La
llegada del hombre europeo a América, significó en primer lugar el exterminio,
la eliminación física de millones de sujetos de cultura, ya en su condición de
creadores de ella, de sus destinatarios, o de ambos. En segundo lugar, se
eliminaron millones de textos, pintura, escultura, viviendas, centros
religiosos, millones de expresiones materiales, artísticas, religiosas,
educativas, políticas o simplemente pertenecientes a la vida cotidiana de miles
de pueblos. Además, se hizo desaparecer de la faz de la tierra cientos de
idiomas, miles de canciones, poesías, cuentos, leyendas, elementos
constitutivos todos ellos de un riquísimo patrimonio cultural inmaterial. En
definitiva, los procesos de descubrimiento y conquista en sus primeros décadas,
significaron tal destrucción y saqueo, que el patrimonio cultural de la
humanidad se empobreció como nunca antes en la historia humana, para siempre.
Por supuesto que no hay cifras precisas sobre la
población indígena existente en América, a la llegada del hombre europeo, a
fines del siglo XV. El antropólogo H.F Dobyns señaló, en sus primeros trabajos
que serían entre 90 y 112 millones. S.F Cook y W.W. Borah
refiriéndose sólo a la población de la meseta central de Nuevo
México fijaron la cantidad en más de 25 millones. Tzvetan Todorov, señala
textualmente “Sin entrar en detalles y para dar sólo una idea general… diremos
que en el año 1500 la población global debía ser de unos 400 millones, de los
cuales 80 estaban en las Américas. A mediados del siglo XVI, de esos 80
millones quedan 10. O si nos limitamos a México: en víspera de la conquista, su
población es de unos 25 millones; en el año 1600, es de un millón”([5]).
Otros autores han dado cifras mucho menores, indicando que a lo más se trataría
de unos 30 millones en todo el continente. Ahora bien, ya sea que a la llegada
de los europeos la población americana sumara más de 100 millones, o sólo fuera
una población de entre 25 a 30 millones, lo cierto es que un siglo y
medio después se encuentra reducida en total a unos 3 millones y medio de
habitantes.
Hablamos de una situación en que la población es
“diezmada” para describir el horror que significa la muerte de un gran
porcentaje de personas. Matar al 10%, 1 de 10, es el sentido literal, y la
expresión histórica proviene del castigo que aplicaban los romanos contra las
poblaciones que se sublevaban. La peste negra, que asoló a Europa a mediados
del siglo XIV y que aún se recuerda por el brutal exterminio que produjo, mató
a aproximadamente al 30% de la población. Si consideramos como cierta la cifra
de menor población estimada para América, sobrevivió el 10% de la población. Si
por el contrario, como cree la mayoría de los expertos, la población era de
entre 70 y 100 millones, se trata de la mayor matanza ocurrida jamás
en la historia de la humanidad. Ya no es sólo un porcentaje brutal el
exterminado, el 90 o 95 por ciento de la población, es también la muerte del
mayor número de personas habida jamás en el planeta. ¡Más de 70 millones de
muertos! Ni siquiera la suma de víctimas de las dos guerras mundiales es capaz
de compararse con el exterminio en América. Steven Katz, autor de la principal
historia del fenómeno del holocausto en la historia de la humanidad([6])
ha dicho, en un lenguaje más conciliador, que la despoblación del Nuevo Mundo,
con todo su terror y su muerte, muy probablemente se trata del mayor desastre
demográfico de la historia. Tzvetan Todorov, en ese extraordinario estudio del
problema del otro en la conquista de América es más drástico. Allí señala
textualmente “Si alguna vez se ha aplicado con precisión a un caso la palabra
genocidio, es a éste. Me parece que es un record, no sólo en términos relativos
(una destrucción del orden de 90% y más), sino también absolutos, puesto que
hablamos de una disminución de la población estimada en 70 millones de seres
humanos. Ninguna de las grandes matanzas del siglo XX puede compararse con esa
hecatombe”([7]).
Tres son las principales causas de la muerte.
La primera, la muerte ocasionada por la violencia
del conquistador. Aquí están por cierto los muertos en combate, aquellos miles
que murieron en muy desiguales batallas contra el invasor. Pero no sólo ellos.
Aquí también están los cientos de miles de aborígenes indefensos que son
asesinados impunemente por cualquier razón, las miles de víctimas de esa
brutalidad humana incomprensible, inimaginable casi, las más de las veces con
una crueldad repugnante incluso, de la que dan cuenta centenares de textos. Diego
de Landa, por ejemplo, cuyo texto, descubierto recién en
1863, posibilitó en parte el descifrar los jeroglíficos mayas, en el
capitulo XV de la “Relación de las cosas de Yucatan” señala textualmente
“Quemaron vivos a algunos principales de la provincia de Cupul y ahorcaron a
otros. Hízose información contra los de Yobain, pueblo de los cheles, y
prendieron a la gente principal y, en cepos la metieron en una casa a la que
prendieron fuego abrasándola viva con la mayor inhumanidad del mundo, y dice
este Diego de Landa que él vio un gran árbol cerca del pueblo en el cual un
capitán ahorcó muchas mujeres indias de las ramas y de los pies de ellas a los
niños, sus hijos”([8]). Y
más adelante agrega “Que se alteraron los indios de la provincia de Cochua y
Chectemal y los españoles los apaciguaron de tal manera que, siendo esas
dos provincias las más pobladas y llenas de gente, quedaron las mas
desventuradas de toda aquella tierra. Hicieron (en los indios) crueldades
inauditas cortando narices, brazos y piernas, y a las mujeres los pechos y las
echaban en lagunas hondas con calabazas atadas a los pies; daban estocadas a
los niños porque no andaban tanto como las madres, y si los llevaban en
colleras y enfermaban, o no andaban tanto como los otros, cortábanles las
cabezas por no pararse a soltarlos. Y trajeron gran número de mujeres y hombres
cautivos para su servicio con semejantes tratamientos.”([9]).
Por su parte, el Padre Las Casas, que como es sabido dedica una serie de textos
a denunciar el mal trato, entre las decenas de casos que describe, refiriéndose
a la isla de Cuba señala “Después que todos los indios de la tierra desta isla
fueron puestos en servidumbre e calamidad de los de la Española, viéndose morir
y perecer sin remedio, todos comenzaron a huir a los montes; otros, a ahorcarse
de desesperados, y ahorcábanse maridos e mujeres, e consigo ahorcaban los
hijos; y por las crueldades de un español muy tirano (que yo conocí) se
ahorcaron más de doscientos indios”([10])
y concluye “Pereció desta manera infinita gente”([11]).
En nuestro país la violencia y la crueldad, poco
narrada, se vive desde los comienzos de la llegada del europeo. Diego de
Almagro, nada más cruzar la cordillera, hizo morir en la hoguera a algunos
jefes indígenas, Alonso de Reinoso hizo
morir en la pica a Caupolicán y García Hurtado de Mendoza torturó a Galvarino,
cortándole las manos.
El segundo grupo muere como causa de la esclavitud
y la explotación sistemática que se hizo de ellos. El conquistador vino a
buscar riquezas, a hacerse de una fortuna, y para lograrlo sólo tiene el poco
tiempo que la breve vida de aquellos años le otorgaba. Es urgente reunir, en el
más breve plazo, la mayor cantidad de oro y riquezas posible, sin importar la
salud o la vida de quienes trabajan para ello. La primera y mayor explotación
se da en las minas, que son la segunda fuente de riqueza que se explota (la
primera son los tesoros acumulados por los aborígenes); pero más adelante se
extiende a todo tipo de trabajos. Jornadas extenuantes de 18 a 20 horas, falta
de alimentación adecuada, y condiciones de trabajo miserables deterioran
rápidamente la salud de los aborígenes y rápidamente cobran la vida de millones
de ellos. Toribio de Benavente, religioso franciscano conocido como
“Motolinía”([12])
llegó a México en mayo de 1524([13]),
y años después escribió un texto dando a conocer la historia de la conquista,
como las costumbres, modos de vivir, ritos y cultura de los indios. Publicado
recién fragmentariamente en 1848 y completo en 1858, constituye una de las
fuentes históricas más importantes de la época. Conocido como “Historia de los
Indios de la Nueva España”, al inicio describe las supuestas diez plagas que
Dios ha enviado a los aborígenes. Refiriéndose a la novena plaga señala “… o
los ocupaban en hacer casas y servirse de ellos, adonde acababa la comida, o se
morían allá en las minas o por el camino porque dineros no los tenían para
comprarla, ni había quien se las diese. Otros volvían tales, que luego morían y
de estos y de los esclavos que morían en las minas fue tanto el hedor, que
causó pestilencia, en especial en las minas de Oaxyecac, en las cuales media legua
a la redonda y mucha parte del camino, apenas se podía pasar sino sobre hombres
muertos o sobre sus huesos; y eran tantas las aves y cuervos que venían a comer
sobre los cuerpos muertos, que hacían gran sombra al sol, por lo cual se
despoblaron muchos pueblos, así del camino como de la comarca”([14])
Así, a poco andar, la ausencia de mano de obra
genera el mayor tráfico de esclavos jamás registrado. Cuando aún no han pasado
20 años desde la llegada a esas tierras, ya en 1511, se establece la esclavitud
en Cuba, que si bien va estar unida a la historia de la industria azucarera y
particularmente al trabajo en los cañaverales, especialmente desde finales del
siglo XVIII y principios del XIX, en su origen está encaminada a proveer de
mano de obra en las minas y en el trabajo doméstico([15]).
