Con el objetivo de aplacar las protestas
ciudadanas y ante el temor de que estas terminaran arrasando con el sistema, la
derecha se vio obligada a ceder y aceptar las posibilidades de que nos diéramos
una nueva Constitución. No fue una decisión libre, si no presionada y tampoco
fue gratis, amarraron la exigencia de los dos tercios para su aprobación, pero
fue. Es decir, hoy estamos muchísimo más cerca de darnos una nueva ley
fundamental que antes que se iniciara el estallido social. Los alcances que
tenga, la profundidad de los cambios, la concreción de derechos sociales que se
consagren, todo eso dependerá en gran medida de la capacidad de movilización
que tengamos durante los meses que se avecinan.
Y el primer tema central, ya en un
horizonte cercano, es el plebiscito para determinar si los chilenos queremos o
no una nueva Constitución. Y en este caso no se trata sólo de ganar, algo que
ni siquiera está garantizado, sino de ganar por una amplia mayoría, que junto
con consolidar esta petición que
millones de chilenos hemos manifestado especialmente en los últimos meses,
signifique ir consolidando un escenario político que vaya presionando por la
consolidación de los cambios que se necesitan. Y la derecha sabe que los
números del plebiscito no dirán sólo si se cambia o no la Constitución, sino
que pueden abrir (o cerrar) un camino de mayor democracia, mayor igualdad,
mayor dignidad para los hombres y mujeres de este Chile que ha despertado,
dependiendo en parte importante de cuáles sean los resultados del plebiscito de
abril.
Asumida esta realidad, la derecha más
recalcitrante, se prepara para la lucha ideológica que significará la
propaganda por el cambio o el rechazo. Hasta el momento tres son los
principales “argumentos” que levanta para oponerse al cambio.
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Uno de ellos, si no fuera patético sería
simplemente ridículo, “dada la violencia imperante, no están dadas las
condiciones para el plebiscito”, dijo recientemente la Presidenta de la UDI. Y
a continuación propone mantener una constitución aprobada bajo una dictadura
criminal, que dejó más de tres mil asesinados, cientos de desaparecidos, más de
30 mil torturados y que se aprobó en un plebiscito sin registros electorales,
sin oposición y con votos trasparentes.
Otros han argumentado que no se
justifica cambiar una Constitución que nos dio prosperidad, desarrollo y
tranquilidad durante décadas. ¡Claramente no quieren entender lo que está
pasando hoy en Chile! Precisamente contra esa “prosperidad”, ese “desarrollo” y
esa “tranquilidad” es que se Chile se levantó.
Hay otros que han pretendido argumentar
que los verdaderos problemas que hoy viven los chilenos, pensiones, salud,
educación, salarios, etc., no dicen relación con la Constitución, sino más bien
con simples leyes que se pueden cambiar sin modificar siquiera la ley
fundamental. Bastaría con pedirles que miraran los últimos fallos del Tribunal
Constitucional para que vieran que la gran mayoría de ellos si dicen relación
con cuestiones cruciales para el día a día de los chilenos. El reciente fallo
referido a la propiedad de los dineros depositados en las AFP es un ejemplo
claro de ello.
Pero si estos argumentos con apariencia
racional carecen de real sustento, la verdadera defensa de la actual
constitución probablemente se dará con una campaña del terror, que nunca ha
estado del todo abandonada, pero que en estos tiempos se reforzará. Se nos
anuncia el caos, la recesión económica, la cesantía, la falta de inversión, y
mil males más producto de la incertidumbre, del miedo de los inversionistas.
Simples expresiones como “Chilezuela”, buscarán que asociemos inconscientemente nuestro posible futuro con
problemas y situaciones absolutamente ajenas. Las peores imágenes de violencia
y saqueo de los últimos meses serán repetidas, (no así las sistemáticas
violaciones a los derechos humanos), amenazándonos explícita o implícitamente
con que ellas continuarán o serán peores. Y es que el discurso del miedo ha
sido un elemento activo de la derecha desde tiempos inmemoriables en nuestro
país, y en el resto del mundo.
El miedo es uno de los sentimientos más
básicos del ser humano, compartido por lo demás con miles de especies de
animales. Dominados por el miedo no hay argumento racional que sea válido para
enfrentarlo. Una vez que quedamos sometidos al miedo, casi por instinto
buscamos huir de la situación que lo provoca, como sea tratamos de exorcizar el
peligro. Y la derecha lo sabe. Campañas del terror como la de 1964, o de 1973,
dan cuenta de un éxito rotundo. Pero también hay fracasos estrepitosos, como la
campaña del Si en tiempos de Pinochet.
Debemos prepararnos para que justamente
sea esta última la situación que se repita.
Enero 2020
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