VILLALEGRINOS DE AYER, PARA EL CHILE DE HOY
(Sobre villalegrinos que ya no están con nosotros, pero cuyo ejemplo
puede servirnos hoy, no sólo para comprender mejor el mundo en que vivimos,
sino por sobre todo, para luchar por cambiarlo)
CIENCIA,
CONOCIMIENTO Y CONSPIRACIÓN
Un día
como hoy, pero hace 280 años, el 24 de junio de 1740, nació en Huaraculén,
probablemente a una “media legua” del actual pueblo de Villa Alegre, quien es
sin duda su hijo más ilustre, Juan Ignacio Molina González, más conocido como
el Abate Molina. Sus restos, traídos desde Bolonia, hoy descansan en la
parroquia del pueblo, y la principal calle, aquella que lo cruza en su
totalidad de norte a sur, y que durante décadas se llamó simplemente
“Comercio”, hoy lleva su nombre. Pero ni eso, ni los homenajes que cada cierto
tiempo se le rinden, han cambiado el hecho que el Abate Molina siga siendo un
desconocido. Hoy, en tiempos de incredulidad frente al conocimiento y
descrédito de las ciencias, queremos rescatar parte de su legado.
Si
hacemos hoy un breve recorrido por algunos medios de comunicación
tradicionales, pero sobre todo por las redes sociales, nos encontramos con un
panorama incomprensible dos o tres décadas atrás, dado por la enorme cantidad
de personas que no sólo no creen en la posibilidad de alcanzar un conocimiento
cierto, -no existe la verdad, todo es relativo, tú tienes tu verdad, yo la mía,
y ambas valen lo mismo, son algunas de las frases que dan cuenta de esa idea-,
sino también de aquellas que “teniendo su propia verdad”, ésta contradice
profundamente los más elementales postulados de las ciencias, como cuando se
sostiene que la tierra es plana, o es hueca, que los norteamericanos no fueron
a la luna, que las vacunas enferman o el coronavirus no existe. Y aún hay más, hay
un amplio grupo que cree que muchas de las verdades que la ciencia describe,
son falsedades planificadas para engañar a las grandes mayorías, aprovecharse
de ellas, o peor aún, eliminarlas del planeta.
Y todo
esto, en un mundo en que precisamente el conocimiento y especialmente las
ciencias, a través de ese maravilloso producto suyo, la tecnología, nos
sorprenden cada día con experiencias que hasta hace muy poco hubiéramos
considerado simplemente “magia”, como el comunicarnos en forma prácticamente
instantánea en sonido e imagen con cualquier lugar del mundo, tener procesos
matemáticos y de millones de datos en fracciones de segundos, obtener imágenes
del interior del cuerpo humano sin procedimientos invasivos, y aún realizar complejas
operaciones médicas mediante robots.
Es
verdad que siempre ha habido un porcentaje significativo de personas que
mantienen un pensamiento contradictorio con las ciencias, -horóscopos,
parapsicólogos, mentalistas, adivinos, dan cuenta de ello-, pero lo que hoy
vemos supera todos los límites conocidos en varias décadas. Y es que, aun
manejándonos en nuestra vida diaria con pensamientos como los referidos, eso no
significaba cuestionar seriamente el conocimiento y las ciencias en su
conjunto. En las últimas décadas pasamos de una verdadera fe, casi religiosa en
las ciencias, a un descrédito de ellas, a esa negación incluso de las
posibilidades mismas de llegar a conocer la verdad y a la creencia en una
diversidad de conspiraciones que verdaderamente impresionan.
Por
supuesto que el conocimiento y la ciencia, como toda actividad humana, están
sujetos al análisis y la crítica, y probablemente muchas de ellas pueden tener
sólidos argumentos. La
historia nos muestra como las ciencias, en su acelerado desarrollo durante el
siglo XIX, por ejemplo, estuvieron al servicio del colonialismo y el racismo y
en el siglo XX posibilitaron los genocidios de Hiroshima y Nagasaki, la
experimentación racista en Tuskegee, la irresponsabilidad con que se actuó y
terminó en desastres como los de Bopal o Chernobil, o aún el actuar sostenido y
criminal de grandes empresas, como Monsanto. Pero si bien críticas tienen lógica y razón, de ellas
no es posible inferir que no es posible la verdad, o que los científicos
conspiran contra el mundo.
