lunes, 31 de agosto de 2020

LONGUEIRA, OPORTUNISMO Y DEMAGOGIA



La actual Constitución fue redactada por el fundador de la UDI pensando precisamente en impedir, o dificultar al máximo su modificación, para así eternizar un modelo de sociedad que, como ninguna  otra, satisfacía los deseos de poder de la clase dominante, de concentración de la riqueza en poquísimas manos, transformando todo en vil negocio –salud, educación, pensiones,…- y de sometimiento de las más amplias mayorías a la explotación y la miseria, quitándoles todo poder negociador a los sindicatos, entre otras cosas.

Sus herederos políticos fueron por décadas fieles perros guardianes de ese engendro jurídico antidemocrático que es dicha Constitución. Y así lo han manifestado la mayoría de ellos en los últimos meses, que han esgrimido diversas y variadas razones para evitar el plebiscito, o hacerlo perder toda eficacia.

“…dada la violencia imperante, no están dadas las condiciones para el plebiscito”, dijo hace unos meses la Presidenta de la UDI. Y de paso ofrecía mantener una constitución aprobada bajo una dictadura criminal, que dejó más de tres mil asesinados, cientos de desaparecidos, más de 30 mil torturados y que se aprobó en un plebiscito sin registros electorales, sin oposición y con votos trasparentes. Algunos argumentaron que no se justificaba cambiar una Constitución que nos dio prosperidad, desarrollo y tranquilidad durante décadas. ¡Claramente no quieren entender lo que está pasando hoy en Chile! Precisamente contra esa “prosperidad”, ese “desarrollo” y esa “tranquilidad” es que se Chile se levantó. Otros han pretendido argumentar que los verdaderos problemas que viven los chilenos, pensiones, salud, educación, salarios, etc., no dicen relación con la Constitución, sino más bien con simples leyes que se pueden cambiar sin modificar siquiera la ley fundamental. (Bastaría con pedirles que miraran los últimos fallos del Tribunal Constitucional para que vieran que la gran mayoría de ellos si dicen relación con cuestiones cruciales para el día a día de los chilenos). Más recientemente han esgrimido que era muy caro implementar el plebiscito, o que la situación de pandemia obliga a postergarlos, o aún que las modificaciones las debía efectuar el mismo congreso, etc.

Es en este contexto político, y luego de haber fracasado estrepitosamente en su llamado a rechazar la entrega del 10% de las AFP, cuando resurge la figura de Longueira, pero curiosamente “aprobando” la redacción de una nueva Constitución.

Esto podría parecer patético o simplemente ridículo, pero no, en verdad es eso y mucho más, es oportunismo y demagogia política llevada a su máxima expresión.

En verdad Longueira no sólo ha captado lo que cualquiera con dos dedos de frente ya percibe, que el “Apruebo” ganará ampliamente y ante la realidad indiscutible de una derrota escandalosa ha intentado “…aprovechar al máximo las circunstancias que se ofrecen y sacar de ellas el mayor beneficio posible”, como dice la Real Academia de la Lengua para definir “oportunismo”, aunque para ello tenga que adorar lo ayer aborrecía.

Pero no sólo es oportunismo, también es demagogia en su expresión más pura.

Desde luego, Longueira, como toda la derecha pinochetista, y con mayor razón la UDI, no tienen ningún interés real en modificar la obra de su fundador, pero sí están preocupados por perder el poder que aún mantienen, por ello, si la demagogia es el camino, no temen transitarlo.

Y para hacerlo, nada mejor que un razonamiento que va de mentira en mentira. Primero, como en la mejor campaña del terror, Longueira nos advierte que “La izquierda no democrática nos quiere llevar a todos los chilenos a una noche negra el 25 de octubre”, lo que obviamente es falso, entre otras cosas, porque no es la “izquierda no democrática” la que está por el Apruebo, sino la inmensa mayoría de los chilenos. Luego llama a votar “Apruebo, pero no desde cero”, alternativa que, como le han dicho desde su propio sector, también es falsa, porque simplemente no existe. Y por último, nos quiere convencer, en un acto de verdadera magia, que “Si todos votamos Apruebo, -o sea si la derecha le hace caso a él- será una gran noche de unidad. Todos celebraremos y no habrá derrotados…”. Una mentira detrás de otra.

En verdad no nos puede extrañar, la derecha y Longueira no es la excepción, carecen de principios, salvo que se estime que proteger el bolsillo propio pueda estimarse “principio”. Votar Apruebo es claramente abandonar lo que defendieron durante décadas, la Constitución del Dictador, elaborada por ellos mismos, para esta vez tratar de unirse al carro de la victoria, al carro de aquella inmensa mayoría que desea reemplazarla.

