“El objetivo es que la globalización no sea sólo del gran capital,
sino que beneficie a todos los habitantes del planeta, que la mundialización
sea ciudadana, solidaria y justa, que favorezca al ser humano y no sólo al gran
capital”
Víctor Hugo de la Fuente
Hacia
1818, hace exactamente 200 años, el futbol era todavía una simple entretención
de la que participaban especialmente algunos británicos, sin que hubiera reglas
claras y menos aceptadas por los diferentes equipos. A mediados de ese siglo se
establecen las primeras reglas, entre ellas la prohibición del uso de las manos
para desplazar la pelota, y en la década siguiente se establecen otras,
referidas a saques de esquina, saques de banda y otras materias. Pero va a ser en 1863, en la Taberna
Freemason’s, en donde reunidos una serie de equipos se separan definitivamente
del rugby, y al crear la The Football Association, (FA), dan estructura a la organización inglesa que más
importancia tendría en la difusión y consolidación de este deporte.
En la actualidad, el Campeonato Mundial de Fútbol es
entretención, deporte, pasión, negocio y, corrupción mediante, uno de los
mejores ejemplos de la globalización. Después de todo, el fútbol es el deporte
más popular del mundo, con más de 270 millones de personas que lo practican y varios
cientos de millones que lo valoran como espectáculo.
La globalización –mundialización para algunos-, es un proceso
social complejo, que, partiendo desde la actividad económica, integra, a escala
planetaria, mercados, sociedades y culturas, haciéndolas interdependientes. En
estricto rigor, el proceso de integrar cada vez a nuevos territorios,
estableciendo patrones de interdependencia, es propio del ser humano y lo
encontramos ya en el Imperio Romano en la antigüedad europea, en el Tahuantinsuyo,
en la América precolombina, y con mayor razón con la circunnavegación de África
y la conquista y colonización de nuestro continente. Este proceso por lo demás
es también natural en el desarrollo del capitalismo, y fue descrito con
maestría hace ya más de 170 años “Espoleada por la necesidad de un mercado más
extenso, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes,
establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes… Gracias al rápido
perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de
los medios de comunicación, la burguesía lleva la civilización hasta todas las
naciones, hasta las más salvajes…. (Marx, Engels, Manifiesto del Partido
Comunista, febrero, 1848).
Como fenómeno social, no había tenido nunca las
características actuales, dadas entre otras razones, por las posibilidades de
comunicación instantánea con prácticamente todo el planeta, el desplazamiento
de gigantescos capitales a través de todo el mundo, y la existencia de mercados
abiertos en todos los continentes. Acelerado a partir del término de la Guerra
Fría, y por tanto del término de la división en bloques opuestos, se ha ido
concretando con la difusión del capitalismo como única alternativa, en un
proceso de imposición del modelo neoliberal en sus diversas manifestaciones.
Desde esa perspectiva, más que “mundialización”, en términos de “integración”
de las diversas zonas y culturas, aparece como una verdadera
“occidentalización” del planeta, en cuanto para lograr la integración de los
diferentes mercados, se imponen valores y visiones propias del mundo
occidental. Y ello se hace de las más variadas formas. Y aquí, el fútbol es
instrumento y resultado de la globalización, mecanismo para profundizar en ella,
pero también consecuencia de ese proceso. Y los Campeonatos Mundiales, la mejor
expresión, dentro del fenómeno social llamado fútbol, de cómo la globalización
alcanza todos los ámbitos de la vida en sociedad.
Surgido el fútbol en Inglaterra y extendido esencialmente a
Europa y América Latina, no sólo es un deporte exclusivamente de la cultura
occidental, sino incluso sólo de parte de ella. Dentro de esta, ni Estados
Unidos, ni Canadá, ni Australia manifiestan algún interés significativo por ese
deporte. Los Campeonatos “Mundiales”, iniciados en 1930, durante décadas, son
en verdad meramente “locales”, extendiéndose poquísimo más allá de esos dos
continentes. El Campeonato Mundial de 1970, relevante desde el punto vista
deportivo, en cuanto pone fin a la competencia por la Copa Jules Rimet, de
enorme valor simbólico (y también comercial), que se juega en México en 1970,
cuenta con la participación de apenas 16 selecciones, es decir, representantes
de poco más del 10% de los países existentes a la fecha, y de una mínima
población, de los 3.700 millones de habitantes que aproximadamente hay en el
planeta, en esa fecha.
