domingo, 25 de febrero de 2024

LA CRUELDAD DEL SECUESTRO

 


 

Hace unos días la prensa nos sorprendió con la noticia del secuestro, en la ciudad de Santiago, de un exmilitar venezolano, con activa participación contra el gobierno de Maduro.

La reacción política y de los medios de comunicación fue inmediata, fuerte condena, permanente información. La reacción institucional y política también lo fue. La Fiscalía inició una investigación, la PDI difundió a través de INTERPOL la imagen de la víctima, el gobierno, junto con querellarse, ordenó el exhaustivo control de las fronteras, y anunció que no se descartaba ninguna hipótesis.

Con una ingenuidad a esta edad no justificable, por unos instantes creí que la crueldad del delito era la causa esencial que justificaba esas reacciones. Y es que el delito de secuestro es sin duda uno de los más inhumanos, crueles, brutales y desalmados que hoy conocemos y bien merece el mayor repudio social posible.

Consistente básicamente en “encerrar o detener a otro privándolo de su libertad” como conductas descriptoras de la acción, en el lenguaje jurídico penal, es definido como un atentado contra la libertad de desplazamiento. Y sin embargo en la realidad es mucho, mucho más que eso.

Considerando la perspectiva de él o los delincuentes, no sólo es una conducta dolosa, sino siempre premeditada, a menudo planificada en todos los detalles que sus autores son capaces de vislumbrar, de modo no sólo de asegurar su comisión, abordando a la víctima en momentos de su mayor indefensión -en este caso fue a media noche- sino también las mayores posibilidades de impunidad del hecho.

Desde la víctima, si bien primero siente que se le priva de su libertad, pronto comprende que ha perdido todos sus derechos, dándose inicio a un camino de horror y sufrimiento que puede alcanzar niveles inimaginables. Primero es la sorpresa, luego la violencia con que se le obliga a salir de donde está, para luego continuar situaciones hasta minutos antes insospechadas. Aislado totalmente de su familia, amigos y en general del mundo, ya en la total y absoluta indefensión, todo dependerá de los captores, y de sus objetivos. Hambre, frío, golpes, electricidad, quemaduras, cortes, vejaciones, violaciones, muerte, cualquier situación es posible, y el secuestrado ve todas ellas como posibles. Si a su lado hay otros secuestrados, el sufrimiento de ellos aumenta el propio.

El dolor físico, dicen los especialistas, tiene un fuerte componente psicológico, y en los casos de secuestro, éste suele ser brutal. Hay un elemento siempre presente, durante todo momento, la absoluta inseguridad, la incertidumbre total sobre lo que ocurrirá en el minuto siguiente, que tiene un fuerte poder desequilibrante. Y si tienes un momento de cierta relajación, surge de inmediato la preocupación por la familia. Los hijos, los padres, la pareja, ¿Qué pasará con ellos? ¿Sabrán del hecho? ¿Sólo seré yo el secuestrado?

¡El ser humano no está preparado para esos niveles de inseguridad, esa total falta de control sobre la propia vida!

La situación de secuestrado desencadena en la víctima una serie de reacciones psicológicas complejas y muy variadas. Desde luego el miedo se cuela por todas las rendijas del espíritu, la ansiedad se hace extrema, la sensación de indefensión y desamparo se mezclan en ciclos de esperanza y desesperación,… En verdad el impacto es tan brutal, que no es extraño que pueda llegar a perdurar por el resto de la vida. Trastornos de estrés postraumático, (TEPT), como recuerdos intrusivos, pesadillas o irritabilidad, suelen ser frecuentes. También ansiedad, depresión, dificultades para conciliar el sueño, dificultades en las relaciones interpersonales, desconfianza en los demás, sentimientos de indefensión, y aún síntomas físicos, como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, dificultades cognitivas, son algunas de las consecuencias posibles de ser sufridas por las víctimas directas de un secuestro. A ello debemos agregar el sufrimiento familiar. ¿Dónde estará? ¿Estará vivo? ¿Estará pasando hambre, frío? Son sólo algunas de las preocupaciones que se repiten entre madres, padres, hijos hermanos, parejas...

Pero ya lo dijimos, sólo por unos instantes creímos que la crueldad del delito había generado la reacción que veíamos. No era así. La derecha, opositora y oportunista como siempre, no perdió la ocasión de llevar agua a su molino. Así, desde un comienzo, el hecho se prestó para desprestigiar al gobierno de Boric, promoviendo mayor sensación de inseguridad, y al de Maduro. Sin prueba alguna que lo sustente, la derecha ha descubierto que estos hechos “pueden afectar la seguridad nacional”, porque “pueden estar ordenadas por agentes de un país extranjero” y por si fuera poco “Que las autoridades políticas y policiales sigan todavía sorprendidas, sin poder esbozar ante la opinión pública explicación alguna sobre lo que ha ocurrido y quienes podrían estar detrás de ello, es una muestra dramática de las deficiencias de la inteligencia nacional” (El Mercurio 25.02.24, pág. A1)

Como ya lo dijimos, sin duda que el delito de secuestro es un delito brutal y todos debemos condenarlo y preocuparnos ante la comisión de ellos. Pero es claramente oportunismo que sin preocupación real alguna por la víctima, sin pruebas que sustenten sus argumentos, quienes surgieron para dar continuidad al gobierno que se sustentó sobre el secuestro y la tortura de decenas de miles de chilenos, como la UDI, o que aún lo defienden, como Los Republicanos, pretendan dar cátedra de preocupación por estos delitos, sin haber hecho nunca un verdadero mea culpa por lo que defendieron y defienden. Y qué decir de este mismo sector cuando sin pruebas condena al régimen de Maduro por intromisión en otro país -lo que por supuesto merecería la mayor reprobación de probarse que así fue- cuando “SU” gobierno, intervino al menos en Argentina, asesinando al general Prats y su esposa, en Estados Unidos, asesinando al ex canciller Letelier y su secretaria y en Italia, poniendo una bomba contra Bernardo Leighton. Por último bien valdría que recordaran que esa dictadura, que tuvo la mayor impunidad para cometer cuanto crimen decidió cometer, y todos los recursos posibles para investigar lo que quisieran, fue incapaz de encontrar al coronel Carreño, secuestrado en Santiago el 1 de septiembre de 1987 y liberado en Brasil 92 días después.

 

 

Fernando García Díaz

Secuestrado entre el 13-09-73 y el 19.01.74

por los esbirros de la Dictadura