lunes, 10 de agosto de 2020

INVITACION A CONSTRUIR MEMORIA COLECTIVA. No nos olvidemos de nada ni de nadie



Durante siglos, la historia la escribieron los vencedores, los dueños de las grandes fortunas, o los empleados que estaban dispuestos a ensalzarlos y ellos decidían financiar. Y así, las historias tradicionales nos hablaban de reyes, príncipes, presidentes, obispos, batallas, generales, … pero nada, o muy poco, de la vida y sufrimiento de quienes morían como carne de cañón en las batallas, en las hambrunas, o simplemente extenuados por la mala alimentación, las miserables condiciones en que vivían y los trabajos agotadores a los que eran sometidos. Una situación paralela se daba en las diferentes manifestaciones artísticas.

Y era difícil que fuera de otra manera. Para escribir la historia, había que saber escribir, pero además tener estudios y por sobre todo, tiempo, condiciones que no reunían ni los esclavos, ni los siervos, ni los obreros, ni los campesinos, ni los mineros, ni los pescadores, … De este modo, la historia escrita, esa oficial, terminó invisibilizando la existencia de todos aquellos que por una u otra razón no interesaban a los dueños de las grandes fortunas. Y así ocurrió en primer lugar con las clases desposeídas, los pueblos colonizados, los indígenas, pero también con las mujeres y los disidentes. Era normal ver en los museos comentarios como “Hermoso mueble en caoba, estilo barroco americano, perteneciente a la familia…..”, o “Vestido de fiesta, bordado con hilos de oro, utilizado por doña…” y ni un solo comentario respecto del artesano que fabricó el mueble o las costurerasque hicieron el vestido.

Esta realidad empezó a cambiar recién en el siglo XX, cuando se conjugaron varios factores, entre los que es posible destacar: a) nuevas concepciones teóricas sobre la historia, que proponen desde un rol protagónico de los trabajadores, a la necesidad de describir la vida cotidiana de las diferentes culturas, b) un acceso a la educación universitaria de millones de simples hijos de empleados, obreros, campesinos, indígenas, afrodescendientes, como de mujeres, que buscan, y no encuentran en los textos su propia historia, ni la de su familia y por tanto deciden emprender ellos la construcción de esa nueva historia, y c) mayor acceso a las fuentes donde investigar, especialmente con la difusión del libro y de las bibliotecas, y por supuesto hoy de la red.

Y esta realidad, con pequeñas variantes, se da de forma paralela en las historias locales, como la de muchos de nuestros pueblos. Sólo que como no tenemos reyes, ni príncipes, ni nada que se le parezca, a menudo resulta más patética, y ensalzamos a los alcaldes, a los dueños de fundos y a alguno que otro personaje, las más de las veces de dudoso valor histórico o aún moral.

Pero así como la gran historia comenzó a tener también otros protagonistas, la pequeña historia, la historia local, también lo empezó a hacer. Y aquí, desde la limitada realidad de un pueblo pequeño, de fuerte tradición campesina, hemos visto con alegría aparecer, especialmente en los últimos años, textos que hablan de nuestros lugareños, de nuestros artesanos, de nuestros obreros, pobladores, cantantes, futbolistas,…

A propósito de la conmemoración que se viene, en Villa Alegre, pueblo al que después de casi 50 años volví por unos meses con motivo de la pandemia, iniciamos, junto a un par de amigos de la infancia, y hace unos días, la búsqueda de nombres y de información sobre las víctimas directas de la dictadura, sobre aquellos villalegrinos que sufrieron la tortura, la muerte o la prisión, por su compromiso con la vida, la libertad o la democracia. Allí apareció Daniel, detenido al salir de La Moneda y desaparecido desde el regimiento Tacna, Carolina detenida en 1975 y vista por última vez en el centro de torturas de Villa Grimaldi, Don Julio, detenido y torturado con sus 83 años a cuesta, Fanny, que debió abandonar a sus ancianos padres y exiliarse,…


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La experiencia, que tampoco ha sido sencilla, pues no siempre llegas donde debes, sino a menudo sólo donde puedes, nos ha obligado primero a buscar en la memoria de parientes, amigos y conocidos y luego insistir, una y otra vez, especialmente por las redes asociadas directamente al pueblo, ha ido dando fruto.  Y el sacrificio, que tampoco es tanto, ha valido la pena.

Los asesinados, desaparecidos, torturados de mi pueblo, del tuyo, de tu barrio, tu colegio, no sólo son números en las estadísticas o nombres en los interminables listados de víctimas que las diferentes comisiones establecieron, son personas que recorrieron nuestras calles, compartieron el patio de nuestros colegios, estuvieron en nuestras casas, alentaron a nuestros clubes deportivos, rieron y lloraron con nosotros o con nuestros padres o abuelos. Ellos son nuestros héroes más cercanos, aquellos a los que debemos salvar del anonimato. Cercanos a cumplirse un año más de la fecha en que la felonía y la traición enlutaron a nuestra patria, te invitamos a construir memoria colectiva, para que efectivamente se haga realidad que NO NOS OLVIDAMOS DE NADA NI DE NADIE.

Villa Alegre 11 de agosto de 2020

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