Es decir, ni desde el número de países, ni desde la población,
tiene significación alguna “mundial”. Y tampoco desde lo geográfico, toda vez
que, de esas 16 selecciones, 8 corresponden a países europeos, (Italia,
Alemania Federal, Inglaterra, Suecia, Bélgica, Rumania, Bulgaria,
Checoslovaquia, Unión Soviética), 5 a países latinoamericanos (Brasil, Uruguay,
México, Perú, El Salvador), y los dos restantes, a países de la esfera del
Mediterráneo (Israel, Marruecos).
Pensados aún en esa época como instrumentos adecuados para
potenciar el desarrollo del fútbol y de la infraestructura que para ello se
necesita, su organización se entrega de manera más o menos intermitente a un
país europeo y otro americano. Un buen ejemplo de la falta de interés económico
y por el contrario, de la idea de potenciar el deporte y la infraestructura
requerida, lo vemos en el Campeonato Mundial de Futbol de 1962, que es
entregado para su organización a un país pequeño, subdesarrollado, sin ninguna
capacidad especial de promoción del negocio, sino simplemente como una manera
de apoyar a “quienes no tenían nada, y querían tenerlo todo”.
En junio 1974 asume la
dirección de la FIFA Joao Havelange, y el Campeonato Mundial, que con el
anterior director, Stanley Rous, había crecido en prestigio, y era ya el evento deportivo más seguido en el mundo,
después de las Olimpíadas, se empieza a transformar en lo que
actualmente es, una máquina de fabricar dinero.
La televisión abrió un
espacio de negocio para los espectáculos masivos como no había existido nunca.
Ahora ya no se obtienen recursos sólo mediante la venta de las entradas al
estadio. Es más, incluso se puede prescindir de ellas, pues es la venta de los derechos
televisivos, y de la publicidad que acompaña esta masiva difusión del
espectáculo lo que verdaderamente aporta los ingresos. Y mientras más
televidentes quieran ver el espectáculo, más ingresos entran.
Pero no sólo las
transmisiones deportivas son el negocio. En verdad todo lo que gira o puede
girar en torno al evento es negocio. Desde lo más obvio, el turismo, las marcas
deportivas, los medios de comunicación, las empresas patrocinantes, la “bebida
oficial”, (¿adivinen cuál? ¡Si, esa misma! 1978 “Nos
convertimos en patrocinadores mundiales oficiales por primera vez. Desde
entonces, hemos estado en cada uno de los campeonatos”, dice hoy la página
oficial de la Coca Cola), el “auto oficial”, (Corea del Sur no sólo está
presente con su selección, sino también con 530 vehículos Hyundai entregados a
los organizadores para el traslado de deportistas, autoridades, periodistas), hasta
los álbumes “Panini” (el último de los cuales requiere unos 100 dólares para
llenarlo). Incluso la prostitución que en torno a estos eventos se desarrolla
alcanza también niveles de globalización, con significativas cifras económicas,
y la oferta de prostitutas con diversos perfiles genéticos (negras, mulatas,
rubias, …), llevadas desde diferentes lugares para un público con requerimientos
también muy diversos. Por supuesto no todo es negocio, también hay política, y
así, de paso, con el Campeonato Mundial de 1978 en la Argentina de Jorge Rafael
Videla, (en 1983 condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad), apoyamos
las dictaduras militares de Latinoamérica.
El primer esfuerzo,
claramente visible a nivel de Campeonato Mundial por aumentar el negocio y
mostrar efectivamente dimensiones mundiales, se alcanza en España, en 1982,
cuando el número de selecciones participantes se amplía en un 50%, de 16 a 24, incrementando
el número de cupos continentales en la fase clasificatoria, integrándose esta
vez países como Kuwait y Nueva Zelanda.
