Durante
el año 2016, participé activamente en un Cabildo organizada por mi curso en la
Universidad, que formaba parte del proceso de elaboración de lo que debía ser
una Nueva Constitución para nuestro país. Como cientos de miles de chilenos,
entregamos nuestras propuestas y esperamos que el proceso fuera desarrollándose
como estaba previsto. Pero no fue así. Sumergida en un proceso mediático
destinada a destruir su imagen, la presidenta no tuvo la capacidad política de
seguir adelante con lo que fue una de sus importantes propuestas programáticas.
La derecha no sólo boicoteó su gobierno, sino particularmente esta propuesta. Una
Nueva Constitución no estaba en el interés de los chilenos, fue el argumento
que permanentemente esgrimieron.
El
triunfo de Piñera, que una vez más fue en gran medida castigo al gobierno
vigente, más que apoyo hacia él, hizo creer a la derecha que efectivamente se
venían “tiempos mejores” para ellos y así iniciaron un proceso político que
buscó no sólo retroceder en parte importante de los avances que la Nueva
Mayoría había traído, especialmente educación
e impuestos, ilusionándose además con elegir también al nuevo presidente el
2022, (lo que daban casi por seguro) sino también con elevar a Piñera a las
alturas de líder internacional. (Después de un apoyo irracional a la extrema
derecha sudamericana -Macri, Guaidó, Bolsonaro, Moreno, en ese orden-, esto
último quedó definitivamente enterrado con la obligada renuncia a llevar
adelante las cumbres de la APEC y la COP25).
El
tema de la Nueva Constitución no sólo parecía no preocuparlos siquiera, sino
que claramente se mostraron contrario a ello. Hasta que apareció octubre, y como
se ha dicho ya mil veces, “Chile Despertó”. Y así, “de la noche a la mañana”
para muchos, la necesidad de una nueva carta fundamental se toma la agenda
política y la ciudadanía empieza a discutir su contenido, sin pedir permiso a
los partidos, incluso en ámbitos tradicionalmente ajenos, como el fútbol, como
lo refleja la masiva participación en el Cabildo en Colo Colo, realizado con
más de 1500 personas este jueves 31 de octubre en el Estadio Monumental.
Hoy
una Nueva Constitución aparece como uno de los requerimientos más importantes,
lo que ha llevado que también esté en el horizonte político incluso de aquellos
partidos cuya alma se dividía, hasta hace algunas semanas, entre el gobierno y
la oposición.
La
exigencia ciudadana de una Nueva Constitución es sin duda el planteamiento
político más relevante de las últimas décadas. Y ello por varias razones.
Desde
luego, porque a treinta años del fin de la dictadura parece indigno continuar
viviendo bajo el símbolo político de dicha dictadura. Pero por cierto hay mucho
más.
En
primer lugar, que el requerimiento surja desde la ciudadanía, da cuenta que la
gente entiende, mucho mejor que lo que los políticos querían creer, que el
texto de esa norma jurídica afecta directamente su diario vivir de manera
relevante, que sus demandas de salud, educación, pensiones, vivienda, salarios
dignos, y muchas más, se ven entrampadas por una norma que define al Estado
como subsidiario, que precisamente entrega a la voracidad empresarial lo que
debía asegurar (educación, salud, pensiones, etc.), permite que se sigan regalando
las riquezas básicas –agua incluída- a los grandes monopolios nacionales o
extranjeros y que por si fuera poco, mantiene un Tribunal “Constitucional”,
como verdadera “Tercera Cámara”, encargado de proteger a los ya privilegiados,
cuando una mayoría parlamentaria se permite rozar siquiera sus privilegios.
Por
otro lado, el requerimiento no es sólo una “Nueva Constitución”, es también que
ésta se elabore con la activa participación ciudadana, es decir, que dicha
norma, por primera vez en Chile, sea una obra de construcción verdaderamente democrática.
Se trata, no sólo del mayor desmentido a la supuesta despolitización de la
ciudadanía, sino del acto más “político” que es posible imaginar, que además echa
por tierra definitivamente el supuesto rol de “expertos” en reemplazo de la
ciudadanía, que se había querido ir imponiendo.
Y
por cierto, esta Nueva Constitución, que provoca terror en la derecha, por ello
aún no se atreven a apoyarla decididamente, deberá contener una estructura
estatal y política que reemplace al estado subsidiario por un estado social de
derecho, que efectivamente esté al servicio de las mayorías, que permita que
éstas mayorías se expresen directamente, mediante referéndum o plebiscitos,
consultas populares, iniciativa popular de ley, que éstas no sólo puedan elegir
verdaderamente a sus representados, sino también pedirles que rindan cuentas por su labor y revocarles
el mandato si es necesario. Verdaderamente un cambio radical.
Santiago, octubre 31, 2019