VILLALEGRINOS
DE AYER, PARA EL CHILE DE HOY
(Sobre
villalegrinos que ya no están con nosotros, pero cuyo ejemplo puede servirnos
hoy, no sólo para comprender mejor el mundo en que vivimos, sino por sobre
todo, para luchar por cambiarlo)
Septiembre, para los chilenos, es un mes
cargado de simbolismos, entre los cuales destaca, por sobre todo, la
celebración de nuestra independencia nacional, que conmemoramos el 18 de
septiembre. En esa fecha se celebra un aniversario más de la constitución de la
Primera Junta Nacional de Gobierno que inició el proceso emancipatorio, que nos
liberó del imperio español. Más allá de discusiones sobre los verdaderos
alcances de esa Junta, lo cierto es que todo el proceso estuvo marcado por la
idea de libertad. Un buen ejemplo de ello lo dan las sucesivas letras que ha
tenido nuestro Himno patrio.
Así por ejemplo, entre otros textos, ya
en el Coro, que escribió Bernardo Vera y Pintado en 1819 se lee:
“…que
o la tumba serás de los libres
o
el asilo contra la opresión…”
Y en el primer coro escrito años después
por Eusebio Lillo se dice
“Libertad
invocando tu nombre,
La
chilena y altiva nación,…”
Pero septiembre no es sólo el mes de la
independencia, es también el mes de la tragedia, de la noche negra de la
dictadura, por ello y porque por la libertad se debe seguir luchando día a día,
este mes también traemos a la memoria a otros hombres y mujeres que dieron su
vida por la libertad.
Como ocurre con la gran mayoría de las
palabras con complejos contenidos, lo que ha de entenderse por “libertad” ha
ido variando con la historia.
Durante prácticamente toda la Edad
Media, con la hegemonía indiscutible de la ideología cristiana, hablar de la
libertad humana era hablar del “libre albedrío”, entendida éste como un “don de
Dios”, en virtud del cual se consideraba al hombre, cualquiera fueran las circunstancias
de la realidad, pues éstas en la práctica no tenían ninguna relevancia, capaz
de elegir entre el bien y el mal. Era en definitiva esa condición la que le
permitía elegir el pecado, y ser responsable de ello.
Con el pensamiento ilustrado el concepto
de libertad empezó a tener un significado distinto, ligado en parte a las
condiciones vitales del ser humano, y caracterizada ésta en lo esencial por la
ausencia de coacciones externas. Se entiende que el individuo es libre en
cuanto nada ni nadie restringe su posibilidad de actuar, tenga o no la
intención y sobre todo, el poder de hacerlo. Y la lucha por la libertad está
dirigida precisamente a eliminar restricciones o prohibiciones. Es esa libertad
que en muchas imágenes se ilustra rompiendo cadenas, y que, con su gorro
frigio, heredero de la revolución de 1789, guía al pueblo en la inmortal imagen
de Delacroix, referida a los sucesos de Francia en 1830. Es esta la libertad
que reclaman los burgueses a fines del feudalismo. En este caso se trata de
cesar las obligaciones para con el señor feudal, y a las que estaban adscritos
por el sólo hecho de nacer en sus territorios. Y esta la libertad por la que se
lucha en nuestra independencia, se trata de cesar la ataduras al imperio
español. A esta libertad se le suele llamar “libertad negativa”, y se inserta
en la más clásica tradición de liberalismo político, económico y filosófico. La
“mano invisible” de Adan Smith o el “laissez faire”, de Gournay, son
precisamente las metáforas más conocidas de esas ideas, en el ámbito económico.
Y es esta la concepción que la derecha chilena levanta como la única libertad
concebible, identificando al Estado que interviene en la vida económica como el
principal elemento capaz de atentar contra la libertad,
Desde esta perspectiva de libertad
negativa, es la “tiranía”, el gobierno de quien no respeta las más elementales
libertades humanas, el que más atenta contra la libertad de las personas.
