sábado, 20 de abril de 2024

SOBRE EL "ANTICOMUNISMO VISCERAL"

 

 

Hace unas semanas, en una actitud absolutamente inusual, el presidente G. Boric denunció el “anticomunismo visceral” de la derecha hacia el PC. “El anticomunismo visceral de algunos sectores políticos y sus medios afines en nuestro país es demasiado evidente”. En aquella oportunidad se refería a los intentos por responsabilizar al PC del crimen del teniente venezolano Ojeda. Desde hace semanas veíamos el anticomunismo en los intentos por descalificar a Karol Cariola como posible presidenta de la Cámara de Diputados y hace un par de días manifestarse de manera brutal cuando se le impide a Daniel Jadue viajar a Venezuela, en circunstancias que, además de existir para él la presunción de inocencia, no se le había aplicado ninguna medida cautelar.

El Partido Comunista, como toda obra humana, está sujeta al análisis y la crítica de sus ideas o sus prácticas. Como frente a cualquier otra, la crítica despiadada de la historia puede poner en evidencia sus debilidades, sus errores, sus contradicciones. Disciplinas como la sociología, la antropología, la filosofía y aún la psicología, pueden inmiscuirse en el seno mismo de éste, y entregar sus opiniones, que pueden ser muy severas. Más aún, como hijo legítimo del siglo del racionalismo, el marxismo estimula la crítica y el análisis de sus propuestas.

Desde una perspectiva ideológica, las principales críticas a las ideas y prácticas del PC vienen del conservadurismo católico, el fascismo, el liberalismo económico y el nacionalismo. Desde una perspectiva política, las principales críticas vienen desde la derecha y la ultraderecha. Y frente a ellas no le queda más que presentar sus argumentos y en el enfrentamiento democrático de las ideas, esperar que triunfen las del PC. Pero no es a la crítica fundada en la razón, basada en argumentos legítimos a la que se refería el Presidente Boric, sino al “anticomunismo visceral” como él lo bautizó.

En verdad el anticomunismo corresponde en su desarrollo histórico a una reacción, con altos grados de irracionalidad, en contra de cualquier proyecto que desde sus primeras manifestaciones, se proponga cambiar radicalmente las condiciones sociales de explotación. Y por tal no estamos refiriéndonos a las ideas contrarias al comunismo, sino a ese verdadero sentimiento de rechazo o repugnancia hacia todo lo que se relacione o identifique con el marxismo, los partidos comunistas o incluso los países que se identifican o en algún momento se identificaron con ese pensamiento. Más aún, a menudo se manifiesta contra toda perspectiva de cambio social profundo, más allá de si es defendido o no por corrientes marxistas. (Después de todo, en nuestra historia los socialistas, los radicales, y hasta los democratacristianos han sido tildados de comunistas en algún momento).

El anticomunismo es un fenómeno global y local, que en cuanto idea busca construir opinión pública, y se explica principalmente por la defensa que hace un sector político de un sistema social en crisis, que explota a millones de seres humanos, y que los comunistas, y muchos otros, quieren cambiar. Por ello, en gran medida el anticomunismo es hoy dirigido desde Estados Unidos, se presenta cuando hay un Partido Comunista con incidencia en el mundo político y se acentúa aún más cuando se aproxima una decisión política relevante, (elección, votación parlamentaria, conmemoración, etc.) en la que los comunistas pueden llegar a jugar un rol destacado.

El anticomunismo se remonta, en la historia, a la primera mitad del siglo XIX, cuando el “comunismo” carecía de toda relación con el marxismo, y se vincula en sus orígenes con las reacciones contra la modernidad. El Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, (febrero de 1848), da cuenta de ello en su primera frase: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”.

En nuestro país sus primeras expresiones son también previas a la llegada de las ideas marxistas y por supuesto de la fundación del POS en 1912. Ellas dicen relación primero con las propuestas de Bilbao y Arcos, pero más fuertemente con las noticias difundidas ante los hechos conocidos como “la Comuna de París”(1871), y se refuerzan con la divulgación de la encíclica “Rerum Novarum” (De las cosas nuevas), (15.05.1891), primera encíclica social de la Iglesia Católica. Es sin embargo el triunfo de la Revolución Bolchevique primero y la constitución de un “Partido Comunista” en 1922, lo que aceleran profundamente el anticomunismo.

