VILLAALEGRINOS
DE AYER, PARA EL CHILE DE HOY
(Sobre
villalegrinos que ya no están con nosotros, pero cuyo ejemplo puede servirnos
hoy, no sólo para comprender mejor el mundo en que vivimos, sino por sobre todo, para luchar por
cambiarlo)
LA
POLÍTICA Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Al
poniente de nuestro pueblo, una antigua calle, hasta hace algunos años conocida
como “Rincón de Lobos”, hoy recuerda a un ilustre, aunque desconocido villalegrino,
don Malaquías Concha Ortiz, (1859 – 1921) escritor, abogado, pero por sobre
todo, político.
Hoy, pocas
actividades públicas se encuentran tan desprestigiadas como la política. Pocas
instituciones públicas tan desprestigiadas como los partidos políticos. Y en
verdad, pocas cosas son más importantes que la política, y los partidos
políticos si queremos una democracia, al menos medianamente representativa.
Para
alcanzar los niveles de desprestigio que la política y los partidos políticos
poseen hoy, se confabularon muy diferentes factores. Desde luego, una dictadura
cívico militar que durante los 17 años que duró, se dedicó a desprestigiar dicha
actividad, sin asumir que era lo que ellos mismos realizaban. Pero también colaboraron
en este desprestigio más tarde los gobiernos democráticos, que nada más llegar
al poder procedieron a “despolitizar” a una ciudadanía que venía teniendo una
participación relevante, creciente incluso, desde la primera mitad de los años
80, y cuyas principales actividades fueron los paros y las manifestaciones
contra el Dictador.
Paralelamente
a esto se difundió también la idea que la mayoría de los problemas eran más
bien de naturaleza “técnica”, y que por tanto sólo los expertos tenían derecho
a pronunciarse sobre múltiples materias. Así, conocimos “Comisiones de
Expertos” en materia de pensiones, de seguridad pública, de aranceles
universitarios, sobre profesión docente, y muchas más.
Pero el
mayor desprestigio sin embargo vino desde los propios políticos, que una vez en
el poder, se olvidaron de los requerimientos y necesidades del pueblo, se
dedicaron a administrar un régimen que se habían comprometido a cambiar y todo
ello acompañado de niveles de corrupción como no se recordaban en nuestro país,
en tiempos de democracia.
Y por
supuesto, la política no tiene por qué ser sinónimo de corrupción. Desde luego
nuestra historia política así lo enseña. No es casualidad que luego del golpe
de estado en septiembre de 1973, y cuando la dictadura cívico militar ya tenía
bajo su mando todo el país, y a miles de dirigentes detenidos, ni un solo
político del gobierno de la Unidad Popular haya sido condenado por actos
previos de corrupción. Y por cierto se intentó. Pero también ahora es necesario
separar el trigo de la paja. Contrario a lo que se cree, esto es que “todos”
los partidos políticos son corruptos, lo cierto es que hay partidos que no
tienen un solo dirigente condenado o siquiera imputado judicialmente de actos
de corrupción y por cierto que se ha intentado comprometerlos.
Por supuesto
todo esto no es casualidad. El desprestigio de la política es un excelente
negocio para algunos políticos. Desde luego, aleja a los ciudadanos de ella, lo
que disminuye la competencia interna para postular a cargos, y de paso promueve
la permanencia de los que ya están ocupándolos, pero por sobre todo, evita que
el pueblo conozca cómo funciona la actividad política, que pueda ejercer
mecanismos de control sobre quienes debieran ser sus representantes y exija el
cumplimiento a las promesas que hicieron en campaña. Una actividad política
desprestigiado es además tierra fértil para la corrupción. El desprestigio de
la política es el mejor negocio de los políticos corruptos, evita que se les
cuestione seriamente.
El
desprestigio de la política no sólo afecta a los “políticos”, sino también a los
partidos políticos, y hoy no es infrecuente que muchas personas en algún
momento se hayan planteado como objetivo la “eliminación de la política”, de
los políticos y de los partidos políticos.
En
verdad la eliminación de la política y de los actores políticos es imposible.
La actividad política, las cosas referentes a la polis, en la versión de los clásicos,
dice relación con el ejercicio del poder público, con la elección de opciones, con
la toma de decisiones, con el diseño y la gestión del quehacer del gobierno, actividades
todas que en sociedades complejas como la nuestra, resultan imposibles de
eliminar. Cuando en nuestro país tenemos pensiones miserables, una salud que se
cae a pedazos, y que la pandemia ha mostrado con su peor cara, cuando las
pequeñas y medianas empresas son incapaces de soportar un par de meses sin
ingresos, cuando la cesantía crece a niveles desconocidos en las últimas
décadas y el hambre golpea ya la puerta de millones de chilenos, la actividad
política resulta aún más relevante. De como ella se lleve adelante depende el
salir de las crisis sanitaria, económica y social en que estamos, o adentrarnos
más en ellas.
