A raíz de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado
de Israel, con el apoyo decisivo de los Estados Unidos, contra hombres,
mujeres, niños y ancianos palestinos en la franja de Gaza, han aparecido en las
redes sociales algunas imágenes en las que están Hitler y Netanyahu juntos, ya
sea dándose la mano, el primero entregando el bastón de la posta al segundo, o en
simple posición de espejo. Se trata por cierto de imágenes creadas para
denunciar y hacer conciencia sobre lo que está ocurriendo en Gaza, mediante figuras
retóricas que buscan comparar a dos criminales. Pero más allá de esa
comparación figurativa, ¿es posible encontrar similitudes en las ideologías de
Hitler y Netanyahu? ¿Es que acaso nazismo y sionismo tienen algo en común?
Por supuesto hoy no vemos las grandes marchas del nazismo, ni camisas
pardas por las calles de Tel Aviv, ni las fiestas nacionales, ni los monumentos,
pendones, banderas e himnos, con el símbolo sionista colgando de los muros. Tampoco
vemos el modelo de estado del nazismo replicado en Israel. Más aún, si comparamos
“Mi lucha”, de Adolf Hitler con “El Estado Judío” de Theodor Herzl veremos
enormes diferencias… pero también algunas coincidencias, y si ponemos atención
en lo que ha sido la política sionista del estado de Israel durante sus 75 años
de existencia, las tácticas que ha empleado para acceder y retener el poder, las
similitudes son demasiadas.
1. Ideología de humillados
Una primera cuestión que llama la atención, es que ambas
ideologías son una reacción de “humillados”, de derrotados.
La emergencia del nazismo se explica en gran medida como la
reacción de los derrotados y humillados en la I Guerra Mundial, entre otros, el
Imperio Alemán. Al final, los vencedores, Triple Entente, impusieron severas
sanciones y condiciones a los vencidos, Triple Alianza, y especialmente a
Alemania, establecidas principalmente en el llamado Tratado de Versalles
(28.06.1919). En él, a Alemania se le aplicaron exigencias como pagar enormes
sumas de dinero como reparaciones de guerra, reducción del ejército y
armamento, entrega de territorios, Alsacia-Lorena, devuelta a Francia, Silesia
y Prusia Oriental a Polonia, y territorios en África y Asia y por último, se le
responsabilizó prácticamente de manera exclusiva por el estallido de la guerra.
Esta situación generó, en la población alemana un fuerte sentimiento de
humillación, de nacionalidad herida y potenció el nazismo, que logró arrastrar
a miles de simpatizantes bajo consignas como ”Contra Versalles!”.
El sionismo por su parte, en cuanto ideología política, surge a
fines del siglo XIX, como respuesta a las múltiples manifestaciones antijudías
y de la mano de los nacionalismos modernos. Durante siglos los judíos en Europa
fueron víctimas sistemáticas de persecución y discriminación, situaciones que
se intensificaron a partir de la década de 1880, extendiéndose por Europa
Central una fuerte ola de antijudaísmo. Así por ejemplo, especialmente en Rusia
y el imperio ruso, los llamados “pogroms”, incluyeron saqueos, asesinatos,
violencia y destrucción de propiedades judías. En varios países europeos había
leyes especiales para ellos, que restringían su acceso a la educación, las
ocupaciones profesionales y la participación en la sociedad en igualdad de
condiciones. En otros se les intentó asimilar forzadamente a la cultura y
religión dominante en ese lugar, y prácticamente en todas partes sufrieron
estigmatización social y discriminación. En Francia es sintomático el “caso
Dreyfus”. A comienzos del siglo XX se publica el fraudulento texto llamado “Los
Protocolos de los Sabios de Sión”, que describe un supuesto complot
internacional del judaísmo para controlar el mundo, promoviendo aún más la
discriminación contra los judíos.
Aun cuando todos reconocen que las principales ideas ya habían
sido expuestas por otros autores, en particular en el texto de León Pinsker, “Autoemancipación”, es el texto de Theodor Herzl, que entre otras cosas conoció y
siguió en detalles el caso Dreyfus, “El Estado Judío”, publicado en 1896, considerado
la piedra angular del sionismo moderno, la “…obra que marcó y guio la historia
contemporánea del Pueblo Judío”.
Refiriéndose a su autor, David Ben Gurion, el primer Primer Ministro
de Israel, señala que él “…comprendió también el factor histórico del
sufrimiento de las masas. Él sabía que el sufrimiento faculta a los seres
humanos a sobreponerse a obstáculos que en condiciones normales se
considerarían insalvables, y que justamente como consecuencia de opresión y
vejaciones, los individuos son capaces de realizar actos tales, que no sería
posible llevarlos a cabo de no existir dicho factor especial.,”.
Pero así como el nazismo alcanza su éxito en la década de los
años treinta, luego de la crisis económica en que se sumiera el mundo occidental
a partir del año 29, y por tanto cuando el pueblo alemán pasaba los mayores
sufrimientos, el sionismo consigue establecer el “estado judío” luego del
término de la II Guerra Mundial, pasado el llamado holocausto.
2. Nacionalismo mesiánico
Un segundo elemento común es que en ambos casos se trata de
ideologías “nacionalistas”, marcadamente mesiánicas. Es decir, que, a la vez
que desprecian cualquier tipo de internacionalismo y ponen énfasis en la nación,
como supuestamente un cuerpo orgánico superior a la suma de sus integrantes,
dotado de un ser y un destino especial, integrada por individuos de naturaleza privilegiada,
presentan a ese grupo social como portador de un significado glorioso, trascendente
incluso para la humanidad.
En el caso alemán, la “raza aria” tenía una importancia central en
la ideología nazi. Era concebida como una supuesta raza especial, originada en
los antiguos pueblos indoeuropeos, con características físicas, culturales e
intelectuales superiores a otras razas, y por tanto debía ser preservada y
protegida, para así asegurar su dominación y liderazgo, especialmente respecto
de otras que eran consideradas claramente inferiores, como la judía.
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