El anticomunismo se manifiesta históricamente como una verdadera corriente política, cultural, pero sobre todo emocional, que se ha mantenido gracias al permanente desarrollo que la derecha ha hecho de él (aunque también ha habido anticomunismo de centro, laico, religioso, socialista y también ultraizquierdista) que ha tenido un fuerte impacto en la historia política del país, y siempre con un alto contenido antidemocrático y frecuentemente ha sido la justificación de groseras violaciones a los derechos humanos. Ya estaba presente en los tiempos de la dictadura de Ibáñez, cuando éste persigue y encarcela a muchos de sus dirigentes, enviando incluso a algunos, como Elías Laferte, a la Isla de Juan Fernández, en la campaña del Frente Popular, posteriormente es el sustento de la ley maldita, en 1948, promovida por González Videla, elegido con los votos y el trabajo electora de los comunistas, alcanza dimensiones increíbles en la campaña del terror de 1964, que posibilita la elección de E. Frei en 1964, más tarde está en la campaña de Alessandri contra Allende en 1970, durante todo el gobierno de la Unidad Popular y constituye el único elemento ideológico común de las diferentes fuerzas que respaldaron la dictadura de Pinochet, (básicamente conservadurismo católico, nacionalismo y neoliberalismo).

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En verdad lo particular del anticomunismo es que las más de las veces carece de fundamento lógico, racional, y se sustenta sobre la base de las mentiras, y las falsedades. Una buena adjetivación es la de “visceral” pues precisamente no nace desde la razón, sino desde las vísceras. Busca generar una fuerte carga emocional negativa, en donde los aspectos racionales de la conducta humana sean desplazados por respuestas impulsivas, fundadas preferentemente en el miedo, el “miedo al comunismo”.

Su carácter de “discurso de odio”, y peligroso no sólo para los comunistas, sino para todo el movimiento popular y en general para quien valore la democracia, hacen necesaria su denuncia y la necesidad de enfrentarlo en todo frente, ya sea social o político.

                                                                                              Santiago 20 de abril de 2024




domingo, 25 de febrero de 2024

LA CRUELDAD DEL SECUESTRO

 


 

Hace unos días la prensa nos sorprendió con la noticia del secuestro, en la ciudad de Santiago, de un exmilitar venezolano, con activa participación contra el gobierno de Maduro.

La reacción política y de los medios de comunicación fue inmediata, fuerte condena, permanente información. La reacción institucional y política también lo fue. La Fiscalía inició una investigación, la PDI difundió a través de INTERPOL la imagen de la víctima, el gobierno, junto con querellarse, ordenó el exhaustivo control de las fronteras, y anunció que no se descartaba ninguna hipótesis.

Con una ingenuidad a esta edad no justificable, por unos instantes creí que la crueldad del delito era la causa esencial que justificaba esas reacciones. Y es que el delito de secuestro es sin duda uno de los más inhumanos, crueles, brutales y desalmados que hoy conocemos y bien merece el mayor repudio social posible.

Consistente básicamente en “encerrar o detener a otro privándolo de su libertad” como conductas descriptoras de la acción, en el lenguaje jurídico penal, es definido como un atentado contra la libertad de desplazamiento. Y sin embargo en la realidad es mucho, mucho más que eso.

Considerando la perspectiva de él o los delincuentes, no sólo es una conducta dolosa, sino siempre premeditada, a menudo planificada en todos los detalles que sus autores son capaces de vislumbrar, de modo no sólo de asegurar su comisión, abordando a la víctima en momentos de su mayor indefensión -en este caso fue a media noche- sino también las mayores posibilidades de impunidad del hecho.

Desde la víctima, si bien primero siente que se le priva de su libertad, pronto comprende que ha perdido todos sus derechos, dándose inicio a un camino de horror y sufrimiento que puede alcanzar niveles inimaginables. Primero es la sorpresa, luego la violencia con que se le obliga a salir de donde está, para luego continuar situaciones hasta minutos antes insospechadas. Aislado totalmente de su familia, amigos y en general del mundo, ya en la total y absoluta indefensión, todo dependerá de los captores, y de sus objetivos. Hambre, frío, golpes, electricidad, quemaduras, cortes, vejaciones, violaciones, muerte, cualquier situación es posible, y el secuestrado ve todas ellas como posibles. Si a su lado hay otros secuestrados, el sufrimiento de ellos aumenta el propio.

