El aviso que se postergaba
hasta enero la propuesta de ley que amplía los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres estableciendo el aborto libre hizo una vez saltar a
los representantes de la derecha política y del mundo conservador en lo moral, (que
a menudo van de la mano). Como no podía ser de otro modo, el arzobispo de Santiago,
Fernando Chomali salió a condenar esa posibilidad y políticos de la UDI, RN y
la DC a señalar que el gobierno no tiene los votos para avanzar con el
proyecto, o peor aún, que no era un tema relevante y que no se podía legislar
para las minorías. (¡Como si no se tratara de miles de mujeres que cada año
deben decidir entre realizarse un aborto clandestino o no, decisión que
considera aspectos como la significación de la muerte, la valoración de su
sexualidad, la calidad de vida, el derecho a la autodeterminación de sus
cuerpos, en definitiva, su propia dignidad!)
Ya habíamos
visto una pataleta de niños malcriados en la derecha cuando entre los anuncios
de la Cuenta Pública rendida por el Presidente Boric este 1° de junio de 2024, señaló
que iba a proponer un proyecto de ley que ampliara los derechos sexuales y
reproductivos de la mujer, estableciendo el aborto libre. Bastó que mencionara
el tema, para que, algunos diputados de la extrema derecha nacional, olvidando
lo que debiera ser su principal actitud, estar dispuestos a discutir
democráticamente los temas, en definitiva, a parlamentar, (para lo cual es
básico oír al interlocutor), hicieron abandono del salón.
Nadie discute la
importancia de penalizar el aborto sin o contra la voluntad de la mujer
embarazada. El tema conflictivo es el aborto consentido. Desde hace ya varios
años y especialmente desde después del estallido social, la legalización del
aborto libre se ha venido planteando como demanda, en numerosos foros, en el
propio parlamento, en el mundo del feminismo, en las manifestaciones
callejeras, en definitiva, en instancias de todo tipo.
De manera
permanente y obstinada, la derecha se ha opuesto a discutir el tema, y cuando
no ha podido eludir la discusión, ha votado en contra. Al hacerlo, siempre se
ha insistido en que ellos están en contra del aborto pues que se trata de un
crimen horroroso, contra los más desvalidos suelen agregar, y que por ello debe
mantenerse y sancionarse como delito. Mirado desde afuera el discurso puede
parecer incluso coherente, pero a poco de analizar surge verdaderamente como un
acto de suma hipocresía,
Desde
luego, estar en contra del aborto debiera significar en primer lugar estar
dispuesto a movilizar acciones y recursos para prevenir su ocurrencia, para
disminuir su realización al mínimo posible. Y aquí aparece el primer acto de
hipocresía.
Sabido es que la gran mayoría de los
abortos consentidos, y sólo a ellos nos referimos aquí, son resultado de un
embarazo no deseado. Por ello, no puede extrañar que lo que efectivamente
disminuye el número de abortos, es precisamente la reducción de los embarazos
no deseados. De este modo, el primer objetivo a tener en cuenta en una política
contraria al aborto debiera ser la disminución de dichos embarazos. Ahora bien,
la experiencia y la investigación internacional demuestran, sin ninguna duda,
que entre los factores que más ayudan a disminuir los embarazos no deseados se
encuentran:
· La educación sexual y reproductiva
· La planificación familiar
· Los servicios anticonceptivos fácilmente al alcance de quienes tienen una
vida sexual activa.
· El aumento del poder de las mujeres en la
capacidad para tomar decisiones sobre aspectos sexuales y reproductivos.
Un caso paradigmático de lo que estamos planteando lo
constituye Países Bajos (Holanda) que posee la mayor libertad para la práctica
del aborto y sin embargo presenta una de las tasas más bajas de la Unión
Europea, como consecuencia de un exitoso plan de educación sexual.
En nuestro país en cambio, un plan de educación sexual y
reproductivo a hombres y mujeres, que efectivamente empodere a estas últimas,
que fortalezca la planificación familiar y permita acceso fácil a métodos
anticonceptivos no ha podido implementarse, principalmente porque los mismos
parlamentarios que tanto se escandalizan porque se va a colocar en discusión el
tema del aborto, se han opuesto y se siguen oponiendo de manera sistemática a
esto.
El segundo
elemento a considerar es que si yo rechazo el aborto porque lo considero un
delito grave, debo velar seriamente porque se sancione con la pena penal que
corresponda tanto a las mujeres que se realizan un aborto, o consienten en que
un tercero lo haga, como a dicho tercero. Y aquí vuelve a resurgir la hipocresía.
No tenemos cifras mayoritariamente aceptadas sobre el
número de abortos ilegales que cada año se realizan en nuestro país. Un trabajo
de Molina y cols. del año 2013 estimaba la cifra entre 72 mil y 148 mil. Cifras
más recientes oscilan entre 60 mil y 300 mil. Cual sea la cifra, impacta saber
que entre octubre de 2017 y octubre de 2021, sólo 366 mujeres fueron imputadas
por el delito de aborto.