Este
mundo de descrédito del conocimiento oficial cubre el más amplio espectro, movimientos
esotéricos nuevos o antiguos, religiones surgidas de la mente de escritores de
ciencia ficción, o decenas de pseudo ciencias que ofrecen los tratamientos más
insólitos para las más variadas enfermedades, pasando por creencias
individuales, no sistemáticas, repartidas y repetidas por miles de personas,
muestran algunos de ellos. Un ejemplo de esto último lo constituye la repetida expresión
“no existe la verdad absoluta, todo es relativo”, que ni siquiera se sostiene
en sí misma, pues al afirmar que todo es relativo, se está afirmando eso como
verdad absoluta. Demás está decir que esta frase jamás fue dicha por Eisntein y
que nada, absolutamente nada tiene que ver con sus teorías de la relatividad.
Las
razones del desarrollo que ha alcanzado este tipo de pensamiento son
probablemente muy variadas y van desde características personales de quienes
las sostienen (credulidad, tendencia a sobregeneralizar, a creer lo confortable,
en algunos, aprovechamiento económico o aún político en otros) a circunstancias
políticas y sociales de la mayor envergadura. Probablemente entre estas últimas
esté tanto el descrédito en que han caído las religiones tradicionales, como la
caída de los socialismos europeos, en cuanto ambos fenómenos han significado la
pérdida de referentes importantes para millones de personas, que han visto
desaparecer sus ejemplos o sus guías tradicionales. Por supuesto también ha
contribuido el conocimiento de grandes mentiras y oscuros intereses, ya en el
mundo de la política o de las grandes empresas transnacionales. Por otro lado,
las redes sociales han permitido la difusión de estas ideas en millones de
personas que de otro modo no las podrían haber conocido. Y si a eso agregamos
que conocidas figuras públicas repiten o promocionan estas ideas, el impacto
resulta claro.
Ahora
bien, cuando se sostienen afirmaciones como que la tierra es plana, o es hueca
como señalan otros, y está plagada de reptilianos o de annunakis, como afirman
los de más allá, no hay grandes y graves problemas. En verdad se trata de ideas
que se encuentran en las antípodas de la racionalidad científica, y si bien
cuestionan el conocimiento y las ciencias, contribuyendo al descrédito de éstas,
su impacto social es más bien limitado. Lo verdaderamente complejo e
inaceptable, es cuando esas ideas ponen en riesgo la vida o la salud de
terceros, y eso es precisamente lo que ocurre hoy, en tiempos de pandemia.
Ya
teníamos alguna experiencia en ese sentido con el movimiento antivacuna, y con las
pseudociencias, y el sinnúmero de tratamientos, cual más increíble, carentes
del más elemental respaldo científico; pero hoy la pandemia nos presenta una
nueva realidad, más compleja y peligrosa, liderada por quienes niegan la
existencia del coronavirus como causante de la enfermedad, o le atribuyen a ésta,
o sus tratamientos, finalidades ilícitas.
Las
principales líneas de este negacionismo son las siguientes:
1. El
coronavirus no existe, causante de la enfermedad es la nueva tecnología 5G
2. El
coronavirus existe, pero se trata de una simple “gripe”.
3- El coronavirus
es una creación humana, (hay versiones distintas sobre su origen, y finalidad)
En
todas ellas hay dos elementos comunes, la falta de pruebas que acrediten la
realidad de lo afirmado, y la creencia en una conspiración de gigantescas
proporciones, para ocultar la verdad y a menudo conseguir finalidades ocultas y
perversas.
En el
primer caso, el objetivo principal de la conspiración es simplemente ocultar el
origen de la enfermedad, para poder difundir impunemente la tecnología 5 G, en
el segundo, enriquecer a grandes laboratorios, y en ambos se cuenta con el
apoyo de la “corrupta” Organización Mundial de la Salud, (OMS). En el tercero,
el objetivo supera las mejores fantasías infantiles, de historietas o películas
animadas, dado que la finalidad es “conquistar el mundo”. Ya se trate mediante
el dar muerte a millones de personas en determinados lugares, matando a los
“inútiles” (los viejos), provocando el descalabro de ciertas economías, o
constituyendo la justificación para insertar en los seres humanos un chip
-mediante la nueva vacuna que se aplicará-, y que permitirá el control de cada
uno de ellos.
