jueves, 25 de junio de 2020

CON ALLENDE, EN HOMBROS DE GIGANTES

“Si he podido ver más allá, es porque me encaramé a hombros de gigantes”, escribió Newton en 1676, queriendo explicar con ello que no había sido solo su propia genialidad la responsable de la revolución científica que con el se concretaba, sino que ésta se apoyaba en las obras de otros genios anteriores a él. El origen de la expresión es desconocido, pero sin duda viene de muchos años antes que Newton; su familiaridad en el mundo actual, es sin embargo de responsabilidad de este sabio. El enunciado se ha utilizado casi exclusivamente en el ámbito científico, pero nos parece, nada opta a que se aplique al mundo político. Y por el contrario, hoy, cuando dos eventos masivos marcan la vida política de nuestro país, el estallido social y la pandemia originada por el coronavirus, resulta aún más fácil ver la importancia de encaramarse sobre hombros de gigantes para avanzar hacia el futuro.

Nuestro pueblo se levantó el 18 de octubre del año recién pasado con una fuerza que jamás nadie hubiera imaginado. Con una valentía a toda prueba, que no se amilanó ante la represión, la violencia o la tortura, llevó adelante verdaderas hazañas, que hicieron retroceder a la derecha más recalcitrante, (que para estos efectos también incluye a una supuesta izquierda), entre otras cosas, obligándola incluso a aceptar el proceso para una nueva constitución, que no había estado ni siquiera dispuesta a conversar durante más de 30 años, que ha significado que el parlamento reconozca la necesidad de terminar con la elección indefinida de los mismos o de reducir sus abultadísimos sueldos.  ¿Cómo fue posible este despertar? Hay muchas explicaciones. Frustración, rabia, impotencia, sin duda.  Pero hay una que me parece aún poco explorada, es que la fuerza de ese despertar, se dio, entre otras cosas, porque en esa oportunidad el pueblo volvió a encaramarse en hombros de gigantes.

Y sin duda uno de los gigantes más presentes en el despertar de Chile, ha sido la figura inmortal del compañero presidente Salvador Allende. En verdad su imagen es una de las pocas que se levantó y exhibió con orgullo durante todas las manifestaciones del estallido social. Mientras muy pocos políticos actuales se atrevían a aparecer siquiera en las marchas, y decenas eran ridiculizados, despreciados, humillados, con imágenes que los mostraban como vagos, corruptos, deshonestos, inmorales, renegados, indignos, traidores, la de Allende se levantaba incólume, se repetía en cientos de banderas, y día tras día, cualquiera fuese el motivo de la manifestación. La claridad de sus ideas, la valentía de su actuar, pero sobre todo la consecuencia y la honestidad con que vivió toda su vida, son cualidades que no solo lo levantan como esa figura internacional que hoy es, sino que lo proyectan como un líder a tener presente en cada momento de nuestra historia.

Su figura no solo se manifiesta en la calle, en la protesta o en la barricada, recordando tal vez al compañero que alojó en su casa a los sobrevivientes de la campaña del Che, y los acompañó hasta Cuba para asegurar que su vida, (en un vuelo por lo demás hoy poco comprensible (Santiago-Isla de Pascua-Tahiti-Sidney-Singapur-Atenas-París-Praga-Moscú-La Habana), sino en todo nuestro quehacer político.

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Hoy, cuando aún vivimos la tragedia a la que nos ha arrastrado este gobierno, con un ministro errático, mentiroso, cruel e ignorante de nuestra de realidad, a quien la soberbia y el individualismo le explotó en la cara y le derrumbó el castillo de naipes que el mismo había construido, y con un Presidente de la República indolente, provocador e inepto, que avaló su actuar, y que sólo se ocupó de las grandes empresas, abandonando a la gente a su propia iniciativa, se agiganta aún más la figura de quien, en su prolífica vida pública, no sólo fuera primero Ministro de Salubridad y más tarde Presidente de Chile, sino además el hombre que más hizo en Chile por la salud y la vida de los chilenos modestos.

En verdad son muchos y muy variados sus aportes. En materia de salud podríamos destacar sus condiciones de salubrista, formador, y visionario. Así por ejemplo, cuando el concepto de “determinantes sociales en salud” aún no se conocía, Allende destacaba la relación pobreza-enfermedad, al describir “La realidad médico-social chilena” (1938). Pero sin dudas sus mayores aportes fueron del político izquierdista y revolucionario consecuente. Con él como ministro se inicia el proceso de unificación de los diferentes servicios de salud, a cuyo desarrollo va a contribuir también como parlamentario, creando un sólido sistema, que más tarde la Dictadura de los mismos que hoy nos gobiernan, desmantelara.