La decisión de ampliar
el número de cupos se había tomado por las FIFA de Havelange, en 1978, esto es
sólo 4 años antes del campeonato, no obstante que la decisión sobre la sede se
había resuelto 18 años antes, en reunión en Tokio en 1964. Pero no se trata
sólo de aumentar el número de selecciones participantes, y por esa vía de
personas interesadas en ver ese espectáculo. Se trata también que grandes
empresas aporten recursos, y pronto Coca Cola, Kodak, y Visa son patrocinantes
del Campeonato Mundial. También se apuesta a lograr que sociedades con altos
ingresos se interesen por el futbol. Incluso cuando no se interesan. Y esa es
claramente la única explicación para que el Campeonato Mundial de 1994 se haya
realizado en un país donde a casi nadie le interesaba ese deporte, Estados
Unidos. Se trata de ingresar al mercado del fútbol la potencial demanda de los
Estados Unidos, cuestión que, si bien no se logró definitivamente, abrió un
espacio de penetración que ha continuado ampliándose, curiosamente si, con el
fútbol femenino, más que con el masculino.
En 1998 se consagra un
nuevo esfuerzo por globalizar los Campeonatos Mundiales de Fútbol, y es así
como el que se desarrolla ese año en Francia cuenta con la participación ahora
de 32 países participantes. ¡En 16 años, el número de selecciones que
participan de un Campeonato Mundial de Futbol se ha duplicado! Esta vez, junto
a los clásicos Alemania, Argentina, Brasil, España, Inglaterra, juegan también
Arabia Saudita, Irán, Túnez, Camerún, Nigeria, Sudáfrica, Japón…. El campeonato
ya parece efectivamente “mundial”.
Nuestro fútbol, por su
parte, con una larga historia deportiva, -con una Federación de Fútbol fundada
en 1895, una de las 10 más antiguas del mundo- el año 2.000 entra directamente
en la era del fútbol como negocio, constituyéndose el Club Magallanes en el
primero que se transforma en una Sociedad Anónima Deportiva, (SAD). El año
2.002, se decreta la quiebra oficial del Club Social y Deportivo Colo Colo y
rápidamente los llamados equipos grandes del fútbol chileno, el propio Colo
Colo, la Universidad de Chile y la Universidad Católica, pasan a depender de
los grandes grupos económicos de nuestro país. La excusa, cuando la hay, es
siempre la misma, esto permitirá una administración excepcional, pondrá a
nuestros equipos en las grandes ligas, evitará que los clubes quiebren, que a
los jugadores no se les pague oportunamente, que los equipos no cumplan sus
compromisos económicos. En fin, todo funcionará perfecto, como perfecto es el
mercado. Y así ha sido, perfecto. Salvo claro, algunos detalles, las barras
bravas, la violencia brutal en los estadios, las crisis económicas permanentes
en muchos equipos, el desprecio absoluto hacia la hinchada, que por lo demás
tampoco interesa, pues económicamente no es rentable que vaya público a los
estadios, dado el alto costo que adquiere la seguridad que hay que mantener, hoy
en gran medida privada, y el canal del futbol sigue siendo el mejor negocio ¿o
alguien cree que efectivamente ha habido voluntad por mejorar la “experiencia”
de ir a los estadios?, la corrupción de Jadue, …
Ese mismo año, el 2002,
en un nuevo esfuerzo por incorporar nuevos mercados, esta vez el de Asia, el
Campeonato Mundial de Fútbol se juega en Corea del Sur y Japón, con una
tradición futbolística… de algunos meses. Y veinte años después, ahora buscando
los dólares que el petróleo puede aportar, y que por cierto no son pocos, la
sede del nuevos Campeonato Mundial será Catar, país al que millones de
aficionados al fútbol oyen nombrar por primera vez, precisamente a raíz de su
determinación como futura sede de dicho campeonato. Y ya se acordó un mundial
con 48 equipos, el 2026, con sede en Canadá, Estados Unidos y México. ¿Más
globalización dónde?