Carolina Wiff S., una villalegrina para recordar
Carolina Wiff S., una villalegrina para recordar
Con frecuencia, además, en la difusión de estas ideas se suele
utilizar un lenguaje oscuro, mediado por términos sin un sentido claro, y que
en sus expresiones gramaticales parecen vincularse con las ciencias, como “energía
mental”, “energía positiva”, “salto cuántico espíritual”, y muchas más.
La
hipótesis de la existencia de ciertas conspiraciones por supuesto que puede ser
válida, más aún, hay algunas cuya existencia se encuentra acreditada, como el
ocultamiento del daño provocado por el tabaco, durante los años 60 del siglo
pasado, por las empresas tabacaleras norteamericanas, el uso de sustancias
psicodélicas por la CIA para lograr el control mental, el empleo de población
negra para experimentos no consentidos. En los casos que aquí comentamos, sin
embargo, todo tiene una dimensión diferente. Quienes niegan el virus no logran
explicar ni siquiera los miles de muertos, menos cómo es posible que cientos de
miles de equipos con tecnología PCR de muy diferentes empresas, identifiquen
secuencias del virus. Ya no se trata de unos pocos hombres, o de unas pocas
decenas, o centenares quizás, en verdad se trata de cientos de miles de
conspiradores, -médicos, biólogos, químicos- de todo el mundo, de las más
variadas orientaciones políticas, religiosas, o culturales.
Como
todas las afirmaciones de naturaleza similar, carecen del más absoluto respaldo
empírico, ni una sola prueba. Mucho menos un marco teórico o experimentación
replicable. Frente a las críticas que vienen desde el mundo científico, en vez
de enfrentarlas, suelen descalificarlas, ya sea desautorizando a los científicos
(están pagados por gobiernos o empresas del imperio industrial farmacéutico),
aduciendo algún tipo de conspiración o “denunciando” que son objeto de algún
tipo de persecución, que busca impedir que sus planteamientos sean conocidos.
Así
como los antivacunas han logrado penetrar en las mentes de miles de padres, que
por temor, han dejado a sus hijos menores no sólo sin vacunar, sino a menudo
sin otros tratamientos médicos necesarios, poniendo en riesgo no sólo la vida (hay
ya niños muertos por no haber sido vacunados), o la salud de ellos, sino también
de terceros, igualmente lo han hecho quienes ven en el coronavirus una
conspiración de cualquier tipo, ofreciendo panaceas para superarlo, -consumo de
jugo de limón, enjuagues con vinagre, poniendo en definitiva en peligro la vida
de muchos.
Frente
a esta situación, en el mes en que se cumplen 280 años de su nacimiento, queremos
levantar la figura sobresaliente de nuestro villalegrino más ilustre, más
universal, el Abate Molina.,
Juan
Ignacio Molina fue sacerdote jesuita, historiador y geógrafo, profesor de
griego y más tarde de ciencias naturales, en la Universidad de Bolonia, pero
por sobre todo ello, un gigante de las ciencias. Autor de diversos textos, en
varios de los cuales describe la historia natural de Chile, refiriéndose a su
clima, sus aguas de consumo y termales, así como a minerales, fósiles,
vegetales y animales, clasificando numerosas especies del país, según el
sistema pocas décadas antes descrito por Linneo, de modo tan preciso que
algunas de dichas clasificaciones perduran hasta hoy. Su obra “Ensayo sobre la
Historia Natural de Chile”, publicado en 1782, en italiano, tuvo un inmediato gran
éxito, siendo pronto traducida al alemán, español, francés e inglés, y debió
publicarse una segunda edición en 1810. Sus obras causaron tal impresión, que el
prestigio de su autor alcanzó los más altos honores que la ciencia otorgaba en
aquel momento en Italia. Entre otros, fue nominado Miembro del Real Instituto
Italiano de Ciencias, Letras y Artes, y el primer académico americano de la
Academia del Instituto de Ciencias.
Pero
más que el contenido específico de su obra, que también está vigente en algunas
materias específicas, lo que hoy queremos retomar es su modo de mirar el mundo,
de enfrentarlo, su actitud frente a él, que hoy, nos parece, cobra más fuerza
que nunca.
Como lo
señalamos, Juan Ignacio Molina fue un científico destacadísimo y como tal, fue
un hombre no sólo convencido que el mundo que lo rodeaba podía y debía ser
conocido por los seres humanos, sino que precisamente es famoso por el
conocimiento que él logró alcanzar sobre ese mundo, así como por la manera como
interpretó ese conocimiento. El Abate Molina tuvo la claridad para entender que
el pensamiento racional, unido a un método específico, el científico, otorga un
saber riguroso y válido sobre el mundo natural. Sus textos se basaron
esencialmente en sus exhaustivas observaciones y sus profundas reflexiones
sobre lo observado.