Hoy Longueira, con infinita menor simpatía, parece un claro discípulo de Marx, pero no de Karl, sino de Groucho, que en una de sus producciones nos ilustraba : “estos son mis principios, y si no le gustan, … tengo otros”.

Pero se equivocan, ese mismo pueblo que no permitió políticos corruptos y vendidos en las masivas manifestaciones pidiendo Dignidad, el 25 de octubre tampoco se dejará engañar, y celebrará alborozado una victoria que no le podrán quitar, una victoria que será precisamente la derrota aplastante de quienes, como Longueira, han sido parte de esa casta que ayer rodeó al tirano, y hoy buscan de cualquier modo mantener un poder que el pueblo les empieza a arrebatar. La victoria no será de los camaleones políticos, sino de aquellos que hoy tienen la conciencia que se puede, y se debe, construir otro Chile.

Santiago 31 de octubre de 2020.

lunes, 10 de agosto de 2020

INVITACION A CONSTRUIR MEMORIA COLECTIVA. No nos olvidemos de nada ni de nadie



Durante siglos, la historia la escribieron los vencedores, los dueños de las grandes fortunas, o los empleados que estaban dispuestos a ensalzarlos y ellos decidían financiar. Y así, las historias tradicionales nos hablaban de reyes, príncipes, presidentes, obispos, batallas, generales, … pero nada, o muy poco, de la vida y sufrimiento de quienes morían como carne de cañón en las batallas, en las hambrunas, o simplemente extenuados por la mala alimentación, las miserables condiciones en que vivían y los trabajos agotadores a los que eran sometidos. Una situación paralela se daba en las diferentes manifestaciones artísticas.

Y era difícil que fuera de otra manera. Para escribir la historia, había que saber escribir, pero además tener estudios y por sobre todo, tiempo, condiciones que no reunían ni los esclavos, ni los siervos, ni los obreros, ni los campesinos, ni los mineros, ni los pescadores, … De este modo, la historia escrita, esa oficial, terminó invisibilizando la existencia de todos aquellos que por una u otra razón no interesaban a los dueños de las grandes fortunas. Y así ocurrió en primer lugar con las clases desposeídas, los pueblos colonizados, los indígenas, pero también con las mujeres y los disidentes. Era normal ver en los museos comentarios como “Hermoso mueble en caoba, estilo barroco americano, perteneciente a la familia…..”, o “Vestido de fiesta, bordado con hilos de oro, utilizado por doña…” y ni un solo comentario respecto del artesano que fabricó el mueble o las costurerasque hicieron el vestido.

Esta realidad empezó a cambiar recién en el siglo XX, cuando se conjugaron varios factores, entre los que es posible destacar: a) nuevas concepciones teóricas sobre la historia, que proponen desde un rol protagónico de los trabajadores, a la necesidad de describir la vida cotidiana de las diferentes culturas, b) un acceso a la educación universitaria de millones de simples hijos de empleados, obreros, campesinos, indígenas, afrodescendientes, como de mujeres, que buscan, y no encuentran en los textos su propia historia, ni la de su familia y por tanto deciden emprender ellos la construcción de esa nueva historia, y c) mayor acceso a las fuentes donde investigar, especialmente con la difusión del libro y de las bibliotecas, y por supuesto hoy de la red.

Y esta realidad, con pequeñas variantes, se da de forma paralela en las historias locales, como la de muchos de nuestros pueblos. Sólo que como no tenemos reyes, ni príncipes, ni nada que se le parezca, a menudo resulta más patética, y ensalzamos a los alcaldes, a los dueños de fundos y a alguno que otro personaje, las más de las veces de dudoso valor histórico o aún moral.

Pero así como la gran historia comenzó a tener también otros protagonistas, la pequeña historia, la historia local, también lo empezó a hacer. Y aquí, desde la limitada realidad de un pueblo pequeño, de fuerte tradición campesina, hemos visto con alegría aparecer, especialmente en los últimos años, textos que hablan de nuestros lugareños, de nuestros artesanos, de nuestros obreros, pobladores, cantantes, futbolistas,…

A propósito de la conmemoración que se viene, en Villa Alegre, pueblo al que después de casi 50 años volví por unos meses con motivo de la pandemia, iniciamos, junto a un par de amigos de la infancia, y hace unos días, la búsqueda de nombres y de información sobre las víctimas directas de la dictadura, sobre aquellos villalegrinos que sufrieron la tortura, la muerte o la prisión, por su compromiso con la vida, la libertad o la democracia. Allí apareció Daniel, detenido al salir de La Moneda y desaparecido desde el regimiento Tacna, Carolina detenida en 1975 y vista por última vez en el centro de torturas de Villa Grimaldi, Don Julio, detenido y torturado con sus 83 años a cuesta, Fanny, que debió abandonar a sus ancianos padres y exiliarse,…


