martes, 21 de agosto de 2018

LOS BIENES CULTURALES COMO OBJETOS DE INVERSIÓN A modo de Respuesta al artículo “Inversión de arte en Chile”



“Sr. García nosotros pensamos que la industria artística es como cualquier otra. Tratamos en este artículo de describir un proceso y de señalar el cómo funciona el mercado del arte. Saludos”
Galería VALA
(En respuesta a comentarios míos sobre artículo “Inversión de arte en Chile”)

Hace poco más de una semana, el galerista de arte Marcelo Aravena, de Galería Vala, exponía en El Mostrador (12.08.2018) una serie de ideas sobre la “Inversión de arte en Chile”.  En dicho artículo, interesante por lo demás, hacía hincapié en las características que debía poseer una obra para que fuera una buena inversión, destacando artistas, períodos, tipos de obras, rentabilidad y otros datos. Se trataba, como el autor lo declaraba desde el comienzo, de explicar “…por qué y cómo se puede invertir en arte en forma informada y segura”. Ese artículo fue ampliamente promocionado al menos por una plataforma digital. En ella hice un comentario crítico de la situación, y recibí, como respuesta, “… nosotros pensamos que la industria artística es como cualquier otra…” que cito completa más arriba. Y en mi opinión, ese es precisamente el problema, creer que el arte (y en definitiva todos los bienes culturales) puede ser tratado como una empresa más.
El autor centra su trabajo en uno de los temas principales de la “economía del arte”, la comparación de la inversión en obras de arte, entre si o con otros productos financieros, en cuanto a rendimientos económicos. El tema por lo demás es antiguo incluso en Chile. “Para los entendidos en la Bolsa, que se desesperan al ver el IPSA y/o el IGPA con signo negativo, y luego para los partidarios de los fondos mutuos, de los pagarés, de comprar propiedades y luego revenderlas; en fin, para todo quien tiene dinero y duda donde invertir, existe una alternativa diferente”([1]), señalaba hace 26 años, en septiembre de 1992 la revista Economía y Negocios” del diario El Mercurio, en un artículo cuyo título “Arte, otra buena alternativa”, no dejaba lugar a dudas. La “Corporación Amigos del Arte”, entregará por años, desde 1993, el “Índice Santander-Amigos del Arte”, indicador encargado de evaluar la evolución que en el mercado experimenta la pintura chilena, contemporánea y tradicional. “El arte es, después de la Bolsa, la forma de inversión más rentable” ([2]), decía la prensa el año 95, refiriéndose a este indicador([3]). Y el 2001 se señalaba “Inversión en pintura tradicional rentó 20,8%([4]). En noviembre del mismo año se explicaba que “El Índice Santander-Amigos del Arte surgió con la intención de comparar la pintura chilena con otras opciones de inversión a nivel nacional e internacional”([5]). Así las cosas, no puede extrañar “comentarios sobre arte” del tenor siguiente “De acuerdo con los datos expuestos por Méndez, las acciones de empresas industriales de EE.UU. cayeron un 2,6% promedio, bastante menos que las tecnológicas, que bajaron un 27%. En Chile, el IPSA –que mide las 40 acciones más transadas- mostró el primer semestre un alza del 7,5, la inflación fue de apenas un 1,5%, el oro un 9,9% y el dólar informal aumentó un 10,1%. En una perspectiva de más largo plazo y tomando como base el 1 de enero de 1993, la pintura chilena actual aparece detrás del Dow Jones y de la Bolsa de Santiago, pero sobre la unidad de fomento, el oro y el precio del dólar”([6]).
El arte, desde siempre, ha constituido una manifestación humana determinada en gran medida por los procesos históricos y sociales en que se crea y se difunde. Desde esa perspectiva, no puede resultarnos una novedad lo que señalaba el autor. Por el contrario, sabemos que al menos una parte del arte ha estado desde hace milenios ligada a los sectores sociales económicamente más poderosos (que son obviamente los que pueden “invertir” en arte”), y, en una sociedad de extremo liberalismo, como la nuestra, no puede extrañar que también transformemos el arte en objeto de especulación.
