martes, 2 de octubre de 2018

LECCIONES DE UN FALLO: MAR PARA BOLIVIA




Chile ganó de forma total, clara e indiscutible el juicio con Bolivia en La Haya, al estimar la Corte Internacional de Justicia que nuestro país no tenía obligación jurídica alguna de negociar.

Bolivia perdió, de manera clara, total e indiscutible el juicio deducido, al estimar dicha corte que ninguna de las pruebas presentadas constituía una verdadera fuente de obligación internacional, que obligara a Chile a negociar.

Pero aclarado eso, debemos tener presente también otros hechos.

Quien demandó al Estado chileno no fue una persona, Evo Morales, sino un Estado, Bolivia, y la demanda contó con el apoyo de diferentes presidentes bolivianos, (todos de oposición a Evo), algunos incluso estaban en La Haya para el día de la lectura del fallo, y de prácticamente todos los partidos de gobierno y oposición, y con el apoyo indiscutible del pueblo boliviano.

Ni el reciente fallo, ni el tratado de 1904, ni ningún otro imponen a Bolivia la obligación de renunciar a sus aspiraciones marítimas, por lo que haberlas desarrollado, mantenerlas, y aún seguir promoviéndolas por vías políticas, económicas, culturales, diplomáticas, no constituye violación alguna de normas jurídicas internacionales.

Y es que Bolivia no violó ningún tratado internacional al deducir esta demanda, por el contrario, precisamente lo que hizo fue cumplir con las normas internacionales que establecían ese mecanismo como una manera de solucionar controversias entre estados.

Y si bien Bolivia no logró convencer con sus argumentos jurídicos, si dejó, en el ámbito internacional, la sensación de país víctima, de la existencia de una buena causa, que merece el apoyo de estados y personalidades.

Por este fracaso, Bolivia no va a renunciar a obtener una salida al mar. Creer lo contrario es cerrar los ojos ante una realidad obvia.

Para mantener las buenas relaciones entre dos estados se necesita la voluntad de ambos, para tener problemas, basta con la voluntad de uno.

Los problemas internacionales derivan de muchas circunstancias y no necesariamente de tratados, por ello, mientras no tengamos una solución al tema de la mediterraneidad boliviana, que satisfaga a ambas naciones, Chile y Bolivia, seguiremos teniendo en el futuro un problema internacional, al margen de posiciones triunfalistas que hoy presentemos, o lo intentemos ocultar.

En verdad creer que este es un caso cerrado, lejos de expresar firmeza, es sólo sinónimo de liviandad, de profunda incomprensión de los procesos históricos, y de la realidad boliviana en primer lugar, así como de los valores y criterios que hoy se aplican a las relaciones internacionales en general.

Un conflicto internacional perjudica a todas las naciones que lo sufren (por supuesto que eso puede ser con distinta intensidad).

A Chile, un conflicto con Bolivia le afecta, entre otras cosas, en cuanto:
·       Dificulta el intercambio turístico, cultural, humano.
·   Impide un intercambio comercial fluido (gasolina, diesel, medicamentos hacia Bolivia; cueros, maderas, textiles, alimentos entre otros, hacia Chile, son algunos de los productos que hoy se intercambian. Los que se pueden llegar a intercambiar, son por cierto muchos más, incluyendo el no despreciable caso del gas).
·  Dificulta el control fronterizo, especialmente de personas, drogas y vehículos.
·       Dificulta el control sanitario, a nivel humano, de flora y fauna.
·       Genera un permanente gasto de recursos materiales y humanos. (El juicio de La Haya es un buen ejemplo, con decenas de millones de dólares invertidos por ambos lados, pero no es lo único).
·       Desprestigia internacionalmente al país, que parece ser el poderoso que se aprovecha del débil.

Y todo esto, sin considerar que, en lo personal, me siento más cercano al pueblo boliviano que a las siete familias chilenas que mediante la corrupción se apoderaron de nuestro mar, y que sigo creyendo que ese antiguo lema, que este año cumple 171 años([1]), “Proletarios de todos los países, uníos”, sigue tan vigente hoy como ayer.

Por todo ello, para mi, la lección de este fallo reafirma mi antigua convicción, “Mar para Bolivia”.

Santiago octubre 2, de 2018




[1] Antes de aparecer como frase final del Manifiesto del Partido Comunista, (1848) era ya el lema de la Liga de los Comunistas, (1847), que lo habían cambiado precisamente a sugerencia de Marx y Engels.

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