Por ello, no puede extrañar lo que señala, Jack Weatherford, “El producto más
demandado por los españoles eran los esclavos, porque ya habían terminado con
los indios del Caribe”([16]).
La explotación colonial es tan brutal que sólo
Potosí, ese mineral de plata que por un tiempo fue la ciudad más grande de
América “requirió el trabajo de tantos esclavos indios..”([17])
que “… se tragó 8 millones de mineros indígenas”([18]).
La imagen del conquistador español, que algunos
historiadores, españoles los más, pero también americanos, han querido
propagar, de patriota, fiel soldado, y férreo defensor de la doctrina
cristiana, mas bien parece una ilusión, una verdadera ironía, frente
a la realidad de un hombre ambicioso, sin escrúpulos, cruel y sanguinario, ávido
de oro, mujeres y tierras.
La
tercera causa sistemática de muertes es la ocasionada por las enfermedades.
A la
llegada de los españoles, los indios americanos gozaban de buena salud. Y en lo
esencial, ello era el resultado de un conjunto de situaciones, casuales
algunas, consecuencia deliberada del actuar humano otras.
Desde
luego no existía en América, a diferencia de lo que ocurría en el mundo
occidental, un conjunto de enfermedades altamente contagiosas y con elevados
índices de mortalidad. En verdad si exceptuamos la sífilis, cuyo origen aún se
discute y existen fundadas razones para suponerle un origen Europeo, los
aborígenes americanos desconocen las grandes epidemias. Como señala Woodrow
Borah, experto en historia de la enfermedad en América “… los indígenas
americanos tuvieron relativamente pocas enfermedades, y aparte de desastres
naturales como inundaciones y sequías que echaban a perder las cosechas, parece
que disfrutaban de una buena salud”([19]).
Por lo demás, una conclusión como ésta es la única compatible con lo que se
viviría después, una inmensa mortalidad en América producto de las enfermedades
introducidas por el europeo, y la total ausencia de un fenómeno similar en
Europa con enfermedades provenientes de América.
Por
supuesto que lo anterior no significa ausencia de enfermedades. En América
también las había, pero eran de menor mortalidad, y, aún cuando todavía puede
parecer curioso (dada la ignorancia y subvaloración del aporte indígena a la
formación mundo moderno) frente a ellas los aborígenes habían desarrollado una
farmacopea extraordinaria.
Hacia
fines del siglo XV, y mediados del siglo XVI, y mientras la medicina europea
aún discute los aportes Hipócrates, Galeno o Avicena, y las teorías humorales
de Aristóteles, los aborígenes americanos investigan y experimentan
de manera que aún resulta asombroso. Y es que si bien el método científico es
un invento netamente europeo, y nada hay, como reflexión universal que se le
parezca en el resto del planeta, los indios americanos, investigaban y
experimentaban con los productos de la naturaleza, generando una extraordinaria
farmacopea, capaz de aliviar decenas de males, para muchos de los cuales los
europeos no tenían respuesta alguna.
Especialmente
las culturas maya, azteca e inca, conocían el uso de innumerables plantas
medicinales, entre las que podemos destacar la coca, el yagé, el yopo, el
tabaco, el curare. Pero no solo ellos. El primer tratamiento del escorbuto que
llamó la atención de los europeos se menciona en el Diario del explorador
francés Jacques Cartier (1491-1557) correspondiente a su segundo viaje a
América. Allí da cuenta de cómo el invierno de 1535 -1536 los sorprende en la
desembocadura del hoy río San Carlos,
quedando atrapados en el hielo. A mediados de febrero, la gran mayoría de
tripulantes, franceses e iroqueses padecen escorbuto. Al ver que algunos
nativos se salvan Cartier consulta cautamente, por temor a que la debilidad de
los tripulantes pudiera ocasionarle mayores problemas. Allí se entera que la
preparación de hojas de un determinado árbol, conocido por los hurones como
“annedda” podía curar el escorbuto. La historia bien podría pasar como
anécdota, sin embargo, como ha destacado Jack Weatherford, el episodio indicado
da cuenta de la mentalidad americana y de la superioridad del modelo
farmacológico americano. “El descubrimiento indígena de drogas medicinales para
una amplia gama de enfermedades no fue una circunstancia fortuita, según la
cual América fue bendecida por la naturaleza con más drogas por descubrir. Si
bien la quinina y el ipecac crecían sólo en América, la cura del escorbuto
ilustra la superioridad general del conocimiento médico y farmacológico
indígena. El Viejo Mundo abundaba en plantas que podrían haber curado
fácilmente esta enfermedad, pero la ciencia occidental las ignoró hasta que los
indios demostraron su utilidad” ([20]).
De los
extensos y complejos conocimiento médicos americanos la mayoría se perdieron
por la acción “civilizadora” de los europeos. Algunos indicios quedan en el
llamado Códice Badiano, cuyo título en latín es precisamente “Libellus
de medicinalibus indorum herbis”, Libro de las hierbas medicinales de los
indios, en el códice Magliabecchi, y en las crónicas de algunos autores de la época.
A
principios del año 2012 se divulgó la noticia que las investigación coordinadas
por el profesor Francisco Ayala, de la Universidad de California habían
permitido identificar cómo llegó la malaria a Sud América([21]).
Mediante análisis de ADN de muestras de sangre humana de pacientes infectados,
se pudo determinar que vino desde África con la trata de esclavos. Conocida en
el Viejo Mundo desde tiempos inmemoriales, la malaria o paludismo atacó y
provocó la muerte de millones de personas, sin que se conociera un tratamiento
eficaz para su prevención o curación. Introducida en América, los indígenas pronto
descubrieron que una de sus fármacos tradicionales, la corteza del quino,
llamada quina, aliviaba rápidamente los síntomas. De la quina-quina, llamada
“corteza de corteza” por sus poderes medicinales, los científicos franceses
Joseph Pelletier y Joseph Caventou van a extraer, en 1820 el principio activo
de dicha corteza, y siguiendo en parte la nomenclatura quechua llamaran
“quinina”, principio activo de la cloroquina, medicamento que hasta hoy se
emplea en el tratamiento de la malaria([22]).
La
investigación y experimentación con productos naturales es de tal envergadura,
que a la llegada de los hombres del Viejo Mundo los americanos conocen el uso
de más de 110 plantas con efectos psicoactivos, Esto es, identifican la planta,
seleccionan la parte de ésta que concentra mejor sus potencialidades y conocen
el mecanismo de ingestión más adecuado. Así por ejemplo, el cacao se bebe,
“sangre de los dioses” le llamaban los aztecas, el tabaco se fuma y la hoja de
coca se masca. Frente a esto, los europeos son capaces de manejar entre 12 o 14
plantas con efectos psicoactivos([23]).
Y la
buena salud parecía no sólo corresponder a los seres humanos, sino también a
sus fuentes de alimentación, dado que no existen registros de plagas que las
pusieran sistemáticamente en peligro. De este modo el hambre, que desde los
tiempos bíblico constituía una permanente tragedia para los invasores, en
América “…parecía ausente en comparación con la escasez periódica que amenazaba
a los europeos durante los años de cosechas perdidas y hambrunas”([24]).
La
introducción de una enfermedad en una población que nunca antes la había
experimentado, o que había estado libre de ella por tantas generaciones que
cualquier tipo de inmunidad adquirida había desaparecido, las llamadas
epidemias de “suelo virgen”, atacan con extrema
virulencia. Tal es así, que incluso a menudo presenta síntomas muy diferentes
de aquellos con que suele identificarse en poblaciones que la padecen como
endémica, y que son aquellas en donde se suelen haber estudiado.
Los
europeos habían soportado durante milenios las enfermedades endémicas que, con
brotes epidémicos, habían asolado ese continente. Las epidemias a menudo habían
ocasionado estragos en Europa. Recuerdos de sus efectos se tenían
desde la Guerra del Peloponeso, cuando una epidemia azotó Atenas, facilitando
claramente el triunfo espartano. La “Muerte Negra” venida desde el este, asoló
el continente europeo a mediados del siglo XIV, diezmando la población. Pero
nada hay en los registros de la historia, hasta hoy, similar a lo que sufrieron
los aborígenes americanos. Lowell y Cook, editores del libro que con el nombre
de “Juicios Secretos de Dios”, en el artículo que cierra el conjunto de textos
de ese libro señalan “Sin embargo, fue en el Nuevo Mundo, no en Europa, donde
los brotes de enfermedades probablemente causaron la mayor pérdida de vidas
humanas conocida en la historia. Es del todo probable que tras la expansión
transoceánica de Europa a finales del siglo quince ocurriera la mortalidad más
grande jamás conocida”([25]).