Lo que hoy queremos destacar es más bien otra cosa, el tremendo daño que al mundo de la cultura y el patrimonio cultural significa el consolidar esta visión especuladora del arte (y que en verdad, por un lado no se limita al “arte”, sino cubre diferentes tipos de objetos culturales, como los bienes arqueológicos, o las antigüedades, por ejemplo, y por otra, no se refiere a “todo” el arte, sino a aquel que permite la especulación financiera).
Si bien el origen del mercado del arte podríamos trasladarlo al Renacimiento, con el especial auge del coleccionismo, si quisiéramos fijar una partida de nacimiento de la visión actual, cargada de especulación y centrada en las utilidades, probablemente debiéramos remontarnos a mayo de 1952, y particularmente al remate de la colección de Gabriel Coqnacq, en la Galería Charpantier. Aquel fue un remate especial, como no había habido otro probablemente en la historia del arte, y por diferentes razones. De partida, el dueño de las piezas, conocido mecenas francés, había sido acusado de colaboracionista con el régimen nazi. (Después de todo, durante el gobierno colaboracionista de Petain había sido Presidente del Consejo Superior de Museos de Francia, y en 1944 había sido condecorado por el fascismo español con la “Orden de Isabel la Católica”, en grado de Gran Cruz). Él sin embargo rechazaba esas imputaciones, señalando que su única preocupación había sido velar por los tesoros artísticos de su patria. Expulsado de su cargo, Gabriel Cognac, aduciendo dolor y amargura por ello, modificó su antiguo testamento, desheredando al Estado francés y entregando todas sus valiosas colecciones a una entidad filantrópica.
El día del remate más de 5.000 personas se congregaron, según la prensa de la época([7]), incluyendo a los directores de los museos de Bruselas y Hamburgo, a representante del Museo Británico, a los coleccionistas y “marchads” de arte más famosos, y a celebridades como Greta Garbo. La subasta comenzó con pintura antigua, que empezó con precios prudentes, que fueron rápidamente subiendo. La locura se produjo con la pintura moderna. Por un pastel de Degas se pagaron 5.700.000 francos, por un Van Gogh “Les Chardons”, 16.500.000 francos, por un Renoir, “Les deux seurs”, 19.000.000, y la locura misma, por un Cezanne “Les pommes y les biscuits”, 33.000.000. Todos parecen coincidir en que en este momento se produce “el nacimiento de un mercado”([8]), el del moderno mercado del arte. Y es que desde ese momento, el mercado del arte nunca más volvió a ser el mismo. En años posteriores se incorporarán los bienes arqueológicos y las antigüedades a este nuevo mundo.
En los años siguientes se inicia una escalada de precios que permite que entre 1952 y 1956 al menos 12 cuadros consiguieran sobrepasar la frontera de las 10.000 libras, pero que explota nuevamente en 1957, cuando sólo en una subasta, que duró sólo 93 minutos, Sotheby’s de Londres remata la colección Weinberg, de Nueva York, y 9 cuadros de artistas impresionistas y post impresionistas superan esa cifra con holgura([9])([10]). Destacaron también los precios alcanzados más tarde en las subastas de la colección de Goldshidt en Londres y de Lurcy en Nueva York; pero va a ser la subasta en la casa de remates Parke- Bernet, en 1961, del cuadro “Aristóteles contemplando el busto de Homero”, de Rembrandt, rematado en 2,3 millones de dólares, lo que hará explotar los titulares de la prensa, y marcará la tendencia al alza creciente que hasta hoy, con leves caídas, caracterizarán al mercado del arte. (El Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, (Met) adquirente del cuadro, dará también mucho que hablar cuando en 1972 adquiere, por un millón de dólares, una crátera de Eufronio, que el 2006 deberá devolver a Italia, pues la obra era producto de un saqueo arqueológico).