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La experiencia, que tampoco ha sido sencilla, pues no siempre llegas donde debes, sino a menudo sólo donde puedes, nos ha obligado primero a buscar en la memoria de parientes, amigos y conocidos y luego insistir, una y otra vez, especialmente por las redes asociadas directamente al pueblo, ha ido dando fruto.  Y el sacrificio, que tampoco es tanto, ha valido la pena.

Los asesinados, desaparecidos, torturados de mi pueblo, del tuyo, de tu barrio, tu colegio, no sólo son números en las estadísticas o nombres en los interminables listados de víctimas que las diferentes comisiones establecieron, son personas que recorrieron nuestras calles, compartieron el patio de nuestros colegios, estuvieron en nuestras casas, alentaron a nuestros clubes deportivos, rieron y lloraron con nosotros o con nuestros padres o abuelos. Ellos son nuestros héroes más cercanos, aquellos a los que debemos salvar del anonimato. Cercanos a cumplirse un año más de la fecha en que la felonía y la traición enlutaron a nuestra patria, te invitamos a construir memoria colectiva, para que efectivamente se haga realidad que NO NOS OLVIDAMOS DE NADA NI DE NADIE.

Villa Alegre 11 de agosto de 2020

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domingo, 2 de agosto de 2020

CONTROL DEMOCRÁTICO, ¿HACIA UNA NUEVA REALIDAD?

La semana laboral comprendida entre los días lunes 20 y viernes 25 de julio de 2020, podría pasar a la historia más reciente de nuestro país, por darse simultáneamente un estricto y eficiente “control democrático” sobre los tres poderes clásicos del Estado.

Durante los 3 primeros días, el Presidente de la República y los parlamentarios más recalcitrantes de la derecha, se jugaron sus últimas cartas para impedir que el propio parlamento aprobara un proyecto de ley que golpeaba en su esencia uno de los pilares básicos del modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego por la dictadura, las Administradoras de Fondos Previsionales, y que era deseado por alrededor del 80% de la población. La oposición por si sola no tenía los votos suficientes. Así y todo, no lo lograron. Con los votos de la oposición, pero también de un número relevante de parlamentarios de la coalición gobernante, que esta vez votó contra su propia coalición,  se aprobó la norma. Al día siguiente el Presidente anunció que no sólo no cuestionaría dicha norma de ninguna manera (veto o requerimiento al Tribunal Constitucional), sino que la promulgaría de inmediato y le dio máxima rapidez.

En esa misma semana se procedió a la formalización de Martín Pradenas, denunciado como autor de dos abusos sexuales y tres violaciones, incluyendo la de Antonia Barra, quien luego de estos hechos se suicidó. El Tribunal de Garantías declaró prescritos dos de los cinco delitos, sólo inició causa por el delito de violación de Antonia y a continuación decretó como medida precautoria el arresto domiciliario del imputado, en su propia casa, medida ampliamente repudiada. Al día siguiente el tribunal de apelación modificó la resolución y ordenó la prisión preventiva.

En síntesis, nos parece, en la misma semana, el parlamento aprobó una modificación constitucional para la que políticamente no le alcanzaba el quorum, el Presidente de la República aprobó de manera urgente una ley respecto de la cual hizo todo lo posible por impedirla, y los tribunales superiores de justicia modificaron una resolución de un tribunal inferior, a todas luces impopular.

Por supuesto nada de esto fue casualidad. O tal vez la coincidencia de fechas si lo fue, pero nada más. Y es que desde un tiempo a esta parte ha habido un proceso en marcha que está marcado por el creciente control democrático de las autoridades y de su quehacer.

Tradicionalmente el concepto de “control” se ha referido al poder del estado para dominar, dirigir a las personas, y particularmente a aquellas que, esencialmente por su carácter de clase, son susceptibles de realizar o han realizado algunas conductas previamente definidas como “desviadas” por el mismo Estado. La máxima expresión del “control” estatal lo constituye el sistema penal. En él se integran, de manera simultánea y con diferentes pero complementarios roles, el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial.

Hace casi 20 años, David Garland, uno de los sociólogos más prestigiosos en estudio del delito y la reacción social, publicó un libro, “La cultura del control”, que casi de inmediato se transformó en indispensable para todo aquel que quisiera comprender la historia de los últimos 30 años en materia de política criminal, en el mundo occidental, y muy especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaña.

