“…que
la tumba serás de los libres
o el asilo contra la opresión…”
Canción Nacional de Chile
El domingo 7 de septiembre de 1986, hace
exactamente 35 años, tres unidades del Frente Patriótico Manuel Rodriguez
(FPMR), llevaron a cabo un ataque armado contra el dictador Augusto Pinochet
Ugarte. Mientras regresaba de un fin de semana de descanso en su residencia en
El Melocotón, un grupo de combatientes atacaron, con armas de grueso calibre,
la comitiva del Dictador. Como es sabido, los combatientes no lograron su
objetivo, murieron 5 escoltas, pero el Dictador salió ileso. Ninguno de los
atacantes quedó herido, ni fue detenido, todos pasaron sin dificultades los
controles policiales y retornaron íntegramente a sus casas de seguridad.
EL ataque a la comitiva de Pinochet fue
sin duda la acción más relevante de la política de “rebelión popular de masas”
definida por el Partido Comunista años antes y hecha pública el 3 de septiembre
de 1980, pocos días antes que se concretara el fraude que significó el
plebiscito que aprobaría la constitución de la dictadura.
La política de la rebelión popular de
masas, que fuera poco a poco haciéndose carne en miles de chilenos surge de la
conjugación de tres elementos.
En primer lugar, de la convicción que el
fascismo instalado en el país buscaba eternizarse, siendo la constitución que
en esos días se intentaba legitimar, una de las herramientas más claras para
ello, con todo el horror que eso significaba
Desde el mismo 11 de septiembre de 1973 no
sólo se habían suspendido todos los derechos políticos, disuelto los partidos,
el Congreso, las organizaciones sindicales, estudiantiles, eliminado la
libertad de prensa, sino que desde el primer momento se había asesinado,
torturado, secuestrado, encarcelado, relegado a miles y miles de chilenos. A
septiembre de 1980 los hornos de Lonquén, que daban cuenta de las torturas y
homicidios de 15 campesinos ya habían confirmado la realidad de los “detenidos
desaparecidos”. Lo mismo había hecho el cadáver de Marta Ugarte, mostrando la
suerte seguida por más de 500 chilenos, cuyos cuerpos fueron lanzados al mar,
como se supo más tarde. El Partido Comunista había sufrido el secuestro y
asesinato de dos directivas clandestinas completas y la tortura de miles de sus
militantes y simpatizantes, y Chile entero era una verdadera cárcel. A ello se
debía agregar que la cesantía y el hambre azotaban a millones de chilenos. El
Plan del Empleo Mínimo, (PEM), implementado a partir de 1974 con un sueldo percibido
cercano a un tercio del salario mínimo y sin imposiciones, seguía siendo el
único ingreso de miles de familias.
El segundo elemento fue la convicción
que, desde la perspectiva que se asumiera, no sólo resultaba ética y
jurídicamente legítimo que el pueblo se defendiera contra la criminal agresión
de que era permanentemente víctima, e intentara el derrocamiento de ese
régimen, mediante el ejercicio del legítimo derecho de rebelión contra la
opresión, sino que ello correspondía a la experiencia y tradición chilena,
tanto si se remontaba al pueblo mapuche como al conquistador español.
Como ha ocurrido con todos los derechos
que han ido ampliando las libertades humanas, el de rebelión es también fruto
de la larga lucha de los hombres oprimidos en busca de su liberación. Al igual
que todos, surge primero en la realidad, en el enfrentamiento material contra
el tirano, luego es recogido por algunos pensadores, para sólo más tarde
materializarse en textos de contenido jurídico.
En la historia de la humanidad las
manifestaciones concretas contra el gobierno dictatorial o tiránico son
infinitas, y de ello tenemos constancias desde las rebeliones esclavas en
adelante, hasta nuestros días.
En
cuanto a la idea, ella es prácticamente universal. Se encuentra desde muy
temprano en las más variadas culturas. Así por ejemplo, en Grecia, ya Platón, tratando
de la tiranía, expone el derecho del pueblo a luchar contra el tirano y a
defenderse de la injusticia. En Roma, Cicerón propone expulsar a los seres que
con figura de hombres encubren la crueldad de las bestias, y asegura que la más
bella de las acciones es matar a un tirano. En China, tratan el tema Confucio y
con mayor claridad su discípulo Mencio, quien, junto con declarar el carácter
corruptible del poder, muestran la justicia de una rebelión que precisamente
ayude a deponer al rey despótico y a reemplazarlo por un príncipe virtuoso. En
el pensamiento cristiano numerosos autores han desarrollado el tema, destacando
San Isidoro de Sevilla y Tomás de Aquino en la escolástica medieval. Este
último es uno de los que con más detención estructura el ejercicio de este
derecho, y dada su importancia en el pensamiento católico, su influencia,
también en esta materia, aparece como decisiva en muchos momentos. (Si no
resultara patético, recordaríamos como anecdótico que la Junta de Gobierno
justificó el golpe de estado contra el gobierno legítimo de Allende precisamente
en el derecho de rebelión, en los términos exigidos por Tomás de Aquino (bandos
1, y sobre todo 5).