El arte latinoamericano contemporáneo irrumpe, a nivel internacional recién en la década de los años 80, ubicando la imagen de lo latinoamericano como parte del “otro”. Frente a una Europa y un Estados Unidos que representan lo cristiano, lo europeo, lo civilizado, lo masculino, en definitiva lo humano, esta América del sur del Río Bravo sigue formado parte de “lo otro”, simbolizando lo pagano, lo indio, lo salvaje, lo femenino, lo animal, y de este modo, privilegiándose una pintura que de algún modo refleje principalmente “lo otro”, más que “lo universal”. A principios de los años 90 encontramos obras de autores latinoamericanos cuyo precio, por primera vez, superan la simbólica barrera del millón de dólares, siendo probablemente el primer cuadro que lo hace “Diego y yo”, de Frida Kahlo, por la que en un remate en Sotheby’s, el 2 de mayo de 1990, se pagó 1,3 millones de dólares.
El mercado del arte sigue creciendo hasta nuestros días, preocupando cada vez más al mundo de las finanzas y al mundo de la cultura, sólo que por diferentes razones. Quizás el fenómeno más relevante de los últimos años ha sido la irrupción de China en él, lo que por lo demás ocurre de manera coherente con los cambios de la economía mundial. Durante el año 2011, China, con un 30% de cuota, desplazó por primera vez a Estados Unidos, con un 29%. Durante el año 2010 China había desplazado del segundo lugar al Reino Unido, que de este modo, quedaba en un tercer lugar, con el 22%. La emergencia China tiene un significado no sólo desde el punto de vista de los dineros que en arte se invierten. También lo tiene desde la perspectiva de los objetos y artistas con mayor presencia en el mercado. Así, durante el año 2011 no fue Picasso el artista con mayor ventas acumuladas en remates durante el año, como había ocurrido durante los 13 años anteriores, sino Zhanh Daquian (1899 – 1983), artista chino, y el segundo, Qi Baishi, (1864 – 1957) de la misma nacionalidad.
La condición de objetos de inversión que ha adquirido el arte, y especialmente la pintura, como los objetos arqueológicos y ciertas antigüedades en las últimas décadas, ha traído cambios sustanciales al mundo del arte y la cultura. Desde luego ha permitido que algunos artistas, aquellos a quienes el mercado ha transformado en modernos reyes Midas, ganen grandes cantidades de dinero. Aunque en estricto rigor quienes verdaderamente han ganado mucho, mucho, mucho dinero, han sido los comerciantes de arte, y dentro de ellos, en primer lugar, Sothesby’s y Christie en segundo.
Pero eso no es lo relevante. 
Lo verdaderamente importante y más bien trágico, es que el asumir los objetos culturales como simples mercancías, cuya importancia está dada por el precio que el mercado está dispuesto a pagar, no sólo se pierde la esencia misma del objeto patrimonial, por definición un bien que posee un “valor excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia”, (no del mercado), en la clásica exposición de UNESCO([11]), sino que se distorsiona el sentido de la creación artística por un lado, y se estimula la destrucción, el saqueo y la falsificación por otro. 
(Es interesante destacar aquí que nuestra propia legislación hoy le otorga una naturaleza diferente a los bienes patrimoniales. Así, la Ley N°. 21.045, que crea el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, establece, en el artículo 1, N°6, a nivel de “principios” que se debe “Reconocer que el patrimonio cultural, en toda su diversidad y pluralidad, es un bien público que constituye un espacio de reflexión, reconocimiento, construcción y reconstrucción de las identidades y de la identidad nacional”)
En primer lugar está el obvio efecto de terminar siendo los compradores de más recursos quienes deciden, en gran medida, hacia donde marcha el arte. En verdad este efecto ha estado presente desde siempre. No es casualidad que desde Constantino hacia adelante los artistas más destacados hayan estado al servicio de la Iglesia, y más tarde de ésta y de las Monarquías. El que esto ocurra en la actualidad sin embargo, tiene otras connotaciones sociales. Y es que en un período de auge político de la democracia, de proclamación de la igualdad de los hombres, como del derecho universal a gozar del patrimonio cultural, violenta las conciencias, por un lado el que sigan siendo los grandes amos del dinero quienes imponen que debe y que no debe valorarse en el arte, y por otro, que dicha valoración se reduzca a lo que el propio mercado está dispuesto a pagar por él.