En un momento como hoy, en donde todo es negocio, y la salud uno de los más perversos del sistema, podemos recordar que como Presidente de la República, implementó el Programa de la Unidad Popular que lo había llevado a ganar las elecciones, y que consideraba la salud como una situación en la que incidía, vivienda, salario, cultura, educación, trabajo, atenciones de salud, y todo ello como un conjunto de derechos de las personas, cuyo deber del Estado era proporcionarlo, contando siempre con la más activa y real participación de la comunidad organizada, considerada ésta como el principal recurso de salud que teníamos. Era, y sigue siendo necesario educar en salud, modificar hábitos, priorizar prevención, para lo cual la comunidad organizada es esencial.

Hoy, cuando nada se consulta con el pueblo, y el hambre golpea la puerta de millones de hogares, podemos recordar, entre otras cosas, que en el Chile que recibe Allende la desnutrición infantil era causa de muerte y enfermedad de miles de niños, y por ello, varias de las primeras 40 medidas del Gobierno Popular que el dirigía, estuvieron dedicadas a asegurar la alimentación de los niños, como el medio litro de leche, los desayunos y almuerzos escolares. En verdad el legado de Allende es inmenso, jamás podríamos agotarlo en unas pocas líneas.

Salvador Allende Gossens nació en Santiago, un día 26 de junio, pero de 1908. Hoy lo recordamos de múltiples maneras, pero siempre teniendo presente que su figura de gigante se arraiga en un movimiento popular que promete continuar con su ejemplo, y como él, seguir luchando, hasta que la dignidad se haga costumbre, como fue en los gloriosos días en que Salvador Allende estuvo en el gobierno.

 Villa Alegre 26 de junio de 2020



lunes, 22 de junio de 2020

CIENCIA, CONOCIMIENTO Y CONSPIRACIÓN



VILLALEGRINOS DE AYER, PARA EL CHILE DE HOY

(Sobre villalegrinos que ya no están con nosotros, pero cuyo ejemplo puede servirnos hoy, no sólo para comprender mejor el mundo en que vivimos, sino por sobre todo, para luchar por cambiarlo)


CIENCIA, CONOCIMIENTO Y CONSPIRACIÓN


Un día como hoy, pero hace 280 años, el 24 de junio de 1740, nació en Huaraculén, probablemente a una “media legua” del actual pueblo de Villa Alegre, quien es sin duda su hijo más ilustre, Juan Ignacio Molina González, más conocido como el Abate Molina. Sus restos, traídos desde Bolonia, hoy descansan en la parroquia del pueblo, y la principal calle, aquella que lo cruza en su totalidad de norte a sur, y que durante décadas se llamó simplemente “Comercio”, hoy lleva su nombre. Pero ni eso, ni los homenajes que cada cierto tiempo se le rinden, han cambiado el hecho que el Abate Molina siga siendo un desconocido. Hoy, en tiempos de incredulidad frente al conocimiento y descrédito de las ciencias, queremos rescatar parte de su legado.

Si hacemos hoy un breve recorrido por algunos medios de comunicación tradicionales, pero sobre todo por las redes sociales, nos encontramos con un panorama incomprensible dos o tres décadas atrás, dado por la enorme cantidad de personas que no sólo no creen en la posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto, -no existe la verdad, todo es relativo, tú tienes tu verdad, yo la mía, y ambas valen lo mismo, son algunas de las frases que dan cuenta de esa idea-, sino también de aquellas que “teniendo su propia verdad”, ésta contradice profundamente los más elementales postulados de las ciencias, como cuando se sostiene que la tierra es plana, o es hueca, que los norteamericanos no fueron a la luna, que las vacunas enferman o el coronavirus no existe. Y aún hay más, hay un amplio grupo que cree que muchas de las verdades que la ciencia describe, son falsedades planificadas para engañar a las grandes mayorías, aprovecharse de ellas, o peor aún, eliminarlas del planeta.

