Como
se puede apreciar muy fácilmente, los partidarios de la ideología identificada
como “pro-vida”, no sólo no realizan acción alguna por la defensa del medio
ambiente o de las especies en peligro de extinción, (como debiera ocurrir si efectivamente fueran pro-vida), sino tampoco en
contra de la guerra, de la desaparición forzada de personas, de la desnutrición
y el hambre, de la falta de medicamentos básicos para millones de seres humanos
en el planeta (como debiera ocurrir si fueran al menos pro vida humana). Más aún, frecuentemente son incluso
partidarios de la pena de muerte. En nuestro país por ejemplo, el más insigne de los “pro
vida”, y quien intentara consagrar en la constitución la prohibición del aborto,
Jaime Guzmán E., no sólo no condenó un régimen que torturaba y asesinaba, sino
que lo avaló, lo defendió, y ayudó a consagrarlo ideológica y jurídicamente. En
definitiva apoyó al gobierno más criminal y menos “pro-vida” que ha
tenido nuestro país. en toda su historia. Y por si fuera poco, terminada esa dictadura –contra la
voluntad de Guzmán que se esforzó porque continuara- fue uno de los grandes
defensores de la pena de muerte. Una situación similar se
replica en cientos de “pro-vida” chilenos.
Tampoco
puede estimarse que estén verdaderamente en contra del aborto, si no combaten
la principal causa de éstos, los embarazos no deseados. Por el contrario, rechazan
el uso de métodos anticonceptivos y más aún, que estos se encuentren fácilmente disponibles
para quienes tienen una vida sexual activa, se esfuerzan por prohibir la
píldora del día después, y rechazan la educación sexual en los colegios, y el aumento del poder de las mujeres en la capacidad para
tomar decisiones sobre aspectos sexuales y reproductivos. Y esos son precisamente los principales mecanismos para incidir de manera efectiva en la
disminución de los embarazos no deseados, causa directa, como hemos dicho, de
los abortos.
Algunos
autores han estimado que son exclusivamente “pro fetos”, esto es, que lo único
que les interesa es que las mujeres embarazadas den a luz el producto de la
concepción y se sancione a quienes atentan contra ello. Y sin embargo ni
siquiera ese parece ser un objetivo real. Y esto, entre otras razones, porque
el delito de aborto no busca, ni ha buscado nunca efectivamente sancionar a quienes
realizan esa conducta. El delito de aborto ha sido, y es, en términos sociales, un figura penal meramente simbólica. Y ello, simplemente porque no es real ni posible ese
objetivo.
El
artículo 344 de nuestro Código Penal dice textualmente “La mujer que causare
su aborto o consintiere que otra persona se lo cause, será castigada con
presidio menor en su grado máximo”, esto es, con una pena que va de 3 años y un
día a cinco años
Por
razones obvias no sabemos el número de abortos realizados en nuestro país, y
las cifras resultan muy variadas. Mientras el Ministerio de Salud habla de unos
33 mil abortos al años, (unos 90 abortos al día), el Instituto Chileno de
Medicina Reproductiva en Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2013,
los estima en unos 60 a 70 mil, y aún algunos autores señalan una cifra de 160
mil al año. Y sin embargo según información del diario La Tercera, a enero del
año 2015, sólo seis personas, y todos hombres, cumplían pena privados de
libertad por el delito de aborto([1]). Y si están tan
convencidos de la naturaleza delictiva del aborto, y de la necesidad imperiosa de sancionarlo penalmente, como los “pro-vida” dicen
estarlo ¿no debieran luchar porque efectivamente se persiga el delito, se
sancione a quienes lo cometen y se les encarcele por ello?