Y esta
postura no era banal, ni ayer, ni hoy. En una época como la nuestra ya lo hemos
mencionado, pero en la que le tocó vivir a este villalegrino ilustre tampoco.
Por
supuesto que el Abate Molina no debió enfrentarse al conspiracionismo, pero
ello no lo liberó de verdaderos demonios que afectaban a la ciencia y la
sociedad en esa época, y si lo queremos mirar así, de la mayor conspiración por
la ignorancia que ha habido en la historia.
De
partida digamos que en el período en que vivió, nuestro país no sólo no tenía
tradición científica alguna, sino por el contrario, las figuras que habían
destacado lo habían hecho básicamente en el mundo de las letras, la historia o
la teología. Alonso de Ovalle, Diego de Rosales, o más cercanas temporalmente a
nuestro villalegrino, como Vicente de Carvallo y Goyeneche, Felipe Gómez de
Vidaurre, Miguel de Olivares, todos habían destacado en el mundo de las letras.
Probablemente su contemporáneo más ilustre, también jesuita, Manuel Lacunza, había
dedicado su esfuerzo a la teología.
Juan
Ignacio Molina podría haberse destacado en cualquier área del pensamiento. Él
eligió distanciarse de la tradición chilena y, si bien también escribió algunos
textos en el ámbito de las letras, fue en el mundo de las ciencias donde sus
respuestas a las preguntas que lo acuciaban alcanzaron su mayor esplendor.
En
segundo lugar, al optar por la mirada científica, el Abate lo hizo por la
disposición a reconocer la ignorancia. La gran proeza de la ciencia moderna fue
demostrar y difundir tres ideas centrales, una, que los humanos no sabemos
todo, dos, que si podemos aspirar a saberlo, y tres, que ello se logra si
utilizamos la razón acompañada del método de la observación y la
experimentación. Ninguna de estas tres ideas eran dominantes en el Chile del
Abate Molina.
Por
último, debemos destacar que nuestro ilustre villalegrino no sólo observó y
documentó dichas observaciones, sino que además, lo hizo con tal originalidad y
visión, que sus obras al menos ayudaron a abrir el camino por el que hasta el
día de hoy avanza la ciencia. Su obra
“Sobre la propagación del género humano en las diversas partes de la tierra”,
aún partiendo desde la teología, se adelanta a visiones actuales de la
antropología, en donde, además contra todo el racismo imperante -en nuestro
país aún había esclavos- plantea que las diferencias físicas entre los seres
humanos son resultado de las diferencias climáticas y geográficas. Y su escrito
“Analogías menos observadas sobre los tres reinos de la naturaleza” ha sido
considerada por algunos como precursor de las teorías de la evolución, y aún
quienes no lo ven así, reconocen en él que su visión unificadora de la
naturaleza está hoy más acorde con las ideas actuales de la ciencia. No por
nada esta obra fue considerada una herejía por algunos, y aunque en definitiva no
fue condenada por el “Santo Oficio de la Inquisición”, si vio obstaculizada su
publicación por más de siete años, por esa, la que fuera la organización
conspirativa contra el conocimiento humano más influyente que ha conocido la
historia de la humanidad.
La grandeza de nuestro villalegrino más ilustre, hoy,
a 280 años de su nacimiento, se agiganta aún más, no sólo por lo que logró
saber, sino sobre todo, por la decisión de elegir un camino hasta ese momento
intransitado por nuestros compatriotas, el camino de la observación y el análisis
empírico de la realidad, camino que hoy aún presenta escollos, pero que sigue
siendo requisito imprescindible si queremos una humanidad sin injusticias, sin
discriminaciones, sin desigualdades.
Villa Alegre junio de 2020
P.D. "Villalegrinos de ayer para el Chile de hoy" busca rescatar a personas y personajes de mi pueblo, que contribuyeron al desarrollo de la ciencia, la historia, las artes o la democracia.
P.D. "Villalegrinos de ayer para el Chile de hoy" busca rescatar a personas y personajes de mi pueblo, que contribuyeron al desarrollo de la ciencia, la historia, las artes o la democracia.
El próximo artículo se refiere a "La lucha por la libertad".
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