domingo, 31 de mayo de 2020

LA POLÍTICA Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS


VILLAALEGRINOS DE AYER, PARA EL CHILE DE HOY

(Sobre villalegrinos que ya no están con nosotros, pero cuyo ejemplo puede servirnos hoy, no sólo para comprender mejor el mundo en que vivimos, sino por sobre todo, para luchar por cambiarlo)


LA POLÍTICA Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Al poniente de nuestro pueblo, una antigua calle, hasta hace algunos años conocida como “Rincón de Lobos”, hoy recuerda a un ilustre, aunque desconocido villalegrino, don Malaquías Concha Ortiz, (1859 – 1921) escritor, abogado, pero por sobre todo, político.

Hoy, pocas actividades públicas se encuentran tan desprestigiadas como la política. Pocas instituciones públicas tan desprestigiadas como los partidos políticos. Y en verdad, pocas cosas son más importantes que la política, y los partidos políticos si queremos una democracia, al menos medianamente representativa.

Para alcanzar los niveles de desprestigio que la política y los partidos políticos poseen hoy, se confabularon muy diferentes factores. Desde luego, una dictadura cívico militar que durante los 17 años que duró, se dedicó a desprestigiar dicha actividad, sin asumir que era lo que ellos mismos realizaban. Pero también colaboraron en este desprestigio más tarde los gobiernos democráticos, que nada más llegar al poder procedieron a “despolitizar” a una ciudadanía que venía teniendo una participación relevante, creciente incluso, desde la primera mitad de los años 80, y cuyas principales actividades fueron los paros y las manifestaciones contra el Dictador.

Paralelamente a esto se difundió también la idea que la mayoría de los problemas eran más bien de naturaleza “técnica”, y que por tanto sólo los expertos tenían derecho a pronunciarse sobre múltiples materias. Así, conocimos “Comisiones de Expertos” en materia de pensiones, de seguridad pública, de aranceles universitarios, sobre profesión docente, y muchas más.

Pero el mayor desprestigio sin embargo vino desde los propios políticos, que una vez en el poder, se olvidaron de los requerimientos y necesidades del pueblo, se dedicaron a administrar un régimen que se habían comprometido a cambiar y todo ello acompañado de niveles de corrupción como no se recordaban en nuestro país, en tiempos de democracia.

Y por supuesto, la política no tiene por qué ser sinónimo de corrupción. Desde luego nuestra historia política así lo enseña. No es casualidad que luego del golpe de estado en septiembre de 1973, y cuando la dictadura cívico militar ya tenía bajo su mando todo el país, y a miles de dirigentes detenidos, ni un solo político del gobierno de la Unidad Popular haya sido condenado por actos previos de corrupción. Y por cierto se intentó. Pero también ahora es necesario separar el trigo de la paja. Contrario a lo que se cree, esto es que “todos” los partidos políticos son corruptos, lo cierto es que hay partidos que no tienen un solo dirigente condenado o siquiera imputado judicialmente de actos de corrupción y por cierto que se ha intentado comprometerlos.

Por supuesto todo esto no es casualidad. El desprestigio de la política es un excelente negocio para algunos políticos. Desde luego, aleja a los ciudadanos de ella, lo que disminuye la competencia interna para postular a cargos, y de paso promueve la permanencia de los que ya están ocupándolos, pero por sobre todo, evita que el pueblo conozca cómo funciona la actividad política, que pueda ejercer mecanismos de control sobre quienes debieran ser sus representantes y exija el cumplimiento a las promesas que hicieron en campaña. Una actividad política desprestigiado es además tierra fértil para la corrupción. El desprestigio de la política es el mejor negocio de los políticos corruptos, evita que se les cuestione seriamente.

El desprestigio de la política no sólo afecta a los “políticos”, sino también a los partidos políticos, y hoy no es infrecuente que muchas personas en algún momento se hayan planteado como objetivo la “eliminación de la política”, de los políticos y de los partidos políticos.

En verdad la eliminación de la política y de los actores políticos es imposible. La actividad política, las cosas referentes a la polis, en la versión de los clásicos, dice relación con el ejercicio del poder público, con la elección de opciones, con la toma de decisiones, con el diseño y la gestión del quehacer del gobierno, actividades todas que en sociedades complejas como la nuestra, resultan imposibles de eliminar. Cuando en nuestro país tenemos pensiones miserables, una salud que se cae a pedazos, y que la pandemia ha mostrado con su peor cara, cuando las pequeñas y medianas empresas son incapaces de soportar un par de meses sin ingresos, cuando la cesantía crece a niveles desconocidos en las últimas décadas y el hambre golpea ya la puerta de millones de chilenos, la actividad política resulta aún más relevante. De como ella se lleve adelante depende el salir de las crisis sanitaria, económica y social en que estamos, o adentrarnos más en ellas.

