“Sr. García nosotros pensamos
que la industria artística es como cualquier otra. Tratamos en este artículo de
describir un proceso y de señalar el cómo funciona el mercado del arte.
Saludos”
Galería VALA
(En respuesta a comentarios míos
sobre artículo “Inversión de arte en Chile”)
Hace
poco más de una semana, el galerista de arte Marcelo Aravena, de Galería Vala, exponía
en El Mostrador (12.08.2018) una serie de ideas sobre la “Inversión de arte en
Chile”. En dicho artículo, interesante
por lo demás, hacía hincapié en las características que debía poseer una obra
para que fuera una buena inversión, destacando artistas, períodos, tipos de
obras, rentabilidad y otros datos. Se trataba, como el autor lo declaraba desde
el comienzo, de explicar “…por qué y cómo se puede invertir en arte en forma
informada y segura”. Ese artículo fue ampliamente promocionado al menos por una
plataforma digital. En ella hice un comentario crítico de la situación, y
recibí, como respuesta, “… nosotros pensamos que la industria artística es como
cualquier otra…” que cito completa más arriba. Y en mi opinión, ese es
precisamente el problema, creer que el arte (y en definitiva todos los bienes
culturales) puede ser tratado como una empresa más.
El autor
centra su trabajo en uno de los temas principales de la “economía del arte”, la
comparación de la inversión en obras de arte, entre si o con otros productos
financieros, en cuanto a rendimientos económicos. El tema por lo demás es
antiguo incluso en Chile. “Para los entendidos en la Bolsa, que se desesperan
al ver el IPSA y/o el IGPA con signo negativo, y luego para los partidarios de
los fondos mutuos, de los pagarés, de comprar propiedades y luego revenderlas;
en fin, para todo quien tiene dinero y duda donde invertir, existe una
alternativa diferente”([1]),
señalaba hace 26 años, en septiembre de 1992 la revista Economía y Negocios”
del diario El Mercurio, en un artículo cuyo título “Arte, otra buena
alternativa”, no dejaba lugar a dudas. La “Corporación Amigos del Arte”,
entregará por años, desde 1993, el “Índice Santander-Amigos del Arte”,
indicador encargado de evaluar la evolución que en el mercado experimenta la
pintura chilena, contemporánea y tradicional. “El arte es, después de la Bolsa,
la forma de inversión más rentable” ([2]),
decía la prensa el año 95, refiriéndose a este indicador([3]).
Y el 2001 se señalaba “Inversión en pintura tradicional rentó 20,8%([4]).
En noviembre del mismo año se explicaba que “El Índice Santander-Amigos del
Arte surgió con la intención de comparar la pintura chilena con otras opciones
de inversión a nivel nacional e internacional”([5]).
Así las cosas, no puede extrañar “comentarios sobre arte” del tenor siguiente
“De acuerdo con los datos expuestos por Méndez, las acciones de empresas
industriales de EE.UU. cayeron un 2,6% promedio, bastante menos que las
tecnológicas, que bajaron un 27%. En Chile, el IPSA –que mide las 40 acciones
más transadas- mostró el primer semestre un alza del 7,5, la inflación fue de
apenas un 1,5%, el oro un 9,9% y el dólar informal aumentó un 10,1%. En una
perspectiva de más largo plazo y tomando como base el 1 de enero de 1993, la
pintura chilena actual aparece detrás del Dow Jones y de la Bolsa de Santiago,
pero sobre la unidad de fomento, el oro y el precio del dólar”([6]).
El arte,
desde siempre, ha constituido una manifestación humana determinada en gran
medida por los procesos históricos y sociales en que se crea y se difunde.
Desde esa perspectiva, no puede resultarnos una novedad lo que señalaba el
autor. Por el contrario, sabemos que al menos una parte del arte ha estado
desde hace milenios ligada a los sectores sociales económicamente más poderosos
(que son obviamente los que pueden “invertir” en arte”), y, en una sociedad de
extremo liberalismo, como la nuestra, no puede extrañar que también
transformemos el arte en objeto de especulación.
