaciones técnicas, no se aconseja hacerlo a más de tres metros de altura, por encima de las copas de las plantas más altas, pues eso hace que el herbicida se expanda mucho más. Según la policía colombiana, que por cierto es parte interesada en el asunto, los aviones fumigadores vuelan entre 10 y 15 metros, sobre las copas más altas([10]). “Sólo en el departamento de Putumayo, donde viven varias comunidades indias, se han intoxicado 300.000 personas”([11]). Los efectos de las intoxicaciones por este tipo de fumigaciones van desde los inmediatos problemas gastrointestinales, fiebre, dolores de cabeza, náuseas, resfríos, vómitos, hasta el cáncer y las malformaciones congénitas de la descendencia.

En algunos lugares de Colombia, precisamente con el objetivo de evitar las acciones de fumigación y destrucción, se han realizado plantaciones ilegales dentro de parques, es decir áreas protegidas en cuyo espacio está prohibido el uso de herbicidas, lo que si bien evita su empleo, implica la destrucción de la vegetación natural en dichos parques, al ser reemplazada por plantaciones de arbustos de la coca.

La expansión de los daños causados por las fumigaciones aéreas, si bien conocidas desde un comienzo y por lo demás deducibles desde una lógica básica, recién está empezando a reconocerse por el propio estado colombiano. El año 2013, la Corte Suprema de Colombia, condenó al Ministerio de Defensa y a la Policía Nacional, por los daños ocasionados a plantaciones lícitas, contiguas a territorios fumigados.


Las acciones de fumigación no son por supuesto, una exclusividad de Colombia, si bien allí probablemente es donde más han perdurado. La primera operación importante realizada en suelo extranjero con la pública aparición de soldados norteamericanos (170 efectivos) tuvo lugar en Bolivia, en 1986, principalmente en los departamentos de Beni, Pando y Santa Cruz, bajo el nombre de Blast Furnace, que incorporó fuerzas militares norteamericanos, y la Operación Cóndor, en el norte del Perú, realizada por las fuerzas armadas de ese país, en conjunto con la DEA. De acuerdo a publicaciones de prensa, los efectos de este tipo de fumigaciones también se han registrado en Ecuador y Venezuela.


Otra modalidad de atentar contra el medio ambiente, también atribuible al modelo prohibicionista, lo constituye la forma de destrucción de las drogas y sustancias químicas necesarias para su elaboración, encontradas en los laboratorios descubiertos en medio de la selva. Cuando esto ocurre, y según lo muestran innumerables videos grabados y expuestos por los propios organismos represores, decenas de ellos disponibles en Google para su observación, la droga y las construcciones se queman por medio del fuego y los tambores con los productos químicos aún sin uso, son también quemados si ello es posible, o vaciados, en los mismos lugares en donde fueron encontrados.

Si bien los principales daños al medio ambiente se dan en las zonas de cultivo y producción de las drogas, los lugares de tránsito no siempre están exentos de ello. Probablemente uno de los casos más significativos al respecto es el que describe el Informe Problemas de Droga en América, elaborado por la OEA y dado a conocer en 2013. Allí se describe el caso de la Reserva de Biosfera Maya, el espacio protegido más grande de Guatemala, destinado a proteger la mayor superficie de bosque tropical que aún existe en  Centroamérica, y en donde traficantes mexicanos o salvadoreños construyen decenas de pistas de aterrizaje, ya que la zona tiene una ubicación ideal para que los aviones que transportan drogas desde América del Sur recarguen combustible y hagan transferencia de narcóticos a camiones que son conducidos fácilmente hasta México. Entre las pistas detectadas estaba una apodada el “aeropuerto internacional”, que contaba con tres pistas y más de una docena de aviones abandonados. El resultado fue una pérdida de 40.000 hectáreas de bosque nativo([12]).

Una preocupación especial sobre el daño ecológico ocasionado por el modelo prohibicionista gira en torno al uso de mico herbicidas, (llamados también “hongos asesinos” por su potencial destructivo) contra las plantaciones de cultivos ilegales.

El tema adquiere relevancia a finales de la década de los años noventa, cuando se detecta un brote de Fusarium oxyporun en plantaciones de coca y otras cosechas en Perú, y Estados Unidos lo propone como un agente a utilizar como parte del plan Colombia. La reacción a lo que fue definido como “arma biológica”, hizo que la administración de Clinton renunciara a su uso.

El año 2005, los congresistas republicanos de Indiana Dan Burton y Mark Souder, intentaron revivir el proyecto.

No obstante que nunca se ha utilizado formalmente, su presencia en plantas de coca en Colombia ha sugerido su empleo ilegal.  La toxicidad que pueden presentar es tan grave, para los seres humanos([13]) y para el mundo vegetal, que varios organismos internacionales han realizado investigaciones de seguimiento para controlar que no se utilice. La preocupación por el empleo de mico herbicidas continúa hasta el día de hoy, considerándose además la posibilidad de mico herbicidas creados especialmente en laboratorios para su empleo en relación con la coca([14]).




[1] Citado por Count the Costs, N°3, pág. 12
[2] JIFE, Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, Informe año 2013, Nº 438.
[3] OEA Informe “El Problema de las Drogas en las Américas”, pág. 42.
[4] OEA Informe “El Problema de las Drogas en las Américas”, pág. 42.
[5] JIFE, Informe 2013, Nº 396
[6] OEA Informe “El Problema de las Drogas en las Américas”, pág. 43.
[7] JIFE, Informe 2013, Nº 440.
[8] En verdad probablemente no hay una empresa transnacional con peor fama que MONSANTO. Una búsqueda hecha en Google el 26 de enero de 2015 nos entregó los siguientes resultados. Si a la palabra Monsanto se le sumaba contaminación aparecían 497.000 resultados, si se le sumaba corrupción, aparecían 654.000 resultados, y si se le agregaba “criminal”, palabra a la vez inglesa y española, la cifra ascendía a 952.000 resultados.
[9] ROBIN, MARIE-MONIQUE ”El Mundo según Monsanto. De la Dioxina a los OGM. Una multinacional que les desea lo mejor”, traducción de Beatriz Morales. Ediciones Península, Barcelona 2008, 139.
[10]  COMISIÓN LATINOAMERICANA SOBRE DROGASY DEMOCRACIA, “Drogas y Democracia: Hacia un cambio de paradigma”.
[11] ROBIN, MARIE-MONIQUE pág. 139.
[12] OEA, “Problemas de Droga en América”, Informe entregado 2013.
[13] Luego de detectarse una mortalidad de alrededor del 60% de intoxicados con Fusarium, durante las décadas de los años 30 y 40, surgieron los primeros estudios en torno a esos microorganismo, por Estados Unidos y la Unión Soviética, como posibles armas para la guerra biológica.
[14] Así por ejemplo COUNT THE COST, N°1, año 2012, pág.8

2 comentarios:

  1. Me lo estaba perdiendo. Qué bueno encontrar su página profe. Saludos.

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    1. Miguel.

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