Y todo esto, en un mundo en que precisamente el conocimiento y especialmente las ciencias, a través de ese maravilloso producto suyo, la tecnología, nos sorprenden cada día con experiencias que hasta hace muy poco hubiéramos considerado simplemente “magia”, como el comunicarnos en forma prácticamente instantánea en sonido e imagen con cualquier lugar del mundo, tener procesos matemáticos y de millones de datos en fracciones de segundos, obtener imágenes del interior del cuerpo humano sin procedimientos invasivos, y aún realizar complejas operaciones médicas mediante robots.

Es verdad que siempre ha habido un porcentaje significativo de personas que mantienen un pensamiento contradictorio con las ciencias, -horóscopos, parapsicólogos, mentalistas, adivinos, dan cuenta de ello-, pero lo que hoy vemos supera todos los límites conocidos en varias décadas. Y es que, aun manejándonos en nuestra vida diaria con pensamientos como los referidos, eso no significaba cuestionar seriamente el conocimiento y las ciencias en su conjunto. En las últimas décadas pasamos de una verdadera fe, casi religiosa en las ciencias, a un descrédito de ellas, a esa negación incluso de las posibilidades mismas de llegar a conocer la verdad y a la creencia en una diversidad de conspiraciones que verdaderamente impresionan.

Por supuesto que el conocimiento y la ciencia, como toda actividad humana, están sujetos al análisis y la crítica, y probablemente muchas de ellas pueden tener sólidos argumentos. La historia nos muestra como las ciencias, en su acelerado desarrollo durante el siglo XIX, por ejemplo, estuvieron al servicio del colonialismo y el racismo y en el siglo XX posibilitaron los genocidios de Hiroshima y Nagasaki, la experimentación racista en Tuskegee, la irresponsabilidad con que se actuó y terminó en desastres como los de Bopal o Chernobil, o aún el actuar sostenido y criminal de grandes empresas, como Monsanto. Pero si  bien críticas tienen lógica y razón, de ellas no es posible inferir que no es posible la verdad, o que los científicos conspiran contra el mundo.

Este mundo de descrédito del conocimiento oficial cubre el más amplio espectro, movimientos esotéricos nuevos o antiguos, religiones surgidas de la mente de escritores de ciencia ficción, o decenas de pseudo ciencias que ofrecen los tratamientos más insólitos para las más variadas enfermedades, pasando por creencias individuales, no sistemáticas, repartidas y repetidas por miles de personas, muestran algunos de ellos. Un ejemplo de esto último lo constituye la repetida expresión “no existe la verdad absoluta, todo es relativo”, que ni siquiera se sostiene en sí misma, pues al afirmar que todo es relativo, se está afirmando eso como verdad absoluta. Demás está decir que esta frase jamás fue dicha por Eisntein y que nada, absolutamente nada tiene que ver con sus teorías de la relatividad.

                          Otro villalegrino para considerar: Malaquías Concha 


Las razones del desarrollo que ha alcanzado este tipo de pensamiento son probablemente muy variadas y van desde características personales de quienes las sostienen (credulidad, tendencia a sobregeneralizar, a creer lo confortable, en algunos, aprovechamiento económico o aún político en otros) a circunstancias políticas y sociales de la mayor envergadura. Probablemente entre estas últimas esté tanto el descrédito en que han caído las religiones tradicionales, como la caída de los socialismos europeos, en cuanto ambos fenómenos han significado la pérdida de referentes importantes para millones de personas, que han visto desaparecer sus ejemplos o sus guías tradicionales. Por supuesto también ha contribuido el conocimiento de grandes mentiras y oscuros intereses, ya en el mundo de la política o de las grandes empresas transnacionales. Por otro lado, las redes sociales han permitido la difusión de estas ideas en millones de personas que de otro modo no las podrían haber conocido. Y si a eso agregamos que conocidas figuras públicas repiten o promocionan estas ideas, el impacto resulta claro.

Ahora bien, cuando se sostienen afirmaciones como que la tierra es plana, o es hueca como señalan otros, y está plagada de reptilianos o de annunakis, como afirman los de más allá, no hay grandes y graves problemas. En verdad se trata de ideas que se encuentran en las antípodas de la racionalidad científica, y si bien cuestionan el conocimiento y las ciencias, contribuyendo al descrédito de éstas, su impacto social es más bien limitado. Lo verdaderamente complejo e inaceptable, es cuando esas ideas ponen en riesgo la vida o la salud de terceros, y eso es precisamente lo que ocurre hoy, en tiempos de pandemia.