Un detalle. No todo es
globalización. El triunfo no se ha globalizado en los últimos 48 años. En los 12
campeonatos mundiales de este período, entre los tres primeros lugares ha
habido 26 equipos europeos, (72%), 9 latinoamericanos (25%), y uno
intercontinental, (Europa y Asia), (3%), Turquía, que en el Campeonato del
2002, obtuvo un increíble tercer lugar, luego de derrotar a Corea del Sur.
La globalización del
fútbol no sólo se ha dado con la integración a los Campeonatos Mundiales a cada
vez selecciones, y de espacios geográficos antes prácticamente no
representados, como Asia u Oceanía, o claramente subrepresentados, como África.
También se ha manifestado en una mayor presencia de futbolistas de
características fenotípicas diferentes al blanco europeo. Y no sólo porque
nuevos países han ingresado a los Campeonatos Mundiales, sino porque algunos
países europeos han incorporado jugadores cuyos antepasados provienen de muy
variadas latitudes. Probablemente el ejemplo más paradigmático lo represente
Francia, cuya selección, en 1970, estaba compuesta por puros hombres blancos
europeos, y ya la de Sudáfrica 2010, contaba con 11 afrodescendientes, de un
total de 17([1]).
La “globalización” de jugadores, esto es, la presencia de jugadores extranjeros
en diferentes mercados nacionales es también una nueva realidad. Y por supuesto
ella se refiere preferentemente a los países en que el negocio futbolístico
mueve mayores capitales. Al igual como ocurre con las materias primas, (incluyendo
las drogas de origen vegetal), cuando son notoriamente buenos, nuestros jugadores
emigran desde países pobres a países ricos, aunque en ellos casi no se juegue
fútbol. Ya lo sabemos los chilenos, con jugadores nuestros que jugaron o están
jugando en Alemania, Andorra, Argentina, Azerbaiyán, Australia, Austria, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Croacia,
Dinamarca, Ecuador, Emiratos Árabes, España, Estados Unidos, Finlandia,
Francia, Grecia, Guatemala, Holanda Indonesia, Inglaterra, Italia, Kasajistan, Malasia,
Malta, México, Noruega, Nueva Zelanda, Palestina, Perú, Polonia, Portugal,
Puerto Rico, Rumania, Rusia, Suecia, Suiza, Tahíti, Tailandia, Turquía,
Uruguay, Vaticano y Venezuela([2]), sin contar a unos
cuantos técnicos nacionales, también repartidos por el globalizado planeta.
El 27 de mayo del año
2015, y dos días antes de una nueva elección de la presidencia de la FIFA, que
se anunciaba como compleja, las autoridades suizas arrestan en el Hotel Baur au Lac, en Zúrich, a 7
altos funcionarios de esa organización, y luego 7 más son arrestados en
diferentes lugares, y poco más adelante la cifra de involucrados asciende a más
de 20. Estados Unidos les acusaba de soborno, fraude y lavado de dinero.
¡La globalización del neoliberalismop en
todo su esplendor!
El
proceso se inicia en Estados Unidos, los primeros arrestos son en Suiza, los
implicados son de Islas Caimán, Costa Rica, Trinidad y Tobago, Nicaragua,
Uruguay, Estados Unidos, Venezuela, Paraguay, Honduras, Guatemala, Argentina,
Brasil, Bolivia, Suiza, Francia, y también Chile, por supuesto.
¿La globalización del capitalismo en
todo su esplendor?
La verdad parece que todavía no. Tres
años después de iniciado el proceso, aún queda el juicio, en donde algunos,
mediante suculentas fianzas, -después de todo viene recibiendo sobornos
millonarios desde hace años-, salen en libertad, y otros, también en libertad,
como nuestro inefable Sergio Jadue, postergan y postergan un juicio que ya
pocos creemos que lo pueda llevar a la cárcel, sino más bien que, al impedir su
extradición, logrará salvarlo de nuestra propia justicia.
Nota:
Se
agraden los aportes de futbolísticos de Francisco Marchant González y Javiera García
Lizama.
Fernando
García Díaz
Junio
de 2018
[1]
Ambas comparaciones, según apariencias de las fotografías, registradas en el Album,
“Panini”, de dichos campeonatos.
[2]
Lista de países obtenida de “Futbolistas chilenos en el mundo”, disponible en
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