viernes, 16 de julio de 2021

PRIMARIAS PRESIDENCIALES, OTRO CAMINO DEL CAMBIO

 


Después de más de 20 años de la derrota de Pinochet, y cuando el modelo neoliberal impuesto por éste se consolidaba a nivel institucional y aparentemente también en las conciencias ciudadanas, Chile empezó a cambiar. Como había ocurrido en otras oportunidades, y seguiría ocurriendo, los estudiantes marcaron la pauta. Y así, aun cuando hubo otras manifestaciones de diversa índole, el primer cuestionamiento masivo y radical al modelo neoliberal, lo constituyó la petición de “educación gratuita” levantada en las manifestaciones del año 2011

Fue precisamente este concepto, “gratuidad”, el primero que masivamente cuestiona un sistema en que todo se vende y todo se compra, en que los derechos sociales no existen, pues es el mercado el que distribuye los bienes y obviamente lo hace entre quienes pueden pagar por ellos.

La educación chilena había conocido la gratuidad prácticamente desde siempre, en toda su extensión, desde los jardines infantiles hasta la educación superior. Durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX había sido vista como un elemento imprescindible para la construcción de la identidad y la ciudadanía que el Estado-nación requería. Con el surgimiento de los modelos desarrollistas posteriores a la II Guerra Mundial, la educación es mirada como una herramienta fundamental para la consolidación de esos modelos y la ampliación de las oportunidades de la población. La dictadura sin embargo, cuyo propósito desde un comienzo fue paralizar el proceso evolutivo que el país había ido desarrollando desde los años 50, y producir una regresión política, social y cultural, vio en la educación uno de sus peores enemigos. Por ello, no sólo hubo intervenciones militares en las universidades, con expulsiones, asesinatos, encarcelamientos de académicos, investigadores, estudiantes, sino también rechazo al pluralismo, abandono de la extensión y la investigación y por sobre todo, restricción presupuestaria. La educación, en los años 80, se transformó en una mercancía más.

Contra éste modelo, mantenido con pequeños cambios por los gobiernos concertacionistas se rebelan los estudiantes. Después vendrán las grandes marchas contra distintos pilares del sistema, como las AFP, o contra el patriarcado, por una salud digna, …, hasta el estallido social, en donde se confirma que “No son treinta pesos, sino treinta años” y que ya las demandas no son dos, ni tres, ni cuatro, sino la necesidad cierta de cambiar el modelo neoliberal que había significado la concentración de la riqueza y el poder en unas pocas manos, como nunca antes se había visto, que había consolidado un país de abusos, injusticias, precariedades y desigualdades, un país contra el cual Chile entero se levantó.

El amplio apoyo con el que triunfara el Apruebo, y más tarde el fracaso que experimentara el Rechazo en la elección de constituyentes, muestran que la necesidad de una nueva constitución no sólo no era “fumar opio”, como lo señaló el senador socialista Camilo Escalona hace algunos años, sino una necesidad sentida por la más amplia mayoría de los chilenos. Y aquí estamos, con una Convención Constituyente que más allá de demoras y errores, y en un proceso que por cierto no será fácil, y requerirá el apoyo y control  ciudadano, nos da esperanzas de que redactará un marco constitucional que garantice las condiciones necesarias para asegurar una vida digna para todos y cada uno de los habitantes de nuestro territorio, que posibilite las transformaciones de nuestro país, de modo que podamos construir un Chile plurinacional, intercultural, digno, soberano, diverso, centrado en un enfoque de derechos sociales, un Chile con un estado social y democrático de derechos, en que el respeto por todos los Derechos Humanos, políticos, económicos, sociales y culturales, esté presente en la elaboración e implementación de todas las políticas públicas.

Pero ese camino de construcción de un nuevo Chile ya iniciado no sólo no es el único, sino que requiere de otros que se complementen, se potencien, y por sobre todo, materialicen los cambios que se necesitan, De lo contrario corremos el riesgo de quedar a medio camino, de no lograr lo que tanto se anhela y lo que ha costado a nuestro pueblo detenciones, cegueras, torturas, violaciones, asesinatos. Ya lo vivimos luego de la derrota a la dictadura; los cambios anhelados, la alegría esperada, quedaron a medio camino.

Hoy no nos puede pasar lo mismo. No podemos creer en cantos de sirenas, en que aquellos que se opusieron sistemáticamente a los cambios o no tuvieron la voluntad de hacerlo, ahora si los llevaran adelante. Es necesario no sólo contar con una Convención Constituyente dispuesta a construir un nuevo Chile, debemos contar también con un Poder Ejecutivo y un Poder Legislativo con verdadera voluntad transformadora.

La conformación de un nuevo parlamento será más adelante, pero el camino para el establecimiento de ese Poder Ejecutivo que necesitamos ya empezó, y este domingo 18 tiene una de sus etapas fundamentales. Para que efectivamente podamos caminar hacia ese Chile que queremos, debemos concurrir masivamente a las urnas y allí manifestar nuestra voluntad transformadora. No basta con lo ya logrado, es necesario seguir avanzando, caminando de manera firme y decidida hacia ese nuevo Chile que tantos anhelamos.

Por todo ello, yo, sin miedo, voto Daniel Jadue.

Santiago 16 de julio de 2021