En el libro mencionado, el autor muestra cómo desde una política centrada en el delito como fenómeno complejo, que en lo esencial buscaba investigar en la sociedad los factores asociados a su génesis, destinar la pena a rehabilitar a los delincuentes, desarrollar una política criminal que disminuyera los múltiples factores intervinientes, y que incluso llegó a soñar con la abolición del sistema penal, se pasó a una visión esencialmente represiva, centrada en el delincuente, dirigida a combatir factores desencadenantes del delito, sin importar sus verdaderas causas, especialmente mediante más policía, más delitos, mayores pena, en definitiva, más represión. En la práctica, su “éxito” más destacado ha sido aumentar el índice de personas privadas de libertad por cada 100 mil habitantes, a cifras desconocidas, al menos desde que esos índices se han registrado. Por supuesto las características de la población penal no han variado, pobres, negros, jóvenes, …. Esta política, llamada de diferentes maneras -neoclasicismo, ley y orden- surge desde el movimiento conservador, encabezado en su momento por Reagan y Thatcher, y se traslada, con variable intensidad, a diferentes países del mundo. En Chile el cambio también se produjo. Y aunque no pareció muy notorio, entre otras razones porque la realidad penitenciaria importa a muy poca gente, se tradujo también en una hemorragia legislativa en relación nuevos delitos, más penas, más altas, más policías, más cámaras de vigilancia, más seguridad privada, etc.

Pero este fenómeno del “control”, esto es, de alguna manera el “dirigir” la conducta de un tercero, hoy parece abrirse a nuevas perspectivas, y particularmente a una, el control democrático de nuestras autoridades.

A partir de la dictadura cívico militar que se impuso en 1973, se inició un proceso de desprestigio de la política que comprendió todos caminos posibles. Primero fue el discurso dirigido a desprestigiarla realizado por la dictadura, luego vinieron gobiernos democráticos, que nada más llegar al poder procedieron a “despolitizar” a una ciudadanía que venía teniendo una participación relevante, creciente incluso, desde la primera mitad de los años 80, y cuyas principales actividades fueron los paros y las manifestaciones contra el Dictador. Paralelamente se difundía la idea que la mayoría de los problemas eran más bien de naturaleza “técnica”, y que por tanto sólo los expertos tenían derecho a pronunciarse sobre múltiples materias. Así, conocimos decenas de “Comisiones de Expertos”. Pero el mayor desprestigio sin embargo vino desde los propios políticos, que una vez en el poder, se olvidaron de los requerimientos y necesidades del pueblo, se dedicaron a administrar un régimen que se habían comprometido a cambiar y todo ello acompañado de niveles de corrupción como no se recordaban en nuestro país, en tiempos de democracia.

Sobre el desprestigio de la política  La Política y los Partidos Políticos

Todo esto generó un alejamiento de la política, cuya máxima expresión la constituye el cada vez menor número de personas que participan de los procesos eleccionarios y de este modo se fue dando un círculo vicioso, en el que los políticos hacían su voluntad (sus sueldos son un muy buen ejemplo de ello) y el pueblo (democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, en la definición clásica de A. Lincoln), brillaba por su ausencia.

Pero la paciencia tiene un límite, y ése, para nuestro “pueblo”, parece haberse acabado claramente el 18 de octubre del año pasado. Por supuesto que ese movimiento no surgió de la nada. Hay una historia detrás, como la hay en el proceso de control democrático que hoy comentamos, dentro de la cual el desarrollo de las redes sociales ocupa uno de los principales lugares (la aprobación de la ley de trasparencia constituye un hito importante, que aún no logramos utilizar en toda su extensión). Lo cierto es que hoy, con diferente intensidad, el pueblo empieza a ejercer un control que no se había visto antes. Hoy, el pueblo observa, y por ello no es casualidad que la votación parlamentaria que aprobó la ley del 10% se trasmitiera directamente por la televisión abierta, o que la audiencia de formalización de Martín Pradenas, trasmitida on line por el Poder Judicial, presentara más de un millón de conexiones. Pero no sólo observa, manifiesta su voluntad de múltiples maneras, en las redes sociales, en los caceroleos, en las protestas en las calles, como lo hemos podido ver en las últimas semanas en prácticamente todo el país. Y esa voluntad está siendo tan poderosa, que al menos en algunas oportunidades, como las mencionadas, logra su voluntad.

Por supuesto que todo esto no asegura ni que se repita, ni menos que se consolide; pero muestra un camino, y da esperanzas.

Villa Alegre 1 de agosto de 2020