La
actual Constitución fue redactada por el fundador de la UDI pensando
precisamente en impedir, o dificultar al máximo su modificación, para así
eternizar un modelo de sociedad que, como ninguna otra, satisfacía los deseos de poder de la
clase dominante, de concentración de la riqueza en poquísimas manos, transformando
todo en vil negocio –salud, educación, pensiones,…- y de sometimiento de las
más amplias mayorías a la explotación y la miseria, quitándoles todo poder
negociador a los sindicatos, entre otras cosas.
Sus
herederos políticos fueron por décadas fieles perros guardianes de ese engendro
jurídico antidemocrático que es dicha Constitución. Y así lo han manifestado la
mayoría de ellos en los últimos meses, que han esgrimido diversas y variadas razones
para evitar el plebiscito, o hacerlo perder toda eficacia.
“…dada la violencia
imperante, no están dadas las condiciones para el plebiscito”, dijo hace unos
meses la Presidenta de la UDI. Y de paso ofrecía mantener una constitución
aprobada bajo una dictadura criminal, que dejó más de tres mil asesinados,
cientos de desaparecidos, más de 30 mil torturados y que se aprobó en un
plebiscito sin registros electorales, sin oposición y con votos trasparentes. Algunos
argumentaron que no se justificaba cambiar una Constitución que nos dio
prosperidad, desarrollo y tranquilidad durante décadas. ¡Claramente no quieren
entender lo que está pasando hoy en Chile! Precisamente contra esa
“prosperidad”, ese “desarrollo” y esa “tranquilidad” es que se Chile se levantó.
Otros han pretendido argumentar que los verdaderos problemas que viven los
chilenos, pensiones, salud, educación, salarios, etc., no dicen relación con la
Constitución, sino más bien con simples leyes que se pueden cambiar sin
modificar siquiera la ley fundamental. (Bastaría con pedirles que miraran los
últimos fallos del Tribunal Constitucional para que vieran que la gran mayoría
de ellos si dicen relación con cuestiones cruciales para el día a día de los
chilenos). Más recientemente han esgrimido que era muy caro implementar el plebiscito, o que la
situación de pandemia obliga a postergarlos, o aún que las modificaciones las
debía efectuar el mismo congreso, etc.
Es en
este contexto político, y luego de haber fracasado estrepitosamente en su
llamado a rechazar la entrega del 10% de las AFP, cuando resurge la figura de
Longueira, pero curiosamente “aprobando” la redacción de una nueva
Constitución.
Esto
podría parecer patético o simplemente ridículo, pero
no, en verdad es eso y mucho más, es oportunismo y demagogia política llevada a
su máxima expresión.
En verdad Longueira no sólo ha captado lo que cualquiera con dos
dedos de frente ya percibe, que el “Apruebo” ganará ampliamente y ante la
realidad indiscutible de una derrota escandalosa ha intentado “…aprovechar al
máximo las circunstancias que se ofrecen y sacar de ellas el mayor beneficio
posible”, como dice la Real Academia de la Lengua para definir “oportunismo”,
aunque para ello tenga que adorar lo ayer aborrecía.
Pero no sólo es oportunismo, también es demagogia en su expresión
más pura.
Desde luego, Longueira, como toda la derecha pinochetista, y con
mayor razón la UDI, no tienen ningún interés real en modificar la obra de su
fundador, pero sí están preocupados por perder el poder que aún mantienen, por
ello, si la demagogia es el camino, no temen transitarlo.
Y para hacerlo, nada mejor que un razonamiento que va de mentira
en mentira. Primero, como en la mejor campaña del terror, Longueira nos advierte
que “La izquierda no democrática nos quiere llevar a todos los chilenos a una
noche negra el 25 de octubre”, lo que obviamente es falso, entre otras cosas,
porque no es la “izquierda no democrática” la que está por el Apruebo, sino la inmensa
mayoría de los chilenos. Luego llama a votar “Apruebo, pero no desde cero”, alternativa
que, como le han dicho desde su propio sector, también es falsa, porque
simplemente no existe. Y por último, nos quiere convencer, en un acto de verdadera
magia, que “Si todos votamos Apruebo, -o sea si la derecha le hace caso a él-
será una gran noche de unidad. Todos celebraremos y no habrá derrotados…”. Una
mentira detrás de otra.
En verdad no nos puede extrañar, la derecha y Longueira no es la
excepción, carecen de principios, salvo que se estime que proteger el bolsillo
propio pueda estimarse “principio”. Votar Apruebo es claramente abandonar lo
que defendieron durante décadas, la Constitución del Dictador, elaborada por
ellos mismos, para esta vez tratar de unirse al carro de la victoria, al carro de
aquella inmensa mayoría que desea reemplazarla.
Hoy Longueira,
con infinita menor simpatía, parece un claro discípulo de Marx, pero no de
Karl, sino de Groucho, que en una de sus producciones nos ilustraba : “estos
son mis principios, y si no le gustan, … tengo otros”.
Pero
se equivocan, ese mismo pueblo que no permitió políticos corruptos y vendidos
en las masivas manifestaciones pidiendo Dignidad, el 25 de octubre tampoco se
dejará engañar, y celebrará alborozado una victoria que no le podrán quitar,
una victoria que será precisamente la derrota aplastante de quienes, como
Longueira, han sido parte de esa casta que ayer rodeó al tirano, y hoy buscan
de cualquier modo mantener un poder que el pueblo les empieza a arrebatar. La
victoria no será de los camaleones políticos, sino de aquellos que hoy tienen
la conciencia que se puede, y se debe, construir otro Chile.
Santiago
31 de octubre de 2020.
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