Durante siglos, la historia la
escribieron los vencedores, los dueños de las grandes fortunas, o los empleados
que estaban dispuestos a ensalzarlos y ellos decidían financiar. Y así, las
historias tradicionales nos hablaban de reyes, príncipes, presidentes, obispos,
batallas, generales, … pero nada, o muy poco, de la vida y sufrimiento de
quienes morían como carne de cañón en las batallas, en las hambrunas, o
simplemente extenuados por la mala alimentación, las miserables condiciones en
que vivían y los trabajos agotadores a los que eran sometidos. Una situación paralela se daba en las diferentes manifestaciones artísticas.
Y era difícil que fuera de otra
manera. Para escribir la historia, había que saber escribir, pero además tener
estudios y por sobre todo, tiempo, condiciones que no reunían ni los esclavos,
ni los siervos, ni los obreros, ni los campesinos, ni los mineros, ni los
pescadores, … De este modo, la historia escrita, esa oficial, terminó
invisibilizando la existencia de todos aquellos que por una u otra razón no interesaban a los
dueños de las grandes fortunas. Y así ocurrió en primer lugar con las clases
desposeídas, los pueblos colonizados, los indígenas, pero también con las
mujeres y los disidentes. Era normal ver en los museos comentarios como “Hermoso
mueble en caoba, estilo barroco americano, perteneciente a la familia…..”, o “Vestido
de fiesta, bordado con hilos de oro, utilizado por doña…” y ni un solo comentario
respecto del artesano que fabricó el mueble o las costurerasque hicieron el vestido.
Esta realidad empezó a cambiar
recién en el siglo XX, cuando se conjugaron varios factores, entre los que es
posible destacar: a) nuevas concepciones teóricas sobre la historia, que
proponen desde un rol protagónico de los trabajadores, a la necesidad de describir
la vida cotidiana de las diferentes culturas, b) un acceso a la educación universitaria
de millones de simples hijos de empleados, obreros, campesinos, indígenas, afrodescendientes,
como de mujeres, que buscan, y no encuentran en los textos su propia historia, ni
la de su familia y por tanto deciden emprender ellos la construcción de esa nueva historia, y c) mayor acceso a las fuentes donde investigar, especialmente con
la difusión del libro y de las bibliotecas, y por supuesto hoy de la red.
Y esta realidad, con pequeñas
variantes, se da de forma paralela en las historias locales, como la de muchos
de nuestros pueblos. Sólo que como no tenemos reyes, ni príncipes, ni nada que
se le parezca, a menudo resulta más patética, y ensalzamos a los alcaldes, a
los dueños de fundos y a alguno que otro personaje, las más de las veces de
dudoso valor histórico o aún moral.
Pero así como la gran historia
comenzó a tener también otros protagonistas, la pequeña historia, la historia
local, también lo empezó a hacer. Y aquí, desde la limitada realidad de un
pueblo pequeño, de fuerte tradición campesina, hemos visto con alegría aparecer,
especialmente en los últimos años, textos que hablan de nuestros lugareños, de
nuestros artesanos, de nuestros obreros, pobladores, cantantes, futbolistas,…
A propósito de la conmemoración
que se viene, en Villa Alegre, pueblo al que después de casi 50 años volví por
unos meses con motivo de la pandemia, iniciamos, junto a un par de amigos de la
infancia, y hace unos días, la búsqueda de nombres y de información sobre las
víctimas directas de la dictadura, sobre aquellos villalegrinos que sufrieron
la tortura, la muerte o la prisión, por su compromiso con la vida, la libertad
o la democracia. Allí apareció Daniel, detenido al salir de La Moneda y
desaparecido desde el regimiento Tacna, Carolina detenida en 1975 y vista por
última vez en el centro de torturas de Villa Grimaldi, Don Julio, detenido y
torturado con sus 83 años a cuesta, Fanny, que debió abandonar a sus ancianos padres
y exiliarse,…
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La experiencia, que tampoco ha
sido sencilla, pues no siempre llegas donde debes, sino a menudo sólo donde
puedes, nos ha obligado primero a buscar en la memoria de parientes, amigos y
conocidos y luego insistir, una y otra vez, especialmente por las redes
asociadas directamente al pueblo, ha ido dando fruto. Y el sacrificio, que tampoco es tanto, ha valido la pena.
Los asesinados, desaparecidos,
torturados de mi pueblo, del tuyo, de tu barrio, tu colegio, no sólo son
números en las estadísticas o nombres en los interminables listados de víctimas
que las diferentes comisiones establecieron, son personas que recorrieron
nuestras calles, compartieron el patio de nuestros colegios, estuvieron en
nuestras casas, alentaron a nuestros clubes deportivos, rieron y lloraron con nosotros
o con nuestros padres o abuelos. Ellos son nuestros héroes más cercanos, aquellos
a los que debemos salvar del anonimato. Cercanos a cumplirse un año más de la fecha en que la felonía y la traición enlutaron a nuestra patria, te invitamos a construir
memoria colectiva, para que efectivamente se haga realidad que NO NOS OLVIDAMOS
DE NADA NI DE NADIE.
Villa Alegre 11 de agosto de 2020
Abate Molina, CIENCIA CONOCIMIENTO Y CONSPIRACION
Malaquías Concha LA POLITICA Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS
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