Ya teníamos alguna experiencia en ese sentido con el movimiento antivacuna, y con las pseudociencias, y el sinnúmero de tratamientos, cual más increíble, carentes del más elemental respaldo científico; pero hoy la pandemia nos presenta una nueva realidad, más compleja y peligrosa, liderada por quienes niegan la existencia del coronavirus como causante de la enfermedad, o le atribuyen a ésta, o sus tratamientos, finalidades ilícitas.

Las principales líneas de este negacionismo son las siguientes:

1. El coronavirus no existe, causante de la enfermedad es la nueva tecnología 5G

2. El coronavirus existe, pero se trata de una simple “gripe”.

3- El coronavirus es una creación humana, (hay versiones distintas sobre su origen, y finalidad)

En todas ellas hay dos elementos comunes, la falta de pruebas que acrediten la realidad de lo afirmado, y la creencia en una conspiración de gigantescas proporciones, para ocultar la verdad y a menudo conseguir finalidades ocultas y perversas.

En el primer caso, el objetivo principal de la conspiración es simplemente ocultar el origen de la enfermedad, para poder difundir impunemente la tecnología 5 G, en el segundo, enriquecer a grandes laboratorios, y en ambos se cuenta con el apoyo de la “corrupta” Organización Mundial de la Salud, (OMS). En el tercero, el objetivo supera las mejores fantasías infantiles, de historietas o películas animadas, dado que la finalidad es “conquistar el mundo”. Ya se trate mediante el dar muerte a millones de personas en determinados lugares, matando a los “inútiles” (los viejos), provocando el descalabro de ciertas economías, o constituyendo la justificación para insertar en los seres humanos un chip -mediante la nueva vacuna que se aplicará-, y que permitirá el control de cada uno de ellos. 

                        Carolina Wiff S., una villalegrina para recordar 

Con frecuencia, además, en la difusión de estas ideas se suele utilizar un lenguaje oscuro, mediado por términos sin un sentido claro, y que en sus expresiones gramaticales parecen vincularse con las ciencias, como “energía mental”, “energía positiva”, “salto cuántico espíritual”, y muchas más.

La hipótesis de la existencia de ciertas conspiraciones por supuesto que puede ser válida, más aún, hay algunas cuya existencia se encuentra acreditada, como el ocultamiento del daño provocado por el tabaco, durante los años 60 del siglo pasado, por las empresas tabacaleras norteamericanas, el uso de sustancias psicodélicas por la CIA para lograr el control mental, el empleo de población negra para experimentos no consentidos. En los casos que aquí comentamos, sin embargo, todo tiene una dimensión diferente. Quienes niegan el virus no logran explicar ni siquiera los miles de muertos, menos cómo es posible que cientos de miles de equipos con tecnología PCR de muy diferentes empresas, identifiquen secuencias del virus. Ya no se trata de unos pocos hombres, o de unas pocas decenas, o centenares quizás, en verdad se trata de cientos de miles de conspiradores, -médicos, biólogos, químicos- de todo el mundo, de las más variadas orientaciones políticas, religiosas, o culturales.

Como todas las afirmaciones de naturaleza similar, carecen del más absoluto respaldo empírico, ni una sola prueba. Mucho menos un marco teórico o experimentación replicable. Frente a las críticas que vienen desde el mundo científico, en vez de enfrentarlas, suelen descalificarlas, ya sea desautorizando a los científicos (están pagados por gobiernos o empresas del imperio industrial farmacéutico), aduciendo algún tipo de conspiración o “denunciando” que son objeto de algún tipo de persecución, que busca impedir que sus planteamientos sean conocidos.

Así como los antivacunas han logrado penetrar en las mentes de miles de padres, que por temor, han dejado a sus hijos menores no sólo sin vacunar, sino a menudo sin otros tratamientos médicos necesarios, poniendo en riesgo no sólo la vida (hay ya niños muertos por no haber sido vacunados), o la salud de ellos, sino también de terceros, igualmente lo han hecho quienes ven en el coronavirus una conspiración de cualquier tipo, ofreciendo panaceas para superarlo, -consumo de jugo de limón, enjuagues con vinagre, poniendo en definitiva en peligro la vida de muchos.