En verdad siempre alguien debe ejercer la dirección del gobierno (cualquiera que sea incluso el tipo de gobierno que exista y el título que ostente), alguien debe estudiar y aprobar las leyes, (cualquiera sea la estructura que ese grupo de personas se dé, unicameral, bicameral, y el número de parlamentarios que existan), alguien debe controlar al gobierno, y quienes lo hagan, son “políticos”. Otra cosa es que puedan cambiar los actores. Pero eso simplemente significa que si no son “éstos” políticos”, serán “otros”, pero también “políticos”.

Don Malaquías Concha entendió muy bien esta realidad. Como abogado, se inició defendiendo causas de personas sin dinero, pero esas respuestas aisladas eran claramente insuficientes para resolver los problemas de muchos, y fue así como ingresó de lleno a la actividad política, llegando a ser diputado, senador y ministro. Desde el Congreso Nacional, donde llegó a ser Vicepresidente de la Cámara de Diputados, se manifestó partidario de una legislación social que protegiera a los trabajadores (legislación que empezaría a concretarse recién en 1925, cuatro años después de su muerte), contrario a la represión que estos sufrían permanentemente, -y que hoy continúan sufriendo-, promovió ideas como el sufragio universal, en una época en que ni siquiera votaban las mujeres, la educación laica y gratuita, que recién empezaría a masificarse en el gobierno de don Pedro Aguirre Cerda, esto es, varias décadas después.

Sus planteamientos y su consecuencia lo hicieron apoyar el gobierno legítimo de Balmaceda, lo que le valió la persecución, el encarcelamiento y la pérdida de bienes materiales.

Pero no sólo participó en política, cuando sus propias ideas dejaron de verse representadas por el Partido Radical, al que pertenecía, fundó en 1887 un nuevo partido, el Partido Demócrata o Democrático, que fue el primer partido en Chile que hace referencia explícita a la necesidad que los trabajadores hagan presente sus derechos. En este sentido, y frente a quienes hoy día rechazan la participación política, aún son válidas las palabras de este villalegrino, quien refiriéndose al deber de votar señalaba, en 1888: "La emancipación social y política es inseparable de la emancipación política; por consiguiente, los obreros... y en general todos los hombres que viven de su propio trabajo, que desean mejorar de condición, alcanzar el bienestar de su familia y hacer práctica la igualdad de derechos que establece la constitución, tienen el deber de ejercitar su soberanía so pena de abdicar de su personalidad, renegar de la libertad y someterse a la esclavitud y servidumbre de los más audaces o de los menos escrupulosos".

En las filas del Partido Demócrata militaron cientos de obreros y artesanos, y precisamente desde allí surgió la figura gigantesca de Luis Emilio Recabarren.

Un partido político es, en términos generales, una asociación voluntaria de personas, que perdura en el tiempo, aspira a ejercer el poder político, y que normalmente tiene un programa político que se propone realizar. El origen moderno de este tipo de agrupaciones se remonta a las primeras ideas sobre la soberanía popular. Es precisamente este último planteamiento el que da sustento ideológico a la posibilidad que las personas se agrupen y participen en la actividad política, que antes estaba limitada, en los hechos, a la nobleza y el clero. Y si a ello agregamos el desarrollo de los parlamentos nacionales, como organismos integrados por representantes elegidos por el pueblo, tenemos el espacio ideal para el surgimiento de los partidos políticos.

Los partidos políticos, más allá que hoy muchos sean verdaderas agencias de empleo, endogámicas, y corruptas instituciones, son necesarios. Ellos deben desarrollar funciones esenciales para la participación política democrática, permitir agrupar a las personas en torno a ideas, elaborar y promover propuestas, presentar horizontes de soluciones, contribuir a la formación y capacitación política y cívica de la ciudadanía y particularmente de sus afiliados, a la participación inclusiva y equitativa de las mujeres, así como de diversos sectores en la vida pública, promover la interrelación entre las instituciones del estado y la ciudadanía, etc.

Por ello, no es que no necesitemos políticos o partidos políticos, lo que necesitamos son partidos y políticos preparados, trabajadores, representativos de mujeres y hombres, de obreros, campesinos, mapuches, pobladores, jóvenes, pero por sobre todo, honestos.

Villa Alegre, 31 de mayo de 2020


P.D. "Villalegrinos de ayer para el Chile de hoy" busca rescatar a personas y personajes de mi pueblo, que contribuyeron al desarrollo de la ciencia, la historia, las artes o la democracia. 


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Se agradece todo comentario.


2 comentarios:

  1. Gracias por estas palabras, para mi gusto necesarias en estos tiempos de egoísmo y desesperanza que se han hecho costumbre.

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    1. Me alegra que mis palabras sirvan para algo. Ese es el principal sentido de mis escritos.

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