Lo que
hoy queremos destacar es más bien otra cosa, el tremendo daño que al mundo de
la cultura y el patrimonio cultural significa el consolidar esta visión
especuladora del arte (y que en verdad, por un lado no se limita al “arte”,
sino cubre diferentes tipos de objetos culturales, como los bienes arqueológicos,
o las antigüedades, por ejemplo, y por otra, no se refiere a “todo” el arte,
sino a aquel que permite la especulación financiera).
Si bien
el origen del mercado del arte podríamos trasladarlo al Renacimiento, con el
especial auge del coleccionismo, si quisiéramos fijar una partida de nacimiento
de la visión actual, cargada de especulación y centrada en las utilidades, probablemente
debiéramos remontarnos a mayo de 1952, y particularmente al remate de la
colección de Gabriel Coqnacq, en la Galería Charpantier. Aquel fue un remate
especial, como no había habido otro probablemente en la historia del arte, y
por diferentes razones. De partida, el dueño de las piezas, conocido mecenas
francés, había sido acusado de colaboracionista con el régimen nazi. (Después
de todo, durante el gobierno colaboracionista de Petain había sido Presidente
del Consejo Superior de Museos de Francia, y en 1944 había sido condecorado por
el fascismo español con la “Orden de Isabel la Católica”, en grado de Gran Cruz).
Él sin embargo rechazaba esas imputaciones, señalando que su única preocupación
había sido velar por los tesoros artísticos de su patria. Expulsado de su
cargo, Gabriel Cognac, aduciendo dolor y amargura por ello, modificó su antiguo
testamento, desheredando al Estado francés y entregando todas sus valiosas
colecciones a una entidad filantrópica.
El día
del remate más de 5.000 personas se congregaron, según la prensa de la época([7]),
incluyendo a los directores de los museos de Bruselas y Hamburgo, a
representante del Museo Británico, a los coleccionistas y “marchads” de arte
más famosos, y a celebridades como Greta Garbo. La subasta comenzó con pintura
antigua, que empezó con precios prudentes, que fueron rápidamente subiendo. La
locura se produjo con la pintura moderna. Por un pastel de Degas se pagaron
5.700.000 francos, por un Van Gogh “Les Chardons”, 16.500.000 francos, por un
Renoir, “Les deux seurs”, 19.000.000, y la locura misma, por un Cezanne “Les
pommes y les biscuits”, 33.000.000. Todos parecen coincidir en que en este
momento se produce “el nacimiento de un mercado”([8]),
el del moderno mercado del arte. Y es que desde ese momento, el mercado del
arte nunca más volvió a ser el mismo. En años posteriores se incorporarán los
bienes arqueológicos y las antigüedades a este nuevo mundo.
En los
años siguientes se inicia una escalada de precios que permite que entre 1952 y
1956 al menos 12 cuadros consiguieran sobrepasar la frontera de las 10.000
libras, pero que explota nuevamente en 1957, cuando sólo en una subasta, que
duró sólo 93 minutos, Sotheby’s de Londres remata la colección Weinberg, de
Nueva York, y 9 cuadros de artistas impresionistas y post impresionistas
superan esa cifra con holgura([9])([10]).
Destacaron también los precios alcanzados más tarde en las subastas de la
colección de Goldshidt en Londres y de Lurcy en Nueva York; pero va a ser la
subasta en la casa de remates Parke- Bernet, en 1961, del cuadro “Aristóteles
contemplando el busto de Homero”, de Rembrandt, rematado en 2,3 millones de
dólares, lo que hará explotar los titulares de la prensa, y marcará la
tendencia al alza creciente que hasta hoy, con leves caídas, caracterizarán al
mercado del arte. (El Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, (Met)
adquirente del cuadro, dará también mucho que hablar cuando en 1972 adquiere,
por un millón de dólares, una crátera de Eufronio, que el 2006 deberá devolver
a Italia, pues la obra era producto de un saqueo arqueológico).