Más allá de que la experiencia señala que la sanción
penal es ineficaz para reducir la incidencia del
aborto, quienes la sostienen, sabiendo que la cantidad de abortos realizados
anualmente es cientos de veces superior a la que se condena en tribunales, nada
hacen porque ello cambie. No hacen proposiciones legales para mejorar la
persecución del delito, no piden más recursos para perseguirlo, ni la creación
de brigadas especializadas, ni nada que busque efectivamente disminuir la cifra
negra de casos no conocidos, ni menos condenados. En definitiva, no hay ningún
interés real en que efectivamente se sanciones a quienes cometen el delito de
aborto. Sólo les basta el discurso. No les preocupa que sólo tenga efectos
simbólicos, pero no reales.
De este
modo, en estricto sentido, la “penalización” del aborto en nuestro país no
pasa de ser una mera ficción, afortunadamente.
Es decir, en la
práctica la disposición penal es simplemente simbólica, y sólo busca satisfacer
la conciencia de aquellos antiabortistas que quieren dormir tranquilos,
sabiendo que “en nuestro país está prohibido el aborto”, pues no sólo no se
aplica, sino que nada se hace por aplicarla. ¿Será porque en verdad su
aplicación es imposible? ¿O alguien cree seriamente que tendríamos policías,
cárceles, tribunales, guardias, y en definitiva sociedad para perseguir,
enjuiciar y encarcelar cada año a varias decenas de miles de mujeres que
abortan? ¿Y para dejar cientos de miles de niños huérfanos de madres?
En el caso de la
DC, sus parlamentarios olvidan que durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva
(1964-1970), no sólo no se prohibió el aborto que contemplaba el Código
Sanitario desde 1931¸ sino que se facilitó aún más su realización.
PRO-VIDA. NI A FAVOR DE LA VIDA NI EN CONTRA DEL ABORTO
La situación de
la Iglesia católica es aún más compleja. Desde luego porque hoy comparten mucho
de lo señalado anteriormente, pero además porque hoy se oponen a todo tipo de
aborto y declaran, reiteradamente, que esa ha sido la posición invariable de la
Iglesia a lo largo de la historia, lo que es absolutamente falso.
Recordemos
brevemente que de acuerdo a los planteamientos de la propia Iglesia Católica,
los católicos sustentan su fe en tres grandes depositarios, la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica
y el Magisterio Eclesiástico.
Sin duda la más
importante de las tres debiera ser la “Sagrada Escritura”, esto es “La Biblia”.
La primera gran
sorpresa que suelen experimentar los católicos cuando empiezan a indagar sobre
su posición, es al enterarse que ni en el pentateuco, ni en los libros de los
profetas, ni en los cuatro Evangelios, ni en Los Hechos de los Apóstoles, ni en
ninguna de las 19 epístolas, es decir, ni en el Antiguo Testamento([7]), ni en el Nuevo Testamento([8])([9]), hay un solo versículo que sostenga la
posición antiabortista que ellos sustentan. Es decir, no existe una sola
condena al aborto consentido en ninguno de todos los textos a los que judíos o
cristianos atribuyen origen divino. (La única referencia (Éxodo 21) trata de un
aborto provocado contra la voluntad de la madre, es decir, de una materia
absolutamente distinta a la planteada en la discusión actual, y que por lo
demás, como única sanción merece la multa que el marido exija, pues
probablemente se estima que se atentó contra su derecho a tener descendencia).
Recordemos también
que el aborto es una práctica frecuente en la antigüedad, y particularmente en
el mundo romano, en donde fue materia de referencia legal. Es decir, durante
todo el tiempo que cubre el Antiguo y el Nuevo Testamento, el aborto es una
conducta ampliamente difundida entre la población, una práctica acostumbrada,
podemos decir incluso que usual, y aún más, que, junto al infanticidio,
constituyen los dos métodos de control de la población que se emplean.
La segunda
reflexión, que si el aborto hubiera tenido las valoraciones que le atribuye hoy
la Iglesia Católica, “homicidio”, “crimen nefando”, etc., no resulta razonable
pensar que simplemente “se les olvidó referirse a él”. Y menos aún si se trata
de textos inspirados directamente por Dios.
No tenemos
competencia para profundizar en lo que pueda estimarse como Tradición
Apostólica”, pero si podemos recordar que de las epístolas integradas al Nuevo
testamento y atribuidas a los apóstoles Santiago, Pedro, Juan y Judas, ninguna
hace referencia al aborto.
En cuanto a los “Padres
de la Iglesia”, sin duda el primero es Pablo de Tarso, cuyas epístolas, (13), también
integradas al Nuevo Testamento, tampoco hacen referencia al aborto.
Antes de seguir parece necesaria una aclaración
previa. El tema del estatuto jurídico del aborto, refiere en la tradición católica en lo
esencial a dos situaciones, cuándo comienza el individuo humano, y si esto se
determina que ocurre antes de nacer, cuáles son los derechos que se le
atribuyen.