El segundo gran efecto que detectamos, es que al insertarse el mundo del arte y la cultura en el mundo de la economía, se terminan aplicando los patrones morales imperantes en él, que claramente se encuentran muy alejados de aquellos que, según UNESCO, deben guiar el desarrollo de la cultura y el arte. Probablemente uno de los mejores ejemplos de este maridaje necesariamente mal avenido, que es considerar el arte como simple negocio se refleje en las “Reglas a seguir para una acertada inversión”, de Jennifer Hill, que conocimos hace años en la página web española de “Arte y Mercado”. En di chas reglas se señala, entre otras cosas, que “Se recomienda tener cuidado con las obras producto de saqueos de guerra” o “Se recomienda tener cuidado con el arte exportado ilegalmente. Tales obras podrían resultar ser difíciles de revender y otros países podrían tratar de recuperarlas. Usted podría encontrarse al final de una demanda judicial” o “No se recomienda invertir en ejemplares robados”([12])([13]). Como se puede apreciar de su simple lectura, ninguna de esas recomendaciones es capaz de aprobar las mínimas exigencias que sobre la materia ha ido elaborando la UNESCO, y que se concretaron especialmente en la Convención sobre las Medidas que deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedad Ilícita de Bienes Culturales, de 1970. 
Por último, y respecto de este efecto no parece haber dos opiniones, las artificiales cifras que la especulación financiera termina pagando por algunos bienes culturales, como ninguna otra causa, han estimulado, de manera exponencial, el robo de museos, iglesias, galerías o colecciones, el saqueo de sitios arqueológicos y paleontológicos, las falsificaciones de ellos, el tráfico ilícito hacia países donde se obtienen mayores precios por dichos objetos, y la destrucción y el daño de miles de objetos por los cuales el mercado no está dispuesto a pagar esas cifras. Karl Meyer, en su ya clásica obra sobre “El saqueo del pasado”, señalaba en 1973 “Más que cualquier otro elemento único, el incremento de los precios del arte ha sido responsable por el robo, mutilación y destrucción totales de obras de arte en todas partes del mundo…”([14]). Fernando Baez, 36 años después señalaba “El saqueo de bienes culturales también es fomentado, ante todo, por razones estrictamente económicas, que movilizan bandas dedicadas a la expoliación sistemática de yacimientos arqueológicos, paleontológicos, subacuáticos y pintura rupestre en cuevas protegidas”([15]). Por otro lado, después que el MET pagara un millón de dólares por la crátera de Eufronio, se desarrolló en Italia un sistema de excavaciones ilícitas más agresivo y sofisticado”([16]). Ratificando lo anterior, y mostrando una de sus aristas más dramáticas, la prensa mundial informaba, a mediados del mes de junio del 2012, que la crisis económica que afectaba a Grecia causaba estragos en materia de patrimonio cultural, no sólo porque las exploraciones arqueológicas y las investigaciones se abandonaban por falta de recursos, sino porque aumentaron los saqueos a sitios arqueológicos y los museos habían visto aumentar los asaltos, según aseguraba la revista Nature([17]). El criterio mercantilista afecta también, pero esta vez dañando de manera más directa, especialmente a los sitios arqueológicos y a los bienes arquitectónicos. La construcción de caminos, así como de nuevos edificios, incluso el montaje de espectáculos como el rally “Dakar”, se ha manifestado como uno de los motivos más directos de destrucción de sitios arqueológicos en algunos lugares. El alto valor del terreno ha sido la causa de la destrucción de gran parte de los centros históricos de las ciudades de origen colonial en América Latina, incluyendo Santiago.