El arte
latinoamericano contemporáneo irrumpe, a nivel internacional recién en la
década de los años 80, ubicando la imagen de lo latinoamericano como parte del
“otro”. Frente a una Europa y un Estados Unidos que representan lo cristiano,
lo europeo, lo civilizado, lo masculino, en definitiva lo humano, esta América
del sur del Río Bravo sigue formado parte de “lo otro”, simbolizando lo pagano,
lo indio, lo salvaje, lo femenino, lo animal, y de este modo, privilegiándose
una pintura que de algún modo refleje principalmente “lo otro”, más que “lo
universal”. A principios de los años 90 encontramos obras de autores
latinoamericanos cuyo precio, por primera vez, superan la simbólica barrera del
millón de dólares, siendo probablemente el primer cuadro que lo hace “Diego y
yo”, de Frida Kahlo, por la que en un remate en Sotheby’s, el 2 de mayo de
1990, se pagó 1,3 millones de dólares.
El mercado del arte
sigue creciendo hasta nuestros días, preocupando cada vez más al mundo de las
finanzas y al mundo de la cultura, sólo que por diferentes razones. Quizás el
fenómeno más relevante de los últimos años ha sido la irrupción de China en él,
lo que por lo demás ocurre de manera coherente con los cambios de la economía
mundial. Durante el año 2011, China, con un 30% de cuota, desplazó por primera
vez a Estados Unidos, con un 29%. Durante el año 2010 China había desplazado
del segundo lugar al Reino Unido, que de este modo, quedaba en un tercer lugar,
con el 22%. La emergencia China tiene un significado no sólo desde el punto de
vista de los dineros que en arte se invierten. También lo tiene desde la
perspectiva de los objetos y artistas con mayor presencia en el mercado. Así,
durante el año 2011 no fue Picasso el artista con mayor ventas acumuladas en
remates durante el año, como había ocurrido durante los 13 años anteriores,
sino Zhanh Daquian (1899 – 1983), artista chino, y el segundo, Qi Baishi, (1864
– 1957) de la misma nacionalidad.
La condición
de objetos de inversión que ha adquirido el arte, y especialmente la pintura,
como los objetos arqueológicos y ciertas antigüedades en las últimas décadas, ha
traído cambios sustanciales al mundo del arte y la cultura. Desde luego ha
permitido que algunos artistas, aquellos a quienes el mercado ha transformado
en modernos reyes Midas, ganen grandes cantidades de dinero. Aunque en estricto
rigor quienes verdaderamente han ganado mucho, mucho, mucho dinero, han sido
los comerciantes de arte, y dentro de ellos, en primer lugar, Sothesby’s y
Christie en segundo.
Pero eso
no es lo relevante.
Lo verdaderamente importante
y más bien trágico, es que el asumir los objetos culturales como simples
mercancías, cuya importancia está dada por el precio que el mercado está
dispuesto a pagar, no sólo se pierde la esencia misma del objeto patrimonial, por
definición un bien que posee un “valor excepcional desde el punto de vista de
la historia, del arte o de la ciencia”, (no del mercado), en la clásica exposición
de UNESCO([11]),
sino que se distorsiona el sentido de la creación artística por un lado, y se
estimula la destrucción, el saqueo y la falsificación por otro.
(Es
interesante destacar aquí que nuestra propia legislación hoy le otorga una
naturaleza diferente a los bienes patrimoniales. Así, la Ley N°. 21.045, que
crea el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, establece, en el artículo 1, N°6, a
nivel de “principios” que se debe “Reconocer que el patrimonio cultural, en
toda su diversidad y pluralidad, es un bien público que constituye un espacio
de reflexión, reconocimiento, construcción y reconstrucción de las identidades
y de la identidad nacional”)
En
primer lugar está el obvio efecto de terminar siendo los compradores de más
recursos quienes deciden, en gran medida, hacia donde marcha el arte. En verdad
este efecto ha estado presente desde siempre. No es casualidad que desde
Constantino hacia adelante los artistas más destacados hayan estado al servicio
de la Iglesia, y más tarde de ésta y de las Monarquías. El que esto ocurra en
la actualidad sin embargo, tiene otras connotaciones sociales. Y es que en un
período de auge político de la democracia, de proclamación de la igualdad de
los hombres, como del derecho universal a gozar del patrimonio cultural,
violenta las conciencias, por un lado el que sigan siendo los grandes amos del
dinero quienes imponen que debe y que no debe valorarse en el arte, y por otro,
que dicha valoración se reduzca a lo que el propio mercado está dispuesto a
pagar por él.
