martes, 26 de noviembre de 2019

DERECHOS HUMANOS, EL HORROR, “VEINTINUEVE AÑOS DESPUÉS”


En 1970, el economista y escritor brasileño Pedro Vianna y luego de ser detenido por la policía, logra escapar de la dictadura militar, que desde 1964 había instalado un régimen de terror en ese país. Asilado en la embajada de Chile, llega a nuestro país a fines de ese año y al poco tiempo colabora en la puesta en escena de su obra de teatro “Veinticinco años después”, que trata de cuestiones éticas relacionadas con el compromiso político, la tortura y la dignidad humana. El nombre de la obra, hace referencia al hecho que, “veinticinco años después” de terminado el régimen nazi con el fin de la Segunda Guerra Mundial, se continuaban cometiendo horrores similares, ésta vez por la dictadura cívico militar que gobernaba su país. Con su obra, Pedro no sólo denunciaba lo que ocurría en ese momento en Brasil, sino que nos adelantaba los horrores de la dictadura posterior que sufrimos en Chile y de la que él también fue una víctima. (Fue detenido el mismo 11 de septiembre de 1973, y en el Estadio Nacional, en donde estuvimos, y fuimos interrogados, nos comentó de la presencia de torturadores de su país “asesorando” a los torturadores del nuestro).

Para quienes vimos la obra, y compartimos con él, y con otros torturados en Brasil, nos resultaba, en ese entonces, absolutamente incomprensible el grado de bestialidad que podían alcanzar algunos seres humanos. Más aún, el título de la obra nos llevaba a preguntarnos si el tiempo no habías pasado en vano. El tiempo transcurrido y el conocimiento del horror no habían sido suficientes para impedir que éste volviera a repetirse.

Veintinueve años después que terminara el horror de la dictadura chilena, nos encontramos con que este vuelve a estar presente, esta vez en “democracia”.

El Instituto de Derecho Humanos primero, Amnistía Internacional (AI), luego, y recientemente Human Rights Watch (HRW) han ratificado lo que todo el planeta ha podido apreciar desde hace más de 5 semanas. En nuestro país, agentes del Estado, golpean, mutilan, torturan, violan a hombres, mujeres y niños. Los informes son lapidarios, y más allá de detalles diferentes no dejan ninguna duda sobre el tema.

 Y mientras tanto, y durante semanas, un gobierno ineficiente guardaba silencio, negaba lo evidente, o simplemente se limitaba a repetir palabras de buena crianza, con la obvia intención de aparentar preocupación, cuando en verdad nada hacía. Y más aún, hasta pedía ampliar las facultades para los mismos responsables de dichas violaciones.

La responsabilidad política de este gobierno es obvia. Pero no sólo eso, la responsabilidad penal merece claramente investigarse. El artículo 150 A, del Código Penal, tratando la tortura, da cuenta del principio general en estas materias. Allí se dice “El empleado público que, abusando de su cargo o sus funciones, aplicare, ordenare o consintiere en que se aplique tortura, será penado con presidio mayor en su grado mínimo. Igual sanción se impondrá al empleado público que, conociendo de la ocurrencia de estas conductas, no impidiere o no hiciere cesar la aplicación de tortura, teniendo la facultad o autoridad necesaria para ello o estando en posición para hacerlo”. Es decir, la responsabilidad penal en el delito de tortura es por acción, “aplicar, ordenar o consentir”, pero también por omisión, pues alcanza al que pudiendo impedirla, porque conoce y teniendo autoridad necesaria no lo hace.

Sólo un ejemplo, recién después de más de 4 semanas de uso, y más de 200 personas lesionadas en su vista, una de ellas totalmente ciega, se ha limitado el uso de balines de plomo, forrados en goma. ¿La autoridad política no lo podía haber hecho antes? ¿No sabía acaso lo que estaba pasando bajo sus narices? ¿O es que Carabineros se manda sólo? Sin duda estamos ante un gobierno criminal, cuyo Presidente merece no sólo una acusación constitucional, sino ser llevado a juicio por una conducta criminal.

En todo caso, la historia al menos, ya lo condenó.

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