De este
modo, los invasores, que eran a menudo sobrevivientes de ellas pues las habían
padecido en su infancia, no sufrieron las consecuencias desastrosas que
tuvieron para la población aborigen.
Más que a
la guerras, muchos autores atribuyen a las enfermedades traídas desde Europa un
rol preponderante en la debilitación de los pueblos aborígenes y como
consecuencia de ello en la derrota militar frente al invasor. “Ya
sea que hablemos del siglo dieciséis o del dieciocho, de los Aztecas o los
Mapuches, es indudable que las infecciones epidémicas del Viejo Mundo dieron
forma decisiva a los destinos del Nuevo Mundo. Las epidemias brotaron temprano
y se apagaron tarde”([26]).
Y la
verdad es que el impacto es de tal naturaleza, que necesariamente debió haber
afectado la situación de los nativos. Por un lado disminuía directamente las
posibilidades de resistencia con la muerte o la enfermedad de posibles
soldados. Por otro lado, generaba situaciones de gobernabilidad precaria cuando
las autoridades morían inesperada y masivamente, como ocurrió con Huayna Capac,
generando la guerra entre Atahualpa y Huáscar, que tan beneficiosa resultó para
Pizarro. Otro efecto no menor, era el pánico que ocasionaban estas epidemias en
la población sana, que se acrecentaba con enfermedades como la viruela, que
desfiguraban el rostro y el cuerpo. Dado además el profuso intercambio
comercial existente entre los aborígenes de lejana regiones, no es infrecuente
que algunas epidemias se desplacen de manera más rápida que los propios
conquistadores, contribuyendo a debilitar a los indígenas antes que estos deban
enfrentar siquiera al invasor. Un buen ejemplo de ello lo cita Uriel
García Cáceres, en un trabajo sobre la implantación de la viruela en Los Andes.
Allí señala “En el caso del Imperio Inca, la viruela, el sarampión y la gripe
llegaron diez años antes que Pizarro y sus huestes. Como si se tratase de esos
adelantados – los agentes microbianos causantes de estas graves enfermedades -
castigaron a los supuestos infieles a la religión de las Santas Majestades, los
reyes y reinas de España, para preparar su sometimiento”([27]).
Probablemente llegaron por el sur, desde Buenos Aires, más que desde Panamá, en
donde se encontraba un contingente de españoles desde donde saldría más tarde
Pizarro.
Sobre la responsabilidad en relación con esta causa
de muerte, se han planteado las posiciones más extremas, desde quienes rechazan
cualquier indicio de responsabilidad para los europeos, hasta quienes los ven
como total y absolutamente responsables. Entre estas últimas, destaca la de
Fernando Báez, quien expresamente señala “La responsabilidad de las epidemias,
en todo caso, se enmarca dentro de los crímenes voluntarios y no accidentales,
pues los conquistadores causaron este daño con premeditación. Usaron a los
enfermos que traían para diezmar a los indígenas y desmoralizarlos; no lo
evitaron”([28]).
La verdad es que obviamente los españoles de la
época no poseían los conocimientos y las capacidades técnicas para controlar
absolutamente las enfermedades que llevaban por primera vez a
tierras americanas, pero eso no los libera de su responsabilidad. Por una parte
ellos sabían que varias de las enfermedades más graves, como la viruela, el
sarampión, y la gripe, se trasmitían por contagio de persona a persona, y ya en
la edad media se habían desarrollado prácticas de aislamiento de los enfermos
para impedir su difusión, y poco o nada se hizo a menudo por los aborígenes.
Por otro lado, y en esto se ha insistido poco, las condiciones de vida inhumana
en que han puesto a los aborígenes son tan precarias, que éstos resultan fácil
presa de todo tipo de enfermedades. Trescientos años después de la llegada de
Colón, el naturalista alemán Alexander von Humbolt hacía hincapié en la
estrecha relación entre las enfermedades, y en particular la viruela,
y las condiciones de hambre en que vivían los aborígenes. Más aún,
en reiteradas oportunidades hay conductas claramente dirigidas a utilizar la
enfermedad como castigo, incluso favoreciendo su difusión. García Cáceres, en
el artículo ya citado, describe la situación más extrema. Haciendo referencia a
la historia de la viruela escrita por Behbehani ([29]),
recuerda que en 1633 ”… el gobierno colonial inglés instruyó a sus tropas para
esparcir frazadas contaminadas con viruela para ser recogidas por los nativos y
así ayudar a su exterminación” ([30]).
Por último, tampoco se debe olvidar que los propios
conquistadores utilizaron la propagación de las enfermedades en la población
aborigen, y no en ellos, (o al menos no con dimensiones similares), como prueba
de su superioridad, y por sobre todo del castigo de Dios. Motolinía comienza el
primer capítulo de su ya citada “Historia” señalando “Hirió Dios y castigó esta
tierra y a los que ella se hallaron, así naturales como extranjeros, con diez
plagas trabajosas. La primer fue de viruelas…”([31]).
Por su parte Pedro de Liévano, Deán de la Catedral de Guatemala, en 1582
escribía “En lo que toca a morirse los indios e ir en disminución, son juicios
secretos de Dios que los hombres no los alcanzan y lo que este testigo ha visto
en el tiempo que ha estado en estas provincias es que desde la provincia de
México han venido tres o cuatro pestilencias con las cuales ha venido la tierra
en grandísima disminución”([32]),
según texto que da inicio al libro de LOVELL, GEORGE y DAVID COOK ya citado,
que precisamente se titula “Juicios Secretos de Dios”, ironizando con el texto
citado.
El primer elemento de destrucción de la cultura se
dio entonces mediante el exterminio, mediante el genocidio de los actores
culturales. Pero ello no quedó reducido a los aspectos materiales, los europeos
destruyeron intelectualmente también la imagen del aborigen, creando realidad
al respecto. Así, desde un comienzo vieron en los primero habitantes de América
lo que siglos más tarde van a ver en sus propios delincuentes, primero
intuitivamente, y luego de la obra de C. Lombroso, “El Hombre delincuente”, de
forma “científica”, los rastros más claros de la degeneración, la regresión
atávica a situaciones intermedias entre el europeo y el antropoide. Para la
propia Iglesia católica, los nativos americanos, como por lo demás ocurrió con
casi todos los pueblos no europeos, siempre presentaron un marcado nivel de
inferioridad. Ya fuera que la actitud se traducía en la explotación más
desenfrenada, en la defensa ideológica de dicha explotación, o aún en una
conducta marcadamente paternalista, lo cierto es que siempre se actuó desde la
superioridad. Como ha señalado Paul Johnson, en La historia del Cristianismo”([33]),
jamás se les concedió la condición de cristianos adultos. Siempre se actuó con
ellos como si se encontraran permanentemente en una especie de interdicción.
Desde la perspectiva directa de lo que puede ser el
patrimonio cultural, esta vez entendido como conjunto de bienes materiales de
naturaleza cultural, la colonización constituye también una tragedia. El robo
de los bienes sirvió dos finalidades diferentes. La primera, y más obvia, fue
llenar las alforjas de los conquistadores, que veían así la posibilidad de
enriquecerse rápidamente. La segunda, de naturaleza ideológico política,
fortalecer el discurso cultural hegemónico que el poder precisaba para dar sostenibilidad
y permanencia al esfuerzo conquistador, que exigía mostrar la superioridad del
europeo sobre el aborigen. Por ello, un esfuerzo especial se hizo
para destruir sus ideas, así como sus creencias y prácticas religiosas, para lo
cual se utilizaron todos los mecanismos, incluyendo el robo de imágenes,
objetos, artefactos, para su posterior destrucción.
“Desde la época de Juan de Zumárraga, primer Obispo
de México y gran destructor de antigüedades religiosas, se realizó un intento
sistemático de borrar todo rastro de los cultos precristianos. En 1531, afirmó
en sus escritos que personalmente había arrasado 500 templos y destruido 20.000
ídolos”([34]),
según dice Paul Johnson en la obra ya citada. Se trata, como señala Fernando
Baez, de borrar la memoria del adversario, para insertar la propia, para
reconfigurar una identidad sumisa.
En esta misma línea debe entenderse una situación
especial ocurrida con el pueblo inca. Configurado ya el imperio, la alta
productividad alcanzada por su tecnología alimentaria permitió que miles de
personas dedicaran su capacidad laboral a otras actividades, como construir
caminos, desviar ríos, vaciar pantanos, allanar colinas, y en algunas
oportunidades, construir verdaderos palacios para el rey, con parques, campos,
jardines, palomares, cotos de caza, etc. Dentro de estos últimos Quispiguanca,
propiedad de Huayna Capac, fue uno de los más destacados. Lo más curioso quizás
es que Huayna Capac siguió siendo dueño de ese palacio y sus tierras
circundantes, incluso muchos años después de su muerte, en Ecuador, hacia 1527.
Y es que los reyes, momificados, perduraban con gran poder detrás del trono. El
culto a los antepasados es una práctica generalizada en todo el continente
americano a la llegada del invasor europeo, y en el Imperio Inca, respecto de
sus reyes, después de todo eran hijos del Sol, adquiría una dimensión
excepcional. De hecho, el Inca reinante visitaba con cierta frecuencia las
momias de los reyes anteriores, a quienes pedía consejos sobre decisiones
trascendentales que debía tomar. Las momias, que permanentemente estaban
acompañadas de varios servidores que las atendían, respondían a través de
oráculos que hablaban por ellas.