El
segundo gran efecto que detectamos, es que al insertarse el mundo del arte y la
cultura en el mundo de la economía, se terminan aplicando los patrones morales
imperantes en él, que claramente se encuentran muy alejados de aquellos que,
según UNESCO, deben guiar el desarrollo de la cultura y el arte. Probablemente
uno de los mejores ejemplos de este maridaje necesariamente mal avenido, que es
considerar el arte como simple negocio se refleje en las “Reglas a seguir para
una acertada inversión”, de Jennifer Hill, que conocimos hace años en la página
web española de “Arte y Mercado”. En di chas reglas se señala, entre otras
cosas, que “Se recomienda tener cuidado con las obras producto de saqueos de
guerra” o “Se recomienda tener cuidado con el arte exportado ilegalmente. Tales
obras podrían resultar ser difíciles de revender y otros países podrían tratar
de recuperarlas. Usted podría encontrarse al final de una demanda judicial” o
“No se recomienda invertir en ejemplares robados”([12])([13]).
Como se puede apreciar de su simple lectura, ninguna de esas recomendaciones es
capaz de aprobar las mínimas exigencias que sobre la materia ha ido elaborando
la UNESCO, y que se concretaron especialmente en la Convención sobre las Medidas que deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedad Ilícita de Bienes Culturales, de 1970.
Por
último, y respecto de este efecto no parece haber dos opiniones, las
artificiales cifras que la especulación financiera termina pagando por algunos
bienes culturales, como ninguna otra causa, han estimulado, de manera
exponencial, el robo de museos, iglesias, galerías o colecciones, el saqueo de
sitios arqueológicos y paleontológicos, las falsificaciones de ellos, el
tráfico ilícito hacia países donde se obtienen mayores precios por dichos
objetos, y la destrucción y el daño de miles de objetos por los cuales el
mercado no está dispuesto a pagar esas cifras. Karl Meyer, en su ya clásica
obra sobre “El saqueo del pasado”, señalaba en 1973 “Más que cualquier otro
elemento único, el incremento de los precios del arte ha sido responsable por
el robo, mutilación y destrucción totales de obras de arte en todas partes del
mundo…”([14]). Fernando Baez, 36 años
después señalaba “El saqueo de bienes culturales también es fomentado, ante
todo, por razones estrictamente económicas, que movilizan bandas dedicadas a la
expoliación sistemática de yacimientos arqueológicos, paleontológicos,
subacuáticos y pintura rupestre en cuevas protegidas”([15]).
Por otro lado, después que el MET pagara un millón de dólares por la crátera de
Eufronio, se desarrolló en Italia un sistema de excavaciones ilícitas más
agresivo y sofisticado”([16]).
Ratificando lo anterior, y mostrando una de sus aristas más dramáticas, la
prensa mundial informaba, a mediados del mes de junio del 2012, que la crisis
económica que afectaba a Grecia causaba estragos en materia de patrimonio
cultural, no sólo porque las exploraciones arqueológicas y las investigaciones
se abandonaban por falta de recursos, sino porque aumentaron los saqueos a
sitios arqueológicos y los museos habían visto aumentar los asaltos, según
aseguraba la revista Nature([17]).
El criterio mercantilista afecta también, pero esta vez dañando de manera más
directa, especialmente a los sitios arqueológicos y a los bienes
arquitectónicos. La construcción de caminos, así como de nuevos edificios, incluso
el montaje de espectáculos como el rally “Dakar”, se ha manifestado como uno de
los motivos más directos de destrucción de sitios arqueológicos en algunos
lugares. El alto valor del terreno ha sido la causa de la destrucción de gran
parte de los centros históricos de las ciudades de origen colonial en América
Latina, incluyendo Santiago.
