Hace unas semanas, en una actitud absolutamente inusual, el presidente G.
Boric denunció el “anticomunismo visceral” de la derecha hacia el PC. “El anticomunismo visceral de algunos sectores
políticos y sus medios afines en nuestro país es demasiado evidente”. En
aquella oportunidad se refería a los intentos por responsabilizar al PC del
crimen del teniente venezolano Ojeda. Desde hace semanas veíamos el
anticomunismo en los intentos por descalificar a Karol Cariola como posible
presidenta de la Cámara de Diputados y hace un par de días manifestarse de manera brutal cuando se le impide a Daniel Jadue viajar a Venezuela, en circunstancias
que, además de existir para él la presunción de inocencia, no se le había
aplicado ninguna medida cautelar.
El Partido Comunista, como toda obra humana, está sujeta
al análisis y la crítica de sus ideas o sus prácticas. Como frente a cualquier
otra, la crítica despiadada de la historia puede poner en evidencia sus
debilidades, sus errores, sus contradicciones. Disciplinas como la sociología,
la antropología, la filosofía y aún la psicología, pueden inmiscuirse en el
seno mismo de éste, y entregar sus opiniones, que pueden ser muy severas. Más
aún, como hijo legítimo del siglo del racionalismo, el marxismo estimula la crítica y el análisis de sus propuestas.
Desde una perspectiva ideológica, las principales críticas
a las ideas y prácticas del PC vienen del conservadurismo católico, el fascismo, el
liberalismo económico y el nacionalismo. Desde una perspectiva política, las
principales críticas vienen desde la derecha y la ultraderecha. Y frente a
ellas no le queda más que presentar sus argumentos y en el enfrentamiento
democrático de las ideas, esperar que triunfen las del PC. Pero no es a la
crítica fundada en la razón, basada en argumentos legítimos a la que se refería
el Presidente Boric, sino al “anticomunismo visceral” como él lo bautizó.
En verdad el
anticomunismo corresponde en su desarrollo histórico a una reacción, con altos
grados de irracionalidad, en contra de cualquier proyecto que desde sus
primeras manifestaciones, se proponga cambiar radicalmente las condiciones
sociales de explotación. Y por tal no estamos refiriéndonos a las ideas
contrarias al comunismo, sino a ese verdadero sentimiento de rechazo o
repugnancia hacia todo lo que se relacione o identifique con el marxismo, los
partidos comunistas o incluso los países que se identifican o en algún momento
se identificaron con ese pensamiento. Más aún, a menudo se manifiesta contra
toda perspectiva de cambio social profundo, más allá de si es defendido o no
por corrientes marxistas. (Después de todo, en nuestra historia los
socialistas, los radicales, y hasta los democratacristianos han sido tildados
de comunistas en algún momento).
El anticomunismo es un fenómeno
global y local, que en cuanto idea busca construir opinión pública, y se
explica principalmente por la defensa que hace un sector político de un sistema social en
crisis, que explota a millones de seres humanos, y que los comunistas, y muchos
otros, quieren cambiar. Por ello, en gran medida el anticomunismo es hoy
dirigido desde Estados Unidos, se presenta cuando hay un Partido Comunista con
incidencia en el mundo político y se acentúa aún más cuando se aproxima una
decisión política relevante, (elección, votación parlamentaria, conmemoración,
etc.) en la que los comunistas pueden llegar a jugar un rol destacado.
El anticomunismo se remonta, en
la historia, a la primera mitad del siglo XIX, cuando el “comunismo” carecía de
toda relación con el marxismo, y se vincula en sus orígenes con las reacciones
contra la modernidad. El Manifiesto Comunista, de Marx y Engels,
(febrero de 1848), da cuenta de ello en su primera frase: “Un fantasma recorre
Europa, el fantasma del comunismo”.
En nuestro país sus primeras expresiones son también previas a la
llegada de las ideas marxistas y por supuesto de la fundación del POS en 1912.
Ellas dicen relación primero con las propuestas de Bilbao y Arcos, pero más
fuertemente con las noticias difundidas ante los hechos conocidos como “la
Comuna de París”(1871), y se refuerzan con la divulgación de la encíclica
“Rerum Novarum” (De las cosas nuevas), (15.05.1891), primera encíclica social
de la Iglesia Católica. Es sin embargo el triunfo de la Revolución Bolchevique
primero y la constitución de un “Partido Comunista” en 1922, lo que aceleran
profundamente el anticomunismo.
El anticomunismo se manifiesta históricamente como una verdadera
corriente política, cultural, pero sobre todo emocional, que se ha mantenido
gracias al permanente desarrollo que la derecha ha hecho de él (aunque también
ha habido anticomunismo de centro, laico, religioso, socialista y también
ultraizquierdista) que ha tenido un fuerte impacto en la historia política del
país, y siempre con un alto contenido antidemocrático y frecuentemente ha sido la
justificación de groseras violaciones a los derechos humanos. Ya estaba
presente en los tiempos de la dictadura de Ibáñez, cuando éste persigue y
encarcela a muchos de sus dirigentes, enviando incluso a algunos, como Elías
Laferte, a la Isla de Juan Fernández, en la campaña del Frente Popular, posteriormente es el
sustento de la ley maldita, en 1948, promovida por González Videla, elegido con
los votos y el trabajo electora de los comunistas, alcanza dimensiones
increíbles en la campaña del terror de 1964, que posibilita la elección de E.
Frei en 1964, más tarde está en la campaña de Alessandri contra Allende en 1970,
durante todo el gobierno de la Unidad Popular y constituye el único elemento
ideológico común de las diferentes fuerzas que respaldaron la dictadura de
Pinochet, (básicamente conservadurismo católico, nacionalismo y neoliberalismo).
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En verdad lo
particular del anticomunismo es que las más de las veces carece de fundamento
lógico, racional, y se sustenta sobre la base de las mentiras, y las
falsedades. Una buena adjetivación es la de “visceral” pues precisamente no nace
desde la razón, sino desde las vísceras. Busca generar una fuerte carga
emocional negativa, en donde los aspectos racionales de la conducta humana sean
desplazados por respuestas impulsivas, fundadas preferentemente en el miedo, el
“miedo al comunismo”.
Su carácter de “discurso
de odio”, y peligroso no sólo para los comunistas, sino para todo el movimiento
popular y en general para quien valore la democracia, (tergiversa la voluntad popular haciendo que mucho voten en base al miedo que provoca la mentira, excluye la presencia comunista de espacios ganados democráticamente, promueve y justifica la persecución, tortura y eliminación de militantes comunistas), hacen necesaria su
denuncia y requieren enfrentarlo en todo momento y lugar, ya sea social o político.
Santiago 20 de abril de 2024
Una muy buena descripción del anticomunismo viceral, felicitaciones!!!
ResponderBorrarGracias por el comentario
ResponderBorrarBuen análisis Fernando. Deja en evidencia el componente irracional, de odio, del anticomunismo.
ResponderBorrargracias Julio por el comentario.
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