A medida que el Imperio iba desapareciendo, los
incas realizaron ingentes esfuerzos por mantener los símbolos de la autoridad,
entre los cuales las momias, como hemos señalado, tenían una especial
significancia. “Grupos de siervos recogieron los sagrados cuerpos de sus reyes
para ocultarlos en las inmediaciones de Cuzco, donde los veneraban en secreto
desafiando a los sacerdotes españoles” ([36]).
Los españoles por su parte, hicieron todo tipo de esfuerzos destinados a hacer
desaparecer las religiones ancestrales de indígenas, y una de ellas fue
precisamente, eliminar la adoración que a los restos de los hijos del sol
practicaban los incas. En esa línea, en 1559, Juan Polo de
Ondegardo, recién nombrado corregidor del Cuzco y decidido a poner término a la
“idolatría” que manifestaban los aborígenes, descubrió y confiscó probablemente
todas las momias de reyes existentes. Al sur del Cuzco, en una casa en la aldea
Wimpillay, incautó las momias de los reyes del Bajo Cuzco, y en distintos
lugares, las momias de los reyes del Alto Cuzco, hasta completar 11 momias.
Según señalan algunas fuentes, varias de esas momias fueron enviadas a Lima, en
donde se exhibieron, como curiosidades, en el Hospital de San Andrés, lugar al
que por cierto, sólo llegaban pacientes europeos. Allí estuvieron las momias
varias décadas, para la curiosidad y el morbo de quienes las querían ver, hasta
que el clima, más cálido y más húmedo que el del Cuzco, las empezó a
deteriorar. Atendido esto, fueron enterradas ocultamente, para evitar las
manifestaciones de amor y reverencia que el pueblo les brindaba. En 1876, José
Toribio Polo, (1841- ) uno de los más destacados historiadores y hombre público
del Perú, en la segunda mitad del siglo XIX, abrió una cripta en el Hospital de
San Andrés buscando precisamente las momias de los reyes incas; en 1937, José
de la Riva Agüero (1885-1944), escritor, político e historiador peruano que
desde las filas del nacionalismo terminara incorporándose a las corrientes
fascistas de la época, efectuó excavaciones dentro del Hospital con la misma
finalidad. El 2001, más de 400 años después que Polo de
Ondegarlo privara al pueblo inca de las momias de sus antepasados,
Brian Bauer, arqueólogo, Teodoro Hampe Martínez, historiador, y Antonio Coello
Rodriguez, también arqueólogo, intentaron una vez más recuperar esas momias,
reparar en parte el agravio que se había infligido y devolver al pueblo peruano
parte importante de su herencia, sin conseguirlo. Hasta hoy, nadie sabe donde
reposan los restos de los más grandes reyes que tuvo el imperio Inca.
Uno de los crímenes culturales más relevantes
ocurridos durante este período corresponde a la destrucción masiva de los textos
aztecas. Fueron probablemente miles los textos existentes en el imperio, a la
llegada de los españoles, que daban cuenta de las más variadas actividades y
creencias de los aborígenes. Motolinía, en un texto conocido como “Epístola
Proemial”, publicado al comienzo de su conocida Historia nos aproxima a esta
realidad. “Había entre estos naturales cinco libros, como dije, de figuras y
caracteres. El primero habla de los años y tiempos. El segundo de los días y
fiestas que tenían todo el año. El tercero de los sueños, embaimientos,
vanidades y agüeros en que creían. El cuarto era el del bautismo y nombres que
daban a los niños. El quinto de los ritos y ceremonias y agüeros que tenían en
los matrimonios”([37]).
Pero el autor no se queda ahí, y no obstante estimar que dichos textos
contienen los errores propios de pueblos paganos, reconoce el manejo que esta
cultura tiene del calendario, por lo demás bastante superior al utilizado en
Europa en esa época. Y así señala “De todos estos, al uno, que es el primero,
se puede dar crédito, porque habla la verdad, que aunque bárbaros y sin letras,
mucha orden tenían en contar los tiempos, días semanas, meses y años y fiestas
como adelante parecerá. Y así mismo contaban las hazañas y historias de
vencimientos y guerras y el suceso de los señores principales; los temporales y
notables señales del cielo y pestilencias generales; en qué tiempo y de que
señor acontecían y todos los señores que principalmente sujetaron esta Nueva
España hasta que los españoles vinieron a ella”( ([38]).)
Sobre el destino de dichos textos, Fray Diego Landa, de quien ya hemos hecho
referencia, lo describe así: <“Usaba también esta gente ciertos caracteres o
letras con las cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus
ciencias, y con estas figuras y algunas señales de las mismas entendían sus
cosas y las daban a entender y enseñaban. Hallámosle gran número de libros de
estas sus letras, y porque no tenían cosas en que no hubiese superstición y
falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y
les dio mucha pena”([39]).
En una conducta similar, casi en los confines del
mundo, en aquellos lugares donde ejercía sus dominios el imperio inca, fueron
destruidos miles de “quipus”, sistema de cuerdas integrado por una cuerda
principal de la que dependen otras, de diferentes colores y anudadas de
diferentes maneras, que en un principio se creyó eran sistemas memotécnicos
para recordar cantidades, y hoy, se cree, al menos por algunos científicos, que
se trata de un complejo sistema tridimensional de escritura.
La gran motivación del conquistador es obtener
riquezas, y en aquella época eso es sinónimo de oro y plata. Ese oro y esa
plata que a unos enloquece y a otros hace esclavos. Por ello, en un
primer momento, todo el oro y la plata posible de robar fué robado. Todo el oro
y la plata posible de fundir fué fundido. Sólo se salvaron aquellos bienes que
no tenían en ese momento valor económico para los europeos, no parecían
constituir una manifestación de paganismo o no estaban al alcance de los
conquistadores. La descripción que hace un historiador indígena de los
españoles de Pizarro, entrando al templo del sol luego de haber recibido el
rescate por Atahualpa, muestra claramente esa realidad: "Forcejeando,
luchando entre ellos, cada cual procurando llevarse del tesoro la parte del
león, los soldados, con cota de malla, pisoteaban joyas e imágenes, golpeaban
los utensilios de oro o les daban martillazos para reducirlos a un formato más
fácil y manuable... Arrojaban al crisol, para convertir el metal en barras, todo
el tesoro del templo cobrado..."
En esta primera etapa el valor patrimonial de la
obra no es en absoluto considerado. Más aún, su desprecio constituye un
elemento necesario del proyecto explotador. Los "indios" son
racialmente inferiores, sus religiones simples herejías, su idioma un dialecto
y, en definitiva, su cultura es barbarie e incivilización. En esta perspectiva,
su destrucción entonces no constituye pérdida alguna, y por el contrario, puede
entenderse como requisito indispensable precisamente para civilizarlos, o para
convertirlos a la religión verdadera, y con frecuencia, para ambas cosas, que
son inseparables. Se trata por lo demás de una práctica que ya viene milenaria
de los cristianos contra el paganismo, y que se asumió nada más llegar al poder.
“… hay que recordar que los edictos del emperador Teodosio- con quien el
cristianismo se convirtió en religión estatal- además de ordenar la destrucción
de los templos paganos y de prohibir en el año 393 los Juegos Olímpicos, puesto
que celebraban una festividad de esa religión, arrasaron también el bosquecillo
sagrado de Dafne, donde estaba la fuente Castalia, cantada por diversos poetas
de la antigüedad grecolatina. Se debe también al “celo” de Teodosio a favor del
cristianismo, entonces en expansión, la destrucción de la estatua de Zeus, obra
celebérrima de Fidias…”([41])([42]).
Como
contrapartida, el simple desprecio por algún símbolo cristiano trae los peores
castigos. Entre las tradiciones y leyendas ecuatorianas hay una que da cuenta
de esta situación. En el centro de Quito, restaurada con posterioridad al
terremoto de 1987, se levanta la llamada “Iglesia del robo”. Según cuenta la
leyenda, la noche del 19 de enero de 1649, varios sacerdotes subían por la quebrada
de Jerusalén, en la misma ciudad de Quito, cuando encontraron, esparcidas en
suelo, un conjunto de hostias, y el respectivo copón en donde ellas se
guardaban. Ante tamaño sacrilegio, se iniciaron procesiones para calmar la
furia de Dios, hasta encontrar a los ladrones. Tiempo más tarde fueron acusados
unos indígenas, que habían robado el copón, creyendo que era de
plata y poseía valiosas joyas en su interior. Al no encontrar nada de eso,
simplemente los botaron a la quebrada y huyeron a Conocoto. Y si hemos de creer
en la leyenda, ésta, según testimonio entregado en una página web denominada
“Quito, Historia y leyenda”, continúa:
- ¿Qué castigo recibieron los
ladrones?
- El
morir ahorcados, arrastrados y descuartizados.
- ¿Se
cumplió esa orden?
