Fernando
García Díaz
“Un
fantasma recorre Europa.
El fantasma
del comunismo”
K.
Marx.
Manifiesto
del Partido Comunista, 1848.
En las
últimas semanas el Partido Comunista, el marxismo leninismo, su filosofía
central ratificada recientemente, así como su política, sus líderes y
particularmente Daniel Jadue, han sido tema de conversación, de comentarios o
de análisis, y por cierto de crítica, como hacía años que no ocurría.
En
verdad el Partido Comunista, el marxismo y el leninismo, como toda obra humana,
están sujetas al análisis y la crítica de sus ideas o sus prácticas. Como
frente a cualquier idea o hecho social, la crítica despiadada de la historia
puede poner en evidencia sus debilidades, sus contradicciones, sus errores. Disciplinas
como la sociología, la antropología y aún la psicología social pueden entregar
opiniones muy severas sobre ideas o hechos. Por lo demás, como hija legítima
del siglo de las luces, el marxismo no sólo reconoce esta realidad, sino que
incluso la promueve, en la medida que lucha por la libertad de opinión y la
tolerancia. (Hoy hay consenso que uno de los períodos históricos de mayor
libertad de opinión en Chile se dio durante el gobierno de Allende).
Las
principales perspectivas ideológicas desde las que se suele enfrentar el
marxismo, provenientes desde la derecha, corresponden al pensamiento
conservador religioso y político, el liberalismo económico, el nacionalismo, la
doctrina social de la iglesia y el más peligroso de todos, el fascismo. También
hay algunas críticas que pudieran ubicarse en la izquierda, especialmente desde
el anarquismo (lo que sea que eso signifique hoy en política), y de aquel
“izquierdismo” que ya Lenin denunciara en su conocida obra “El izquierdismo,
enfermedad infantil del comunismo”.
Pero
aquí no nos queremos referir al análisis serio y fundado que legítimamente manifiesta
opiniones diferentes, y que encontramos en algunos de las publicaciones de las
últimas semanas. Aquí queremos referirnos a otra cosa, a una reacción, con
altos grados de irracionalidad, a menudos en contra de cualquier proyecto
histórico que desde sus primeras manifestaciones se proponga cambiar
radicalmente las condiciones sociales de explotación, a ese discurso, que más
que una crítica política es en verdad el “discurso del odio” que más males ha
causado en la historia reciente de nuestro país. Después de todo, el marxismo
ha sido víctima no sólo de la hostilidad, de la intolerancia, sino de ataques
despiadados, mentiras grotescas, discriminaciones irracionales, y la
persecución, encarcelamiento, tortura y asesinato de miles de sus militantes. A
esa posición, intolerante, mentirosa, discriminadora y a menudo fuente
intelectual de persecuciones, torturas o muerte, como ocurrió durante la
dictadura, es a lo que llamamos propiamente anticomunismo, y que en las últimas
semanas ha tomado todo tipo de formas y manifestaciones.
Dependiendo
del momento político, el anticomunismo ha buscado diferentes fines, aunque
todos obviamente encaminados a desprestigiarlo y hacerlo perder peso político.
En algunos casos, como en la campaña del terror la idea central era
desprestigiarlo, en la época de la dictadura, exterminarlo. Al igual que a
fines de la dictadura, hoy la campaña central busca básicamente aislar al PC y
particularmente a su candidato presidencial..
El
anticomunismo de todas las épocas, y hay que recordar que incluso es anterior
al marxismo, no por nada el Manifiesto Comunista empieza denunciándolo en su
primer párrafo “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”,
presenta varias características que resultan significativas, entre ellas, la
irracionalidad, la mentira, al apelar a los sentimientos, especialmente el
miedo (y no a la razón).
A
menudo el anticomunismo carece de fundamentos racionales, ya porque simplemente
no los tiene, o lo que es lo mismo, pero con otra vestimenta, porque en un
momento parece sustentarse en una idea, y al momento siguiente en otra y a
veces incluso la contrario, y por el mismo autor. Así por ejemplo, no es
infrecuente oír que el marxismo está muerto, (afirmación formulada innumerables
veces, desde los tiempos en que Marx aún estaba vivo), que ya no tiene vigencia
en ninguna parte y al minuto siguiente que es el gran responsable de ideas o hechos,
de tal envergadura, que sólo son posibles porque cientos de miles de personas comparten
esas ideas, o participan de esos hechos. Un buen ejemplo de ello lo han dado en
nuestro país quienes, junto con enterrar el comunismo en el baúl de su
historia, lo culpan del estallido social, cuando millones de personas salieron
a manifestarse. Otra vertiente de esta misma situación se da en una corriente
del conservadurismo cristiano más trasnochado acusa al marxismo de ser el
fantasma que está detrás de lo que ellos llaman la “ideología de género”. ¡Y ni
que decir de la irracionalidad que significa acusar al marxismo de ideología
foránea, o anticuada, por los mismos que defienden el capitalismo, que
históricamente también surge en Europa, sólo que varios siglos antes!