Frente a esta situación, en el mes en que se cumplen 280 años de su nacimiento, queremos levantar la figura sobresaliente de nuestro villalegrino más ilustre, más universal, el Abate Molina.,

Juan Ignacio Molina fue sacerdote jesuita, historiador y geógrafo, profesor de griego y más tarde de ciencias naturales, en la Universidad de Bolonia, pero por sobre todo ello, un gigante de las ciencias. Autor de diversos textos, en varios de los cuales describe la historia natural de Chile, refiriéndose a su clima, sus aguas de consumo y termales, así como a minerales, fósiles, vegetales y animales, clasificando numerosas especies del país, según el sistema pocas décadas antes descrito por Linneo, de modo tan preciso que algunas de dichas clasificaciones perduran hasta hoy. Su obra “Ensayo sobre la Historia Natural de Chile”, publicado en 1782, en italiano, tuvo un inmediato gran éxito, siendo pronto traducida al alemán, español, francés e inglés, y debió publicarse una segunda edición en 1810. Sus obras causaron tal impresión, que el prestigio de su autor alcanzó los más altos honores que la ciencia otorgaba en aquel momento en Italia. Entre otros, fue nominado Miembro del Real Instituto Italiano de Ciencias, Letras y Artes, y el primer académico americano de la Academia del Instituto de Ciencias. 

Pero más que el contenido específico de su obra, que también está vigente en algunas materias específicas, lo que hoy queremos retomar es su modo de mirar el mundo, de enfrentarlo, su actitud frente a él, que hoy, nos parece, cobra más fuerza que nunca.

Como lo señalamos, Juan Ignacio Molina fue un científico destacadísimo y como tal, fue un hombre no sólo convencido que el mundo que lo rodeaba podía y debía ser conocido por los seres humanos, sino que precisamente es famoso por el conocimiento que él logró alcanzar sobre ese mundo, así como por la manera como interpretó ese conocimiento. El Abate Molina tuvo la claridad para entender que el pensamiento racional, unido a un método específico, el científico, otorga un saber riguroso y válido sobre el mundo natural. Sus textos se basaron esencialmente en sus exhaustivas observaciones y sus profundas reflexiones sobre lo observado.

Y esta postura no era banal, ni ayer, ni hoy. En una época como la nuestra ya lo hemos mencionado, pero en la que le tocó vivir a este villalegrino ilustre tampoco.

Por supuesto que el Abate Molina no debió enfrentarse al conspiracionismo, pero ello no lo liberó de verdaderos demonios que afectaban a la ciencia y la sociedad en esa época, y si lo queremos mirar así, de la mayor conspiración por la ignorancia que ha habido en la historia.

De partida digamos que en el período en que vivió, nuestro país no sólo no tenía tradición científica alguna, sino por el contrario, las figuras que habían destacado lo habían hecho básicamente en el mundo de las letras, la historia o la teología. Alonso de Ovalle, Diego de Rosales, o más cercanas temporalmente a nuestro villalegrino, como Vicente de Carvallo y Goyeneche, Felipe Gómez de Vidaurre, Miguel de Olivares, todos habían destacado en el mundo de las letras. Probablemente su contemporáneo más ilustre, también jesuita, Manuel Lacunza, había dedicado su esfuerzo a la teología.

Juan Ignacio Molina podría haberse destacado en cualquier área del pensamiento. Él eligió distanciarse de la tradición chilena y, si bien también escribió algunos textos en el ámbito de las letras, fue en el mundo de las ciencias donde sus respuestas a las preguntas que lo acuciaban alcanzaron su mayor esplendor.

En segundo lugar, al optar por la mirada científica, el Abate lo hizo por la disposición a reconocer la ignorancia. La gran proeza de la ciencia moderna fue demostrar y difundir tres ideas centrales, una, que los humanos no sabemos todo, dos, que si podemos aspirar a saberlo, y tres, que ello se logra si utilizamos la razón acompañada del método de la observación y la experimentación. Ninguna de estas tres ideas eran dominantes en el Chile del Abate Molina.

Por último, debemos destacar que nuestro ilustre villalegrino no sólo observó y documentó dichas observaciones, sino que además, lo hizo con tal originalidad y visión, que sus obras al menos ayudaron a abrir el camino por el que hasta el día de hoy avanza la ciencia.  Su obra “Sobre la propagación del género humano en las diversas partes de la tierra”, aún partiendo desde la teología, se adelanta a visiones actuales de la antropología, en donde, además contra todo el racismo imperante -en nuestro país aún había esclavos- plantea que las diferencias físicas entre los seres humanos son resultado de las diferencias climáticas y geográficas. Y su escrito “Analogías menos observadas sobre los tres reinos de la naturaleza” ha sido considerada por algunos como precursor de las teorías de la evolución, y aún quienes no lo ven así, reconocen en él que su visión unificadora de la naturaleza está hoy más acorde con las ideas actuales de la ciencia. No por nada esta obra fue considerada una herejía por algunos, y aunque en definitiva no fue condenada por el “Santo Oficio de la Inquisición”, si vio obstaculizada su publicación por más de siete años, por esa, la que fuera la organización conspirativa contra el conocimiento humano más influyente que ha conocido la historia de la humanidad.