- Al
pie de la letra. En el lugar donde los religiosos encontraron los objetos
sagrados se levanta hoy la Iglesia del robo([43]).
Y en lo
que a nosotros nos interesa, lo más probable es que de ser cierta la historia,
ese haya sido el final. Después de todo se trata del pecado de “sacrilegio”, o
más precisamente, de la “profanación de la eucaristía”, que merece las peores
penas.
Sólo si algún valor poseen sus elementos (oro,
plata, piedras preciosas, etcétera), éstos son considerados como tales.
Consecuencia de este criterio es que los primeros años que siguieron a la
llegada del europeo significaron el robo y la destrucción de millones de piezas
de las culturas aborígenes. Si ellas eran de oro, las posibilidades del robo
eran totales, si alcanzaban a ser descubiertas por los españoles. Sólo para
pagar el rescate de Atahualpa se juntaron objetos por más 6.080 Kg de oro y
11.872 Kg de plata. Como se sabe, además, y no obstante haber recibido el
rescate, Pizarro y sus hombres igualmente asesinaron al heredero del imperio
inca.
Considerados como signos de ignorancia o paganismo,
los bienes culturales de los pueblos precolombinos carecen absolutamente de
valor y perfectamente pueden ser destruidos sin consideración alguna. Y esta
percepción es compartida incluso por las vanguardias artísticas de la época,
para quienes el arte aborigen americano carece tan absolutamente de
significación, que no ejerce ninguna influencia en el arte europeo, a
diferencia por ejemplo de lo que va suceder con el arte negro africano, cientos
de años más tarde, en pleno siglo XX.
Durante
este período, la mayor parte de los sitios monumentales de América fueron destruidos.
Y en esta búsqueda de perfección del discurso hegemónico, se utilizó una
modalidad ya probada con y por los musulmanes, la construcción de nuevos
templos, sobre lo que fueron lugares de adoración y/o admiración de antiguos
dioses y reyes. La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, no sólo
está construida sobre lo que fue posiblemente un templo dedicado a Quetzalcóatl, y otras
edificaciones menores, sino que incluso aprovechando el mismo material de
dichos templos aztecas. La mítica “piedra de los doce ángulos”,
sorprendente testimonio arqueológico y arquitectónico de la destacadísima
tecnología inca, y del grado de perfección alcanzado en sus murallas, ubicada
en el Cusco, formaba parte del muro exterior del palacio atribuido a Inca Roca
(Sexto soberano de los incas - siglos XIII-XIV), hoy lo hace del Palacio
Arzobispal. La iglesia de San Juan Bautista, en el departamento de
Huancavelica, actual Perú, fue construida sobre los cimientos del antiguo
Intiwasi incásico y en Bolivia, la Iglesia de Tiwanaku, la Basílica de
Nuestra Señora de Copacabana, y la monumental Iglesia de San Francisco en el
centro de la ciudad de La Paz, utilizan piedra labrada extraída del
antiguo templo de Tiwanaku.
De esta época muy pocos objetos culturales que
llegaron a manos de los europeos se salvaron. Curiosidad y una buena dosis de
desprecio y racismo permitieron que se conservara uno de los más refinados
objetos del arte plumario azteca, (expresión artística por lo demás hecha
desaparecer por el europeo, y a hasta hace muy poco ridiculizada como símbolo
del “indio americano”) tocado con más de 580 plumas verdes de
quetzal, trabajado y adornado en su parte inferior con plumas de colibrí en azul,
rosa, verde y marrón. Según la tradición, perteneció a Moctezuma, quien se lo
envió a Cortés en 1519, creyendo que se trataba de Quetzlacoatl. Fue enviado a
Europa poco después de la conquista, y hoy, lejos de la cultura que le dio
origen, se exhibe en el Museo Etnológico de Viena. Una situación similar ocurre
con un manto de plumas, que hoy se exhibe en el Museo Pigorini de Roma.
La justificación de todo esto, el asesinato, el
robo, el saqueo, la destrucción, la mayor parte de las veces no es necesaria.
Por regla general nadie hay a quien rendir cuentas. Y en las pocas
oportunidades que ello parece tener alguna importancia, la conversión al
cristianismo puede resultar una buena excusa.
Es importante destacar además que este modelo
económico que destruyó a la América indígena, también contribuyó generosamente
a la destrucción del África negra. Desde los primeros años del siglo XVI y
hasta avanzado el siglo XIX millones de personas de color negro salieron del
continente africano, en calidad de esclavos, para ser traslados con cadenas,
hasta las minas, los ingenios azucareros, las plantaciones de algodón, el
simple interior de las mansiones, y en general en donde se necesitara mano de
obra. El tráfico de esclavos constituyó un próspero negocio para ingleses,
holandés y una tragedia de dimensiones inimaginables no sólo para los 40
millones de esclavos robados desde sus tierras, sino también para la población
africana que permaneció en el continente, que vio como secuestraban a su
gente, y sufrió la permanente angustia de verse prisionero de los
traficantes.
El primer período de destrucción acelerada del
patrimonio cultural americano se caracteriza entonces por su particular
brutalidad, por dirigirse contra hombres y cosas, y particularmente por
desconocer total y absolutamente la condición de patrimonio cultural a aquellos
elementos que se destruyen. En cuanto a sus alcances, al igual como
ocurre con los dos períodos siguientes, y a diferencia del actual, él se
referirá exclusivamente contra el patrimonio cultural aborigen.
A título de ejemplo, que jamás podría constituir
una enumeración exhaustiva, este significó:
En primer lugar la muerte masiva de los
constructores y destinatarios de ese patrimonio cultural, y como consecuencia
de ello, y de la prohibición de ejercer las actividades culturales prohibidas,
la pérdida del conocimiento para elaborar dichas obras, como ocurrió con el
arte plumario, o para interpretar su contenido, como pasó con los códices
mayas.
En el ámbito de la cultura inmaterial, la desaparición
de cientos de lenguas autóctonas, la casi extinción de otras y la imposición
del monolingüismo, en gran parte del continente; la desaparición de los
sistemas políticos y organizativos de los pueblos americanos, que en sus
múltiples manifestaciones democráticas no sólo habían dado origen al
federalismo, con la “Liga Iroquesa”, sino que fue precisamente un jefe iroqués,
Canassatego, quien primero se lo propusiera en 1744, en Pensilvania, a los
británicos([44]),
la imposición de la religión cristiana occidental, a millones de personas
politeístas, y probablemente también a algunos monoteístas, como lo eran las tribus… al sur de Chile, la desaparición de la farmacopedia
indígena, muy superior también a la Europea([45]),
o el calendario azteca, también superior al europeo de la época.
Desde la perspectiva del patrimonio cultural
material, y teniendo claro que no se trata sino de aspectos preferentemente
inmateriales o materiales, debemos señalar la destrucción de estructuras
urbanas completas, desde pequeños poblados de pocas residencias o habitaciones,
a ciudades enormes como Tenochtitlan, de mayor tamaño que París o Londres en
aquella época, y desde pequeños senderos, a rutas de miles de kilómetros, como
el “camino del Inca”, en Los Andes de sud América. Así mismo, la desaparición
de miles de edificios públicos, o privados, como palacios, mercados, centros
astronómicos, religiosos, templos, cementerios, enterratorios, pertenecientes a
miles de culturas diferentes. Por último, también es digno de
destacar la destrucción de millones de objetos artísticos, pinturas, esculturas,
tallados, muestras de orfebrería, de uso militar, religioso, científico o
simplemente cotidiano.
La suerte del imperio azteca es similar a la de
todos los pueblos americanos. Y C.W. Ceram la describe así “el emperador
Cuitlahuac murió de viruela a los cuatro meses y le sucedió Cuauhtémoc, de
veinticinco años de edad. Este defendió la capital del país con tal tenacidad
que, a pesar de los nuevos refuerzos con que Cortés contaba, le causó mayores
pérdidas que cualquiera de los jefes aztecas anteriores. Pero el inevitable
final era la destrucción de Méjico; se incendiaron las casas, se derrumbaron
las estatuas de los dioses, se cubrieron los canales -Méjico hoy día ya no es
una Venecia- y, por último, Cuauhtémoc cayó prisionero y fue torturado y ejecutado
por los invasores”.
([46]).
[1] DIAZ-PLAJA,
GUILLERMO, “Hispanoamérica en su literatura”, Biblioteca Básica Salvat,
Salvat Editores, España, 1970, pág. 75
[3] Una
contribución significativa a ello lo hace el reciente libro de Fernando BAEZ,
“El saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la globalización”.
Editorial debate. Primera edición en la Argentina bajo este sello, julio 2009.
Sin embargo probablemente el primer libro que efectivamente tiene un
impacto relevante sobre el tema esla obra de KARL E. MEYER, publicado
en castellano como “El saqueo del pasado. Historia del tráfico ilegal de
obras de arte”, F.C.E., México, agosto de 1990
[4] PONIATOWSKA, ELENA, Nuestra América pag. 148.
[5] TODOROV, TZVETAN “La Conquista de América. El problema del otro”, Siglo XXI editores, 9° edición en español, Madrid, 1998, pág. 144.