La
mentira es probablemente uno de los recursos más frecuentes y ha sido usada en
todas sus manifestaciones, incluso en algunas hoy verdaderamente no creíbles.
Los más viejos por ejemplo aún recordamos como en la campaña del terror de 1964
se decía que si ganaba Allende se quemarían las iglesias, se violaría a las
monjas y los niños serían quitados a sus padres y enviados a Cuba para ser adoctrinados
en el marxismo. No olvidemos que la actual caricatura de “comunistas come
guaguas” tiene su origen en discursos reales del anticomunismo, en que se sostenía
esa afirmación como verdadera.
Una
manera un poco más rebuscada de la mentira es atribuirle al comunismo una
afirmación determinada o un planteamiento teórico que jamás ha sustentado, y
luego destruirlo intelectualmente. Por ejemplo, circulan en las redes sociales diferentes
videos en que en una clase se “demuestra” lo nefasto que éste es, poniendo a
todos los alumnos la misma nota, el promedio del curso, al margen del
rendimiento individual. ¡Cómo si los teóricos del socialismo hubieran escrito
miles de páginas, entre ellas textos de economía complejos y profundos como El
Capital, para concluir que la solución es dividir el producto interno de un país
por el número de habitantes!
Como
hemos señalado, el recurso al miedo es una de las mayores constantes del
anticomunismo. Y la verdad tratándose de uno de uno de los sentimientos más
básicos y primarios del ser humano, y por lo tanto de los menos racionales, puede
resultar en más de una ocasión determinante. De hecho el miedo fue el elemento
determinante en la “campaña del terror” de 1964, pero también es el elemento
que está tras la idea del Chilezuela.
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Por
supuesto que el anticomunismo no suele darse a propósito de nada, y si bien de
manera normal siempre hay algún nivel de manifestación anticomunista en el
ambiente político chileno, -basta leer los comentarios de Gonzalo Rojas (el
malo) en El Mercurio, cualquier día y año- lo normal es que éste se desata
cuando en el contexto político se vislumbra el surgimiento o desarrollo de una
fuerza social que pone en peligro los privilegios de las oligarquías. Así por
ejemplo, el anticomunismo tuvo dimensiones gigantescas para las elecciones
presidenciales de 1964, cuando Allende estuvo cerca de ganar. En aquella época,
y en lo que se llamó la “campaña del terror”, las oligarquías nacionales, junto
a la Democracia Cristiana, unidas al gobierno norteamericano de la época, que
financió y dirigió gran parte de esas campañas, hicieron todo lo imaginable y
más, para evitar el triunfo de Allende. Durante el gobierno de Allende el
anticomunismo, una vez más se manifestó en sus más variadas expresiones, solo
que ahora fue además acompañado de acciones de sabotaje, ocultamiento de
mercaderías, financiamiento de huelgas, asesinatos. etc. En la época de la
dictadura cívico militar el anticomunismo se transformó en la única ideología
que todas las doctrinas que apoyaban el golpe compartían, el conservadurismo
religioso más arcaico, con personajes como Guzmán o Hazbún, los nacionalistas
más grotescos, como Pablo Rodríguez, los liberales más furibundos, como José
Piñera, o los neofascistas más declarados, como Contreras, Arellano Stark,
Iturriaga Neuman, o Marcelo Moren Brito, todos coincidían en su posición
anticomunista.
Hoy,
el anticomunismo desatado que vemos en numerosos medios de comunicación, y en
las redes sociales es reflejo de la importancia y el peso político que el Partido Comunista ha ido adquiriendo, especialmente desde el estallido social, y sobre todo, desde que la
figura de su presidenciable Daniel Jadue ha empezado a ocupar los primeros
lugares de la intención de voto. Todo esto nos permite concluir que el anticomunismo
que hoy estamos viendo se irá intensificando a medida que se acercan las elecciones
presidenciales, y siempre que la figura de Daniel Jadue se perfile como posible
ganador.
28 de
abril de 2021
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