Hace 150 años, en 1872, un filósofo
del derecho, Rudolf von Ihering, publicaba "La lucha por el Derecho”, no
sólo su obra más conocida, sino hasta el día de hoy una de las obras jurídicas
más célebres y difundidas de la historia. En ella, parte afirmando:
“Todo derecho en el mundo ha sido logrado por la lucha, todo precepto
jurídico importante ha tenido primero que ser arrancado a aquéllos que le
resisten, y todo derecho, tanto el derecho de un pueblo como el de un
individuo, presupone la disposición constante para su afirmación”.
En sociedades complejas como la
nuestra, la democracia, como sistema político basado en la soberanía popular,
la igualdad política de sus ciudadanos, el voto igualitario y universal, la
participación ciudadana de manera representativa, pero también de manera
directa, el respeto a los derechos humanos, etc., sólo puede estructurarse de
manera clara y estable mediante leyes. Dicho de otro modo, si bien la
democracia es más que eso, no puede ser menos. Normas de derecho definen las
instituciones políticas de un Estado, las organizan y las limitan, también
señalan como participan los ciudadanos, cómo se protegen los derechos
fundamentales, etc.
Así las cosas, la historia de nuestro
país parece haberse escrito para ratificar, en todas sus partes y desde todas
las perspectivas, la aseveración de Von Ihering. Todo nuestro sistema jurídico,
incluyendo nuestro sistema democrático, parcial, imperfecto, defectuoso y todo,
no ha sido una dádiva de quienes han ostentado el poder. La lucha por la
democracia, por un efectivo gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo, ha sido un constante y permanente esfuerzo por irla conquistando,
mantenerla, y por supuesto ampliarla. Una lucha que se ha dado en todos los
frentes posibles, electoral, político, económico, sindical, ideológico. En
algunos casos la lucha ha sido pacífica, en su mayoría no. Huelgas, tomas,
manifestaciones callejeras, han sido las más de las veces las últimas
herramientas de la lucha a las que ha recurrido el pueblo cuando ve que sus
demandas no son escuchadas. La oligarquía nacional por su parte, aquella elite
económica que pierde privilegios cada vez que el pueblo logra más conquistas,
no sólo ha usado la mentira, el cohecho, el fraude, el miedo, sino que no ha
trepidado en llenar nuestra historia de masacres y así son varios miles de
personas asesinadas en estas luchas.
Ayer ocupamos todas las formas de
lucha, incluidas las armas, contra una tiranía que violaba, asesinaba y
torturaba, en defensa de la libertad y la democracia. Hoy estamos ante un
momento histórico en la lucha por más y mejor democracia. Tenemos la
posibilidad real de poner fin a uno de los peores engendros de esa dictadura,
una Constitución antidemocrática, que teme al pueblo, escrita para perpetuar la
explotación y el apoderamiento de las riquezas en beneficio de unos pocos, cuyo
principal objetivo parece que hubiera sido transformar los derechos de las
personas (educación, salud, previsión, …) en mercancías, para el mayor
enriquecimiento de quienes podía negociar con ellos. Y como ya lo adelantara
von Ihering, una vez más será necesario “arrancar” derechos a quienes se
resisten el cambio, y para ello no vacilan en mentir, amenazar, intimidar, y
utilizar la más amplia gama de medios de comunicación para lograr engañar.
Frente a l constitución del dictador
se levanta una constitución no sólo originada con el más profundo proceso
democrático que jamás haya existido en nuestro país, sino que además mejora y
aumenta, como tampoco habíamos conocido nunca, el ejercicio de la propia
democracia.
Desde luego nunca debemos dejar de
valorar el proceso por el que llegamos a esta posibilidad. En primer lugar una
sublevación popular como no había habido en décadas, en la que millones de
persona expresaron en las calles su descontento con un sistema que los
explotaba, los oprimía, los vejaba en su dignidad, se burlaba de ellos. Un
procedimiento “arrancado” a la fuerza a quienes hasta hace poco se habían
negado precisamente a ello, con paridad de género y presencia de los pueblos
originarios. Por si fuera insuficiente, con un texto cuyo articulado fue
aprobado, uno a uno, por más de los dos tercios de los convencionales elegidos
democráticamente para redactarla.
Por primera vez en nuestra historia
se nos propone una Constitución que consagra una democracia inclusiva y
paritaria, que se ejerce en forma directa, representativa, comunitaria, con
iniciativa popular de ley, con una organización territorial con altos índices
de autonomía, que presenta serios resguardos y sanciones contra la corrupción
política, que reconoce el trabajo doméstico, que protege el medio ambiente y
obliga al Estado a adoptar acciones de prevención, adaptación y mitigación de
los efectos provocados por la crisis climática y ecológica, que define como
bienes comunes naturales el mar territorial y su fondo marino, las playas, las
aguas, los glaciares y los humedales, el aire y la atmósfera, la alta montaña,
los bosques nativos. Y todo esto, acompañado, además de los derechos
tradicionalmente garantizados en este tipo de textos, por nuevos derechos
individuales y sociales, como a una vivienda digna, una educación laica y
gratuita, un sistema de seguridad social efectivamente social, …
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Hoy la lucha por la democracia continúa,… y nuestro mayor esfuerzo debe estar centrada en lograrun triunfo abrumador del APRUEBO.
Santiago 7 de agosto de 2022.
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