[6] Katz ,Steven The Holocaust in Historical Context,
[7] TODOROV, TZVETAN “La Conquista de América. El problema del otro”, Siglo XXI editores, 9° edición en español, Madrid, 1998, pág. 144.
[8] DE LANDA, DIEGO Texto disponible en
[4] PONIATOWSKA, ELENA, Nuestra América pag. 148.
[5] TODOROV, TZVETAN “La Conquista de América. El problema del otro”, Siglo XXI editores, 9° edición en español, Madrid, 1998, pág. 144.
[6] Katz ,Steven The Holocaust in Historical Context,
[7] TODOROV, TZVETAN “La Conquista de América. El problema del otro”, Siglo XXI editores, 9° edición en español, Madrid, 1998, pág. 144.
[8] DE LANDA, DIEGO Texto disponible en
[10] LAS
CASAS, FRAY BARTOLOMÉ “Brevísima relación de la destrucción de las indias”,
texto disponible en http://aix1.uottawa.ca/~jmruano/relacion.pdf
[12] MOTOLINÍA,
expresión náhuatl, “el que es pobre”, nombre dado por los aborígenes
americanos, que el propio Toribio de Benavente prefirió ocupar, y por el que es
más conocido en la historia.
[13] El texto de Motolinía señala erradamente 1523
[14] MOTOLINIA, “Historia de los Indios de la Nueva España”, disponible en http://www.fundacionaquae.org/sites/default/files/motolinia_indios_de_nueva_espana.pdf
[13] El texto de Motolinía señala erradamente 1523
[14] MOTOLINIA, “Historia de los Indios de la Nueva España”, disponible en http://www.fundacionaquae.org/sites/default/files/motolinia_indios_de_nueva_espana.pdf
[16] WEATHERFORD,
JACK “El Legado Indígena. De cómo los indios americanos transformaron el
mundo”, Traducción de Roberto Palet, Editorial Andrés Bello de España, primera
edición, Barcelona, 2000, pág. 41
[17] WEATHERFORD, JACK. op. cit., pág. 15
[18] WEATHERFORD, JACK. op. cit., pág. 31|
[19] BORAH, WOODROW “Introducción”, en “Juicios Secretos de Dios. Epidemias y despoblación indígena en Hispanoamérica colonial”, W. George Lovell y Noble David Cook (coordinadores), Ediciones Abya Yala, Quito, Ecuador 2000, pág.227, 228
[17] WEATHERFORD, JACK. op. cit., pág. 15
[18] WEATHERFORD, JACK. op. cit., pág. 31|
[19] BORAH, WOODROW “Introducción”, en “Juicios Secretos de Dios. Epidemias y despoblación indígena en Hispanoamérica colonial”, W. George Lovell y Noble David Cook (coordinadores), Ediciones Abya Yala, Quito, Ecuador 2000, pág.227, 228
[21] BBC
Mundo Noticias, martes 3 de enero de 2012,http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/01/120102_origen_malaria_sudamerica_men.shtml
[22] En todo caso la malaria sigue causando estragos en las poblaciones pobres del mundo. Investigaciones reciente señalan que “… las muertes a nivel mundial se han incrementado de 995.000 en 1980 a su máximo de 1.820.000 en 2004, antes de caer a 1.240.000 en 2010” cit. En BBC Mundo Noticias, 3 de febrero de 2012http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/02/120202_malaria_muertes_ao.shtml
[23] Véase GARCÍA DÍAZ, FERNANDO “El consumo de Drogas en los Pueblos Precolombinos. Elementos para una política criminal alternativa”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, Universidad de Granada, RECPC 04, r3, 2002, http://criminet.ugr.es/recpc/recpc_04-r3.pdf
[22] En todo caso la malaria sigue causando estragos en las poblaciones pobres del mundo. Investigaciones reciente señalan que “… las muertes a nivel mundial se han incrementado de 995.000 en 1980 a su máximo de 1.820.000 en 2004, antes de caer a 1.240.000 en 2010” cit. En BBC Mundo Noticias, 3 de febrero de 2012http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/02/120202_malaria_muertes_ao.shtml
[23] Véase GARCÍA DÍAZ, FERNANDO “El consumo de Drogas en los Pueblos Precolombinos. Elementos para una política criminal alternativa”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, Universidad de Granada, RECPC 04, r3, 2002, http://criminet.ugr.es/recpc/recpc_04-r3.pdf
[25] LOVELL,
GEORGE y DAVID COOK, NOBLE “Desenredando la madeja de la enfermedad”, en
“Juicios Secretos de Dios. Epidemias y despoblación indígena en Hispanoamérica
colonial”, W. George Lovell y Noble David Cook (coordinadores), Ediciones Abya
Yala, Quito, Ecuador 2000, pág.227, 228
[26] LOVELL, GEORGE y DAVID COOK, NOBLE op. cit.
[27] GARCÍA CÁCERES, URIEL “La implantación de la viruela en los andes, la historia de un holocausto, en Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública; 2003, Vol. 20, p41-50
[28] BAEZ, FERNANDO “El saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la globalización. Editorial debate. Primera edición en la Argentina bajo este sello, julio 2009, pág. 40
[29] BEHBEHANI am “The smallpox stoty”. Kansas City: The University of Kansas, 1988.
[30] GARCÍA CÁCERES, URIEL “La implantación de la viruela en los andes, la historia de un holocausto, en Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública; 2003, Vol. 20, p41-50
[31] MOTOLINÍA, TORIBIO DE BENAVENTE “Historia de los Indios de la Nueva España”,
[32] PEDRO DE LIEVANO, cit. Por LOVELL, GEORGE y DAVID COOK, NOBLE, op. Cit,
[26] LOVELL, GEORGE y DAVID COOK, NOBLE op. cit.
[27] GARCÍA CÁCERES, URIEL “La implantación de la viruela en los andes, la historia de un holocausto, en Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública; 2003, Vol. 20, p41-50
[28] BAEZ, FERNANDO “El saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la globalización. Editorial debate. Primera edición en la Argentina bajo este sello, julio 2009, pág. 40
[29] BEHBEHANI am “The smallpox stoty”. Kansas City: The University of Kansas, 1988.
[30] GARCÍA CÁCERES, URIEL “La implantación de la viruela en los andes, la historia de un holocausto, en Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública; 2003, Vol. 20, p41-50
[31] MOTOLINÍA, TORIBIO DE BENAVENTE “Historia de los Indios de la Nueva España”,
[32] PEDRO DE LIEVANO, cit. Por LOVELL, GEORGE y DAVID COOK, NOBLE, op. Cit,
[33] JOHNSON,
PAUL “La Historia del Cristianismo”, ediciones B.S.A., 1° edición, Barcelona
septiembre de 2010.
[34] JOHNSON,
PAUL “La Historia del Cristianismo”, ediciones B.S.A., 1° edición, Barcelona
septiembre de 2010, pag. 536.
35] BAEZ,
FERNANDO “El saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la
globalización. Editorial debate. Primera edición en la Argentina bajo este
sello, julio 2009, pag. 271
[36] PRINGLE, HEATHER, “Las encumbradas ambiciones de los incas”, en National Geographic en Español, abril 2011, vol. 28, Num. 4, pág. 24
[37] MOTOLINÍA, TORIBIO DE BENAVENTE “Historia de los Indios de la Nueva España”, disponible en http://www.fundacionaquae.org/sites/default/files/motolinia_indios_de_nueva_espana.pdf
[38] MOTOLINÍA, TORIBIO DE BENAVENTE, op. Cit.
[39] DE LANDA, DIEGO. “Relación de las cosas de Yucatán”, capítulo XLI Siglo de los Mayas – Escritura de ellos, en http://www.wayeb.org/download/resources/landa.pdf
[36] PRINGLE, HEATHER, “Las encumbradas ambiciones de los incas”, en National Geographic en Español, abril 2011, vol. 28, Num. 4, pág. 24
[37] MOTOLINÍA, TORIBIO DE BENAVENTE “Historia de los Indios de la Nueva España”, disponible en http://www.fundacionaquae.org/sites/default/files/motolinia_indios_de_nueva_espana.pdf
[38] MOTOLINÍA, TORIBIO DE BENAVENTE, op. Cit.
[39] DE LANDA, DIEGO. “Relación de las cosas de Yucatán”, capítulo XLI Siglo de los Mayas – Escritura de ellos, en http://www.wayeb.org/download/resources/landa.pdf
[41] BAUZA, HUGO FRANCISCO “Qué es un mito. Una aproximación a la mitología
clásica”, Fondo de Cultura Económica, primera edición Buenos Aires 2005, pág.
155
[42] La estatua de Zeus a la que se refiere es una de las Siete Maravillas
del Mundo Antiguo, de aproximadamente unos 12 metros de altura, que había sido
trasladada desde Olimpo hasta Constantinopla, en donde fue destruida.
[43] Quito, Historia y leyenda, en http://library.thinkquest.org/C005463F/robo.html
[44] Véase WEATHERFORD, JACK “El Legado Indígena. De cómo los indios americanos transformaron el mundo”, Traducción de Roberto Palet, Editorial Andrés Bello de España, primera edición, Barcelona, 2000, especialmente el capitulo 8°, “Los Padres Fundadores Indios”.