La grandeza de nuestro villalegrino más ilustre, hoy, a 280 años de su nacimiento, se agiganta aún más, no sólo por lo que logró saber, sino sobre todo, por la decisión de elegir un camino hasta ese momento intransitado por nuestros compatriotas, el camino de la observación y el análisis empírico de la realidad, camino que hoy aún presenta escollos, pero que sigue siendo requisito imprescindible si queremos una humanidad sin injusticias, sin discriminaciones, sin desigualdades.

Villa Alegre junio de 2020

P.D. "Villalegrinos de ayer para el Chile de hoy" busca rescatar a personas y personajes de mi pueblo, que contribuyeron al desarrollo de la ciencia, la historia, las artes o la democracia. 

El próximo artículo se refiere a "La lucha por la libertad".

Se agradece todo comentario.





sábado, 13 de junio de 2020

CIENTO DOS DÍAS DE SOBERBIA, ERRORES, MENTIRAS Y HORRORES




Con al menos 102 días de atraso, el Presidente Piñera ha debido cambiar a su amigo Jaime Mañalich, quien en calidad de ministro “estrella” en salud, es responsable directo de la peor tragedia sanitaria que ha vivido nuestro país en más de un siglo.

Con una soberbia que ya conocíamos de su paso anterior por el Ministerio de Salud, desde un comienzo Mañalich se puso a disposición de los objetivos políticos y económicos de Piñera, intentando capitalizar el enfrentamiento de la pandemia y recuperar, al menos en parte, la deteriorada situación política en que se encontraba el Presidente luego del estallido social. Sin importar la experiencia de otras latitudes, que ya llevaban meses enfrentando su propia pandemia, ni las voces de expertos nacionales, Mañalich y su equipo diseñaron una estrategia que no escuchó consejo alguno, que se aisló de la ciudadanía y buscó siempre y por sobre todo potenciar la imagen del gobierno y sus aliados, para lo cual por lo demás contó entre otras cosas con una televisión obsecuente a niveles vergonzosos. Esta estrategia, que en lo sanitario se fue mostrando cada vez más ineficaz, debió por ello modificarse una y otra vez, sustentándose en una mentira tras otra, y manifestándose, hasta el último momento, en un absoluto desprecio por la salud y la vida de las personas.

Sabido es que la dirección de una política pública -de salud o de otra naturaleza- que busca llegar a todos los habitantes de la república y motivarlos hacia la realización de determinas conductas, -quedarse en casa, usar mascarilla, mantener la distancia social, etc.- requiere no solo de calidad técnica, sino además de un liderazgo responsable, y por sobre todo creíble. Nada de eso hubo, ni políticas acertadas, ni liderazgo creíble. Todo se transformó en un estruendoso fracaso, que tardíamente el propio Mañalich reconoció al señalar que su proyecto se había derrumbado como castillo de naipes.

Hoy, luego de soberbia, errores y mentiras, sólo nos queda el horror. El horror por más de 167.000, contagiados, cifra que crece con más 5.000 nuevos casos cada día y que significa más de 5.000 muertos y el triste récord de estar entre los países que lideran los niveles de contagio y de muertes por millón de habitantes en el mundo.

El cambio de ministro era una indudable necesidad. A Mañalich sus mentiras le habían explotado en la cara una y otra vez, - la última referida al número de muertos-, carecía de la más mínima credibilidad y ya no podía seguir dirigiendo una “batalla” que a todas luces había perdido.