Por
último, y no hay espacio para exponerlo con detalle, pero no resulta difícil
entenderlo, las falsificaciones de todo tipo de bienes culturales, incluyendo y
destacando en primer lugar la de pintura de caballete, se realizan sobre
autores altamente valorados económicamente, estimulándose dichas
falsificaciones, precisamente con la especulación en el arte.
El
enfoque mercantilista del artículo mencionado al comienzo, que como hemos dicho
por lo demás corresponde a un enfoque compartido por muchos, nos trae a la
memoria una frase de Jeremy Rifkin, economista y prospectista norteamericano,
quien en marzo de 2001 decía "La gran lucha del siglo XXI será entre la
cultura y el comercio"([18]).
Agosto
de 2018
Fernando
García Díaz
Abogado
Profesor
Post titulo Restauración de Bienes Culturales Muebles
Facultad
de Arte, Universidad de Chile
[1]
Revista Economía y Negocios, “Arte, otra buena alternativa”, Diario El mercurio, 2
de septiembre de 1992, pág.4
[2] GAJARDO,
ALEJANDRA “El arte es, después de la Bolsa, la forma de inversión más
rentable. Así lo establece el Índice de Precios de la Pintura Chilena”,
[3] Otros titulares de la prensa nacional
de esos años muestran ya una situación consolidada: “Resurge mercado del arte” (Estrategia,
31.08.95), “El arte de invertir en ARTE (La Segunda 22.03.996), “Mercado del
arte sigue bajo “efecto tequila” (La Época, 18.05.96).
[4] El MERCURIO, jueves 21 de junio de 2001
[5] El MERCURIO, viernes, 30 de noviembre
de 2001
[6] El MERCURIO, viernes, 30 de noviembre
de 2001
[7] Véase “Una sensacional subasta de pinturas”, en “La
Vanguardia Española”, domingo 18 de mayo de 1952, pág. 11, disponible en
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1952/05/18/pagina-11/32804177/pdf.html
[9] LA VANGUARDIA ESPAÑOLA”, “Un Van Gogh alcanza las
31.000. Una importante subasta de arte en Londres. En 93 minutos se liquida la
colección en 326.520 libras” jueves 11
de julio de 1957, pág. 10,
[10] ABC,”Subasta de Obras de Arte en
Londres. Esculturas, bronces y pinturas de impresionistas franceses, vendidas
en 326.520 libras esterlinas, jueves 11 de julio de 1957. Edición de la mañana,
pág. 37, disponible en http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1957/07/11/037.html
[12] HILL,
JENNIFER, “Reglas a
seguir para una acertada inversión” en Arte y Mercado, http://www.arteymercado.com/decalogo.html Véase hoy https://lta.reuters.com/article/topNews/idLTAN2232794120080622 (revisado
20.08.2018)
[13] En todo caso tenemos que reconocer
que dichas reglas no fueron elaboradas por el sitio en cuestión sino difundidas
por la agencia Reuters, al parecer en junio del 2008. Véase https://lta.reuters.com/article/topNews/idLTAN2232794120080622 (revisado
20.08.2018)
[14] MEYER, KARL E. “El saqueo
del pasado. Historia del tráfico ilegal de obras de arte”, F.C.E., México,
agosto de 1990, pág. 23
[15] BAEZ, FERNANDO “El saqueo Cultural de
América Latina. De la Conquista a la globalización. Editorial debate. Primera
edición en la Argentina bajo este sello, julio 2009, pág. 238.
[16] WAXMAN, SHARON “Saqueo. El arte de robar arte”, Turner
Publicaciones S.L., Madrid, 2011, pág. 219.
[17] Citado por La Tercera,
Santiago, Chile, disponible en http://diario.latercera.com/2012/06/23/01/contenido/mundo/8-112185-9-crisis-causa-estragos-en-los-tesoros-arqueologicos-griegos.shtml (17.07.2012)
[18] RIFKIN,
JEREMY Revista Fuentes, UNESCO, 18 de abril 2001, pág. 18. Citado em www.fuentesunesco.org/news/archivestory.php/aid/221/siglo_xxi_:_%BFCultura_contra_comercio_.htm
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