Por último, y no hay espacio para exponerlo con detalle, pero no resulta difícil entenderlo, las falsificaciones de todo tipo de bienes culturales, incluyendo y destacando en primer lugar la de pintura de caballete, se realizan sobre autores altamente valorados económicamente, estimulándose dichas falsificaciones, precisamente con la especulación en el arte.
El enfoque mercantilista del artículo mencionado al comienzo, que como hemos dicho por lo demás corresponde a un enfoque compartido por muchos, nos trae a la memoria una frase de Jeremy Rifkin, economista y prospectista norteamericano, quien en marzo de 2001 decía "La gran lucha del siglo XXI será entre la cultura y el comercio"([18]).

Agosto de 2018


Fernando García Díaz
Abogado
Profesor Post titulo Restauración de Bienes Culturales Muebles
Facultad de Arte, Universidad de Chile




[1]  Revista Economía y Negocios, “Arte, otra buena alternativa”, Diario El mercurio, 2 de septiembre de 1992, pág.4
[2] GAJARDO, ALEJANDRA “El arte es, después de la Bolsa, la forma de inversión más rentable. Así lo establece el Índice de Precios de la Pintura Chilena”,
[3] Otros titulares de la prensa nacional de esos años muestran ya una situación consolidada:  “Resurge mercado del arte” (Estrategia, 31.08.95), “El arte de invertir en ARTE (La Segunda 22.03.996), “Mercado del arte sigue bajo “efecto tequila” (La Época, 18.05.96).
[4] El MERCURIO, jueves 21 de junio de 2001
[5] El MERCURIO, viernes, 30 de noviembre de 2001
[6] El MERCURIO, viernes, 30 de noviembre de 2001
[7] Véase “Una sensacional subasta de pinturas”, en “La Vanguardia Española”, domingo 18 de mayo de 1952, pág. 11, disponible en http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1952/05/18/pagina-11/32804177/pdf.html
[8] JIMÉNEZ, PABLO, “El nacimiento de un mercado”, ABC, Madrid 23-12-1990, pág. 60.
[9] LA VANGUARDIA ESPAÑOLA”, “Un Van Gogh alcanza las 31.000. Una importante subasta de arte en Londres. En 93 minutos se liquida la colección en 326.520 libras”  jueves 11 de julio de 1957, pág. 10,
[10] ABC,”Subasta de Obras de Arte en Londres. Esculturas, bronces y pinturas de impresionistas franceses, vendidas en 326.520 libras esterlinas, jueves 11 de julio de 1957. Edición de la mañana, pág. 37, disponible en http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1957/07/11/037.html

[11] UNESCO “Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural”,  1972
[12] HILL, JENNIFER, “Reglas a seguir para una acertada inversión” en Arte y Mercado,  http://www.arteymercado.com/decalogo.html Véase hoy https://lta.reuters.com/article/topNews/idLTAN2232794120080622 (revisado 20.08.2018)

[13] En todo caso tenemos que reconocer que dichas reglas no fueron elaboradas por el sitio en cuestión sino difundidas por la agencia Reuters, al parecer en junio del 2008. Véase https://lta.reuters.com/article/topNews/idLTAN2232794120080622 (revisado 20.08.2018)
[14] MEYER, KARL E.  “El saqueo del pasado. Historia del tráfico ilegal de obras de arte”, F.C.E., México, agosto de 1990, pág. 23
[15] BAEZ, FERNANDO “El saqueo Cultural de América Latina. De la Conquista a la globalización. Editorial debate. Primera edición en la Argentina bajo este sello, julio 2009, pág. 238.
[16] WAXMAN, SHARON “Saqueo. El arte de robar arte”, Turner Publicaciones S.L., Madrid, 2011, pág. 219.
[18] RIFKIN, JEREMY Revista Fuentes, UNESCO, 18 de abril 2001, pág. 18. Citado em www.fuentesunesco.org/news/archivestory.php/aid/221/siglo_xxi_:_%BFCultura_contra_comercio_.htm