Fernando García Díaz
1. Un reciente informe de la Corte de Apelaciones de Santiago
puso nuevamente ante la opinión pública el tema de las cárceles chilenas. Y
como en el mejor de los gatopardismos, todos dijeron que la situación debía de
cambiar para que nada cambie.
2. Tradicionalmente consideramos los hechos delictivos como
excepcionales, distintos de aquellos que no hemos definido como tales. Según
esta misma línea argumental, la conducta criminal es la principal causa de
estos hechos. A partir de estas creencias, hemos desarrollado una práctica
sancionatoria y una teoría criminológica. Pero ninguna de esas afirmaciones parece ser
cierta.
3. El delito es, y de eso no hay duda, una construcción
social. Sólo es delito aquello que se define como tal. Y esa definición es
producto de una decisión política que reúne en un proceso dos aspectos, una
selección y una atribución. Mediante el primero, de un sinnúmero de conductas
estimadas reprochables, se eligen aquellas que se quieren castigar penalmente.
Mediante el segundo, se les atribuye una determinada pena penal.
4. El proceso de construcción del delito es político y como
tal, refleja el conflicto de intereses
de clase, y el peso que dichos intereses presentan en un momento concreto. No
es casualidad que en nuestro país se sancione penalmente el hurto de un martillo por un trabajador, y no el no pago
de sueldos o salarios por el empleador. Tampoco que sólo hoy y de manera “muy
pausada”, nuestros parlamentarios discutan sancionar penalmente la colusión de
las empresas
5. Los intereses no sólo son obvios y económicos. También lo
pueden ser directamente políticos, como cuando se sanciona la disidencia o
esencialmente ideológicos, como en el caso del aborto, que claramente no busca
castigar a quienes lo cometen (sería socialmente imposible enviar a la cárcel
cada año a decenas de miles de mujeres), sino simplemente dejar con la
conciencia tranquila a quienes se oponen a él,
porque su religión se los manda y saben que jamás serán castigados por
esas conductas (hombres y mujeres de niveles sociales altos preferentemente).
6. Pero si la definición de lo que es delito es clasista, la
decisión de quienes efectivamente van a ser sometidos al sistema penal y más
aún, la de quienes van a llegar a prisión, esto es, la persecución penal, lo es
aún más. Y el sistema funciona así de manera automática. No es que dolosamente
nuestros fiscales y jueces lo decidan en cada momento. Y la prueba de ello es
objetiva. Como es sabido, nuestras cárceles están llenas de “pobres”, aunque
como también es sabido, no sólo ellos cometen delitos.
7. La privación de la libertad ambulatoria, como instancia
de cumplimiento de pena, esencia de nuestro actual sistema carcelario, no ha
existido siempre, en verdad es más bien un invento del capitalismo. Antes, las
penas tenían como eje central el castigo físico y la humillación de los
condenados (muerte, azotes, marcas de fuego, expulsiones,..), y la prisión era
sólo mientras duraba el proceso. El actual sistema surge con la burguesía,
junto a la fábrica, el hospital psiquiátrico, y el servicio militar regular y
obligatorio.
8. Desde la teoría, la función de la pena ha oscilado entre
la retribución, el mal del castigo por el mal del delito, la prevención general,
el castigo como amenaza previa y la prevención especial, el castigo como
tratamiento resocializador para los efectivamente condenados. Desde la realidad, ha oscilado siempre entre
castigo y castigo, variando sólo en la manera de manifestarse y en la
intensidad de su aplicación. ¡Después de todo solo los pobres lo van a sufrir!
La función resocializadora no ha pasado de estar sólo en el discurso y siempre
y cuando la contingencia política lo plantea como socialmente correcto.
9. Luego de un par de décadas de alza de los movimientos
populares, que en el ámbito académico vio teorías iluminadoras para la
criminología y la política criminal, -por cierto con distinta intensidad- como
las del etiquetamiento, la criminología crítica o el abolicionismo, vino la
reacción conservadora de Reagan y Thatcher y de los dictadores de turno en
América Latina. Con ellas, vino la represión y el castigo como única
alternativa. Y así con nombres como neoclasicismo, ley y orden, tolerancia
cero, derecho penal del enemigo, y otros más, se multiplicó la represión y se
abandonó toda otra política para enfrentar el delito.
10. Y así estamos hasta hoy. Con nuestras cárceles llenas,
repletas, saturadas de seres humanos tratados como ganado, sin el más elemental respeto a sus derechos básicos y en una situación que limita con los delitos de
lesa humanidad. Mientras, y cada cierto tiempo, las autoridades y la sociedad
en general se asombra, condena y se auto flagela, denunciando una situación que
todos conocemos, que todos sabemos que sigue ahí, sin que se haga nada para
remediarla. Por el contrario, una opinión pública desinformada y unos políticos
demagogos hacen todo lo posible por empeorarla, pidiendo cada vez mayor
cantidad de personas privadas de libertad (“no a la puerta giratoria”) y sin
entregar recursos, ni humanos ni económicos para superar la situación.
11. Clasismo. ¡Sólo los pobres están en las cárceles! Cinismo.
¡Nos asombramos de saber lo que sabemos!.
12. Pero si a alguno no le basta para reaccionar con saber que
día a día, hora a hora, minuto a minuto, violamos los derechos humanos de
decenas de miles de chilenos pobres, encerrados en mazmorras sucias, infectas y
malolientes, digamos además que no sólo somos ineficientes para combatir el
delito, sino que además promovemos su aumento. ¿O alguien cree que nuestros
presos saldrán mejores de las cárceles? ¿Es muy difícil comprender que cada
escuela de delincuentes que exista –y las
cárceles son una de ellas- aumenta el riesgo futuro? ¿O acaso no sabemos que
prácticamente todos quienes están privados hoy de libertad en algún momento la
recuperarán y volverán a estar entre nosotros? (Y por cierto la solución no es
la pena de muerte, el presidio perpetuo u otra manifestación similar).
13. Más de algún alumno recordará una idea que repito en mis
clases mil veces. La actual política criminal es la peor política que podemos
implementar. No sólo es insostenible en el tiempo, -cada día aumentamos el
número de personas privadas de libertad y no construimos más cárceles- sino que
no mejora el presente y además hipoteca el futuro. ¡Serán nuestros hijos o
nietos quienes más sufran las consecuencias de esta criminal política criminal!
14. Si el delito, como lo conocemos es una construcción
social creada para encerrar a los pobres, si el sistema carcelario, tal como lo
mantenemos es una creación reciente que no soluciona el problema, sino que lo
agrava, ¿No será tiempo de mirar hacia otro lado?
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