Pero el cambio de ministro, por si sólo, no es garantía de nada. Se requieren cambios profundos, modificar una estrategia probadamente fracasada, tanto en lo técnico como en lo político. Es necesario diseñar nuevas medidas de salud, pero también económicas, que en definitiva permitan que la gente se quede en sus casas, sin arriesgarse a pasar hambre. Se necesita recuperar la confianza de las personas, hacer verosímil el discurso, y para todo ello, es imprescindible escuchar lo que dice los expertos, compartir decisiones, recurrir a la comunidad. Conocida la trayectoria del nuevo ministro, no tenemos garantías de que eso vaya ha ocurrir. En las últimas semanas ha mostrado más condescendencia hacia el gobierno que hacia la comunidad, así y todo, podemos mantener el beneficio de la duda. Tiene la oportunidad, y por el bien del país sería bueno que la tomara.

Pero el horror ha sido demasiado y debe tener su costo. No es posible que los responsables de miles de contagios y de muertes, del sufrimiento de cientos de miles de personas, que se pudieron haber evitado, o al menos sobrellevado de manera más digna, queden en la impunidad. Mañalich debe asumir sus responsabilidades políticas y legales. Pero no podemos olvidar que el responsable de nombrarlo Ministro de Salud, y por sobre todo de mantenerlo todo este tiempo, y en definitiva de aprobar la soberbia, los errores, las mentiras, y horrores que hoy tenemos, es Piñera y también debe pagar política y legalmente por ello.

Villa Alegre 13 de junio de 2020

miércoles, 3 de junio de 2020

PARTIDO COMUNISTA DE CHILE, 108 AÑOS DE HISTORIA





A mediados de 1847, en su primer Congreso, la Liga de los Justicieros, separada hacía ya más de una década de la Liga de los Proscritos, cambió de nombre, transformándose en la Liga de los Comunistas, a propuesta de sus nuevos integrantes, dos jóvenes de origen alemán, Carlos Marx (1818), y Federico Engels (1820). Organización política, internacional, clandestina, integrada esencialmente por trabajadores, en noviembre del mismo año, en el Congreso celebrado en Londres, encargaba a sus recientemente incorporados nuevos integrantes, la redacción de un programa detallado, que diera cuenta de los aspectos teóricos y prácticos, y que tenía como destino, su publicación en varios idiomas.

Ese es, en resumida síntesis, el origen directo del panfleto político más importante que se haya escrito en la humanidad, el Manifiesto del Partido Comunista.

Sesenta y cuatro años después, esto es, hoy hace 108 años, en un lejano y aislado país del continente americano, el 4 de junio de 1912, un grupo de poco más de 25 trabajadores del salitre, fundaba en Iquique el Partido Obrero Socialista (POS), que algunos años más tarde, el 2 de enero de 1922, pasaría a llamarse Partido Comunista de Chile (PCCH), y a asumir el nombre y las ideas que se habían proclamado ese febrero de 1848 bajo el título de “Manifiesto del Partido Comunista”.

El Partido Comunista de Chile, como muchos Partidos Comunistas del mundo “libre”, ha experimentado la persecución, la represión, la tortura y el asesinato de miles de sus miembros. La dictadura de Ibañez, la represión del traidor González Videla y por supuesto la del peor criminal de la historia de Chile, Pinochet. Tal ha sido la persecución, que de los 108 años que cumple, al menos 30 los ha pasado en la ilegalidad. Como pocos, ha debido soportar un anticomunismo enfermizo, incluso desde antes que se constituyera en Chile, liderado en el siglo XIX por la Iglesia y los conservadores, agregándose en el siglo XX sectores liberales y de la Democracia Cristiana, cuya “campaña del terror”, financiada y dirigida desde Estados Unidos, en 1964, tuvo características internacionales, y aún hoy es motivo de estudio.

Como pocos partidos de ideología marxista, ha debido leer su epitafio muchas veces, pues en múltiples ocasiones se le ha declarado muerto. En algunos casos ligado al “entierro” del marxismo a nivel internacional, como en la década del 50 con las denuncias contra Stalin, o más tarde con la “muerte de las ideologías”, el “fin de la historia” y otras perlas de la ideología capitalista. En otros casos su epitafio lo han creído escribir en nuestro propio país, ya sea cuando han dictado leyes pretendido “defender permanentemente la democracia” o “extirpar el cáncer marxista”.