[45] Véase WEATHERFORD, JACK, op. cit, especialmente el capitulo 10°, “El Indio Sanador”. En el mismo sentido, referido al uso de sustancias psicoactivas, GARCÍA DÍAZ, FERNANDO “El consumo de Drogas en los Pueblos Precolombinos. Elementos para una política criminal alternativa”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, Universidad de Granada, RECPC 04, r3, 2002, http://criminet.ugr.es/recpc/recpc_04-r3.pdf
[43] Quito, Historia y leyenda, en http://library.thinkquest.org/C005463F/robo.html
[44] Véase WEATHERFORD, JACK “El Legado Indígena. De cómo los indios americanos transformaron el mundo”, Traducción de Roberto Palet, Editorial Andrés Bello de España, primera edición, Barcelona, 2000, especialmente el capitulo 8°, “Los Padres Fundadores Indios”.
[45] Véase WEATHERFORD, JACK, op. cit, especialmente el capitulo 10°, “El Indio Sanador”. En el mismo sentido, referido al uso de sustancias psicoactivas, GARCÍA DÍAZ, FERNANDO “El consumo de Drogas en los Pueblos Precolombinos. Elementos para una política criminal alternativa”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, Universidad de Granada, RECPC 04, r3, 2002, http://criminet.ugr.es/recpc/recpc_04-r3.pdf
[46] CERAM, C. W. “Dioses, tumbas y sabios”, ediciones Destino,
colección Destino libro, Volumen 12, primera edición en este formato: mayo
2003, pág. 333, Barcelona, España.
Evidentemente cualquiera que tenga algunos conocimientos de historia de la medicina o de las misiones católicas se da cuenta desde el principio del engaño. Me limitare a poner unos pocos ejemplos: la famosa expedición del doctor Balmis en 1803 fue posible gracias al patrocinio del monarca católico Carlos IV. Pero sobre todo el éxito de la expedición se debió a la colaboración desinteresada de obispos y párrocos para convencer a sus feligreses de los beneficios de la vacunación. Hasta el extremo que los obispos portugueses de Goa y Macao se vacunaron para dar ejemplo. De hecho cuando la real expedición filantrópica de la vacuna llegaba a cualquier región el clero católico se ponía a colaborar inmediatamente con el doctor Balmis. El arzobispo de Santiago de Cuba, Joaquín Oses, publicó un edicto exhortando a “los curas y ministros del Señor a que contribuyesen a propagar este feliz hallazgo”. Por la misma época el obispo de La Habana, Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa seguía la misma línea. Aparte de reformar el clero de su diócesis, también respaldó el sabio prelado la labor del ejemplar médico Tomás Romay en la introducción (en 1804) de la vacuna contra la viruela en Cuba, y en las campañas de vacunación que Romay dirigió durante décadas.
ResponderBorrarEl clero continuó con su entusiasmo por la vacunación después de la independencia de las repúblicas hispanoamericanas. De Argentina nos llega el siguiente testimonio “El licenciado médico García Valdéz administrador general de la vacuna en un informe del año 1836 invitaba a los pueblos de campaña a vacunarse expresando: “...se hace indispensable el citar el celo de los jueces de paz y los curas párrocos a fin de exhortar al vecindario para que se apreste a recibir el gran beneficio de la vacuna que con tanto empeño promueve nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes el Sor. Gobernador...” (“La Gaceta Mercantil”, 6 de marzo de 1837).” Debe señalarse que ya antes del descubrimiento de la vacunación la Iglesia Católica había fomentado el empleo de la variolación en Nueva España. Así, el arzobispo Núñez de Haro envió el 6 de octubre de 1797 una circular mediante la cual ordenaba a los presbíteros “exhortar y persuadir” con el mayor empeño a sus parroquianos para que aceptaran inocularse. A algunas de estas circulares se anexó el folleto Método claro, sencillo y fácil para practicar la inoculación de viruelas preparado por el Protomedicato. La primera institución que ofreció dicha medida preventiva de forma gratuita para todas las personas con independencia de su clase social o casta racial fue el Hospital de San Andrés de la ciudad de México, propiedad de la Iglesia.
Hacia finales del siglo XVIII, comenzó la difusión de la inoculación mediante la vacuna por ideada por Jenner. Fuese en Francia o en Palermo, o ya en Nápoles, siempre contó la vacuna con el patrocinio de la Iglesia Católica. En mayo de 1827, ante una nueva epidemia en México, la Sección de Beneficencia de la Secretaría de Gobierno informaba: “con independencia de los ayuntamientos, sean los curas los que procuren la propagación del fluido vacuno y a tal efecto libraron las órdenes correspondientes los obispos de Puebla y de México”.
En realidad podría poner tantos ejemplos de sacerdotes y obispos vacunando incansablemente a sus feligreses que la lista sería interminable. Me conformo con un ejemplo; José Reinoso párroco sevillano de principios del siglo XIX además de exhortar a sus feligreses a vacunarse llego a establecer una sala para este fin en su propia casa. No solo eso en muchos países fueron los sacerdotes los primeros en introducir la vacunación, incluso antes de la expedición Balmis, los sacerdotes y científicos argentinos Saturnino Segurola y Feliciano Pueyrredón, fueron pioneros en introducir la vacuna en el Rio de la Plata.
He leído nuevamente lo publicado por mí y no logro encontrar el engaño. Te pediría que lo precisaras.
BorrarPor otro lado, nada de lo dicho lo has desmentido. Ni los homicidios producto de la conquista, ni las muertes por sobreexplotación ni las por contagio de enfermedades. Por el contrario, te dedicaste a mostrar la labor de algunos misioneros en relación con la vacuna. No discuto ese tema. por lo demás, tal como lo señalas, se trata de situaciones que prácticamente se inician en el siglo XIX, y mi trabajo se centra en los tres siglos anteriores.
¿Se preocuparon las misiones católicas por vacunar a los indígenas?
ResponderBorrarSi, de hecho recientemente se ha descubierto que los misioneros católicos fueron los primeros en llevar la vacuna de la viruela a países como Corea , Tailandia y Japón en fechas tan tempranas como 1828.
Pero volviendo a colonias españolas según la doctora Penélope Shino, la Iglesia Católica llego a ofrecer indulgencias papales a los padres que vacunasen a sus hijos.
Los jesuitas descubrieron la quina, el único remedio eficaz contra la malaria: Los jesuitas y el Vaticano mismo resultaron muy importantes para la promoción de la quina; los jesuitas a menudo la regalaron, los comerciantes la vendieron y los reyes de España lo obsequiaron a los poderosos de la tierra, pues el paludismo no respetaba la posición social.” Un jesuita, el Cardenal español y teólogo moralista Juan de Lugo informo de su existencia al médico del Papa Inocencio X, y más tarde consiguió no sólo el respaldo de la Iglesia, sino que apareció una Cédula Romana con instrucciones para su uso. Por esto la droga se llamó “Corteza de los jesuitas” o “del Cardenal”. La identificación de la llamada con razón corteza jesuita fue tan grande que los protestantes pensaban que se trataba de un complot papal. Cromwell por ejemplo prefirió morir de malaria, antes de ingerir el “polvo jesuita”.
ResponderBorrarLos jesuitas llevaron rápidamente la quina a todo el mundo incluidos países como India y China, regalando gratuitamente la quina a los pobres aunque no fuesen cristianos. En este último país salvaron al emperador de morir de malaria.
NO!
BorrarLa quina no la descubrieron los jesuitas, la descubrieron los indios americanos. Te copio Wikipedia textual sobre el tema:
"La corteza del quino, que contiene quinina, era conocida por sus propiedades curativas por los nativos americanos, pero no se incorporó al acervo cultural europeo hasta que no fueron descubiertas sus propiedades antimaláricas. Cuando los europeos portaron la malaria a América, los nativos se dieron cuenta de que una de sus medicinas tradicionales, la quina o corteza del quino, ofrecía alivio a los síntomas de esta enfermedad. Los incas conocian las propiedades medicinales de las plantas que crecían en los Andes y en la selva amazónica, entre ellas había un árbol que producía la amarga corteza que podia curar muchas dolencias, calambres resfríos y arritmias. La palabra quechua "quina" significa corteza, pero esta corteza de propiedades extraordinarias se conoció con el nombre de quina-quina, "corteza de cortezas" dando así origen al nombre quinina"
¿Qué debe América a España? http://www.taringa.net/post/ciencia-educacion/18829969/Que-debe-America-a-Espana.html vía @Taringa
ResponderBorrarLa primera baja maternal de la historia http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=13626
ResponderBorrarMuchos ven a Isabel de Castilla, una figura despiadada sin embargo, fue ella quien prohibió a Cristóbal Colón la venta de los pobladores del territorio americano como esclavos. Ella misma dijo, que indios americanos eran hombres libres tal como los habitantes de Castilla. Los esclavos que Colón llegó a vender fueron rescatados y devueltos a su tierra originaria de esta manera, recuperaron su libertad.