En la tradición socialista del siglo XIX
se empieza a identificar una nueva perspectiva, la llamada “libertad positiva”
y que en lo esencial significa que efectivamente hay libertad sólo cuando la
persona “puede” concretar su elección. Es decir, para ser libre, para poder
efectivamente elegir, no basta con la ausencia exterior de coacciones, es
necesario además que la persona tenga las posibilidades reales de conocer
diferentes alternativas, y las condiciones materiales para poder materializar
la alternativa elegida.
Nuestro país, ejemplo hoy de liberalismo
brutal, es también un buen ejemplo de libertad negativa y ausencia de libertad
positiva. Así, por ejemplo, en términos legales, no hay coacción externa, no
hay impedimento alguno para que una persona pueda elegir para sus hijos un
colegio privado, el mejor plan de salud en una Isapre, o darse unas buenas
vacaciones en el Caribe. La realidad de la inmensa mayoría de los chilenos nos
muestra una situación absolutamente diferente. El 80% de los chilenos carecen
de libertad para elegir su sistema de salud y se ven obligado a incorporarse a
Fonasa; tampoco pueden elegir donde mandar a sus hijos y se ven obligados a
enviarlos a un colegio público. El 95% de los chilenos no puede soñar siquiera
con unas vacaciones en el Caribe. Para la inmensa mayoría de los chilenos, la
libertad que nuestra constitución proclama no es más que un conjunto de mitos
que carecen de la más elemental realidad.
Esta
concepción de libertad, que podemos rastrear hasta el siglo XIX, a fines del
siglo XX, y por sobre todo ahora, en el siglo XXI, identifica a la pobreza como
la falta más radical de libertad. Y es que la pobreza no es solo la falta o
escasez de recursos, la pobreza es en verdad la más radical imposibilidad de
elegir. La pobreza significa imposibilidad de elegir en los aspectos más
elementales de la vida, como en la alimentación, en la educación
propia o de los hijos, en materia de salud también propia o de la familia, de
trabajo y seguridad social, de vivienda, entorno, etc. Quien es pobre, carece
de la más mínima posibilidad de elegir en prácticamente todas las áreas de su
vida.
Así
entendido, las principales fuentes de privación de libertad para los seres
humanos son la pobreza y la tiranía.
Y Modesta
Carolina Wiff Sepúlveda, villalegrina de nacimiento, (1941), luchó decidida y
esforzadamente, primero contra la pobreza y luego contra la tiranía.
Carolina, tal vez sin tener
toda la claridad para ello, al salir del liceo ya tenía decidido luchar por la
libertad. Y es así como ingresó a la universidad a estudiar Servicio Social,
esto es, una carrera que por definición trabaja con personas pertenecientes a
sectores carenciados y que busca fomentar cambios sociales que deriven en mayores
niveles de bienestar y libertad para dichas personas. El trabajador social
interactúa directa y especialmente con familias, mujeres, niños, cesantes, en
definitiva con personas carentes de posibilidades reales de elegir, buscando
actuar sobre ciertos factores que permitan que sus interacciones con el medio y
con otras personas tengan los mayores niveles posibles de autonomía, para que
efectivamente puedan satisfacer de la mejor manera sus necesidades. En
condiciones de pobreza, el trabajo del trabajador social es particularmente
importante, pues para vivir la libertad real no basta siquiera mejorar los
ingresos, es fundamental el empoderamiento que te permite llevar adelante los planes de vida que previamente
definiste.
Primero se matriculó en la Universidad
de Concepción, carrera que dejó en 1964 por la necesidad de trabajar. Algún
tiempo después reinició sus estudios de Servicio Social en Santiago, en donde
llegó a ser Presidenta del Centro de Alumnos. Su profundo compromiso con los
más pobres, que ya se había manifestado en la elección de su carrera, la llevó
a hacer su práctica en un programa piloto de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Chile, en la comuna de Quinta Normal.