En
verdad siempre alguien debe ejercer la dirección del gobierno (cualquiera que
sea incluso el tipo de gobierno que exista y el título que ostente), alguien
debe estudiar y aprobar las leyes, (cualquiera sea la estructura que ese grupo
de personas se dé, unicameral, bicameral, y el número de parlamentarios que
existan), alguien debe controlar al gobierno, y quienes lo hagan, son
“políticos”. Otra cosa es que puedan cambiar los actores. Pero eso simplemente
significa que si no son “éstos” políticos”, serán “otros”, pero también
“políticos”.
Don
Malaquías Concha entendió muy bien esta realidad. Como abogado, se inició
defendiendo causas de personas sin dinero, pero esas respuestas aisladas eran
claramente insuficientes para resolver los problemas de muchos, y fue así como
ingresó de lleno a la actividad política, llegando a ser diputado, senador y
ministro. Desde el Congreso Nacional, donde llegó a ser Vicepresidente de la
Cámara de Diputados, se manifestó partidario de una legislación social que
protegiera a los trabajadores (legislación que empezaría a concretarse recién
en 1925, cuatro años después de su muerte), contrario a la represión que estos
sufrían permanentemente, -y que hoy continúan sufriendo-, promovió ideas como
el sufragio universal, en una época en que ni siquiera votaban las mujeres, la educación laica y
gratuita, que recién empezaría a masificarse en el gobierno de don Pedro
Aguirre Cerda, esto es, varias décadas después.
Sus planteamientos y su consecuencia lo hicieron apoyar el gobierno legítimo de Balmaceda, lo que le valió la persecución, el encarcelamiento y la pérdida de bienes materiales.
Pero no sólo participó en política, cuando sus propias ideas dejaron de verse representadas por el Partido Radical, al que pertenecía, fundó en 1887 un nuevo partido, el Partido Demócrata o Democrático, que fue el primer partido en Chile que hace referencia explícita a la necesidad que los trabajadores hagan presente sus derechos. En este sentido, y frente a quienes hoy día rechazan la participación política, aún son válidas las palabras de este villalegrino, quien refiriéndose al deber de votar señalaba, en 1888: "La emancipación social y política es inseparable de la emancipación política; por consiguiente, los obreros... y en general todos los hombres que viven de su propio trabajo, que desean mejorar de condición, alcanzar el bienestar de su familia y hacer práctica la igualdad de derechos que establece la constitución, tienen el deber de ejercitar su soberanía so pena de abdicar de su personalidad, renegar de la libertad y someterse a la esclavitud y servidumbre de los más audaces o de los menos escrupulosos".
En las
filas del Partido Demócrata militaron cientos de obreros y artesanos, y
precisamente desde allí surgió la figura gigantesca de Luis Emilio Recabarren.
Un
partido político es, en términos generales, una asociación voluntaria de
personas, que perdura en el tiempo, aspira a ejercer el poder político, y que
normalmente tiene un programa político que se propone realizar. El origen
moderno de este tipo de agrupaciones se remonta a las primeras ideas sobre la
soberanía popular. Es precisamente este último planteamiento el que da sustento
ideológico a la posibilidad que las personas se agrupen y participen en la
actividad política, que antes estaba limitada, en los hechos, a la nobleza y el
clero. Y si a ello agregamos el desarrollo de los parlamentos nacionales, como
organismos integrados por representantes elegidos por el pueblo, tenemos el espacio
ideal para el surgimiento de los partidos políticos.
Los partidos políticos,
más allá que hoy muchos sean verdaderas agencias de empleo, endogámicas, y
corruptas instituciones, son necesarios. Ellos deben desarrollar funciones
esenciales para la participación política democrática, permitir agrupar a las
personas en torno a ideas, elaborar y promover propuestas, presentar horizontes
de soluciones, contribuir a la formación y capacitación política y cívica de la
ciudadanía y particularmente de sus afiliados, a la participación inclusiva y
equitativa de las mujeres, así como de diversos sectores en la vida pública,
promover la interrelación entre las instituciones del estado y la ciudadanía,
etc.
Por ello, no es que no
necesitemos políticos o partidos políticos, lo que necesitamos son partidos y
políticos preparados, trabajadores, representativos de mujeres y hombres, de
obreros, campesinos, mapuches, pobladores, jóvenes, pero por sobre todo,
honestos.
Villa
Alegre, 31 de mayo de 2020
Se agradece todo comentario.
P.D. "Villalegrinos de ayer para el Chile de hoy" busca rescatar a personas y personajes de mi pueblo, que contribuyeron al desarrollo de la ciencia, la historia, las artes o la democracia.
Otro Villalegrino de ayer para el Chile de hoy en:
Se agradece todo comentario.
Gracias por estas palabras, para mi gusto necesarias en estos tiempos de egoísmo y desesperanza que se han hecho costumbre.
ResponderBorrarMe alegra que mis palabras sirvan para algo. Ese es el principal sentido de mis escritos.
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