ResponderBorrarIsabel La Católica prohibió la esclavitud de los guanches en 1478, la de los indios en 1501, liberó a los solariegos castellanos en 1480 y a los payeses catalanes en 1486; según Dumont en 1492 compro los esclavos musulmanes de Castilla para emanciparlos…« quiso reformar las costumbres del clero.Isabel entrega unos 300 millones de euros actuales a los pobres. "Me admiran profundamente las normas que ella daba para [los indios, a] quienes denominaba sus súbditos. Encomendaba en todas sus cartas y en todas sus cédulas reales que tuvieran en cuenta que eran sus súbditos, y no siervos, y que amaba a sus súbditos de ultramar. Y con ese espíritu, la reina pidió que se les dieran no más de ocho horas de trabajo, que no trabajaran sábados ni domingos".
Las protestas de unos y otros llevaron al rey Fernando, regente de Castilla en nombre de su hija, a convocar en Burgos una junta de teólogos y juristas para debatir la naturaleza de los indios y el trato que merecían como hombres libres.
ResponderBorrarLos 35 artículos se aprobaron en Burgos el 27 de diciembre de 1512 y se denominaron Ordenanzas Reales para el Buen Regimiento y Tratamiento de los Yndios.
Los derechos de los indios
Las leyes establecían unos derechos para los trabajadores que no existían ni en España. Por ejemplo, después de cinco meses de trabajo en las minas los indios descansarían cuarenta días. Lasembarazadas dejarían de trabajar en las minas cuando estuvieran de cuatro meses y se limitarían al trabajo doméstico y, tras dar a luz, no regresarían a las minas hasta que los hijos hubieran cumplido tres años. El encomendero que incumpliese el descanso de la embarazada pagaría la primera vez seis pesos de oro; la segunda se le quitarían la mujer y su marido; y la tercera, éstos y seis indios más.
Otros derechos reconocidos a los indios eran los siguientes:
A los indios se les entregaban yuca y algodón y una docena de gallinas y un gallo; también se les hacía sembrar media fanega de trigo. Todo ello era de su propiedad.
Los indios fallecidos debían enterrarse.
No se podía echar carga a cuestas a los indios bajo pena de dos pesos de oro.
Los encomenderos daban una hamaca a cada indio y no les permitían dormir en el suelo.
No se podía azotar, pegar o llamar perro u otro insulto a un indio. Si éste merecía ser castigado se le presentaba al visitador para que lo hiciera. El encomendero podía ser multado con cinco pesos por azote o golpe y uno por insulto.
Se establecieron varias obligaciones supeditadas a la enseñanza de la religión, la instrucción general y las buenas costumbres:
«Cada noche se llamará a los indios a rezar. (...) Por las mañanas se les hará hacer oración sin hacerles madrugar más de lo que se acostumbra».
«Cada quince días el encomendero les tomará cuenta de sus conocimientos en cuestiones de fe, les mostrará lo que no sepan y les enseñará los diez mandamientos, los siete pecados capitales y los artículos de la fe (...), pero que esto sea con mucho amor y dulzura, bajo pena de seis pesos de oro».
«Los encomenderos llevarán a los indios a misa los domingos, pascuas y fiestas de guardar bajo pena de diez pesos de oro. Además, se procurará que ese día coman mejor que el resto de la semana».
«Por cada cincuenta indios que tenga, el encomendero enseñará a un muchacho a leer y escribir y las cosas de la fe para que éste las transmita al resto».
«Se les hará entender que no pueden tener más de una mujer». http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=13626
Si no viniera de un defensor de la Iglesia como tú, creería que es una ironía ese Paraíso de los aborígenes que describes.
BorrarLa realidad, como todos lo saben, fue absolutamente distinta.
Las matanzas y la explotación fueron tan bárbaras, que 20 años después de la llegada de Colón ya estaban trayendo esclavos africanos a América.
La no utilización de la rueda por los precolombinos parece que se debió a la carencia de ganado equino . El historiador mexicano José de Vasconcelos (Breve historia de México) pidió monumentos a los burros que llevaron los españoles a América:
ResponderBorrarEllo sería una manera de reivindicar las fuerzas que han levantado al indio, en vez de los que sólo le aconsejan odio y lo explotan. Enseñaríamos de esta suerte al indio a honrar lo que transformó el ambiente miserable que en nuestra patria prevalecía antes de la conquista. Lea cualquiera de las crónicas de la conquista; era costumbre, reconocen los cronistas, que cada pueblo, cada parcialidad, cada cacique dispusiera de uno o varios centenares de tamemes, es decir, indios destinados al oficio de bestias de carga; esclavos que sustituían al burro. Y todavía en territorios adonde no penetró la conquista (…) subsisten los tamemes, el transporte se hace a hombros de indios. Si, en vez de tanto discurso de agitadores sin conciencia, algún buen alcalde les hubiese llevado en pleno siglo XX lo que los españoles repartían por el continente desde el siglo XVI, caballos y borricos, ya se habrían acabado todos los tatemes.
Carlos Pereira, autor de la Obra de España en America, es de los que se toman en serio los códices aztecas: “Todo llegaba y todo se leía sin peligro”. Buenos Aires decidió crear una biblioteca pública en 1810. El encargo fue realizado por el franciscano fray Cayetano Rodríguez, que solicitó libros a otros religiosos: la Historia Natural de Plinio, el Diccionario de Física de Brissot, las obras de Locke y de miembros de la Academia de Ciencias de Londres…Y mientras el cura Maldonado traducía a Malebranche… El esplendor cultural fue facilitado por Los Reyes Católicos. En 1480 promulgan la primera ley reguladora del libro impreso. Por ella queda libre del pago de todo tipo de tributos la introducción en España de libros extranjeros.
ResponderBorrarSiempre se habla de los logros culturales mayas pero lo cierto es que la Conquista acabó con los sacrificios humanos; la unidad política, que terminó con las guerras tribales, y la lengua española, que borró las fronteras culturales. Pero también deben incluirse entre esos beneficios la Administración unificada, la imprenta la navegación de larga distancia, el caballo, el burro, la rueda, el hierro, la universidad (la primera se fundó oficialmente en Lima en 1551), el trigo, la gallina, la vaca, el cerdo…
ResponderBorrarNo hay duda que la Conquista trajo nuevos elementos a la cultura americana, algunos de ellos valiosos. Pero reivindicar el término de los sacrificios humanos y de las guerras tribales, cuando se trajo mil veces más muertes comn las guerras de conquista y la sobreexplotación humana me parece cuestionable.
BorrarY sobre los sacrificios humanos y por supuesto no los voy a defender, creo que no son más horrorosos que la hoguera.
“tiranía”: «Por la Ley VI, Libro III, Título VI, Felipe II, en 1593, ordena: “Todos los obreros trabajarán ocho horas cada día , cuatro en la mañana y cuatro en la tarde en las fortificaciones y fábricas que se hicieren, repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del Sol, más o menos lo que a los Ingenieros pareciere, de forma que no faltando un punto de lo posible, también se atienda a procurar su salud y conservación”. Esta ley es tan sorprendente cuando se ve que con 370 años de anticipación, la Corona de España reglamentó el trabajo de ocho horas, y que hoy se la tiene como una conquista de los pueblos civilizados y de los movimientos obreros a nivel mundial, en las Constituciones moderna y en los Códigos del Trabajo. Resalta además el aspecto de la previsión social, cuando ordena que “también se atienda a procurar su salud y conservación.”» Y por si fuera poco, sus leyes protectoras no se limitaron a América, en 1589 prohíbe la esclavitud en las Islas Filipinas. Fuente-Dr. Pedro J. Larrea Peñaherrera, La Legislación del Trabajo en la Audiencia de Quito [Siglo VXI]; en Cultura Hispánica Vol. III - N° 7, revista del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, Quito, 1964.
ResponderBorrar(Consultado en http://hispanismo.org/hispanoamerica/16908-sobre-las-8-horas.html)
Mis últimos comentarios so fragmentos de una interesante conversación mantenidas sobre estos temas con el intelectual venezolano Gabriel Andrade : Opiniones de Gabriel Andrade: ¿Había civilización en la América precolombina? A ... http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2014/12/habia-civilizacion-en-la-america.html?spref=tw
ResponderBorrarCasi no puedo creer que cites este artículo en defensa de tus posiciones
BorrarEn verdad tenemos visiones distintas sobre el mundo y de la seriedad de una publicación.
Desde luego plantearse la pregunta si existía civilización o no en el mundo precolombino ya parece una idiotez. Cualquiera sea el contenido de la expresión, y el más básico se refiere una sociedad compleja, se aplica al menos a los pueblos aztecas e incas.
Cuestionar el criterio "Población que vive en ciudades, comunicadas por vías" porque "...no es del todo claro si (Tenochtitlán) tenía fáciles vías de acceso..." merece pocos comentarios. Por supuesto no se hace referencia al Camino del Inca.
Afirmar que ".. sus creencias religiosas no estaban imbuidas de una dimensión moral..." también carece de sentido.
¿Había civilización en la América precolombina? A propósito de John Baker
ResponderBorrarhttp://opinionesdegabriel.blogspot.com.es/2014/12/habia-civilizacion-en-la-america.html