Ya
están en campaña los candidatos a ser elegidos para redactar una nueva
constitución. Se trata sin lugar a dudas de uno de los episodios más
importantes de la política de las últimas décadas.
De
todos los autopropuestos y los verdaderamente propuestos, algunos quedaron en
el camino por diferentes razones. Una mirada general nos muestra que entre las
y los candidatos que llegaron a la papeleta hay, junto a valiosas
individualidades, como la machi Francisca Linconao, representante de pueblos
indígenas, o Bárbara Sepúlveda, del movimiento feminista, o Bárbara Figueroa y
Eric Campos, del mundo de los y las trabajadoras, rancios y oportunistas
políticos tradicionales, despreciables personeros de la farándula, como la
doctora Cordero, o reconocidos fascistas, repudiados hasta por integrantes de
la derecha, como Teresa Marinovic, o simplemente desconocidos personajes, con
gran “disposición” a ser constituyentes. Algo así como “…si el pueblo me lo
pide…”. Y la verdad es que el pueblo está pidiendo, pero ¿Qué está pidiendo?
En mi
opinión, lo primero, es recordar que lo que verdaderamente necesitamos son
ideas, proyectos, propuestas, en definitiva, contenidos. La nueva constitución
debiera llegar a ser un texto con contenidos definidos, claros, y sencillamente
expuestos. Lo segundo, que dichas ideas, dichos contenidos no pueden ser
cualesquiera. Ellos debieran ser capaces de plasmar las peticiones centrales
que los chilenos hemos demandado desde hace años, y particularmente a partir
del 18 de octubre de 2019, entre otras un estado solidario, multicultural,
descentralizado, que efectivamente garantice derechos sociales, etc.
Por último, en todo momento debemos recordar que este es un proceso
político, que debe ser profundamente democrático, por lo que quienes sean
elegidos deben ser legítimos representantes de la ciudadanía. Por ello, nuestro
rol de participantes activos en la determinación de los contenidos de la nueva
constitución no se ha de limitar a elegir un grupo de redactores y al cabo de
un tiempo preguntarles en qué va su trabajo. Hemos sido demasiadas veces
engañados por quienes hemos elegido para una determinada actuación y en
definitiva terminan haciendo una diferente o aún incluso la contraria. Y el más
claro ejemplo es que una nueva constitución fue una de las demandas por las que
se luchó contra la dictadura, que los políticos elegidos prometieron llevar
adelante y que no lo hicieron. De este modo, la participación popular en
cabildos, reuniones, asambleas, movilizaciones en general, debe ser uno de
nuestros objetivos. Será imprescindible estar alerta y llegado el momento,
exigir que el texto que se vaya plasmando contenga lo que deseamos.
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Pero
de todas maneras queda pendiente el tema de los constituyentes. Alguien tiene
que redactar ese texto, y nosotros debemos elegirles. ¿Qué características
debieran tener nuestros constituyentes? A nuestro entender, al menos las
siguientes:
1. Representar
las ideas por las que luchamos y que se busca plasmar. Esto significa varias
cosas. En primer lugar un fuerte “Rechazo” a quienes votaron rechazo, pues
ellos querían mantener la constitución del dictador y hacerle un burdo
maquillaje, y ahora de lo que se trata es precisamente de lo contrario, de
cambiarla por otra diferente.
2. Representantes
de un proyecto colectivo. En los últimos tiempos se ha insistido mucho en la
“independencia” de los candidatos. La verdad es que dicha independencia no
asegura nada, ni para un lado ni para otro. Pero cuales sean las condiciones
del candidato, lo ideal es que provenga desde un proyecto colectivo, desde una
instancia social, de modo que las ideas que lleva representen el sentir de
cientos o miles de personas.
3. Diversidad.
Hasta ahora, las constituciones que nos han regido han sido redactadas por
hombres, y pertenecientes a un sector político determinando, la derecha. Así
ocurrió con las Constitución de 1833, la de 1925, y el engendro de 1980,
elaborada esta última por civiles que participaban de la dictadura. Hoy necesitamos
“diversidad”. La legislación ya contempla la paridad de género y la presencia
de representantes de pueblos indígenas. Sobre paridad de género estamos
bastante bien; sobre representación de pueblos indígenas quedamos al debe, pues
allí tenemos deficiencias que probablemente se van a notar a la hora de tener
elegidos al conjunto de constituyentes. Tampoco tenemos asegurada
representación de los afrodescendientes, a quienes por lo demás hemos negado su
existencia como sector social y cultural desde hace ya dos siglos. Es ideal
además que tengamos diversidad sexual.
4. Ser
una especie de entendido-generalista. Entendidos, en cuanto debieran manejar
algunos de los múltiples temas que la constitución debe abordar (medio
ambiente, salud, educación, mujeres, diversidad sexual, pensiones, cultura,
etc.). Por supuesto que no es necesario ser profesional, o un especialista en
la constitución, ni mucho menos un “abogado constitucionalista”, pero sí alguien
que sabe en profundidad de algo que importa. Generalista, pues una constitución
no es la sumatoria de una serie de temas separados. No basta con ser experto en
un determinado tema, es necesario además tener una visión “general” del modelo
de sociedad que queremos, de modo que, por un lado pueda abordar y aportar
también en los otros temas en cuya discusión le tocará participar, y por otro,
velar por obtener un texto coherente y armónico.
5. Capacidad
de diálogo. La elaboración de un texto legal de la importancia de una
constitución requiere personas con capacidad de diálogo, ello implica que es
necesario, por un lado tener capacidad para exponer y defender ideas con
claridad, y capacidad de escuchar y si es preciso modificar la propia opinión.
Es altamente probable que el debate sea fuerte y profundo, por lo que
claramente no basta entonces con conocer, es necesario también saber exponer
con convicción, y tener la fuerza suficiente para defender las propias
convicciones. Al mismo tiempo, es preciso tener capacidad para escuchar las
opiniones del otro, y tener claro qué es lo fundamental respecto de lo cual no
podemos transar y lo secundario, respecto de lo cual podemos conversar y llegar
a acuerdos, entendiendo que ello implica ceder por ambas partes.
6. Ni
militantes ni no militantes. La redacción de una constitución es un proceso
profundamente político. En verdad uno de los más políticos en un sistema
democrático, y todos quienes participen en su redacción, por ese sólo hecho,
serán “importantes políticos”. Pero ello no quiere decir que para participar
activamente en él hay que ser un antiguo político o militante de un partido
político. Tampoco significa lo contrario. La condición de militante o no
militante por sí misma no aporta ni quita. Pero ojo, si se trata de un “independiente”,
éste debiera ser algo más que un exponente
de sus propias ideas, y si se trata de un militante, importa el partido en el
que se milita. No es lo mismo ser militante de un partido que estuvo por el
cambio a la constitución que uno que estuvo por el rechazo, no es lo mismo ser
parte de un partido con decenas de militantes imputados por delitos de
corrupción, que serlo de un partido que no tiene ninguno.
Fernando
García Díaz
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Acabo de encontrarme por casualidad con este blog, me parece interesante la propuesta. Saludos cordiales estaré atento a otros artículos.
ResponderBorrarGracias por el comentario. Si me das alguna referencia sobre tus intereses, tal vez pueda sugerirte algunas otras publicaciones. Y disculpa el atraso en mi respuesta pero se me pasó tu comentario.
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