Con 108 años de vida, tiene una larga y apasionante historia, marcada por avances, retrocesos, aciertos, desaciertos, alegrías y tragedias. Durante este tiempo, el Partido Comunista de Chile ha sido parte indisoluble y significativa de la historia de Chile. Y decimos indisoluble y significativa, porque no es parte como un apéndice, un agregado, sino que se integra de tal manera en la historia del país, que dicha historia resulta absolutamente incomprensible si se deja de lado su presencia. Allí están, por recordar sólo algunos hechos, su lucha exitosa por constituir el Frente Popular, y el triunfo posterior con Aguirre Cerda, el período de la Ley Maldita, la estructuración de la Central Única de Trabajadores, el camino hacia la unidad de la izquierda y la victoria del pueblo, el glorioso triunfo de la Unidad Popular, su heroica lucha contra la dictadura, entre otras. Y ni que hablar de su rol en la cultura. Comunistas han sido, entre otros, Pablo Neruda, Francisco Coloanne, Víctor Jara, Rolando Alarcón, Patricio Mans, Ángel Parra, Hernán Ramírez Necochea, Fernando  Ortiz, Patricio Bunster, Joan Jara, Alejandro Lipchus, José Balmes, Gracia Barros, Valentín Trujillo, Manuel Riesco, Isidora Aguirre, Sergio Buschman, Roberto Matta, Volodia Teitelboin, Nicanor Parra, Raúl Zurita, Richard Rojas, Roberto Parada, María Maluenda,  Miguel Lawner, Alejandro “Mono” González, Alfonso Ruiz “Pajarito”, Hugo Fazzio Rigazzi, Iván Ljuvetic Vargas y decenas más.

Pero lo que hoy más llama la atención, especialmente a sus múltiples enterradores,  es su asombrosa vitalidad. Prácticamente único en el mundo occidental, no sólo porque mantiene su nombre, sus símbolos, su historia, y se siente orgulloso de ello, sino que además porque tiene una presencia significativa en el mundo político y social del país. Más aún, en los últimos años ha experimentado un crecimiento en su representación parlamentaria, posee el mayor número de militantes que ningún otro partido, mantiene la presidencia de la principal central de trabajadores del país, la CUT, una presencia significativa en la asociación nacional de empleados públicos, ANEF, en colegios profesionales y en innumerables centros de alumnos de universidades, centros de formación técnica y liceos. Y hoy, cuando nuestro país sufre los embates de una pandemia, y de un gobierno inepto, indolente y mentiroso, los comunistas están en las primeras líneas en las poblaciones organizando ollas comunes, promoviendo una campaña en que el pueblo ayuda al pueblo, o en el parlamento exigiendo se bajen los sueldos los parlamentarios, nuevos impuestos a los super ricos, en definitiva, siempre junto al pueblo.


                                   En Defensa de Bárbara Figueroa  

Esta vitalidad para algunos es tan excepcional y de tal importancia, que su historia reciente y lejana ha sido motivo de estudio e investigación en las últimas décadas, como no ha ocurrido con ningún otro partido político nacional, no sólo desde dentro de nuestro país, sino también desde el extranjero. Decenas de artículos y libros se han escrito en las últimas décadas sobre el Partido Comunista de Chile. Y desde muy diversas perspectivas políticas. (No deja de ser significativo por ejemplo que el libro “El Partido Comunista de Chile. Una historia presente”, en el que escriben unos 15 autores, y que lleva ya dos ediciones, haya contado con el apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Chile), el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile y que ambas ediciones hayan contado también con el apoyo de la Fundación Ford).

¿Y cuáles son las razones de esta vitalidad casi juvenil, en un país además en donde la política y los partidos políticos tienen los peores índices de aceptación? Probablemente muchas, pero sin duda hoy vale la pena recordar tres:

       1. una ideología vigente. En verdad todas las muertes anunciadas del marxismo han sido inútiles. Éste se sigue estudiando en el mundo, sus textos se siguen publicando, los más lúcidos intelectuales del capitalismo siguen buscando en él explicaciones de sus sucesivas crisis, y en muchos países, incluido el nuestro, millones de personas se inspiran en él para construir un a sociedad más humana.

       2. una línea política de masas, consecuente, responsable y flexible, siempre al lado de los trabajadores, caracterizada por la búsqueda permanente de una amplia alianza de clases, una lucha incesante contra el imperialismo, el liberalismo y los grandes monopolios, que ha sido capaz de adaptarse a las diferentes circunstancias vividas por el país.

       3. Y hoy, más importante que nunca, cuando recordamos que no hay un solo dirigente comunista que haya sido siquiera imputado por corrupción, una honestidad como no la tiene otro partido en la historia chilena reciente.


Villa Alegre, 4 de junio de 2020