Desde la tradición católica incuestionada,
y siguiendo ideas griegas sobre la materia, el hombre se ha definido como la
unión de cuerpo y alma. Es el alma inmortal la sustancia espiritual que
constituye la esencia del ser humano, y es el momento en que el alma informa al
cuerpo, llamado animación, lo que da origen al ser humano.
¡Antes de que ello ocurra no hay ser humano!
El instante en que se produce la animación ha sido uno de
los temas teológicos más recurrentes en la historia del pensamiento cristiano.
Entre los Padres de la Iglesia ocupa un lugar
destacadísimo la figura de Agustín de Hipona, San Agustín. En el
decir de Paul Johnson, “Agustín fue el genio sombrío del cristianismo imperial,
el ideólogo de la alianza entre la Iglesia y el estado, y el creador de la
mentalidad medieval. Después de Pablo, que suministró la teología básica, hizo
más que ningún otro ser humano por plasmar el cristianismo”. Pues bien, aquel
hombre que “hizo más que ningún otro ser humano por plasmar el cristianismo”,
estimaba que no debía considerarse homicidio el aborto de un feto
aún no formado, y señalaba que la animación (la infusión del alma
al cuerpo) ocurría en el feto en el día 45 después de la concepción.
Pero no solo Agustín de Hipona tiene una visión en ese sentido. “San Buenaventura afirma también que el alma no puede existir en el embrión antes que este se encuentre debidamente organizado, y San Alberto Magno sostiene que el alma es infundida al varón a los 40 días de gestación, a la mujer a los 90 días.
Si de la tradición teológica se trata, y
aún cuando su existencia es varios siglos posteriores a los de Agustín, sin
duda una figura descollante es Tomás de Aquino, que no sólo ha sido declarado
santo, sino además investido de apodos como Doctor Angélico o Doctor de la
Humanidad, por la propia Iglesia católica. Se trata sin duda del principal
representante de la escolástica, y una de las mayores figuras de la teología.
Tomás de Aquino no sólo cree en la animación tardía, sino es uno de sus
principales exponentes.
Esta posición se ha seguido sosteniendo en la historia del pensamiento eclesiástico. Así por ejemplo, Tomás Sánchez de Ávila, teólogo español que vivió entre los años 1550 y 1610, y una de las mayores autoridades en teología moral, autor entre otros textos de uno con el ilustrativo título de “De sancto matrimonii sacramento”, elogiado por el Papa Clemente VIII, consideraba legítimo el aborto de diversas circunstancias.
DESDE EL MOMENTO DE LA CONCEPCIÓN: ERRORES, IMPRECISIONES Y CONCLUSIONES ABSURDAS
De este modo, si bien existe una tradición oficial que se impone desde el
Vaticano, primero a partir de la encíclica Apostolica Sedis, de Pio IX, en 1869
y luego de la Encíclica “Casti Connubi”, del Papa Pío XI, el año 1939, la
verdad es que, la “Sagrada Palabra” no contiene ni un solo sílaba de condena al
aborto consentido, la Tradición Apostólica presenta una diversidad de
opiniones, y sus máximos exponentes, justifican el aborto hasta determinados
momentos, y por último, el propio Magisterio ha mantenido una actitud fluctuante
en su actuar, -como lo acredita la historia chilena del período de vigencia del
aborto.
En la
actualidad, un número creciente de católicos, entre los que hay respetables
teólogos, (sacerdotes y monjas) sacerdotes y laicos, acepta la posibilidad de
que el aborto sea legítimo en determinadas circunstancias. En lo esencial
fundamentan su posición en la aprobación de la teoría de la animación tardía (hilemoformismo),
rechazo a la fecundación como inicio del individuo y revalorización de la
autonomía de la voluntad en el ámbito moral.
ABORTO E IGLESIA CATÓLICA: OTRO MUNDO ES POSIBLE
Hoy, como ayer,
podemos concluir que las conductas abortivas se dan en todos los estratos
sociales, sólo que en los más bajos, a veces, a lo lejos, se castiga algún
caso, y con frecuencia doblemente. Primero, pues las maniobras abortivas se
suelen realizar por personal no profesional y sin condiciones de higiene y
seguridad, aumentando los riesgos de enfermedad, esterilidad y muerte y
segundo, pues para que el simbolismo efectivamente funcione, cada cierto
tiempo, una ruleta invisible determina que alguna mujer pobre debe irse
presa por el delito de aborto, para satisfacción de los antiabortistas.
En su simbolismo
brutal, esa realidad es dramáticamente injusta, clasista y antidemocrática, y
sólo se sostiene gracias a una derecha hipócrita, que en lo esencial es
injusta, clasista y antidemocrática y a una jerarquía eclesiástica que no
respeta ni siquiera su propia tradición.
Santiago 26 de diciembre de 2024