La
lista es larguísima. Sólo por referirnos a los más cercanos, recordemos que en
el pensamiento español encontramos una extensa tradición en defensa del derecho
de rebelión, que no sólo se refleja en pensadores como Francisco de Vitoria,
Domingo de Soto, Juan de Mariana, Luis de Molina, Pedro de Rivadeneira, Juan
Márquez, Diego de Landa; sino incluso en obras del teatro clásico, como
Fuenteovejuna, en la que el pueblo mata al comendador
Entre
los primeros textos jurídicos que de una u otra manera consagran el derecho de
rebelión, está la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, (4 de
julio de 1776), que en su párrafo más famoso, aquel en que se señala como
verdades evidentes que todos los hombres son creados iguales, que son dotados
por su creador de ciertos derechos inalienables, más adelante agrega
“Pero cuando una larga serie de abusos y
usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio
de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber,
derrocar ese gobierno…”
Más
universal aún resulta la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de
agosto de 1789. En el artículo 2° de este documento se lee:
“La finalidad de toda asociación política
es la conservación de los derechos naturales e imprescindibles del hombre. Esos
derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la
opresión”.
Así
como éstas, hay numerosos documentos que, de una u otra manera, reconocen ese
derecho de rebelión de los pueblos. Probablemente uno de los más importantes
hasta el día de hoy lo constituye la Declaración de los Derechos Humanos
suscrita por Naciones Unidas en 1948, en cuyo preámbulo se lee:
“Considerando esencial que los derechos
humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se
vea compelido al supremos recurso de la rebelión contra la tiranía y la
opresión…”
Como ya lo señalamos, en nuestro país el
ejemplo más claro en materia de ejercicio real contra la opresión la
constituyen los siglos de lucha que logra el pueblo mapuche, enfrentándose primero
al invasor europeo y luego al nacional.
En términos de discurso político. Ya en
la primera constitución que tuvo nuestra naciente república se puede leer
explícitamente que dicha constitución está “…poniendo
a la vista de los hombres libres sus derechos, para que formen el justo
concepto de su grandeza, y resistan toda opresión y tiranía”.
La Canción Nacional por
su parte, en todas las versiones que ha tenido ha mantenido la legitimidad de
la lucha contra la tiranía y la opresión. Así, enel primer texto de nuestro himno patrio, con letra de
Bernardo Vera y Pintado se lee
El cadalso o la antigua
cadena
Os presenta el soberbio
español
Arrancad el puñal al
tirano
Quebrantad ese cuello
feroz.
Por su
parte, el segundo texto, se dice:
Libertad, invocando tu nombre,
la chilena y altiva nación,
jura libre vivir de tiranos
y de extraña, humillante opresión.
El
texto actual insiste precisamente en la lucha contra el opresor. En parte de
ella se lee
Que tus
libres tranquilos coronen
a las
artes, la industria y la paz,
y de
triunfos cantares entonen
que
amedrenten al déspota audaz.
Un año
después que se diera a conocer la política de la rebelión popular de masas, en
septiembre de 1981, representantes de todos los partidos de la Unidad Popular
declaran públicamente que el derecho del pueblo a rebelarse está legitimado
ante el implacable empeño de la Dictadura por afianzarse mediante el terror.
El
tercer elemento que define la política de rebelión popular de masas es quizás
el más simple, pero a la vez el que mayor valor relejaba, la consecuencia
política. Si era legítima la rebelión contra el tirano, lo consecuente era rebelarse.
Y así se hizo.
Hoy,
cuando nuestro pueblo una vez más se ha levantado en actos de rebeldía, esta
vez contra un modelo político que lo condena a la miseria, la explotación y la
opresión, y con ello ha logrado abrir nuevos caminos hacia una sociedad más justa,
parece necesario recordar que ayer hubo muchos que arriesgaron su vida por la
libertad y la democracia.
Honor
y gloria a los combatientes que hace 35 años intentaron liberar a nuestra
patria del peor criminal que ha conocido nuestra historia.
7 de septiembre de 2021
O tal vez te interesa ¿Tu condenas la violencia venga de donde venga? Yo no...
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