Pero pronto Carolina entendió que más
allá de su labor profesional, las únicas posibilidades reales de contribuir a
superar las condiciones en que se encontraban millones de chilenos,
-analfabetismo, hacinamiento, alcoholismo, miseria-, y que en definitiva
limitaban de forma absoluta sus reales posibilidades de elegir, era cambiando
la estructura política y social que daba sustento a esas situaciones de
miseria. Su experiencia, y la influencia de sus compañeros de trabajo, la
llevaron a ingresar a las filas del Partido Socialista, en donde rápidamente
destacó por su trabajo y compromiso. Durante el gobierno de la Unidad Popular
se desempeñó en la Junta de Jardines Infantiles, a cargo del Programa para
Poblaciones Marginales de esa institución. Más tarde fue Jefa del Programa de
Capacitación para Mujeres Proletarias, cargo que desempeñó hasta el día del
golpe de estado.
Pero las condiciones políticas y
sociales del país cambiaron drásticamente con el golpe militar. Los partidos
políticos fueron disueltos, lo mismo las asociaciones sindicales, y hombres,
mujeres y niños que ayer circulaban libres por las calles empezaron a ser
perseguidos, perdieron no sólo las más elementales libertades, de opinión, de
reunión, de circulación, sino que además empezaron a ser secuestrados,
torturados, masacrados. Era el fascismo en su versión más grotesca.
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En noviembre del 73 Carolina se integró
a trabajar en la rearticulación del Partido Socialista, en actividades cercanas
al Comité Central. Desde allí, en diferentes tareas, varias de altísima
responsabilidad partidista, día a día arriesgó su vida, luchando por un Chile
democrático, solidario, humano y con libertad.
Tenía 34 años cuando el 25 de junio de
1975 fue detenida por la DINA y sus esbirros. Fue vista por última vez en
“Villa Grimaldi” y hoy es una de las mujeres “detenidas desaparecidas”. Cuesta
releer, por dolor y repugnancia, los métodos de tortura utilizados allí. A los
“clásicos”, la parrilla eléctrica, el submarino, colgamiento, se sumaban, entre
otras, cual más cruel, las violaciones masivas delante de esposos, padres, hijos
o compañeros, las violaciones con perros amaestrados, el uso de un camarote
metálico de dos pisos, amarrando al primero a un prisionero, mientras en el
segundo se torturaba a su padre, hermano, amigo o compañero. Y así, … para que
seguir.
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No sabemos en concreto qué de todo esto
sufrió Carolina, pero sí que una detenida allí la reconoció más tarde y dijo
que estaba en malas condiciones, pero además, sabemos que ninguno de los
sobrevivientes de Villa Grimaldi declara no haber sido torturado. Y ella ni
siquiera sobrevivió. Tampoco sabemos con certeza el nombre de sus torturadores.
Sí sabemos el de algunos de los que allí estuvieron, Marcelo Moren Brito,
Osvaldo Romo, Miguel Krasnoff, Cristián Labbe (si, el ex alcalde de
Providencia), Ingrid Olderock, (la que adiestraba perros para violar mujeres),
y así un lista de los peores criminales de nuestra historia.
Este año, a 45 de su secuestro y
desaparición, cuando nuestro país pasa por la peor crisis sanitaria que jamás
hayamos tenido, dejando al descubierto ante el mundo entero una realidad de
miseria y hacinamiento que por décadas se había intentado ocultar y para
millones de chilenos, el hambre se transforma en la peor cadena, aquella que
transforma cualquier idea de “libertad” en una palabra absolutamente vacía, el
recuerdo y el ejemplo de nuestra coterránea, Carolina Wiff Sepúlveda, se
agiganta, y nos obliga a seguir luchando por la libertad.
Por eso, y por más, yo APRUEBO.
Villa Alegre, 11 de septiembre de 2020
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