El dolor físico, dicen los especialistas, tiene un fuerte componente psicológico, y en los casos de secuestro, éste suele ser brutal. Hay un elemento siempre presente, durante todo momento, la absoluta inseguridad, la incertidumbre total sobre lo que ocurrirá en el minuto siguiente, que tiene un fuerte poder desequilibrante. Y si tienes un momento de cierta relajación, surge de inmediato la preocupación por la familia. Los hijos, los padres, la pareja, ¿Qué pasará con ellos? ¿Sabrán del hecho? ¿Sólo seré yo el secuestrado?

¡El ser humano no está preparado para esos niveles de inseguridad, esa total falta de control sobre la propia vida!

La situación de secuestrado desencadena en la víctima una serie de reacciones psicológicas complejas y muy variadas. Desde luego el miedo se cuela por todas las rendijas del espíritu, la ansiedad se hace extrema, la sensación de indefensión y desamparo se mezclan en ciclos de esperanza y desesperación,… En verdad el impacto es tan brutal, que no es extraño que pueda llegar a perdurar por el resto de la vida. Trastornos de estrés postraumático, (TEPT), como recuerdos intrusivos, pesadillas o irritabilidad, suelen ser frecuentes. También ansiedad, depresión, dificultades para conciliar el sueño, dificultades en las relaciones interpersonales, desconfianza en los demás, sentimientos de indefensión, y aún síntomas físicos, como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, dificultades cognitivas, son algunas de las consecuencias posibles de ser sufridas por las víctimas directas de un secuestro. A ello debemos agregar el sufrimiento familiar. ¿Dónde estará? ¿Estará vivo? ¿Estará pasando hambre, frío? Son sólo algunas de las preocupaciones que se repiten entre madres, padres, hijos hermanos, parejas...

Pero ya lo dijimos, sólo por unos instantes creímos que la crueldad del delito había generado la reacción que veíamos. No era así. La derecha, opositora y oportunista como siempre, no perdió la ocasión de llevar agua a su molino. Así, desde un comienzo, el hecho se prestó para desprestigiar al gobierno de Boric, promoviendo mayor sensación de inseguridad, y al de Maduro. Sin prueba alguna que lo sustente, la derecha ha descubierto que estos hechos “pueden afectar la seguridad nacional”, porque “pueden estar ordenadas por agentes de un país extranjero” y por si fuera poco “Que las autoridades políticas y policiales sigan todavía sorprendidas, sin poder esbozar ante la opinión pública explicación alguna sobre lo que ha ocurrido y quienes podrían estar detrás de ello, es una muestra dramática de las deficiencias de la inteligencia nacional” (El Mercurio 25.02.24, pág. A1)

Como ya lo dijimos, sin duda que el delito de secuestro es un delito brutal y todos debemos condenarlo y preocuparnos ante la comisión de ellos. Pero es claramente oportunismo que sin preocupación real alguna por la víctima, sin pruebas que sustenten sus argumentos, quienes surgieron para dar continuidad al gobierno que se sustentó sobre el secuestro y la tortura de decenas de miles de chilenos, como la UDI, o que aún lo defienden, como Los Republicanos, pretendan dar cátedra de preocupación por estos delitos, sin haber hecho nunca un verdadero mea culpa por lo que defendieron y defienden. Y qué decir de este mismo sector cuando sin pruebas condena al régimen de Maduro por intromisión en otro país -lo que por supuesto merecería la mayor reprobación de probarse que así fue- cuando “SU” gobierno, intervino al menos en Argentina, asesinando al general Prats y su esposa, en Estados Unidos, asesinando al ex canciller Letelier y su secretaria y en Italia, poniendo una bomba contra Bernardo Leighton. Por último bien valdría que recordaran que esa dictadura, que tuvo la mayor impunidad para cometer cuanto crimen decidió cometer, y todos los recursos posibles para investigar lo que quisieran, fue incapaz de encontrar al coronel Carreño, secuestrado en Santiago el 1 de septiembre de 1987 y liberado en Brasil 92 días después.

 

 

Fernando García Díaz

Secuestrado entre el 13-09-73 y el 19.01.74

por los esbirros de la Dictadura