La
verdad es que cualquiera que sea la cifra real, lo único cierto es que resulta
imposible perseguir ese tipo de conductas y consecuentemente sancionarlas. Incluso
si la cifra real fuera la menor que hemos señalado. ¿O alguien cree seriamente
que nuestro país soportaría encerrar anualmente a 33 mil mujeres? ¡Y qué decir
de tratar de encerrar anualmente a 160 mil! No sólo no hay presupuesto, policías, jueces,
gendarmes, ni cárceles para ello, sino que tampoco podríamos generar anualmente
ese número de hogares sin madres, sin hijas, sin hermanas. El costo social de
un desatino de esa naturaleza sería de tal envergadura, que muy pronto generaría
una reacción social absolutamente inmanejable. En verdad la disposición penal
no tiene ninguna posibilidad real de hacerse efectiva. Sólo sirve para penalizar, a lo lejos, a una mujer pobre que casi pierde la vida en un aborto clandestino y llega en esas condiciones a un centro de salud. Las otras decenas de miles de casos quedan en la impunidad (afortunadamente), y a nadie le importa, incluyendo los "pro-vida". Y así lo sabe todo el
mundo que medianamente se inicia en el estudio del tema. Y también lo saben
quiénes se dicen “pro-vida” y luchan porque se mantenga el aborto como delito
en el Código Penal. ¿O han visto a alguno de ellos proponiendo la generación de
brigadas especiales de la policía para perseguir este delito? ¿O siquiera
pidiendo más recursos para enfrentarlo? Nada de eso se hace. Y ello, porque
como hemos señalado, el movimiento “pro-vida”, por cierto en sus eslabones
pensantes y no en el público que los sigue, busca objetivos distintos a la
supuesta protección de la vida del que está por nacer.
A
una conclusión similar se llega si se considera que aquí en nuestro país, por más de 50 años se permitió legalmente el
aborto por peligro para la vida de la madre, (Código Sanitario, artículo 119,
vigente entre 1931 y 1989) situación
condenada formalmente por la Iglesia, sin que hubiera la más mínima oposición a
esa norma, o una propuesta política de eliminarla, ni desde el interior de la
Iglesia, ni desde los partidos más identificados con las posiciones católicas
(Partido Conservador, Partido Falange Nacional y Partido Democracia Cristiana).
En esa época, simplemente no se necesitaba la excusa de condenar el aborto para
perseguir los objetivos reales que hoy se buscan.
Y si no se
trata de defender efectivamente al feto ¿Cuál es el verdadero objetivo?
Desde luego es
altamente posible que los simples militantes del movimiento pro-vida
efectivamente crean que luchan contra el aborto y por la defensa de la vida del
que está por nacer. Habrá otros que simplemente quieran lavar imagen o
disminuir sentimientos de culpa ante
tanta miseria y frente a la cual nada hacen por evitarla, pero por cierto debe haber una cantidad significativa de personas que honestamente creen estar protegiendo la vida.
Pero el
verdadero objetivo de esta ideología es otro, ni más ni menos que la defensa de la moral católica
conservadora, aquella que durante siglos dependió de los dictados de la
Iglesia, y que hoy defiende su jerarquía. (Después de todo existen innumerables instancias religiosas que opinan distinto a lo que dice la jerarquía). Y esto, por lo demás ni siquiera se oculta, como se puede apreciar en
casi todas las páginas web católicas unidas bajo el eslogan “pro-vida”. Y es que
su aparente lucha contra el aborto, es todavía un buen mecanismo para en
definitiva seguir luchando contra el matrimonio igualitario, la igualdad de la
mujer, la eutanasia, el rechazo a la legalización de la marihuana, etc. La
Iglesia Católica, que durante los últimos 17 siglos se organizó, estructuró y enseñó desde el poder, tuvo el prestigio, y el poder que tuvo, mediante el control de
las conciencias. Cuando ella mantenía la hegemonía ideológica y decidía como
debían actuar las personas (no solo los cristianos de una sociedad), su
capacidad de control político y social era casi absoluto. Hoy día estamos en
otra era. La jerarquía de la Iglesia Católica ha perdido de manera silenciosa, pero total y
absolutamente su batalla para que las mujeres no utilizaran la píldora
anticonceptiva, también perdió la
batalla por seguir discriminando a los hijos según si nacían dentro o fuera del
matrimonio (hijos legítimos o ilegítimos) y también la referida a la
indisolubilidad del matrimonio, esta vez cuando se estableció el divorcio. Hoy
le queda muy poco espacio ideológico dentro del cual hacerse notar con
alternativas de victoria (al menos en el corto plazo), y ese es, el supuesto
rechazo al aborto. La ideología “pro-vida” es simplemente uno de los últimos
esfuerzos de una ideología religiosa en decadencia, que desde el poder lucha por seguir controlando las
conciencias, y mantener un poder político y social que se les esfuma a pasos
agigantados.
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Santiago
septiembre de 2016
Esta lucidez y elocuencia con que se habla y argumenta, es la que le hace falta (y bastante) a muchos académicos de mi país. Se comparte totalmente la reflexión. Saludos.
ResponderBorrarSigue sin hacer mención en sus artículos sobre el aborto a los estudios epidemiologico del doctor ERlard Kocha.
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